Nos referimos al Cordobazo, que tuvo su figura de mayor visibilidad en Agustín Tosco, dirigente sindical de la corriente clasista, Secretario General del Sindicato de Luz y Fuerza de la provincia de Córdoba al momento de producirse el levantamiento popular.
Luchador inclaudicable, Tosco en numerosas oportunidades, sufrió cárcel y fue torturado por su militancia política y sindical hasta que fallece el 5 de noviembre del año 1975, enfermo de cáncer y en la clandestinidad, bajo los cuidados paliativos de los médicos del Ejército Revolucionario del Pueblo, clandestinidad forzada por la persecución desatada sobre él por el gobierno peronista de Isabel Perón y López Rega.
Experiencia de gobierno justicialista tardía que desarrollara el terrorismo de Estado con la creación de la triple A, y sobre cuyas consecuencias internas y externas al justicialismo, aun el propio peronismo no ha reflexionado lo suficiente.
Hace 54 años, obreros y estudiantes universitarios se alzaban en la ciudad de Córdoba en contra de la dictadura de Onganía. Protesta que pasaría a la historia como el «Cordobazo» y que sería el principio del fin del gobernante anticonstitucional, quien renunciaría un año después. pic.twitter.com/mg0KBErFnA
— Facundo Fernández Pastor (@facufp) May 29, 2023
Estos procesos tan conmocionantes no se producen sin costo político e histórico, y cuestionan firmemente el «tipo de unidad » atrapalotodo que el peronismo construyó históricamente para darse organización propia y de gestión, cuestionamiento que no se resuelve pasando el lampazo «doctrinario».
Aquel gran levantamiento obrero estudiantil de mayo del año 1969, como consecuencia del endurecimiento de la represión estatal que promovió el asesinato en menos de una semana de cinco trabajadores y estudiantes (Cabral, Bello, Blanco, Crusta y Mena), terminó con la dicatura de Onganía y cambió drásticamente la dinámica de la coyuntura política hasta el golpe militar del año 1976.
El elemento novedoso de las jornadas de lucha resultó la puesta en acto de la potencia social de una experiencia de organización hasta ahí inédita en la historia nacional: la convergencia obrero-estudiantil sin articulación partidaria dominante, enfrentada a la dictadura.
Desde la perspectiva que interesa señalar acá, el Cordobazo muestra también los límites históricos del discurso populista típico del peronismo inaugural, que sostenía al mismo tiempo el alineamiento partidario absoluto de los trabajadores bajo la metáfora del movimiento obrero como «columna vertebral» del justicialismo y, en un mismo y paradojal movimiento, la autonomía extrema de la organización gremial por sobre el resto de organizaciones sociales, cuando no proponía el antagonismo liso y llano con otras experiencias. Antagonismo expresado en numerosas prácticas y consignas, cuyo punto más alto pero no único fue «alpargatas sí, libros no».
Sólo el Bebe Cooke había observado la caducidad de aquella dicotomía típica y probablemente justa del peronismo inicial, cuando señalaba en varios de sus escritos (Peronismo y revolución, Informe a las Bases) que los estudiantes que enfrentaban el onganiato, ya no eran aquellos que el peronismo había enfrentado en su ciclo 1946/1955, y que en modo alguno debían ser considerados ajenos cuando no opuestos al movimiento de lucha popular democrática antidicatorial de los años sesenta.
En este sentido, el Cordobazo mostró con contundencia absoluta que Cooke acertaba en su observación, y que la consigna ajustada al ciclo histórico de fines de los sesenta, tras la caída de Perón en 1955, era algo así como «alpargatas sí, libros también», al tiempo que la modalidad socialmente más activa de las organizaciones gremiales suponía la autonomía de los partidos políticos, incluido el peronista.
La identidad que surje a partir de este encuentro obrero-estudiantil, hasta entonces segmentos distanciados donde el Cordobazo es su punto de consensación más alto, tuvo luego en los inicios de los años setenta su correlato político, organizativo y teórico más activo en la «peronización» de grandes contingentes de jóvenes, muchos de ellos insertos en la vida universitaria e incorporados a la estructura militar (sólo algunos) o de superficie (muchos más), de las organizaciones guerrilleras filo peronistas (en especial, los grupos Far y Montoneros y en mucho menor medida las FAP), provenientes de familias de ingresos medios, tradicionalemente no peronistas, en búsqueda de suturar el vínculo imaginario pero real con la clase obrera entonces dominantemente peronista.
En esta perspectiva, el Cordobazo supone el mayor nivel de organización y lucha antidictatorial de una experiencia popular sin hegemonía peronista, que indujo sin embargo la incorporación de contingentes juveniles y estudiantiles al movimiento peronista y culminó con la vuelta de Perón al país. Extraña trayectoria la impulsada por las jornadas del Cordobazo, cuya conducción gremial, contra todo lo dicho antes y después por la izquierda tradicional y la socialdemocracia gremial, también tuvo clara conciencia de la necesidad de defender la unidad de la organización gremial encarnada en una CGT única, rechazando todo intento de división o construcción de una organización gremial «alternativa».
Al respecto, el video que cierra el post corresponde a una conferencia del año 1969 de Agustín Tosco y apunta en esa dirección: es el más importante dirigente sindical de tradición no peronista, enfrentado sin claudicaciones a las burocracias sindicales justicialistas, el que sin embargo, sostiene también la necesaria unidad de la representación gremial de los trabajadores.
Otro de los artífices del cordobazo fue Raimundo Ongaro
— Roberto Violante (@RobertoViolan12) May 30, 2023
Hace muchos años en el Blog del compañero Manolo dije esto:
«No hay ningún antagonismo «objetivo» entre la burocracia y los trabajadores, ni tampoco entre la burocracia y los dirigentes combativos.
El antagonismo que pudo haber habido es el que decidieron darle los protagonistas, no reside nada más que en la ideología y en la voluntad. Pero esto de «objetivo» poco y nada tiene. Creo que el enfrentamiento subyacente no era para nada «ideológico» ni de «clase».
El problema son los desfasajes y el fanatismo. Cuando los combativos señalan un enemigo interno en la clase trabajadora y cuando la burocracia señala un enemigo infiltrado. Pero esto procede de prácticas e ideas que se hacen los protagonistas, no quiere decir que tenga fundamento real eso, aunque las consecuencias de ellas luego sí sean realidad (la violencia, el antagonismo, etc.).
Creo que en el fondo, muchos lo odiaban a Rucci no porque sea burócrata sino porque era leal a la conducción del General, y cuando la izquierda se equivocaba él no se privaba de señalarlo con bastante claridad.
El problema era la ceguera en entender la práctica diferente de cada sector dentro de un sentido único. Creo que esto no se lo podía representar bien ningún sector. Sucedía algo así como el equipo donde cada uno tiene una camiseta diferente y nos fijamos en lo diferente de la camiseta y no para qué lado patean.
En la práctica política de aquel tiempo el color de la camiseta condicionaba la capacidad de entender para qué lado se estaba pateando (estrategia). Muy poca ayuda tenía el General en esta tarea.
Me parece que no podremos llegar a nada superador del pasado si en algún punto no rompemos lo que nos encadenaba en ese pasado y seguimos reproduciendo hoy, bajo otra modalidad más frívola y light, los mismos sentimientos subyacentes del pasado.
El asunto es que para liberarse de esos sentimientos es preciso haber cambiado la propia mente, para así ver el pasado (y el presente) de manera diferente.»
25 de septiembre de 2008, 4:36 p.m.
Lo que agregaría hoy a eso que sostuve hace años es el persistente papel que juega el factor emocional en los individuos, por detrás de la aparente racionalidad. Este factor es el que abre la puerta al fanatismo (de cualquier signo ideológico), la búsqueda de certezas absolutas (de cualquier signo ideológico), la generación de cuestionamientos incuestionables (otra forma de certeza absoluta), etc., etc.
Estas fragilidades emocionales de los individuos quedan encubiertas por el discurso político e ideológico que es el que aparece como objetivo, como la razón o fundamento de los comportamientos, decisiones y elecciones de los individuos.
Tanto Rucci (asesinado), como Tosco (fallecido en la clandestinidad) o, incluso, Vandor (asesinado), eran todos necesarios para la liberación de la Argentina de las oligarquías y poderes imperiales de aquel tiempo y principales beneficiarias de la desaparición física de esas personas.
Cuando superemos la etapa emocional infantil vamos a poder percibir la gran estupidez humana de la que fuimos (fueron) víctimas muchos militantes y muy buenos dirigentes a fines de los ’60 y principios a mediados de los ’70.
No hay que rendirse en la lucha por ser mejores personas («la lucha contra lo que uno lleva adentro» decía JDP)porque de eso depende que comprendamos mejor los problemas y se nos ocurran soluciones para resolverlos. En relación a esto, el papel de las ideologías o las doctrinas es bastante menor de lo que muchos creen.
Vuelvo a insistir en lo que vengo sosteniendo en mi blog: ninguna ideología o doctrina que se profese puede compensar la ausencia de virtudes personales.