Aversión al último lugar

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Insistimos mucho en estas columnas sobre la eficacia electoral de la distribución del ingreso.

Sin embargo no desconocemos otros factores que se implican en la decisión de voto. Señalamos solo una que resulta muy interesante a la hora de imaginar escenarios electorales.

Christopher Hoy, estudiante de doctorado en sociología en la Universidad Nacional de Australia advierte: “Los estudios controlados han demostrado que la “aversión al último lugar” puede existir, porque las personas relativamente pobres lo refieren cuando hay personas que son más pobres que ellos”.
“Existe un ‘sesgo medio’: las personas piensan de manera desproporcionada que pertenecen a la mitad de la distribución del ingreso”.

El gráfico que acompaña la columna muestra en distintos países en qué lugar de la escala de distribución del ingreso nacional colocaron los encuestados a su hogar. Las personas tienden a pensar que están en medio de la distribución del ingreso, independientemente de si son ricos o pobres. Solo entre el 15-22% de los encuestados estimaron correctamente el quintil de su hogar en la distribución del ingreso nacional y la correlación entre la posición real y la percibida varía de 0,16 a 0,26.

Sorprendentemente, decirles a las personas pobres que son más pobres de lo que pensaban solo logra que les preocupe menos la brecha entre los ricos y los pobres en su país.

No parece ser entonces este el mejor camino la sobreabundancia de diagnósticos catastróficos para captar audiencias, en especial de sectores populares.

Nadie admite ser tan pobre como los diagnósticos lo estratifican y cuando efectivamente se sufren carencias la “aversión al último lugar” parece dominar las percepciones y las aspiraciones individuales y familiares, instalando gran opacidad sobre el lugar correcto que se ocupa en la pirámide social, siempre clara para el discurso economicista.

Obviamente se necesita más evidencia para comprender cómo las percepciones de las personas en general y las más pobres en particular sobre su posición relativa en la escala de distribución del ingreso nacional afectan su apoyo a la redistribución y su crítica a las políticas excluyentes y luego su práctica electoral.

Como señala Baruch Espinoza, no es hora de reír ni de llorar; es tiempo de comprender. Aunque moleste.

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