Sobre la conciliación con el capital “industrialista”. Una crítica a la finacierización

En la izquierda está muy extendida la tesis de la financiarización. En esencia dice que las finanzas han tomado el control de las economías capitalistas desde, aproximadamente, principios de los 1980 La idea de que las finanzas controlan y tienen preeminencia sobre el capital industrial, o mercantil, tiene como uno de sus principales antecedentes El capital financiero, (en adelante, CF), de Rudolph Hilferding. Publicado en 1910, el CF ha sido, hasta hoy, un texto central del análisis y crítica marxista de la esfera financiera. Entre otros factores que contribuyeron a su reputación está que Lenin adoptara la noción de capital financiero de Hilferding en su conocido folleto “El imperialismo fase superior del capitalismo”.

Hilferding, el capital financiero y la financiarización

Rolando Astarita

 

En esta nota presentamos un análisis crítico del CF, con foco en su teoría del capital financiero. O sea, no tratamos su teoría del dinero (Lenin la calificó de “errónea”); y solo de pasada haremos referencia a su teoría de la monopolización de la economía. En la parte final de la nota señalamos algunas coincidencias y diferencias del CF con la financiarización.

Una primera aproximación

Hilferding define al capital financiero como la fusión del capital bancario con el capital industrial, con dominancia del primero. “Llamo capital financiero al capital bancario, esto es, capital en forma de dinero, que de esta forma se transforma realmente en capital industrial” (pp. 253-254 CF). Aunque no se trata de una relación entre iguales, sino de dependencia de la industria con respecto a los bancos.

De acuerdo a Hilferding, esa dependencia se debe a que los bancos disponen de los fondos líquidos que son imprescindibles para la industria. Esa disponibilidad es la que “da al banco la prepotencia frente a la empresa, cuyo capital está inmovilizado como capital de producción o de mercancías” (p. 95 CF). Agrega: “En general, siempre es la superioridad de la fuerza del capital, especialmente el volumen de capital monetario de libre disposición, lo que decide sobre la dependencia económica dentro de una relación de crédito” (ibídem). Poco más adelante dice que el rol del crédito para la expansión de la empresa crea una dependencia de esta con respecto al prestatario (p. 96). Es que cuando la empresa recibe el crédito, queda ligada al banco, y el interés de este en la empresa pasa a ser permanente (véase p. 94 CF). Por eso “el gran banco” (sic) está incluso en situación de dominar la cotización de las acciones de la empresa (p. 97 CF). A su vez,” con el desarrollo del capitalismo y su organización crediticia, aumenta la dependencia de la industria respecto de los bancos” (p. 253).

Ganancia de fundador, capital ficticio y los bancos

De acuerdo a lo explicado en el apartado anterior, la dominancia del banco sobre la industria se explicaría simplemente por la concentración del efectivo en manos del primero y la necesidad de crédito de la segunda. Pero en Hilferding la fuente de poder de los bancos es más sistémica que eso. Tiene que ver con “la ganancia de fundador”, de la que se apropiarían los bancos, y el capital ficticio asociado a ella.

A fin de presentar su noción de la ganancia de fundador, empecemos precisando que la acción es un título de renta, o sea, una asignación sobre los rendimientos de la empresa. De ahí que su precio se determine, según Hilferding, de la misma manera que el precio de los bonos y otros activos financieros, por capitalización del rendimiento (p. 113: p. 141, CF). Por ejemplo, si una acción tiene un rendimiento de $20 anuales, y la tasa de interés es 5%, el precio de la acción es $20 ÷ 0, 05 = $400.

Vayamos ahora al ejemplo que presenta en el CF.  Suponemos una empresa que con un capital de $1.000.000 produce una ganancia anual de $150.000; la tasa de ganancia es 15%. Suponemos que la tasa de interés, para los títulos más seguros, es 5% anual. Dado el mayor riesgo involucrado en la inversión en acciones, la tasa de interés, a la que se capitaliza el rendimiento es 2 puntos porcentuales más alta, o sea, 7%. Hilferding supone que, por diferentes gastos, del beneficio bruto hay que deducir $20.000, de manera que queda, como ganancia neta, $130.000. Todo el beneficio se reparte como dividendos. En consecuencia, al capitalizar ese dividendo al 7% (130.000 ÷ 0,07), el valor bursátil de la empresa es, aproximadamente, $1.900.000.

De manera que para generar un beneficio de $130.000 hizo falta un capital de solo $1.000.000; $900.000 “están libres”, ya que nacen “de la transformación del capital productor de beneficios en capital productor ‘portador de dividendos’” (p. 114 CF). Es la “ganancia del fundador”: el capital “portador de beneficios” se metamorfosea en la forma de “capital productor de intereses” (ibídem). Se llama “de fundador” porque es un beneficio que va a manos de los capitalistas que originaron la empresa cuando deciden abrirla a la participación de inversores, vía oferta pública inicial de acciones; o cuando buscan aumentar el capital mediante la emisión de nuevas acciones. En cualquiera de los casos se ha generado, dice Hilferding, un capital ficticio (sobre el capital ficticio en Marx, aquí). Es ficticio porque no se corresponde con el capital real. En el ejemplo citado, el capital real es $1.000.000, pero el valor bursátil es $1.900.000. “Esta diferencia es la que aparece como ‘ganancia de fundador’…” (p.  114 CF). Es “la transformación del capital industrial en ficticio” (p. 190, CF). Y precisa: “la ganancia de fundador pertenece a los fundadores, por ejemplo, el banco que ha emitido las acciones y que sale de la circulación” (p. 116 CF).

Obsérvese que al establecer que el precio de la acción resulta de la simple capitalización del dividendo a una tasa de interés, el precio tendería a ser estable, evolucionando al compás de las variaciones de la tasa de interés, dado un determinado dividendo. Esta idea se consolida cuando Hilferding afirma que el rendimiento de las acciones “se reduce, cada vez más, al simple interés” (p. 138 CF). Como además existe una tendencia a la caída de la tasa de interés (ejemplifica con la caída del interés de las obligaciones ferroviarias en EEUU, del 7% al 3,5%), la ganancia de fundador tiende a crecer. Lo cual chocaría con la tendencia al descenso de los beneficios; pero la caída de la tasa de beneficios no anula la tendencia al aumento de la ganancia de fundador.

Por otra parte, dado que los bancos son los principales emisores de acciones, a sus manos afluye una ganancia capitalizada como ganancia de fundador (pp. 138-139 CF). Esto significa que se apoderan cada vez más del capital ficticio (p. 254 CF). En consecuencia, “crece el poder de los bancos, se convierten en fundadores, y finalmente en dominadores de la industria, apoderándose de los beneficios como capital financiero…” (p. 255 CF).

Parasitismo

Con el crecimiento del capital accionario la propiedad de los medios de producción pasa de las personas individuales a una sociedad jurídica, en la cual las primeras ya no tienen el derecho de propiedad de los medios de producción; solo poseen un título de capital que les da derecho a participar en los beneficios, pero sin incidencia en la producción (véase pp. 150-151 CF). De ahí “la indiferencia del capitalismo hacia el valor de uso, hacia la respectiva esfera de inversión concreta de su capital; el hecho de que el capital no sea más que plusvalía, valor acumulado… que solo sea título productor de interés…” (p. 151 CF). Es el “parasitismo” del capital financiero. La idea de su autonomización conecta con esta visión: el capital financiero se valorizaría a partir del crecimiento del capital ficticio, y estaría cada vez más divorciado de la producción.

Especulación y ganancia del capital financiero

Al analizar los negocios bursátiles Hilferding aborda la especulación. La especulación consiste en hacer diferencias con las fluctuaciones de los precios, comprando barato y vendiendo caro. Pero esto significa que “la ganancia de uno es la pérdida de otro” (p. 168 CF). No hay forma entonces de que el capital financiero pueda valorizarse por medio de la especulación. Aunque, dice Hilferding, los especuladores profesionales y los bancos suelen obtener ganancias especulativas a costa de los inversores outsiders, “que soportan las pérdidas. Sin la participación del ‘público’ no prospera la especulación” (p. 173). Pero la tendencia es que disminuya la especulación, ya que la cartelización de la economía reduce las oscilaciones del precio (véase p. 168, p. 173). El dominio de los bancos llevaría al mismo resultado. Por lo tanto, se reducía el rol de la especulación en la acumulación y las crisis (véase p. 329 CF), aunque no desaparecían las crisis industriales. La idea de que las ganancias por maniobras especulativas son cada vez más limitadas realza la importancia, para Hilferding, de la ganancia de fundador como fuente de poder de los bancos.

La ganancia del banco y el capital propio

Además de la apropiación de la ganancia de fundador, el poder de los bancos se incrementa por su capacidad para obtener una ganancia por encima de la que correspondería a la tasa media de ganancia. Según Hilferding, en lo que atañe a los aspectos técnicos del movimiento del dinero (pagos y cobros, traslados, guarda), los bancos realizan el beneficio medio sobre el capital invertido, igual que el capital mercantil (compra y venta mercancías y servicios) y el capital industrial. Es la posición de Marx, que cita Hilferding (p. 187 CF).

Sin embargo, sigue Hilferding, como intermediario del crédito, el banco trabaja con capital propio y con capital ajeno, siendo la ganancia la diferencia entre la tasa que paga por los depósitos y la que cobra por los créditos otorgados. Esa diferencia, o spread, determina la “ganancia neta de los bancos” (p. 188 CF). Pero “no es beneficio en sentido categórico, y su nivel no viene dado por la tasa media de beneficios” (ibídem). Es que, dada su posición de intermediario en la circulación del crédito, el banco gana no solo con el capital propio, sino también con el de sus acreedores. Los bancos compiten por atraer depósitos y colocar los préstamos, pero eso no afectaría su capacidad de apropiarse de una ganancia que no participaría en la nivelación de la tasa media de ganancia. Escribe: “esta ganancia [la que deviene de operar con capital ajeno] no entra en la determinación de la tasa media de beneficios, como la del capital del comerciante y la del capital comercial monetario” (ibídem). Por lo cual el banco podría aumentar su capital propio por capitalización de esta ganancia que escapa a las generales de la ley (la tasa media de ganancia). Así, la división entre capital propio y ajeno sería indiferente para la ganancia.

Por lo tanto, una parte cada vez mayor del capital prestado se transforma en capital propio del banco (véase p. 192 CF): “Como, con unas finanzas desarrolladas, todo dinero disponible está concentrado en los bancos, el aumento del capital bancario no significa por lo pronto otra cosa sino que una parte de los depósitos que ha tenido el banco a su disposición se ha transformado ahora en capital bancario, por ejemplo, mediante emisión de acciones” (p. 192 CF). Reforzando la idea, poco más abajo: “… el capital bancario significa únicamente el capital puesto a disposición de los bancos…” (p. 193). Lo que equivale a aumento del capital ficticio: “… la mayor cantidad de este capital bancario es ficticio, no es más que expresión monetaria de capital que actúa de un modo realmente productivo, o solo títulos de plusvalía capitalizados” (ibídem). De esta manera se da la posibilidad de que el banco aumente su capital propio, para obtener ganancias de emisión y dominar así a la industria (p. 191 CF).

Unificación del capital

“El capital financiero significa la unificación del capital. Los antiguos sectores separados del capital industrial, comercial y bancario se hallan ahora bajo la dirección común de la alta finanza, en la que están vinculados personalmente los señores de la industria y de los bancos. Esta unión tiene como base la eliminación de la libre competencia del capitalista individual por las grandes empresas monopolísticas. Con ello cambia incluso la naturaleza de la relación de la clase capitalista con el poder del Estado” (p. 337 CF).

De ahí también la unificación política del capital: “La cartelización unifica el poder económico e incrementa así directamente su eficacia política. Pero simultáneamente unifica también los intereses políticos del capital y facilita que se proyecte la totalidad de la fuerza económica directamente sobre el Estado. Une los intereses de todo el capital y facilita que se proyecte la totalidad de la fuerza económica directamente sobre el Estado” (p. 382 CF).

Anotaciones críticas a la tesis de Hilferding

  • ¿Dependencia del capital industrial con respecto a los bancos?

La primera cuestión a problematizar es la idea de la dominación de los bancos sobre el capital industrial o mercantil. Una tesis que fue cuestionada por Paul Sweezy y Ernest Mandel.

Sweezy (1973) coincidió con Hilferding en que los bancos tenían el mismo interés que las grandes industrias de eliminar la competencia, y en que sobre esa base “surge esa unión personal interna de juntas directivas entrelazadas e intereses comunes que liga a los magnates industriales y bancarios más fuertes en todos los países capitalistas adelantados” (p. 293). Sin embargo, criticó la idea de que en esa asociación el capital bancario tuviera la posición dominante de manera permanente. El dominio del banco era cierto en la fase de formación de las grandes corporaciones, dado a su rol en la emisión de acciones. Pero una vez que se había desplazado a la competencia, y los sectores industriales encontraban un modus vivendi para sus fines monopolistas, las nuevas combinaciones, y la emisión de acciones, disminuían, e incluso cesaban del todo (véase p. 294). Alcanzado ese punto, el poder de los bancos se debilitaba.

Por su parte Mandel (1969) sostuvo que en Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania Occidental e Italia la situación era, a mediados de los 1960, más bien de “interpenetración del capital industrial y financiero” (p. 128), y la dominancia del banco solo se registraba en Bélgica y Suiza, y parcialmente en Francia. No era, por lo tanto, distintivo del llamado capital financiero en general.

En una primera aproximación crítica a la tesis del dominio del banco sobre la industria y el comercio, coincidimos en que hay entrelazamiento entre el capital industrial y financiero, más que dominio del segundo sobre el primero. Aunque también parece cuestionable la idea de que las empresas industriales o comerciales dependen de los bancos debido al rol del crédito para su consolidación o expansión. Es que en la sociedad capitalista existen múltiples bancos que están obligados a competir para colocar el dinero que obtienen bajo la forma de depósitos. Además, existen otras fuentes de financiamiento a las que recurren (y recurrían en tiempos de Hilferding) los industriales o comerciantes. Nos referimos, naturalmente, a los mercados de capitales y los mercados monetarios. En este sentido la afirmación de Hilferding de que “el desarrollo conduce cada vez más a que todo el dinero afluya a los bancos” (p. 137 CF), no se verifica en la realidad del capitalismo. El propio Hilferding dice que la bolsa compite con los bancos para atraer capital monetario en busca de inversión (p. 142 CF).

A las dos razones anteriores hay que sumar el hecho de que las empresas industriales o dedicadas al comercio también disponen de fondos propios. El autofinanciamiento es una posibilidad, y refuerza la capacidad de negociación. En determinados períodos existe incluso lo que Marx llamó “plétora del capital”, que es la existencia de abundante liquidez en las empresas, que no va a la producción. Algo de esto ocurrió en los 2000 en los países capitalistas desarrollados (ese exceso de capital líquido se conoció en la literatura económica como “exceso global de ahorro”, (global saving glut, como lo definió la Reserva Federal). Todo refuerza entonces la idea del entrelazamiento –una relación de unidad y tensión- entre las diversas formas del capital. Nada indica que empresas como Microsoft, Exxon, Toyota, Walmart, Nestlé, Vale, Alphabet, estén subordinadas o sometidas a la dependencia de los bancos.

  • Ganancia de fundador, precio de las acciones y capital ficticio

De acuerdo a Hilferding, la ganancia de fundador se formaría por la capitalización del dividendo, y sería apropiada por los bancos. Esta explicación suscita algunos cuestionamientos. El primero se refiere a la manera en que se forma la ganancia de fundador y a su carácter episódico; el segundo es acerca de quién se la apropia.

En cuanto a la generación de la ganancia de fundador, nuestra objeción es que el valor bursátil no surge por un proceso “mecánico y tranquilo” de capitalización de los dividendos, sino más bien complejo y atravesado por la especulación. Tengamos presente que la ganancia de fundador es igual a la diferencia entre la suma de los precios de las acciones vendidas en el mercado, al realizarse la oferta pública inicial de acciones, y el capital real invertido en la empresa. Es entonces un fenómeno transitorio (Sweezy 1973 lo señaló en crítica a Hilferding), No puede ejercer una influencia duradera en la economía capitalista.

Pero además, el precio bursátil de la empresa surge en un proceso más complejo que el que describe Hilferding. La determinación del precio de un activo por simple capitalización de su rendimiento es aplicable a activos de renta fija, como bonos, y siempre que no se consideren, o sean mínimos, los riesgos de default. En el caso de las acciones, el asunto es más complicado. Por empezar, los dividendos, en la mayoría de los casos, son solo una parte del beneficio de la empresa; otra parte puede destinarse a ampliar inversiones, o a hacer aprovisionamientos para cubrirse de eventuales pérdidas, etcétera. En segundo término, el inversor en acciones no solo tiene en cuenta el posible dividendo, sino su posible valorización, o desvalorización. Y aquí es decisiva la ganancia –que determinará la ganancia por acción- y su relación con el valor bursátil de la empresa. Esta relación es igual al precio bursátil / ganancias (en inglés, P/E), que dice cuántos años son necesarios para que, a la actual ganancia, se pague el precio bursátil de la empresa. Un P/E “normal” puede oscilar entre 8 y 12, pero en períodos de alta especulación puede alcanzar cifras mayores. Lo cual significa que el elemento especulativo es muy fuerte. Esto explica por qué, en determinado momento, empresas que no presentan ganancias (por lo cual no se puede calcular su P/E) son arrastradas en olas especulativas fuertemente alcistas. Un ejemplo es lo que ocurrió en Wall Street con la burbuja.com, (empresas que cotizaban en el NASDAQ), entre fines 1997 y el 2001.

Vinculado al elemento especulativo, sobre las decisiones de los inversores inciden muchas variables. Además de la ganancia (que no necesariamente coincide con los dividendos), se tienen en cuenta los costos de la empresa; su nivel de endeudamiento; la fuerza de la competencia; la situación de la rama; incluso el clima político y la intensidad de los conflictos de clase. De ahí la relación no lineal entre el valor bursátil y los “fundamentos”. La especulación profundiza tendencias, pero no las crea. Si una empresa fracasa en la generación y realización de la plusvalía, su valor bursátil terminará por verse afectado. Por eso también la diferencia entre el valor real de la empresa (sería su costo de reposición, o “valor libro”) y el valor bursátil que resulta de la emisión inicial (o de la ampliación del capital) no sea algo mecánico. Por lo general ocurre la ganancia de fundador, pero a través de múltiples y complejas relaciones.

En cuanto a quién se apropia de la ganancia de fundador, esta va a manos de los emisores. Los bancos o casas de cambio que actúan como intermediarios reciben comisiones. La ganancia de fundador va a quienes originaron la empresa. Puede ocurrir que el banco se quede con la ganancia de fundador si suscribe las acciones al precio determinado por la valuación contable de la empresa, y las vende a un precio más elevado, pero esa no es la regla. Por lo cual no tiene sustento la afirmación de Hilferding (p. 254) sobre que el poder de los bancos crece en la medida en que se convierten en fundadores.

  • ¿Divorcio de la producción?

La idea de que el capital financiero se ha desligado de la esfera productiva, o que el accionista es un mero receptor de dividendos, despreocupado por el «valor de uso del capital” (o sea, sin atender a las inversiones reales) y sin relación con la propiedad de la empresa de la que posee acciones, ha tenido, y sigue teniendo, fuerte aceptación. Pero tiene problemas.

En primer lugar, la separación entre propiedad de las acciones y propiedad de la empresa debe relativizarse. Si bien el accionista del común no tiene manera de ejercer el derecho de propiedad de la empresa, otra historia es la de los grupos de control. Estos (puede ser un grupo familiar) ejercen el control efectivo de la empresa a través de la propiedad del 50% del paquete accionario; o de una proporción menor si la tenencia accionaria está muy diversificada. Estas cuestiones tienen relevancia cuando, por ejemplo, una empresa enfrenta una oferta hostil (OPA, oferta pública de adquisición) por parte de inversores; cuando el grupo de control tiene más del 50% de las acciones, la oferta hostil no tiene posibilidad.

En segundo término, cuando un inversor supera un cierto umbral en su tenencia accionaria (por ejemplo, posee el 5% del paquete accionario) tiene derecho a sentarse en el directorio de la empresa. En ese caso también está ligado al “capital real”, la producción y la marcha de la empresa. En tercer lugar, y en la práctica, la división entre los CEO y el management (lo que Marx llama “los capitalistas en funciones”) y los accionistas (el capital en tanto propiedad de los medios de producción) está mediatizada, ya que los CEO y parte del alto personal de conducción de la empresa con frecuencia son remunerados con acciones.

Otra manifestación de la imbricación entre el capital financiero y el capital productivo son las private equity. Consiste en inyectar fondos en una empresa en problemas, con el fin de reestructurarla –por lo general significa, entre otras cosas, disminuir derechos laborales y salarios-, a cambio de una participación accionaria en esa empresa. Ya en tiempos en que escribía Hilferding este tipo de operaciones eran bastante comunes.

Un caso parecido es el venture capital, la inversión de fondos líquidos en empresas tecnológicas en desarrollo. Es imposible decir que en estos casos se está ante inversores no preocupados por “el valor de uso del capital”.

  • Especulación, apalancamiento y crisis

Hilferding tiene razón cuando sostiene que las ganancias por especulación no pueden ser generales, ni permanentes. Más problemática, sin embargo, es su afirmación de que los bancos y especuladores avezados obtienen ganancias a costa de los inversores “de afuera”, no experimentados. Sin negar que esto pueda ocurrir en alguna coyuntura –en especial cuando hay una ola alcista e ingresan al mercado inversores de último momento que terminan desplumados- no puede ser un fenómeno duradero.

Por otra parte, también es cuestionable la idea de que la especulación tiende a desaparecer con el desarrollo del capitalismo y la cartelización. En especial, el precio de las acciones contiene un fuerte elemento especulativo. Por ejemplo, la especulación alcista, y el crecimiento del capital ficticio que la acompaña, junto al apalancamiento, con frecuencia es un factor que empuja a la sobreproducción y sobre acumulación (sobre apalancamiento, aquí). A la inversa, en la especulación bajista, el desapalancamiento y la destrucción de capital ficticio profundizan las crisis y las depresiones que les siguen.

  • Capital ficticio

El capital ficticio juega un rol de primer orden en el planteo de Hilferding. Señalamos algunas cuestiones que parecen problemáticas.

En primer lugar, y contra lo que pareciera desprenderse de la exposición del CF, no todo el capital accionario es ficticio. Una parte del valor bursátil de la empresa se corresponde con capital real, capital constante y variable, empeñado en la producción o en la comercialización de las mercancías. Por eso Marx decía que las acciones de compañías ferroviarias, mineras, de navegación, etcétera, representaban “un capital real, a saber, el capital invertido y operante en esas empresas, o la suma de dinero adelantado por los participantes para ser gastada como capital en tales empresas” (Marx, 1999, p. 601, t. 3). Esto no niega que el valor de mercado de esas acciones tenga un componente ficticio (y especulativo), “ya que está determinado no solo por las entradas reales, sino también por las entradas esperadas, calculadas por anticipado” (p. 602, ibídem. Dadas además las variaciones de la tasa de interés, la desvalorización o valorización de los títulos pueden ser independientes del movimiento de valor del capital real que representan (ibídem, p. 693).

En segundo lugar, la existencia de capital ficticio no es una particularidad del “capital financiero en la era del capitalismo monopolista”, sino es característica del modo de producción capitalista (al menos, hasta el presente).

En tercer término, la incidencia del capital ficticio en las tendencias de largo plazo del capitalismo es más bien limitada. En El capital Marx analiza, entre otras, la tendencia al crecimiento de la relación capital constante/trabajo vivo; a la concentración y centralización del capital; a la proletarización de sectores de la pequeña burguesía; a la formación de un mercado mundial, sin hacer particular referencia al capital ficticio. El crecimiento del capital ficticio puede alentar la especulación y burbujas, pero no es lo decisivo en cuanto a las tendencias fundamentales.

En cuarto lugar, destacamos que el aumento del capital ficticio no es sinónimo de aumento del valor agregado. Si el accionista que se ha beneficiado con el aumento del precio de las acciones quiere efectivizar su ganancia, deberá venderlas. Con ello habrá aumentado su riqueza, pero la contrapartida es que comprador de las acciones renunció a un poder de compra equivalente. El incremento de capital ficticio no es sinónimo de aumento del valor. Esto tiene implicancias para las ganancias de fundador: si el fundador desea monetizar el aumento de valor de sus acciones, deberá ponerlas a la venta. Así, el aumento de dinero en su bolsillo tiene como contrapartida la disminución de dinero en el bolsillo del inversor.

Por último, dada la naturaleza del capital ficticio, se explica que puedan ocurrir caídas de los valores ficticios sin afectar a los fundamentos de la economía. Un ejemplo fue el derrumbe de Wall Street de octubre de 1987. A pesar de lo profundo de la caída –en un solo día los precios de las acciones cayeron más del 22%- no se vio afectada la marcha de la economía. Distinta es la situación cuando ocurre una crisis por sobreproducción y sobre acumulación. Pero su causa no es el capital ficticio, sino el impulso de los capitales en competencia a incrementar la producción por sobre todo límite.

  • Capital ajeno y capital propio de los bancos

También vemos problemas en el tratamiento, en el CF, del capital bancario. Una primera cuestión es que Hilferding parece atribuirle al capital financiero la forma de movimiento que es propia del capital dinero a préstamo, esto es, D.-D’ (dinero que da dinero, siendo el “plus” el interés). Escribe: “El capital financiero aparece como el capital monetario y posee, efectivamente, su forma de movimiento D-D’, dinero productor de dinero” (pp. 264-265). La realidad es que el capital bancario no tiene esta forma de movimiento.

Aquí es conveniente reestablecer las categorías que utiliza Marx: el capital bancario es el capital dedicado al tráfico de dinero; como tal forma parte del capital comercial, junto al capital mercantil, dedicado al tráfico de mercancías. En consecuencia, el capital bancario participa de la tasa media de ganancia, de la misma manera que lo hace el capital dedicado al tráfico de mercancías. Esto significa que se diferencia del capital dinero que se presta a interés. El movimiento D-D’ es la forma que toma el dinero para el que lo deposita en el banco (véase Marx, 1999, p. 412, t. 3), pero no es el movimiento del capital bancario. El D’ que va a las manos del capital bancario es el D adelantado como capital y el D + ganancia (tasa media de ganancia). El D’ que vuelve al depositante bancario es D + interés. Los  capitalistas bancarios adelantan su capital bajo la forma de dinero para adquirir instalaciones, equipos (hoy de computación, comunicaciones, etcétera) y fuerza de trabajo. El movimiento no puede ser solo D-D’.

Yendo ahora a las funciones del banco, las principales son las que atañen a los movimientos de dinero (incluidos los cambios entre monedas nacionales) y la reunión de fondos y otorgamiento de préstamos. Hilferding sostiene que, en tanto opera con el dinero en los aspectos técnicos, el banco obtiene –en promedio- la tasa media de ganancia, pero que esto no ocurre cuando se trata de la captación de depósitos y el otorgamiento de préstamos. Con eso sugiere que el capital bancario –o mejor dicho, este aspecto de su actividad- estaría por fuera de las leyes que rigen para el resto de las formas del capital.

Es una tesis problemática. Es que así como la competencia lleva a que las comisiones que cobran los bancos por el manejo del dinero se establezcan de  manera que, en promedio, generen la tasa media de ganancia, algo similar debe ocurrir con los spreads de las tasas de interés activas y pasivas. El banco opera con dinero prestado, pero esto no lo pone por fuera de la tasa media de ganancia que rige para el resto de los capitales.

Una segunda cuestión es la afirmación de Hilferding de que el banco convierte en capital propio el dinero depositado. La realidad es que el capital propio del banco no se identifica ccon el dinero de los depositantes. Incluso desde el punto de vista contable se distingue la ganancia sobre activos (en inglés, Return on Assets, ROA) de la ganancia sobre el capital propio (en inglés, Return on Equity, ROE). La primera tiene incidencia en ROE, pero esta es la que principalmente interesa a los accionistas. Por otra parte, la distinción entre los fondos ajenos y el capital propio es clave para establecer la relación capital propio / activos (ponderados por el riesgo), un indicador de la solvencia del banco. Si el banco tiene pérdidas (por ejemplo, por créditos incobrables), deberá afrontarlas con disminución del capital propio y, en el caso extremo, deberá capitalizarse o quebrar (Lehman Brothers en 2008).

Un tercer problema se relaciona con la emisión de acciones. Hilferding sostiene que una parte de los depósitos que el banco tiene a su disposición los transforma en capital bancario “mediante emisión de acciones”. Pero si el banco emite acciones –por ejemplo, porque amplía su capital- solo puede hacerlo con referencia a su capital propio, esto es, el capital de los accionistas. No hay manera de que pueda utilizar el dinero de los depositantes para realizar la emisión.

Por último, no se entiende por qué Hilferding sostiene que el capital que está a disposición del banco es capital ficticio. Si un depositante colocó $100 a interés en el banco, y si el banco dio esos $100 (o, digamos, $98 por encaje) en préstamo, supongamos a una empresa industrial, ese capital es productivo de la misma manera que lo es el capital adelantado por el capitalista industrial.

  • La tesis de la unificación del capital

Parece cuestionable la afirmación de Hilferding sobre la unificación de las diversas formas del capital –industrial, comercial, bancario y otras- bajo el mando de “las altas finanzas”. No se ve por qué esto debería ser así.  Las finanzas, y el capital bancario en particular, están sometidos a las mismas leyes –ley del valor, la plusvalía, la acumulación de capital- que cualquier otra forma del capital. Entre las diversas formas del capital hay unidad y diferencia. Unidad en tanto se trata de una hermandad de propietarios de los medios de producción y cambio empeñados en la explotación del trabajo. Pero esto no anula la diferencia, los intereses contrapuestos, las guerras por los mercados.

El CF y la financiarización, similitudes y diferencias

La tesis de la financiarización (tomamos como referencia Chesnais, coord. 1996)  tiene fuertes puntos de contacto con el CF, pero también notorias diferencias. Tal vez la coincidencia más importante es que, según ambos enfoques, las finanzas dominan al capital industrial y mercantil. La diferencia es que, según Hilferding, el control es de los bancos y según la financiarización el mando lo tienen los fondos de inversión, los fondos institucionales y similares.

En segundo lugar, ambos enfoques coinciden en que prevalecen procesos de valorización ficticia. En Hilferding eso ocurre vía la ganancia de fundador, y por la transformación del capital a disposición de los bancos en capital propio. En la financiarización son las colocaciones financieras y los arbitrajes entre activos los que permiten que una porción significativa de los ingresos generados en la producción sea captada y transferida a la esfera financiera. Solo después de que se ha producido esa transferencia comienzan los procesos de valorización, ficticios, que inflan el monto nominal de los activos financieros.

Vinculado al punto anterior, hay diferencias con respecto a la especulación. En el CF la especulación no explica la ganancia de la esfera financiera; y su importancia tiende a disminuir. En la financiarización las ganancias por especulación tienen un papel de primera línea. Se sostiene, por ejemplo, que con el crecimiento y flexibilidad de los derivados (futuros, opciones) la especulación financiera ya no se reduce a los períodos de aceleración de la suba de precios, sino se ha convertido en un proceso independiente del ciclo económico, y fuente principal de la valorización ficticia. Otro terreno de especulación financiera, siempre según la financiarización, son las operaciones con futuros y opciones en divisas. Por fuera de las operaciones vinculadas al comercio y a las inversiones reales (aproximadamente el 15% del total), se trataría de operaciones especulativas y puro capital ficticio.

En tercer lugar, el CF y la tesis de la financiarización comparten la tesis del crecimiento del capital ficticio. Aunque mucho más acentuada en la segunda. Por ejemplo Guttmann (1996), también la moneda “de crédito” (dólar, euro, libra esterlina, yen etcétera) es una forma de capital ficticio (p. 77). De la misma manera, considera que el desarrollo de instrumentos de cobertura contra riesgos de precios, como futuros y opciones, ha sido “un aspecto importante del involucramiento de los bancos en la propagación del capital ficticio” (p. 81). En fin, capital ficticio por todos lados.

En cuarto lugar, según la financiarización la presión de los fondos de inversión sobre el capital productivo llevó a que prevalezcan lhorizontes de valorización a muy corto plazo. Condicionada por este imperativo financiero, se impondría un nuevo modelo de acumulación mundial financiarizada, que habría modificado de manera sustancial a la inversión. Escribe  Chesnais (1996): “por primera vez en la historia del capitalismo, en el centro del sistema, la acumulación del capital industrial ya no está orientada hacia la reproducción ampliada” (p. 264). Es la vieja tesis –por ejemplo, del trotskismo- del estancamiento de largo plazo del capitalismo (el grupo trotskista francés que dirigía Pierre Lambert sostenía, todavía en 1980, que las fuerzas productivas se habían estancado a partir de 1914; Chesnais militó en esa corriente desde 1963 hasta 1984). Por eso Chesnais sugiere que se habría impuesto un régimen de “gestión monopolista de un crecimiento en declive”, en el cual “la hipertrofia de la esfera financiera” buscaría “mantener las posiciones adquiridas” (esto es, no desarrollarse) en los países centrales (p. 256). En consonancia, el ciclo económico pasa a un segundo plano; según Chesnais, hay una pérdida de pertinencia de los enfoques cíclicos (p. 256). La idea de que lo que verdaderamente crece, en los países desarrollados, es el capital ficticio (y el capital financiero), encaja también en el enfoque estancacionista.

En cambio, en Hilferding, el crecimiento del capital financiero no modifica en algún modo sustancial la dinámica del ciclo de negocios ni la naturaleza de la inversión. A través del movimiento cíclico de las economías capitalistas, hay expansión de la producción y de los mercados. “Todo ciclo industrial empieza con una expansión de la producción”, causada por la apertura de nuevos mercados, el nacimiento de nuevas ramas de la producción, introducción de nuevas técnicas, demanda creciente por aumento de la población (p. 288 CF). Con la expansión se producen grandes inversiones de capital fijo. A su vez, se acumulan las presiones que darán lugar a la crisis y la reversión a la recesión o la depresión (pp. 290 y ss). No nos interesa presentar aquí la teoría del ciclo de Hilferding, sino señalar la diferente caracterización del largo plazo.

Por último, vemos una diferencia de ubicación histórica en la preeminencia de las finanzas. En Hilferding el dominio del capital financiero se explica por una tendencia inherente a la evolución del capitalismo y la naturaleza de las operaciones bancarias. En la perspectiva de la financiarización el ascenso de las finanzas se debe a la crisis, a fines de los 1960, del “régimen de regulación fordista”, el fracaso de las políticas de relanzamiento de la demanda; el progreso de las multinacionales estadounidenses; la quiebra de las regulaciones de Bretton Woods; las desregulaciones en los mercados; el giro de los países “del socialismo real” hacia el capitalismo. En este respecto, en la tesis de la financiarización la ofensiva contra el trabajo de los últimos 40 o 50 años (generalización de contratos precarios, ataque a los sindicatos, baja relativa de salarios, abaratamiento del despido, y similares) no se debería tanto al cambio tecnológico como a las exigencias de las instituciones financieras. Estos procesos habrían dado alas al crecimiento del capital ficticio; y ese crecimiento estaría en la base de una crisis como la crisis financiera de 2008-2009 (véase Chesnais, 2009).

Una consecuencia política

La tesis del dominio del capital financiero, de la unificación de todas las formas del capital bajo su mando, deja abierto el camino para desplazar la contradicción central que, sostenemos, caracteriza al capitalismo, la contradicción capital / trabajo, a un segundo plano. El origen de los males y padecimientos de los explotados no sería la relación de explotación capitalista, sino una forma de capital, el financiero. Es la base “económica” de muchos programas y estrategias de izquierda propensos a la conciliación con las fracciones “oprimidas” del capital “industrialista”.

Bibliografía citada

Chesnais, F. coord. (1996): La mondialisation financiѐre. Gѐnese, coût e enjeux, Paris, Syros.

Chesnais, F. (2009): “Capital ficticio y crisis mundial. Entrevista a Franҁois Chesnais”, Actuel Marx / Intervenciones N° 7, primer semestre.

Guttmann, R. (1996): “Les mutations du capital financier”, en Chesnais coord. 1996, pp. 59-96.

Hilferding, R. (1963): El capital financiero, Madrid, Tecnos.

Lenin, N. (1916): El imperialismo fase superior del capitalismo, Pekín, Ediciones en lenguas extranjeras, Lenin – El imperialismo, fase superior del capitalismo (proletarios.org)

Mandel, E. (1969): Tratado de economía marxista, México, Era.

Marx, K. (1999): El capital, México, Siglo XXI).

Sweezy, P. M. (1973): Teoría del desarrollo capitalista, México, FCE.

—————————————————-

Profesor de economía de las universidades Nacional de Quilmes y de Buenos Aires.

4 comentarios

  1. El problema con estos razonamientos es que constituyen una argumentación basada en un prejuicio encubierto.

    El prejuicio (en gran medida debido a razones emocionales) es que no se puede hacer ninguna particularización ni puntualización específica respecto al capital y sus personalizaciones so pena de quedar incurso en el «delito» de dar cabida a concepciones nacional-marxistas o, peor, nacional-populares.

    Toda la argumentación está dirigida a precaverse de no incurrir en eso.

    Hablar de la «oligarquía», de la centralidad del capital financiero, o «bloque dominante», etc., es «desplazar la contradicción principal del capitalismo» o negar que el «origen de los males sea la contradicción capital vs. trabajo.»

    Voy a dar una metáfora para que se entienda lo absurdo de este tipo de discusiones. Ya la di en una ocasión pero viene bien hacerlo de nuevo aquí.

    Supongamos que «el capital» son tres vehículos que circulan por la calle a cierta velocidad y con una aceleración. Supongamos que son:

    1) Una bicicleta que va a 10 Km x hora y acelera a 15.
    2) Un auto que va a 20 Km x hora y acelera a 30.
    3) Un camión que va a 40 Km x hora y acelera a 60.

    Los 3 vehículos aceleran a la misma tasa del 50%.

    Supongamos que «el trabajo» es un peatón que tiene que cruzar la calle justo en el momento que los 3 vehículos están acelerando a esas velocidades.

    ¿El peatón de quién se tiene que cuidar para no morir atropellado?

    Contestar esta simple pregunta -que no es ni más ni menos que distinguir un golpe, una herida o la muerte segura- para los que razonan como el autor de la nota implica caer en justificar el «nacionalismo y la conciliación de clases».

    Cuando me muestren un caso o un grupo significativo de casos en que los Bancos o instituciones financieras le deban a una empresa industrial (supongamos 186.000 millones de dólares que es la deuda de Toyota hasta hace poco, ya que la nombró el autor de la nota) ahí sí voy a creer en esos argumentos.

    Volviendo a la metáfora, sería como que alguien fue atropellado por una bicicleta y murió o por un camión y se salvó.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *