La herida que debe cicatrizar a través de la política

Para Cristina Fernández de Kirchner, ahora tienen la posta los hijos de la generación diezmada. ¿Pero qué significa ese concepto? ¿Quiénes entran en esa definición? Muchos, no todos.

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LOS HIJOS DE LA GENERACIÓN DIEZMADA – Por Julián Axat

Por Julián Axat*

(para La Tecl@ Eñe)

Para CFK ahora tienen la posta los hijos de la generación diezmada. ¿Pero qué significa ese concepto? ¿Quiénes entran en esa definición?

A Juan Domingo Perón le gustaba hablar en términos generacionales. Perón era un gran lector de Ortega.  “En torno a Galileo” (1933), es un ensayo en el que Ortega y Gasset sostiene que el desarrollo de la Historia puede explicarse a partir de la sucesión de generaciones (Galileo no nace de un repollo es la conjunción de factores que confluyen en la estructura generacional que le da vida como acontecimiento intelectual). En el sentido que le da Ortega, una generación es el conjunto de personas que han nacido en la misma época y que tienen incidencia sobre este marco epocal; pero no basta el hecho biológico compartido, es necesario que una generación se defina por su capacidad de acción, es decir, que se autoperciba capaz de producir o crear una cosa nueva a partir de una sensación compartida, generada.

Los dos significados de generación (el sustantivo y el verbo) no pueden separarse.   El método generacional para medir la historia es algo caprichoso, en tanto periodiza en función de los recortes de quien la cuenta, colocando en su interior un ethos común que puede variar entre las personas que se ha elegido para representarla. Este posible abuso taxonómico de quien fabrica una generación para dar cuenta de ella o favorecerse (tan común en la periodización y en el mundillo del arte) en las generaciones políticas queda desbordado por la capacidad real de organizar y sostener la irrupción de un conjunto de personas nacidas por cercanía, y que –por transcurso de un tiempo y pertenencia– han madurado lo suficiente para ejecutar un cambio.

Es decir, no basta la idea de proximidad generacional para pensar “generación política”. Es necesario medir su potencia transformadora de la Historia. Y ello se da o no se da. Si no logra esa potencia, entonces muere, es generación de tránsito, generación de papel, o expresión de deseo de quien la alienta. Tomar la posta no es tomar “el bastón de mariscal”, sino asumirse hacedor de los tiempos venideros, una responsabilidad que coagula, como en el momento que Néstor Kirchner irrumpe en la política Argentina a partir de 2003, asumiéndose hacedor, mensajero de su generación, hijo de las Madres y de las Abuelas.

Hay dos citas muy interesantes que contienen el concepto de generación y que al cruzarse permiten pensar la idea de transferencia generacional (¿pues acaso de eso estamos hablando de legar un mundo a las generaciones venideras a partir de generaciones cuya potencia de cambio les deje a las anteriores un mundo vivible y digno?). La primera de las citas es de Juan D. Perón en una carta dirigida a la generación del año 2000, escrita en 1947, que dice: “La juventud argentina del año 2.000 querrá volver sus ojos hacia el pasado y exigir a la historia una rendición de cuentas…”. La frase tiene un espectacular parecido con la cita de Walter Benjamin: “A nosotros como a cada generación del pasado nos fue concedida una débil fuerza mesiánica, sobre la que el pasado hace valer un requerimiento” (Tesis IV).

¿A qué generación le habla Perón?, los hijos del 2000 se parecen demasiado a los hijos del 2001, a aquellos que luego del estallido de diciembre y del “que se vayan todos” volvieron a creer en la política. Siguiendo esta línea creo que la generación diezmada refiere a los destinos a los que llama el spot de Abuelas, y que siguen buscando en la penumbra su identidad: “Si naciste entre 1975 y 1983 y dudás de tu identidad, o sabés de alguien que puede ser hija o hijo, comunícate con Abuelas”.  ¿Acaso en ese llamado del spot de Abuelas no está definido el recorte generacional? ¿Quiénes tienen la posta? ¿Los que dudan de su identidad y deben afirmarla?

A diferencia de los que pertenecen a la generación anterior que le tocó ir a Malvinas, nacieron en los 60 y adolecieron en dictadura, surgieron como generación “de tránsito o intermedia”, suelen tener otra perspectiva frente al neoliberalismo. Los hijos e hijas (también HIJOS) de la generación que nacieron entre 1975/1983 construyeron en los 90 una consigna de identidad frente al proceso de impunidad: “nacimos en su lucha, viven en la nuestra”, es decir llevan a la dictadura atravesada en sus cuerpos porque fue parte de su infancia.

¿Acaso lo “diezmado” no es la huella de la herida que debe cicatrizar a través de la política, del salto y la transferencia del legado? Volviendo a Bejamin, si a cada generación el pasado le concede una débil fuerza, (¿ese requerimiento es el de los muertos?). Como si CFK quisiera dejarle el aura no ya a su hijo filial, sino a un hijo que para ella que pueda representar la capacidad de trascender y proyectar una mirada hacia las nuevas generaciones desde la mirada y el legado de los 30 mil detenidos desaparecidos. Y esto no es el legado a una guardia pretoriana, ni a una casta de jóvenes obsecuentes, ni a una serie de jóvenes burócratas; sino a aquel o aquella que pueda remontar la confianza y empatía hacia las nuevas generaciones que hoy descreen o buscan en los ídolos de barro que exhibe la derecha.

*Escritor, poeta y abogado.

Un comentario

  1. Entiendo que se trata de una herencia simbólica, no necesariamente biológica. Axel Kicilloff y Juan Grabois son parte de esa generación, como lo es Victoria Montenegro. Por sus militancia.
    Y no lo son algunos que utilizan su condición de hijos de desaparecidos como pasaporte para acceder a una vida comoda de funcionario burlcrático

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