Seguimos con un debate necesario, desde hace ya más de dos décadas que los estudios sobre el pasado reciente argentino, particularmente el relativo a las militancias políticas, sociales y culturales de los sesenta y setenta, concitan un fuerte interés. De hecho, han conformado un campo temático específico que es abordado desde distintas perspectivas disciplinares, como se evidencia en la proliferación de libros, artículos y revistas especializadas, jornadas y mesas de ponencias, tesis y proyectos de investigación. Un campo de estudios cuyo crecimiento, además, dialoga y se nutre tanto de producciones culturales de lo más diversas, como de la consolidación de archivos y reservorios documentales de distinto tipo.Hablamos de una época -como diría Gilman (2003)- marcada por una singular experiencia del mundo, de la temporalidad, la subjetividad y la vida colectiva, que se recorta de la continuidad histórica con una densidad propia. De una época signada, de modo inusitado, por un intenso interés por la política y por la convicción de que una transformación radical, en todos los órdenes de la vida, sobrevendría de modo inminente. En que, para muchos de sus protagonistas, en particular para las militancias a las que aquí referiremos, la lógica de la historia parecía ineluctable y la temporalidad se caracterizaba por la vertiginosidad de los tiempos rápidos. Un período, en fin, signado por una misma problemática: el reencantamiento del mundo a través de la política y las expectativas revolucionarias.