IVY CÁNGARO
Uno nace y crece en sus primeros años sostenido por los modos, los valores y las ideas de la familia que lo cría. Los años traerán independencia de criterio y la posibilidad de elegir quedarse con todo, con algo o con nada de lo aprehendido. Hay historias desobedientes y están las obedientes al mandato.
Victoria Villarruel pertenece a este último grupo y es claramente manifiesto. No solo reivindica acciones directas, sino modos sutiles de plantarse ante el mundo, como cuando el 2021 la entonces candidata a diputada esperó el conteo de votos en un hotel porteño con un cartel que sintetizaba por entonces, y ahora, sus principios: «Ellos contra nosotros».
Ese «ellos» es un universo enorme: desde feministas hasta extranjeros de otros países latinoamericanos; desde pueblos originarios a peronistas; desde rateros y desclasados a los supuestos líderes mundiales que financiarían, por ejemplo, una «plandemia». Y los «zurdos», claro, otro corpus informe donde puede contenerse a cualquiera.
Victoria Villarruel pertenece la familia militar. No es solo la hija de un militar, la nieta de otro. Es parte de un organismo rígido que se retroalimenta y crece, que se entrecruza, que teje y desteje a lo largo de la historia.
Eduardo Marcelo Villarruel, «Chingui»para su familia y amigos, integró el Ejército Argentino. Él mismo escribió sobre su desempeño en los setenta: “He intervenido en la lucha contra la subversión, tanto en ambiente urbano como rural, habiendo participado activamente en la ‘Operación Independencia’, oportunidad en la cual se me otorgara el correspondiente Diploma de Honor”.
Luego de esta estadía en Tucumán durante 1976, Villarruel padre pasó varios años en Campo de Mayo hasta que en 1982 fue convocado para combatir en Malvinas como integrante de la Compañía de Comandos 602 que dirigía Aldo Rico.
En democracia, y cuando ya había transcurrido el Juicio a las Juntas pero aún no se habían firmado las leyes de Punto Final ni Obediencia Debida, por lo que «la familia militar» estaba en ascuas, Villarruel tuvo que jurar, como dicta el protocolo, la Constitución Nacional. Era el juramento por el que los integrantes de la fuerza se comprometen a observar y defender los fundamentos de la sociedad organizada. No solo no lo hizo, sino que promovió que sus subalternos no lo hagan, por lo que el Ministro de Defensa Horacio Jaunarena ordenó su arresto. Este episodio obstaculizó su carrera durante años hasta que fue pasado a retiro en 1996.
El hermano de Eduardo, Ernesto Eduardo Villarruel fue Jefe de la División II de Inteligencia del Regimiento de Infantería 3 de La Tablada. Era oficial de Inteligencia y tenía oficina propia en el Centro Clandestino de Detención «El Vesubio». Es el responsable de, entre otras, la desaparición y posible asesinato de Mario Rubén Arrosagaray, a quien llamaban Tato, y su pareja, Guillermina Silvia Vázquez, La Negra y del secuestro de Miryam Molina, Alma Casco y Nilda Gómez a quienes llevaron a El Vesubio donde los torturaron y simularon fusilar.
Cuando el juez Daniel Rafecas pidió la captura de Villarruel por haber cometido crímenes de lesa humanidad durante la dictadura, el ex jefe de inteligencia se profugó. Reciclado como inspector de Higiene y Seguridad Alimentaria del Gobierno porteño, fue detenido en 2015 cuando fue a votar. En diciembre de 2016, al año siguiente de su detención, la Clínica Psiquiátrica Las Heras -dónde lo internaron durante la prisión preventiva- le diagnosticó Alzheimer de inicio tardío con trastornos del comportamiento e ideas delirantes.
A posteriori, en Rosario creó la empresa de seguridad e higiene de edificios Safety Argentina, en sociedad con Carlos Rascia y Ernesto Bogado que hoy es el medio de vida de su viuda y sus dos hijas, Victoria y Virginia quienes cuando sus padres se radicaron en Rosario, se quedaron viviendo en Buenos Aires donde ambas, además, se casaron.
Virginia sigue casada con Santiago Guimaraes, con quien tiene cuatro hijos. La hermana tiene un perfil público muy bajo, pero es muy activa en sus redes sociales donde brega por «Las dos vidas» y contra la ley del aborto (publica fotos de niños nacidos a término, totalmente desarrollados, como si fuesen fetos abortados). Durante la pandemia posteaba compulsivamente contra la «farsemia», «la plandemia», y la «dictadura sanitaria», contra las vacunas y de cualquier cuidado y aislamiento. Entre los argumentos contra la existencia del covid dice, por ejemplo, que con los hisopados pueden trepanarte el cerebro. Es anti indigenista, defensora de la colonización y no evita publicar contra los pueblos originarios, desde incas a mapuches.
La madre de Victoria es Diana Destéfani, una profesora de dibujo jubilada, hija del contralmirante Lauro Hedelvio Destéfani. Al padre y al abuelo, Victoria los menciona con frecuencia, les agradece que le hayan inculcado “que había que luchar por nuestros valores”. El abuelo Lauro Hedelvio, uno de los mayores historiadores de la Marina y autor de varios libros, en su juventud fue destinado -y a cargo del Estado- a estudiar a España.
Allí se hizo amigo de un compañero de estudios: Manuel Aznar Acedo, un falangista que fue padre de José María Aznar, el presidente español de 1996 a 2004 y actual integrante de la Fundación Atlas, de la que Victoria también es partícipe. Según narra el periodista Guido Braslavsky en el libro «Enemigos Íntimos», fue Aznar quien contactó a Villarruel con la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) española, su principal apoyo en el exterior.
El abuelo Laurio, quien falleció en 2017, fue también hijo de un personaje célebre: Delio Destéfani, un escritor, dirigente deportivo, periodista y político radical de la ciudad de Junín, donde tiene un monumento y donde nació en 1895.
En la revista “Historia de Junín” sostienen: “Delio Destéfani ocupa un lugar de preeminencia en el ámbito poético de nuestra ciudad. Creador de pulida expresión, sumó a su inquietud artística, otras no menos valiosas en el marco de variadas actividades. Fue, para su amigo Luis B. Negreti, un “muchacho bueno, excesivamente bueno, acaso demasiado bueno; quizás por ello desde su más temprana edad sintió la pasión, un tanto ingenua, de escribir versos”.
Delio, ya casado y con su hijo Lauro Hedelvio, se radicó en Buenos Aires a fines de la década del 20, y falleció allí en 1931. Ninguno volvió a vivir a Junín. En Buenos Aires, la nieta de Delio, Diana, conoció a Eduardo Marcelo Villarruel, con quien tuvo a Virginia y Victoria.
Diana vive en Rosario, en un coqueto departamento con vista al río. Cada mes cobra su jubilación como docente de una escuela pública, el Centro Educativo Complementario de Educación Plástica Nro. 1 y recibe los dividendos de la empresa de seguridad que fundó su marido. Tiene mucho tiempo libre, lo dedica a promover la actividad de su hija Victoria en redes sociales, a interactuar con camaradas y amigos de su marido y con sus esposas con quienes integra la «familia militar».
Uno de esos amigos es, por ejemplo, Oscar Antonio Cavallo quien a su vez publica emocionados posteos a favor de la candidatura de Victoria, a quien menta como una «vieja amiga». Este ex integrante de la Armada, es el padre de Ricardo Ángel Cavallo, el marino extraditado desde México y juzgado por crímenes de lesa humanidad cometidos en la Ex ESMA.
En 2009 Oscar Antonio le escribió una carta al presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, para que el máximo tribunal interceda ante la supuesta «vulneración de la seguridad jurídica» en los juicios por delitos de lesa humanidad.
Entre las amistades que cultiva Diana está la que forjó desde su llegada a Rosario con la familia Amelong. Cuando Victoria Villarruel mencionó en el debate el caso de Daniel Amelong poniéndolo como un preso sin condena, mentía posiblemente en función también del lazo de amistad familiar. Inés, una de los diez hermanos del detenido, es una activa militante contra los juicios, a favor del accionar represivo en la dictadura, y organizadora de eventos donde se junta la familia militar rosarina que comparte esos y otros intereses, como el deporte, que los aúna.
Diana Destéfani de Villarruel milita, y lo hace hasta en el grupo de whatsapp del consorcio del edificio en donde vive. Allí celebra salir de «la zona de confort» y que se hable de política -posiblemente porque su hija es candidata- y se extiende en largas parrafadas donde pretende explicar la historia.
En una serie de comentarios efectuados en el grupo antes de las elecciones primarias del 13 de agosto, Diana sostiene:
«En Argentina hemos tenido el terrorismo subversivo. A pedido del gobierno constitucional de 1973 las FFAA salieron en defensa del pueblo y lo lograron a pesar de casi 7000 desaparecidos, a diferencia de los 250mil muertos en Colombia o los 120mil muertos de El Salvador, o los 25mil muertos del Perú».
Y sigue: «El gobierno de Israel pidió asesoramiento a las FFAA en su lucha contra el terrorismo y el gobierno israelí aplica esos resultados pero con métodos mucho más sangrientos. Sin embargo a ninguno se le ocurre encarcelar y si es posible hasta morir allí con 95 años, a sus militares defensores bajo la figura de Terrorismo de Estado como sucede en Argentina y violando a ellos y sus familias todas las garantias constitucionales».
Y se pregunta sola:«¿Cometen terrorismo de Estado los militares israelíes? ¿Por qué no arreglan sus diferencias ancestrales respetando los DDHH y las disposiciones de la ONU y otros? ¿Por qué iríamos a apoyar el accionar de un Ejército extranjero cuando no hemos respetado a nuestro ejército nacional?».
Y sigue diciéndole a los consorcistas: «Y no se olviden que tanto Bullrich como Schiaretti fueron terroristas». Para cerrar con un:«No es política, es la verdad».
PD ¡Chau giles! … ahhh, y viva la libertad carajo, eh!