Capitulo 4 del libro Historizar a Milei – Desde la picana a la motosierra-
Mariano Fraschini*
A modo de introducción
Las democracias presidencialistas sudamericanas han cumplido, desde aquel año 1979 en el que Ecuador inició el proceso de transición, más de cuatro décadas de funcionamiento ininterrumpido. A pesar de que durante ese lapso histórico ha convivido con contextos de incertidumbre económica, crisis sociales e importantes tensiones políticas, ha logrado sobrevivir a la tentación del regreso autoritario. Las Fuerzas Armadas, pese a tener un protagonismo inesperado en los últimos años, no se ha convertido en un factor de disrupción en el interior del régimen democrático. Es cierto, la inestabilidad política no ha desaparecido de la región, pero los sistemas políticos sudamericanos han encontrado fórmulas alternativas para deshacerse de presidentes impopulares sin necesidad de interrumpir el orden constitucional. La flexibilidad del sistema presidencialista en estas últimas décadas, le ha permitido a la región evitar una inestabilidad sistémica, y comprimir crisis políticas en la figura presidencial sorteando, de esta forma, la interrupción del ciclo democrático y el regreso a los gobiernos de facto tan frecuentes en las décadas del sesenta y del setenta.
Durante estas últimas cuatro décadas, las democracias sudamericanas debieron lidiar con un conjunto de desafíos que, lejos de debilitarla, la fortalecieron. Durante la década del ochenta, una vez recuperada la democracia en la mayoría de los países de la región, a excepción de Venezuela y Colombia que no vieron interrumpido su ciclo electoral, los primeros gobiernos de la transición se enfrentaron a dos grandes dificultades: el “problema militar” y a la crisis económica. Esa doble transición (política y económica) no logró ser sorteada completamente por las primeras administraciones gubernamentales. El “éxito” obtenido en el campo político, medido en términos de ausencia del regreso autoritario convivió con el fracaso en la arena económica expresada en el desencadenamiento de procesos hiperinflacionarios. Las salidas anticipadas de Raúl Alfonsín en la Argentina y Hernán Siles Zuazo en Bolivia, sumada al convulsionado final de mandato de Alan García en Perú, grafican de manera trasparente las dificultades de los primeros gobiernos de la democracia. La crisis estructural que se verifica en la mayoría de los países sudamericanos ofició como una emergencia y abrieron un campo de tolerancia social a las medidas de ajuste que llevaran adelante los segundos presidentes de la transición democrática.
La agenda reformista durante esta segunda década democrática en la región implicó un conjunto de trasformaciones en la arena económica que incluyó privatizaciones de empresas públicas, desregulación, descentralización y una apertura comercial que dio lugar a un proceso de crecimiento económico con un importante aumento del deterioro social que implicó un incremento de la pobreza y la indigencia y del desempleo. Los segundos presidentes de la transición a la democracia debieron lidiar, en muchos casos, con resistencias sociales a las políticas de ajuste que se tradujo en una inestabilidad política que tuvo como nervio central la figura del presidente. Desde allí que el concepto de Inestabilidad Presidencial (IP) se convirtió en una etiqueta que dio cuenta de una paradoja política novedosa: régimen democrático estable y presidentes inestables. Es decir, continuidad del presidencialismo, de las reglas del juego democrático y, por lo tanto, no interrupción del sistema, y presidentes que no lograban culminar su mandato, que debían renunciar (forzados o no) antes de tiempo, o eran sometidos mediante instrumentos provistos por la constitución a juicios políticos o institutos similares, sin que ello diera lugar a una interrupción del ciclo electoral. Los casos de Collor de Melo en Brasil, Carlos Andrés Pérez en Venezuela, Abdalá Bucarán en Ecuador y Sánchez de Losada en Bolivia se presentan como ejemplos paradigmáticos del fracaso de liderazgos emergentes de una crisis económica y política que no estuvieron a la altura de las demandas sociales, y no lograron culminar sus mandatos. La contracara de este conjunto de presidentes inestables, serán Carlos Menem en Argentina, Fernando H Cardoso en Brasil y Alberto Fujimori en Perú quienes consiguieron llevar adelante una agenda neoliberal, para nada exenta de conflictos, y que lograron reelegirse. Es decir, en esa década, los liderazgos presidenciales comienzan a emerger como una variable explicativa fundamental de la performance política, no sólo de esos presidentes, sino también del propio sistema político. Esto se verá con mayor claridad durante la siguiente década, en las que las reelecciones presidenciales serán un denominador común del ciclo que se abre a partir de finales del siglo XX.
El tercer período desde la recuperación democrática trajo consigo la novedad del giro a la izquierda en la región. Luego de una década de neoliberalismo, las consecuencias en el tejido social de la implementación de sus políticas llevaron a las sociedades sudamericanas a virar ideológicamente hacia esquemas de mayor intervención del estado, redistribución del ingreso y de políticas soberanas. El puntapié inicial lo dio Hugo Chávez en Venezuela en febrero de 1999, y se extendió en el siglo XXI a la mayoría de los países. El ciclo populista, como fue denominado por sus detractores, resultó ser más virtuoso y estable que el anterior, y la inestabilidad presidencial pasó a ser pieza de museo, a pesar de algunas excepciones[1]. Los gobiernos del giro a la izquierda constituyen a la fecha el lapso histórico más extenso desde el regreso a la democrática en los ochenta. Los más de 20 años de chavismo en Venezuela, los 15 del Frente Amplio en Uruguay, los 14 (interrumpidos por el juicio político a Dilma Rousseff) en Brasil, los 13 de Evo Morales en Bolivia, los 12 del kirchnerismo en Argentina y los 10 de Rafael Correa en Ecuador componen la evidencia de ciclos políticos potentes que a la fecha no han tenido parangón. Asimismo, fue durante estos primeros tres lustros del siglo XXI en los que los liderazgos presidenciales exitosos, en términos políticos y de durabilidad, han logrado fortalecer el ciclo democrático a partir de una importante ampliación (de acuerdo al país) de derechos civiles, políticos y, sobre todo, sociales. Los índices de pobreza, indigencia, desigualdad y desempleo han disminuido de forma elocuente, y le ha permitido a una buena porción de la población acceder a derechos fundamentales, impensables décadas atrás.
A partir del triunfo de Mauricio Macri en Argentina en noviembre de 2015 se inicia un nuevo ciclo en Sudamérica. Este, de difícil caracterización ideológica, sobresale por la rápida circulación de las elites políticas, por el retorno de la inestabilidad presidencial y por los triunfos opositores. En el cuadro que presentamos a continuación se puede observar la dificultad de precisar en términos ideológicos el periodo, como así también, la nitidez en la que resalta una lógica oficialismo-oposición en la que sobresale un importante caudal de victorias de la segunda y escasas reelecciones presidenciales. Los datos son elocuentes y no requieren muchas explicaciones.
ELECCIONES PRESIDENCIALES EN AMERICA LATINA DESDE 2015 A 2022
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País | Año | Ganador/a | Orientación ideológica Neoliberal | Orientación ideológica progresista | Propuesta Opositora | Reelección Presidencial |
Argentina | 2015 | Mauricio Macri | X | Si | No | |
Perú | 2016 | Pedro P Kuczynski | X | Si | No | |
Ecuador | 2017 | Lenin Moreno | X | No | No | |
Chile | 2017 | Sebastián Piñera | X | Si | No | |
Paraguay | 2018 | Mario Abdo Benítez | X | No | No | |
Venezuela | 2018 | Nicolás Maduro | X | No | Si | |
Colombia | 2018 | Iván Duque | X | Si | No | |
Brasil | 2018 | Jair Bolsonaro | X | Si | No | |
Argentina | 2019 | Alberto Fernández | X | Si | No | |
Bolivia | 2019 | Evo Morales | X | No | Sí | |
Uruguay | 2019 | Luis Lacalle Pou | X | Si | No | |
Bolivia | 2020 | Luis Arce | X | Si | No | |
Ecuador | 2021 | Guillermo Lasso | X | Sí | No | |
Perú | 2021 | Pedro Castillo | X | Sí | No | |
Chile | 2021 | Gabriel Boric | X | Sí | No | |
Colombia | 2022 | Gustavo Petro | X | Sí | No | |
Brasil | 2022 | Lula da Silva | X | Sí | No
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Paraguay | 2023 | Santiago Peña | X | No | No | |
Total | 18 elecciones
(2015-2023)
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9 sobre 18 (50%)
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9 sobre 18 (50%) | 13 sobre 18 (70%) | 2 sobre 18 (18%) |
Ligada a esta etapa de difícil caracterización ideológica, se encuentra la emergencia de nuevos liderazgos que expresan posiciones ideológicas de ultraderecha. Estos surgen en un contexto de crisis económicas políticas y sociales, y han evidenciado una fortaleza electoral como nunca desde el retorno de la democracia en la región. Referencias políticas de este universo ideológico han existido en las últimas cuatro décadas, pero a la fecha no habían conseguido una cosecha electoral tan significativa como la de los actuales. Es decir, partidos o expresiones de ultraderecha prexisten en estos últimos 40 años de democracia, pero nunca habían superado un porcentaje electoral de dos dígitos, y tampoco fueron alternativa, ni tuvieron incidencia, en el interior del sistema sudamericano.
Sin embargo, a partir del triunfo electoral de Jair Bolsonaro en Brasil en octubre de 2018, un tipo de liderazgo con características políticas e ideológicas similares se ha extendido en la región, con suerte electoral dispar. Nos referimos a las experiencias políticas de José Antonio Kast en Chile, Rodolfo Hernández en Colombia y de las recientes de Paraguayo “Payo” Cubas en Paraguay y de Javier Milei en Argentina.
A la fecha, sólo Bolsonaro logró ganar la presidencia, en un ciclo electoral para nada exento de polémicas que daremos cuenta más adelante, mientras que Kast y Hernández han caído derrotados en sendos balotajes. El caso de Milei, a la fecha de culminado este artículo logró ser el candidato más votado en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) argentinas con casi un 30% de los sufragios por encima de las dos grandes coaliciones electorales animadoras de la última década en nuestro país.
En ese marco, el propósito principal de este artículo es realizar un breve itinerario político de los principales referentes de este nuevo tipo de liderazgo en la región. En términos metodológicos, para ordenar la lectura en términos más cristalinos, en cada caso realizamos, en primer lugar, una descripción del contexto histórico político que antecede al arribo de estos nuevos líderes de la ultraderecha regional, para luego, en una segunda parte, efectuar el análisis del liderazgo prestando atención a sus principales estrategias de llegada, a su forma de comunicación y a su manera de construir poder político.
Con ese objetivo, en el primer apartado daremos cuenta del liderazgo de Jair Bolsonaro en Brasil, atendiendo centralmente a su actividad política con anterioridad a su triunfo electoral. La segunda sección analizaremos el liderazgo de José Kast en Chile desde sus comienzos hasta la derrota en la segunda vuelta frente a Gabriel Boric. En el tercer apartado, nos concentraremos en el liderazgo de Rodolfo Hernández en Colombia, al igual que en los anteriores, atendiendo a su inicio político, su despliegue y su derrota en el balotaje contra Gustavo Petro. Por último, en la conclusión realizaremos un análisis comparado de las tres experiencias analizadas, sumando en este caso a Javier Milei, y poniendo especial hincapié en el sistema político, el sistema de partidos, las lógicas políticas que preceden a la irrupción de estos liderazgos, y a las principales razones del despegue y los límites (y ventajas) que presentan a la hora de imponerse en elecciones presidenciales.
Jair Bolsonaro
La experiencia histórica brasileña de los últimos 70 años se destaca por sus singularidades en la geografía sudamericana. En primer lugar, por tener la dictadura militar más extensa de la región, con sus particularidades en lo que hace a su modo de funcionamiento. En segundo término, porque los militares al salir del gobierno en 1985 condicionaron el ciclo democrático en la transción. En tercer lugar, porque la democracia brasileña asistió a dos juicios políticos a presidentes electos durante el periodo 1992-2016 con legitimidades, trayectorias y formaciones partidarias diversas. Por último, porque se trató de uno de los giros a la izquierda en la región más persistentes, y el primero en los que un candidato de ultraderecha, como los referentes empíricos que analizamos en esta sección, triunfa de manera contundente.
Comencemos por el principio. La dictadura brasileña, si sorteamos a la de Alfredo Stroessner en Paraguay, fue la más longeva de Sudamérica durante las décadas del sesenta y el setenta. Iniciada en el año 1964 luego del golpe de estado al presidente democrático João Goulart se extendió hasta 1985, por espacio de 21 años y condicionó, desde su inicio, el proceso democrático. Esto se explica, porque a diferencia, por ejemplo, de la dictadura argentina, su homónima brasileña logró un crecimiento económico superlativo (“el milagro brasileño”[2]) que le permitió moldear las instituciones a partir de su salida. La estabilidad del régimen militar, entonces, se basó en el “boom” económico de inicios de los setenta, en los que crecieron los préstamos e inversiones de capital extranjero, el gobierno amplió el crédito a los consumidores y a las clases medias, que vieron mejorar las oportunidades de empleo y valorizar las actividades vinculadas con la administración de empresas y la publicidad. Este “boom” económico, sin embargo, se desplegó sin que esto haya significado un cambio en el patrón distributivo. De acuerdo a la especialista Lucía Caruncho “la gestión económica de los militares, lejos de promover la integración de los sectores tradicionalmente excluidos, tendió a reproducir un orden sociopolítico mayormente cerrado… la distribución de bienes y servicios esenciales (como son la alimentación, la vivienda, la salud, la educación y el empleo) capturada por el índice de distribución igualitaria de recursos no solo se mantuvo relativamente estable entre los años que duró el milagro económico (1969-1973) sino que no haya registrado mejoras significativas en el período transcurrido entre los primeros gobiernos de Vargas (1930-1937/1945) que se corresponden con las reformas sociales en el ámbito laboral y previsional y el inicio de la liberalización y la restauración democrática (1974-1985)”[3]
Otro punto que distingue la experiencia militar brasileña de las otras de la región es la mayor unidad de las Fuerzas Armadas, asentadas en un cuerpo profesional moderno articulado y cohesivo, vinculado con un “nacionalismo-autoritario-militar”. Estos elementos hicieron que la dictadura se constituya en un régimen político estable con características distintivas asociadas a una dinámica política en las que el status de las instituciones parlamentarias y de algunos partidos continuaron siendo legales. Es decir, el Congreso continuó funcionando, los partidos políticos aceptados por el régimen, Alianza de Renovación Nacional (ARENA) y el Movimiento Democrático Brasileño (MDB), participaban de un juego electoral con escasas incertezas, y el boom económico lubricó una estabilidad política poco común durante los setenta. Para 1979, luego de 15 años de dictadura, comenzó una incipiente apertura democrática, luego de que el presidente Joao B. Figuereido introdujera un conjunto de reformas, permitiendo la formación de nuevos partidos, decretando una amnistía general (los exiliados pudieron volver al país) y una convocatoria para el año 1982 de elecciones de gobernadores[4].
La apertura electoral abolió el “bipartidismo forzado entre la oposición consentida”[5] y habilitó a otras agrupaciones partidarias para competir en las siguientes elecciones. En este marco, el oficialista ARENA devino Partido Democrático Social (PDS), el MDB pasó a llamarse Partido do Movimento Democrático Brasileiro (PMDB), el Partido Comunista Do Brasil (PCdoB) volvió a actuar y nació del seno del sindicalismo militante, del movimiento católico y de núcleos intelectuales de izquierda, el Partido dos Trabalhadores (PT). Esta oposición fortalecida por la liberalización del régimen contó con el apoyo de la Iglesia que asumió una posición abiertamente crítica al gobierno militar, y con la de un sindicalismo urbano activo y más autónomo del Estado que llevó adelante un extenso plan de lucha ampliando su capacidad de organización y presión. Las huelgas pasaron de ser inexistentes entre 1969 y 1977 a un promedio anual de 214 entre 1978 y 1984, una evidencia que revelaba que la distención militar se potenciaba con una oposición que despertaba de su larga siesta. En ese marco, “el punto cúlmine fue la campaña diretas já, liderada por el PMDB, cuyo objetivo inmediato fue presionar al Congreso para que autorizara a que las primeras elecciones presidenciales democráticas tras el golpe de 1964 (dispuestas para el 15 de enero de 1985) fueran directas –y no a través del colegio electoral–. En efecto, se trató de la mayor campaña política hasta ese entonces. No solo por su masividad, sino porque las manifestaciones se transformaron en un símbolo cívico de unidad nacional a favor de la restitución de las libertades”[6].
Sin embargo, y a pesar de ese renovado activismo social, las elecciones para presidente y vicepresidente fueron reguladas por el Acto Institucional Nº 2 que decretó que fueran realizadas por la mayoría absoluta del Congreso Nacional en sesión pública y a través de votación nominal. La presión social no logró doblegar al régimen y las elecciones se realizaron bajo el formato del gobierno de facto resultando ganador Tancredo Neves en binomio con José Sarney. A diferencia del caso argentino donde la dictadura se derrumbó post Malvinas, y no pudo controlar el proceso posterior de apertura democrática, en Brasil, al igual que en Chile (caso que trataremos en el próximo apartado) las Fuerzas Armadas moldearon el régimen plural que se abría a partir de las elecciones de 1985 y cerraron las puertas a la revisión de lo actuado[7]. Asimismo, los militares brasileños mantuvieron un grado de legitimidad social importante que les permitió obtener cierto prestigio civil, elemento crucial que permitirá comprender el ascenso de Jair Bolsonaro al gobierno el 1 de enero de 2019.
La atención dedicada en este capítulo a la dictadura, elemento que se repetirá con el caso de Kast en Chile, remite a la importancia otorgada a esa etapa histórica regional en la emergencia de estos nuevos liderazgos de ultraderecha. Por lo tanto, el tiempo que se abre en 1985, y que se extiende por más de 30 años en Brasil será trabajado de forma más concisa ya que a pesar de resultar un proceso que coadyuva en la comprensión del fenómeno Bolsonaro, no tiene la importancia que tuvo (y tiene) la comprensión del “prestigio” que la dictadura mantiene en dicho país.
Las elecciones directas, finalmente se realizaron en 1989 y Fernando Collor de Mello venció en una reñida segunda vuelta electoral a Ignacio Lula da Silva. Comenzaba la década del noventa en la región, y con ello las reformas estructurales orientadas al mercado. A pesar de que Collor había superado el 50% de los sufragios, este importante porcentaje de votos no se tradujo a bancas parlamentarias. Su partido apenas contaba con el 5% de los ediles en ambas cámaras y su coalición de gobierno se aproximaba al 30% con el total de sus aliados. Sus dos planes de estabilización macroeconómica no tuvieron el éxito esperado y la inflación navegó por los cuatro dígitos hiriendo la gobernabilidad del primer presidente electo popularmente. Sus continuas peleas con el Congreso, y una denuncia de corrupción familiar le abrieron paso a un Juicio político que Collor no logró evitar, ni con su renuncia anticipada en octubre de 1992. La sucesión presidencial recayó en su vice Itamar Franco, quien llevó a la cartera económica a Fernando H Cardoso, uno de los intelectuales más prestigiosos del país, una movida clave para la supervivencia del gobierno y de la transición al siguiente.
Con el timón de la economía en manos de Cardoso y la aplicación de planes de estabilización de cepa ortodoxa, la hiperinflación fue cediendo y la actividad económica mejorando en sus indicies más relevantes. Este hecho le permitió al exponente de la Teoría de la dependencia candidatearse para presidente en las elecciones de octubre 1994 y vencer en primera vuelta a Lula. La mejoría económica, junto al descenso inflacionario, se convirtieron en los principales factores explicativos del triunfo. Una vez en el gobierno Cardoso logró cimentar un vínculo no exento de nubarrones, pero estable, con el Parlamento, lo que le aseguró llevar adelante una agenda de gobierno neoliberal incremental y consensuada con los partidos opositores. En un escenario partidario y legislativo fragmentado, Cardoso hizo uso de sus recursos de poder para estabilizar su gobierno en una dirección reformista. Esto le permitió reelegirse cuatro años después, venciendo nuevamente a Lula con un margen superior al 20% de los votos.
El último mandato de Cardoso coincidió con la crisis del sudeste asiático de 1997, de Rusia de 1998 y de un agotado neoliberalismo incapaz de dar respuesta a las nuevas demandas sociales por una distribución del ingreso más equitativa en un país que a pesar del crecimiento económico no movió sustancialmente los índices de pobreza e indigencia. En ese marco, el triunfo de Lula en 2002, en línea con una región que de a poco giraba a propuestas progresistas, inició uno de los periodos de gobierno monocolor en la presidencia más extensos de la historia democrática del país.
Desde 2002 hasta el juicio político a Dilma Rousseff en 2016, el PT se convirtió en la fuerza hegemónica en Brasil. El éxito de sus tres primeros gobiernos (los dos de Lula 2003-2011 y el de Dilma 2011-2015) habilitaron un nuevo mandato en un contexto sumamente complejo en lo político y en lo económico. La venturosa década, cubierta de una ampliación de derechos inédita para el país[8] y de un crecimiento sostenido en todos los índices de la economía, daba lugar a una recesión histórica en el inicio del cuarto gobierno del PT. Si el liderazgo político de Lula había sido central para sortear conflictos políticos en sus primeros gobiernos, y decisivo para la elección de su sucesora, para el año 2015 era una estrella que comenzaba a apagarse. Una economía en terapia intensiva, y la activación de supuestos casos de corrupción impulsados por un poder judicial parcial con una sólida cobertura mediática que se desquitaba de años de derrotas electorales, ofició como marco para la destitución de Rousseff. La emergencia de movilizaciones sociales policlasistas a partir de 2013 terminó de peinar un escenario adverso al oficialismo. El gobierno petista tampoco colaboró en evitar su deterioro, ya que abrazó las políticas neoliberales ortodoxas contrarias a las prometidas en la campaña de 2014, y desmovilizó sus bases de apoyo partidarias al compás de un ajuste que “reforzó la reprimarización económica y su secuela de desempleo, informalidad y carencias extremas crecientes, perdiendo la centralidad electoral de los trabajadores industriales”[9]
La sucesión presidencial recayó en Michel Temer, el vicepresidente del aliado PMDB, que lejos de enderezar el rumbo, profundizó los aspectos negativos de la economía brasileña. Las denuncias de corrupción no se apagaron e involucraron inclusive al propio presidente y sus ministros. La prisión de Lula previo al inicio de la campaña para la elección de 2018 no hizo más de ponerle un manto de incertidumbre a la disputa política. Y es en ese cuadro de inestabilidad presidencial, política, económica y social en que la candidatura de Jair Bolsonaro comenzaba a tomar fuerza. Un histórico diputado que durante décadas se mantuvo en un segundo plano político, emergía con una fuerza inédita en este contexto de penurias sociales, de defenestración de los políticos tradicionales y de crisis económica estructural.
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Bolsonaro inició su carrera militar en la Escuela Preparatoria de Cadetes del Ejército en 1973, y se mantuvo dentro de las filas castrenses hasta fines de los ochenta. Durante esos años se destacó como líder en los reclamos por mejoras salariales por lo que fue suspendido en varias oportunidades. En 1988 ingresó en la vida política como concejal de la ciudad de Río de Janeiro por el Partido Demócrata Cristiano (PDC). Dos años más tarde, logró convertirse en diputado federal, de nuevo con la sigla del PDC, para más tarde reelegirse por siete mandatos en los que fue candidato de varios partidos. Apenas atado a estructuras partidarias, Bolsonaro logró convertirse en un diputado tradicional, con un núcleo de ideas que fungieron en un cruce entre el nacionalismo, el conservadurismo y el catolicismo. La reivindicación de las causas militares y del golpe de 1964 fueron trasversales a su mudanza partidaria. Asimismo, su extenso paso por el Congreso se caracterizó por su escasa notoriedad, y sus diatribas hacia el comunismo y la izquierda, convirtiéndose en un furibundo opositor a las políticas de género e igualdad de derechos. Durante sus casi 25 años ininterrumpidos en el Congreso brasileño logró aprobar sólo dos proyectos de ley y una enmienda[10] sobre más de 100 presentados. A pesar de su significativa permanencia en la Cámara nunca logró presidir el cuerpo legislativo. Lo intentó tres veces (el último un año antes de ganar la presidencial) y siempre obtuvo resultados marginales.
Sin embargo, a partir de la votación legislativa de la primera década del siglo XXI su presencia en los medios y en el radar político comienza a modificar su, hasta ese momento, natural segundo plano. En la elección de 2010 fue el undécimo diputado más votado del estado de Río de Janeiro, y en el 2014 logró convertirse en el primero en el mismo distrito[11]. Esto, sumado al deterioro económico y político que se inicia ese año en el país, alimentó sus ambiciones políticas y los sueños presidenciales.
Durante sus mandatos como diputado defendió el derecho a la adquisición de armamento legal para evitar invasiones del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST)[12], se mostró partidario de la castración química para los violadores, condenó a la homosexualidad y se reveló como un férreo opositor a la aplicación de leyes que otorguen derechos al colectivo de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (LGBT). De forma idéntica se mostró en contra del matrimonio entre personas del mismo sexo, y de la adopción de hijos por parejas homosexuales. En una entrevista con la actriz de Hollywood Ellen Page, el líder brasileño justificaba su posición expresando que «cuando era joven, en términos de porcentajes, había pocos gays … Con el tiempo, debido al libertinaje, las drogas y con las mujeres también trabajando, aumentó bastante el número de homosexuales»[13]. En agosto de 2008 fue sentenciado a pagarle 10 000 reales a la política María do Rosário, del PT, por decirle durante una discusión televisada que «no merecía ser violada» porque era «muy fea»[14]
Por el mismo andarivel discursivo se manifestaba en contra de la legalización de las drogas, y se mostró en desacuerdo con las cotas raciales para afrobrasileños. En 2017 fue sentenciado a pagar una multa de 50.000 reales por comentarios de índole racista en contra de afrodescendientes[15]. En lo que sí se mostró favorable es en la pena de muerte, ya que según su posición “el bandido sólo respeta lo que él teme”. De igual manera, se mostró partidario de la reducción de la edad de imputabilidad penal y votó en contra de la ley para ampliar el uso de armas no letales. Su defensa de lo actuado por la dictadura militar fue una constante a lo largo de su trayectoria política, inclusive durante el ejercicio de su presidencia.
Los tres años anteriores a la elección presidencial de 2018 resultan ser el tiempo histórico donde la situación económica y social se agudiza a grados históricos y las investigaciones acerca de los supuestos hechos de corrupción en torno al Lava Jato ocupan los mayores espacios en los medios y en la opinión pública. Es el mismo tiempo en que es investigado Lula y un conjunto de políticos y empresarios afines por corrupción, hechos que comienzan a ser visualizados como un elemento trasversal a la clase política tradicional. Es en ese marco, en el que con mayor intensidad se despliega la instalación pública de Bolsonaro, una figura que se va consolidando como la contracara de la descomposición que corroe al sistema político[16]. Las redes sociales fueron fundamentales en la construcción su figura, y en el 2015 fue considerado por el instituto FSB como el parlamentario más influyente en ese campo. Con una estrategia de permanente confrontación, Bolsonaro ya era el centro de las interacciones en la “red antipetista” durante ese año[17], y en 2017 se convirtió en el político brasileño con más seguidores en Facebook. Este protagonismo mediático será central en su táctica electoral y las “fake news” ocuparán durante la campaña electoral un lugar distintivo en el interior de su estrategia confrontativa.
Para enero de 2018 y en vista a la carrera electoral presidencial, Bolsonaro se afilió al Partido Social Liberal (PSL), el noveno partido desde que inició su carrera política. Este dato no constituye una novedad para el sistema político brasileño ya que, en su mayoría, la mudanza de espacio partidario[18] forma parte de una gimnasia común para los políticos de ese país[19].
Para abril de 2018, cuando Lula era finalmente encarcelado, Bolsonaro contaba con una intención de voto de 11% ante la pregunta abierta y del 17% cuando era estimulada a partir de ser parte de una de las opciones. Su nivel de conocimiento se había cuadriplicado y su intención de voto también comparado con un año atrás. Es decir, las peripecias de Lula en la Justicia brasileña durante ese año electoral fue clave en el aumento de las chances del ahora candidato del PSL, más aún cuando el expresidente fue inhabilitado para participar en la compulsa. En ese sentido, el retiro de la candidatura de Lula como candidato del PT y su reemplazo por un desconocido Fernando Haddad ofició de bálsamo para las posibilidades de Bolsonaro de imponerse en octubre de 2018. Sin embargo, no se comprendería el éxito del ex militar de no sumar al análisis sus bases de apoyos que devinieron decisivas en la coyuntura de ese año electoral.
De acuerdo a Ignacio Pirotta, el bolsonarismo asume contenidos definidos que coinciden con los elementos salientes de su contexto de surgimiento, es decir “la polarización petismo vs antipetismo, la crisis de representación (antipolítica) y la ola conservadora (punitivismo, defensa de la familia, liberalismo económico e intolerancia). Partiendo del supuesto de la existencia de una hegemonía cultural marxista y de la imposición por esta de lo “políticamente correcto”, el bolsonarismo se moviliza contra el establishment político y cultural”[20].
La alianza del bolsonarismo incluía a buena parte de las Fuerzas de seguridad, no sólo militares, sino también policías, que abrevaban en un candidato que desde el inicio de su carrera política defendió de manera corporativa a las fuerzas del orden. De hecho, a medida que Bolsonaro crecía en las encuestas, se iban incorporando a su dispositivo político militares de diverso rango que resultaron ser vitales luego del triunfo electoral. La elección de una figura militar para ocupar el cargo de vicepresidente refuerza lo afirmado, ya que Hamilton Mourão, un general del Ejército que había pasado a la reserva solo siete meses antes de las elecciones, coronó institucionalmente los apoyos de esta importante fuerza militar.
En segundo lugar, el apoyo proveniente de los empresarios ligados al agronegocio y de los sectores del capital financiero lubricó la metamorfosis ideológica del candidato quien adhirió a las máximas del liberalismo económico, dejando atrás las visiones nacionalistas y desarrollistas características del legado de la dictadura brasileña. El nombramiento de Paulo Guedes, un hombre formado en la neoliberal Escuela de Chicago, como ministro de economía en su gobierno es una decisión presidencial que guarda íntima conexión con el objetivo de garantizar el apoyo de estos sectores. Esto se reforzaría con la designación Tereza Cristina Corrêa da Costa Dias, presidenta del Frente Parlamentario de la Agricultura, como ministra de Agricultura.
En tercer lugar, los sectores nucleados en el antiglobalismo resultan ser otro de los actores centrales de la coalición. A diferencia de los dos primeros, el apoyo de este sector es de carácter político- ideológico, y es el que proveyó durante la campaña electoral (y luego en la presidencia) de la narrativa que dotó de mayor centralidad al liderazgo de Bolsonaro. Este espacio, el más ideologizado de los que acompañaron al líder brasileño, expresó la militancia más extremista que proponía el cierre del Congreso y del Supremo Tribunal Federal (STF) y resultó ser el espacio que le otorgó a Bolsonaro una mayor potencia movilizadora.
Por último, y para nada lo menos importante, los sectores evangélicos fueron uno de los últimos sectores en incorporarse al bolsonarismo. En el caso del obispo Edir Macedo (Iglesia Universal del reino de Deus y dueño de la TV Record) dio el apoyo a inicios de octubre, días antes de la primera vuelta[21].
Las elecciones del 7 de octubre de 2018 resultaron históricas para la ultraderecha brasileña. Su candidato obtuvo el 46,03% de los sufragios[22]. Más atrás quedaron Fernando Haddad (PT) con el 29,28% y Ciro Gomes (PDT) con el 12,47%. La derecha tradicional brasileña nucleada en el PSDB (el histórico contendiente del PT en las cuatro elecciones anteriores) tuvo una de sus peores elecciones de su historia, ya que su candidato Geraldo Alckmin apenas alcanzó el 4,76%. Como dijimos más arriba, el escenario político de estas elecciones descansó en la incesante polarización en torno al eje petismo/antipetismo, en un contexto de crisis de los partidos tradicionales de la derecha y en una atmósfera conservadora nunca antes expresada en las urnas en Brasil.
A pesar de la amplia diferencia con el segundo, Bolsonaro no pudo evitar la segunda vuelta[23]. La misma se realizó tres semanas después y el candidato del PSL cosechó el 55,13% de los votos frente al 44,87% de Haddad. Pese a la contundente victoria electoral, el bolsonarismo no logró la mayoría absoluta en el bicameral parlamento brasileño, aunque, como es tradicional en el funcionamiento del presidencialismo de coalición del país, la posibilidad de enhebrar acuerdos con otras bancadas estuvo siempre a mano del primer mandatario. Sin embargo, una vez en el gobierno, Bolsonaro acentuó su estrategia de confrontación y radicalización que poco rédito le dio en relación al legislativo. Pero, cómo adelantamos en la introducción, no es esta etapa la que consideramos central para el objetivo de este texto, por lo que este primer caso de estudio culmina con el triunfo electoral de Bolsonaro. De todas formas, es oportuno señalar que los cuatro años de gobierno del líder brasileño encuentran en estos antecedentes un factor explicativo de lo que fue su presidencia. La radicalización preelectoral fue una estrategia que se extendió durante su mandato, y le otorgó al presidente una centralidad política impar. La carrera política de Bolsonaro anterior al triunfo electoral y su presidencia de 2019-2023 confluyen en las mismas características en relación a su liderazgo. No se observan diferencias entre una etapa y la otra, ya que Bolsonaro mantuvo incólume su estrategia de confrontación y radicalización.
En octubre de 2019, Bolsonaro se convirtió en el segundo presidente sudamericano de ir por la reelección y no conseguirla[24]. En una segunda vuelta muy reñida cayó derrotado por el expresidente Lula por 50,9% a 49,1%, en una elección caracterizada por una polarización histórica entre los dos candidatos que dominaron la política en Brasil durante la última década. La estrategia de radicalización política, que Bolsonaro no abandonó ni aun cuando los datos electorales previos a la votación corroboraban su factible derrota, fue dejada de lado. La misma mostró su límite en la elección de 2019, cuando enfrentó a un “viejo joven” Lula que edificó una alianza electoral amplia, que incorporaba sectores moderados y políticos tradicionales del arco de la derecha brasileña, y que pivoteaba en el antagonismo “democracia vs dictadura”.
El bolsonarismo no aceptó fácilmente la derrota, y a principios de enero de este año tomó por asalto la Plaza de los tres poderes en Brasilia como protesta por la victoria electoral de Lula. Luego de varias horas la movilización antidemocrática fue repelida y la mayoría de sus líderes puestos en prisión.
Para concluir, en la actualidad Bolsonaro se encuentra inhabilitado por la justicia brasileña hasta el año 2030 para presentarse a cargos electivos. El líder brasileño fue declarado culpable de «abusos de poder», por sembrar mentiras y sospechas infundadas acerca del sistema de elección de su país ante embajadores de países extranjeros.
José Antonio Kast Rist
El sistema político chileno también sobresale por sus particularidades en el archipiélago sudamericano. En este caso, porque a diferencia de la mayoría de los países de la región, Chile se distingue por no haber tenido durante las décadas del cincuenta y el sesenta ciclos democráticos- autoritarios y dictatoriales. Será a partir del golpe de estado de 1973, del que hace poco tiempo se cumplieron 50 años, que el país trasandino se sumará a la lista de países con gobiernos de facto. Hasta esa fecha Chile gozaba de un sistema de partido consolidado a partir de tres grandes coaliciones que expresaban en su abanico la totalidad del sistema de preferencias electorales del país: la derecha nucleada en torno a diferentes armados coyunturales, el centro político conducido por la Democracia Cristiana y el Partido Radical, y la izquierda constituida a partir de la Unidad Popular y que incluía Socialistas y Comunistas. Los tres gobiernos previos al golpe de estado de 1973 provenían de esos espacios políticos, Jorge Alessandri por la derecha (1958-1964), Eduardo Frei por la DC (1964-1970) y Salvador Allende por la izquierda (1970 hasta el golpe). La histórica profesionalidad y apego democrático de las Fuerzas Armadas chilenas se puso a prueba luego de la victoria de Allende, sobre todo a partir de la radicalidad de la “vía democrática al socialismo” y la crisis económica originada por una derecha que nunca se resignó a recuperar rápidamente (y a cualquier precio) el gobierno. El 11 de septiembre de 1973, finalmente, los militares dieron el golpe de estado e inauguraron una de las dictaduras más extensas, represivas y estables del cono sur.
El golpe de estado fue un parteaguas para el sistema político trasandino. La inauguración del modelo neoliberal, una novedad chilena para la época[25], a mediados del setenta significó un corte trascendental con las políticas que se venían aplicando durante los últimos 30 años. La reforma del estado llevada adelante por la dictadura implicó, por un lado, una ambiciosa política de privatizaciones que abarcó a casi todas las actividades económicas (a excepción del cobre que continuó en manos estatales) desde el petróleo, la minería, las jubilaciones, los seguros, los servicios públicos y la aeronavegación, y por el otro, un proceso de desregulación del estado, de los precios del mercado y de las actividades económicas en general que operó en el mercado del trabajo y los salarios. El resultado final fue un proceso de acumulación del capital en detrimento del trabajo que tuvo como consecuencia una ampliación de la brecha entre los ingresos de los más ricos y los más pobres, y que continúa siendo uno de los legados de la dictadura, que aún la democracia no logró mejorar a pesar del crecimiento económico de las primeras dos décadas. Por último, la apertura comercial completó el proceso de desnacionalización con el ingreso de inversiones extranjeras atraídas por las facilidades impositivas y de rentabilidad otorgadas por el gobierno de facto.
En el campo político la dictadura dejó una huella indeleble que se extiende a la fecha: la Constitución de 1980. Aprobada en un plebiscito sin registros electorales el 11 de septiembre de ese año, condicionó a la transición democrática desde sus inicios. En ese marco, la nueva Constitución le otorgó ochos años de mandato a Pinochet, garantizó un conjunto de “enclaves autoritarios” y un sistema electoral binominal (incentivando un juego de coalición y asegurándole a la derecha una representación segura), impuso importantes límites a las reformas legislativas (4/7 para poder realizarlas), dio lugar a la inclusión de senadores vitalicios (sobre todo militares, uno de ellos será por bastante tiempo el propio Pinochet), y garantizó la existencia de un sistema de mayoría absoluta para elegir al primer mandatario.
El 5 de octubre de 1988 se realizó el plebiscito prescripto por la constitución de la dictadura, y la Concertación de Partidos por la democracia (la Democracia Cristiana, el Radical, el Partido de la Democracia y el Socialista) venció por el 56% de los votos, iniciando el proceso de democratización en el país. Este se plasmará con la victoria del democristiano Patricio Aylwin sobre el exministro de economía de Pinochet Hernán Büchi en las presidenciales del 14 de diciembre de 1989, marcando el final del gobierno de facto.
La democracia chilena post dictadura se vertebró a partir de un sistema de partidos de dos grandes coaliciones: la derecha nucleada en torno a la Unidad Democrática Independiente (UDI) y Renovación Nacional (RN), y la Concertación, una alianza de partidos progresista que pivoteaba en torno a la Democracia Cristiana y el Socialismo, más el aporte del Partido Comunista y el Radical. Los primeros cuatro gobiernos de la democracia provinieron de las filas de la Concertación, Patricio Aylwin (1990-1994) Eduardo Frei (1994-2000) Lagos (2000-2006) y Michelle Bachelet (2006-2010) quienes maquillaron la herencia neoliberal pinochetista como sistema económico, introduciendo un conjunto de políticas inclusivas, pero no lograron modificar el texto constitucional al cual emparcharon durante los veinte años de gobierno[26].
A pesar de los datos auspiciosos en el terreno económico, la Concertación no logró retener el gobierno en la elección de 2009. El conflicto estudiantil durante el gobierno de Bachelet implicó el ingreso a la escena pública chilena de un actor que no fue fácilmente integrable en un sistema político escasamente abierto a respuestas inmediatas. A pesar de culminar con una imagen positiva superlativa, Bachelet no logró ungir un candidato competitivo, y permitió que la derecha, con la emergencia de un liderazgo que se despegó más que ninguno de sus predecesores de la herencia de la dictadura, recupere el gobierno luego de dos décadas de hegemonía progresista.
A partir de 2010, el sistema chileno ingresa en un nuevo ciclo político en el que las dos coaliciones de partidos tradicionales no logran dar respuestas a las nuevas demandas sociales que tuvieron como eje el campo educativo, la salud y la calidad democrática. En soledad, los liderazgos de Piñera y Bachelet, que se reparten el gobierno entre aquel año y el 2022, logran estabilizar momentáneamente el sistema político trasandino. Pero no se convierten en canales de articulación de demandas insatisfechas y deben dejar el gobierno sin poder incidir en su sucesión.
Durante el último gobierno de Piñera acontecen un conjunto de manifestaciones de distinto calibre que logran conmover al sistema político chileno hasta conseguir el histórico plebiscito para derogar la constitución pinochetista en octubre de 2020. Estas movilizaciones multitudinarias recogen la herencia de aquellas acaecidas durante la primera década del siglo XXI, y potencian sus demandas alterando al sistema y obligando a la derecha tradicional a derogar el texto constitucional, al que resistió durante décadas. Sin embargo, a pesar de los avances en ese campo por parte de una nueva izquierda afincada en liderazgos juveniles, la derecha chilena no se quedó quieta. A la acción contestataria por izquierda, provino la reacción por derecha. En ese marco político institucional plagado de incertezas, es en el cual ingresa José Antonio Kast como expresión de una reacción contra los avances progresista de una izquierda potente y rejuvenecida en su activación militante. Un liderazgo que amplió los márgenes históricos de ese núcleo ideológico-político en una dirección reaccionaria, y ensanchó más a la derecha la oferta electoral de ese espacio tradicional chileno.
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Nacido el 18 de enero de 1966, de profesión abogado, este hijo del histórico dirigente pinochetista Michael Kast Schindele logró convertirse en la esperanza de una derecha que ya no disimula sus gustos por la dictadura a la que defiende abiertamente y reivindica en lo actuado. Kast militó desde la juventud en las filas de la Unión Demócrata Independiente (UDI), apoyó el “Si” a la continuidad de Pinochet en el plebiscito de 1988, fue concejal de la comuna de Buin, en el sur de Santiago, entre 1996-2000, y fue diputado por cuatro mandatos sucesivos entre 2002-2018. En la cámara de diputados fue tres años jefe de la bancada de la UDI, y durante sus mandatos su radio de acción legislativa fue en las comisiones de Educación, Juventud y Familia.
Su militancia en el interior de la UDI culminó en 2016, luego de que Kast lanzara su campaña electoral a la presidencia como candidato independiente. A pesar de que las encuestas preveían que su candidatura no concitaría más del 3% de los sufragios, para sorpresa de los analistas Kast se alzó con el 7,9% de los votos en una elección polarizada entre Piñera y el candidato independiente de la Concertación Alejandro Guillier. En la segunda vuelta apoyó al expresidente, y durante el lapso que duró el mandato preparó sus próximas jugadas que lo llevarían a disputar la siguiente elección presidencial.
La primera estación fue la conformación de un nuevo espacio político, y con ese objetivo fundó a partir de 2018 el movimiento Acción Republicana, el embrión de lo que sería un año más tarde el Partido Republicano. Su apoyo a la candidatura de Jair Bolsonaro para la elección brasileña lo ubicó ideológicamente en el campo de una ultraderecha regional, novedosa por su potencia electoral, y esa afinidad, a pesar de algunas diferencias menores, se mantuvo hasta la fecha. En pleno proceso electoral en el vecino país declaraba que “Bolsonaro al menos dice con fuerza y con valentía las cosas que cree, a diferencia de otros políticos. Y es una persona que habla fuerte en contra de la delincuencia, narcotráfico, corrupción, identidad de género; es una persona que defiende con fuerza a la familia; no está involucrado en actos de corrupción… Las personas están cansadas de gobiernos autoritarios e intervencionistas, que ven el Estado como la respuesta a todos los problemas y luego lo utilizan para adoctrinar a las personas y someterlas a su ideología. Luego de casi una década de sometimiento a la izquierda chavista, Latinoamérica está dando un giro hacia la libertad y hacia la defensa del sentido común”[27].
El posicionamiento del líder chileno en cuestiones económicas y de género son las clásicas de la derecha extrema, como observamos en Bolsonaro, y resultan ser contradictorias en su ecuación: libertad sin límites en el plano económico y conservadurismo sin restricciones en lo social. El lenguaje comenzaba a tener una partitura ideológica en la que emergía un pliegue declamatorio que descansaba en la libertad económica como principio y valor supremo, junto al rechazó a la identidad de género y la ampliación de derechos civiles en esa materia.
En cuanto a lo económico, su programa gira en el clásico neoliberalismo clásico regional sostenido en la baja impuestos a los ricos, el fomento de una inversión privada sin restricciones estatales, el achicamiento del estado en cuanto a jurisdicción, funcionalidad y estructura, y en una disminución paulatina de los aranceles públicos. Nada nuevo bajo el sol. Garantizar cual biblia económica “la propiedad y la igualdad ante la ley y un libre mercado que fomente la libre inversión». Sin embargo, según Carlos Retamal, lo de Kast es un “neoliberalismo católico 2.0”, una nueva vía “teoconservadora neoliberal” chilena, un símbolo de un “teo-neo-conservadurismo” en el que se mezclan los relieves religiosos, católicos, y hasta fundamentalistas, pero mucho más radicalizados de lo que habíamos conocido hasta ahora, con el enfoque clásico conservador chileno y con el modernismo económico de Hayek, Friedman y sus Chicago Boys”[28].
En materia de política de género su propuesta tampoco resulta novedosa. “No hay nadie que le haya hecho más daño a este Gobierno que la derecha light”, declaró en redes sociales durante 2019 cuando un grupo de legisladores del oficialismo piñerista se abrieron a la adopción homoparental en el país. Su condena al matrimonio igualitario, al aborto (aún en casos de violación) y su propuesta de eliminar el Ministerio de la Mujer emparda su propuesta con la del líder brasileño y, como veremos en la conclusión, con Milei. Según el sociólogo Pablo Beytía, Kast «está llenando un vacío, que tiene que ver con la parte de la población valóricamente conservadora, con temas como el aborto, el matrimonio … no hay ningún candidato que se oponga a dichas luchas sociales de la manera en que lo hace él”[29].
La etiqueta a la que se adhiere Kast durante esos años es la de ser el «candidato del sentido común» o el de “derecha a secas”. “Es como cuando a mí me acusan de pinochetista. Yo lo que digo es que defiendo las cosas buenas del gobierno militar, que sentó las bases de la modernidad, que restableció la institucionalidad, y rechazo las violaciones a los derechos humanos” declaraba cuando era consultado por su apoyo a la dictadura. A pesar de desligarse de la figura de Pinochet, Kast siempre reivindicó su “legado económico”. En el mismo sentido ideológico comparando las dictaduras de los setenta con las “actuales” que se desarrollan en Cuba y Nicaragua se preguntaba «dígame si las dictaduras entregan el poder a la democracia y si hacen una transición a la democracia y se respeta. Eso es lo que no hacen otros países y en Chile se hizo»[30]. A decir de Macarena García Lorca “sus presentaciones provocan revuelo en las redes sociales y enfrenta diferentes actitudes en sus adversarios, pero se le reconoce un estilo pausado, no esquivas preguntas, levanta banderas de la derecha más conservadora y defiende sus ideas con vehemencia”[31]
Para mayo de 2019 el líder chileno lanzó el Centro de Estudios de Ideas Republicanas, en línea con la creación del flamante Partido Republicano. Considerado como un centro de pensamiento el mismo bregaba por “representar las ideas de derecha”, teniendo como “pilares fundamentales la Familia, la libertad y la Republica con el objetivo de ser el vínculo entre la Academia y la sociedad civil”. En ese mismo mitin Kast afirmaba que la intención del Centro será la de “representar a la derecha sin complejos, aquella que no se conforma con el predominio de la izquierda y que quiere volver a poner en primer lugar principios fundamentales como la libertad, responsabilidad, autoridad y el esfuerzo”[32]. Todo un decálogo tradicional de estas fuerzas en donde el esfuerzo individual, la tradición liberal y la religión confluyen tumultuosamente en un artefacto político ideológico muy particular bajo las lógicas del siglo XXI.
Un año después y ya consolidado el liderazgo en el interior de la derecha chilena, Kast participó con su firma de la “Carta de Madrid”, una declaración de intenciones de diversos líderes de Occidente para frenar «el avance del comunismo», el cual «supone una seria amenaza para la prosperidad y el desarrollo de nuestras naciones, así como para las libertades y los derechos de nuestros compatriotas». La Carta contó con el apoyo de más de cincuenta líderes procedentes de 15 países de América y Europa, entre los que se destacaban dirigentes como Donald Trump y Giorgia Meloni, entre los más importantes. La “Carta” insistía en que «el avance del comunismo supone una seria amenaza para la prosperidad y el desarrollo de nuestras naciones, así́ como para las libertades y los derechos de nuestros compatriotas (desde allí que) el Estado de derecho, el imperio de la ley, la separación de poderes, la libertad de expresión y la propiedad privada son elementos esenciales que garantizan el buen funcionamiento de nuestras sociedades, por lo que deben ser especialmente protegidos frente a aquellos que tratan de socavarlos»[33]. Para Kast, la participación en ese tipo de encuentros mundiales significaba asumir un perfil ideológico nítido, y convertirse en una referencia local de un conjunto de líderes que asumían la tarea titánica de “luchar contra el comunismo”, ahora no el claramente identificado con los intereses geopolíticos de la ex Unión Soviética, sino en los gobiernos que priorizaban un rol del estado más integral, y asumían la opción geopolítica de EEUU frente al avance indetenible de China.
Las protestas de octubre y noviembre de 2019 por el aumento en el costo del pasaje del metro devino en una movilización multitudinaria que excedió, y por mucho, la demanda original. Durante días la sociedad chilena vio inundada la capital del país por millares de jóvenes que protestaban por los aumentos en los medios de transporte, y que se identificaban con las protestas estudiantiles que fueron marca registrada en la última década en el país. Bajo el lema “No son 30 pesos, son 30 años” el movimiento contestario sintetizó una de las demandas fundamentales de la etapa como era la transformación del texto constitucional de la dictadura. El gobierno se vio conmovido por la persistencia y multitudinaria protesta, y convocó a una Asamblea Constituyente para reformar la constitución de 1980.
Pensada para abril de 2020 fue pospuesta para el 25 de octubre de ese año, y el triunfo del “Si” a reformarla fue del 80%. Una cifra histórica que sorprendió a propios y extraños. En ese marco de avanzada de las fuerzas de izquierda, que desbordó con creces a la oferta electoral histórica de la Concertación, la derecha chilena exhibió el temor proverbial que suele adquirir en situaciones de elevada incertidumbre. En ese contexto, las fichas en favor de liderazgos como el que expresaba Kast se hicieron presente. De acuerdo con Jorge Schaulsohn la derecha tradicional, se sintió violentada por la hegemonía política y cultural que había alcanzado la izquierda más dura, por lo que la emergencia de Kast brotaba “como un candidato que los defiende y representa ante lo que aparece como la conquista de Roma por la izquierda”[34].
Las elecciones convencionales para reforma la constitución durante mayo de 2021 representaron una continuidad electoral del plebiscito. Las fuerzas de la izquierda tradicional y, sobre todo, las juveniles surgidas en torno a las protestas de 2019 lograron un triunfo contundente que les aseguró el control de la Convención Constituyente. A pesar de que unitariamente la derecha fue la más votada con cerca del 21% de los sufragios, el Partido Republicano no realizó una buena elección. Asimismo, la suma de las fuerzas progresistas superaba el 60% de los votos, destacándose el Frente Amplio y el Partido Comunista quienes obtuvieron más sufragios que los tradicionales Partidos Socialista y Demócrata Cristiano. La emergencia de nuevos partidos y liderazgos fue una novedad para el sistema político chileno, acostumbrado a una dirigencia en donde los apellidos se repiten y la extracción social de sus referentes son primordialmente de la elite económica.
La derecha, entonces, se preparó para el siguiente test electoral, el más importante de los últimos años, ya que implicaba la elección presidencial. Y es a partir de ese momento que la figura de Kast adquiere un relieve político significativo. Recordemos el contexto: una revuelta social histórica que duró semanas con epicentro en Santiago a fines de 2019, la emergencia de la pandemia del Covid-19 y el triunfo electoral del “Si” durante 2020, y el comienzo de la redacción de la nueva Constitución en ese año 2021. Kast, que había sido desde sus inicios el que se había opuesto con mayor ahínco al movimiento social emergente, resultó ser uno de los principales críticos de las medidas adoptadas por Piñera durante las cuarentenas obligatorias impulsadas por el gobierno, y se había manifestado abiertamente en contra de la nueva Constitución. Ese es el marco que abre la campaña electoral para la elección presidencial.
A pesar del territorio adverso en el que se encontraba la derecha, el contexto no podía ser más propicio para las aspiraciones de Kast. El cuestionamiento a la derecha moderada chilena por su mala gestión de la pandemia, el avance de las fuerzas de la izquierda más radical a partir de su potencia movilizadora y de sus brillantes elecciones en el plebiscito y en la de convencionales, y el comienzo de una crisis migratoria y de seguridad a la que la sociedad chilena miraba con atención, emergían como un nuevo campo minado para las ofertas partidarias tradicionales. En ese sentido, las preocupaciones sociales se extendían a nuevos ejes y luego del comienzo de la convención constituyente encargada de parir la nueva constitución, los desvelos sociales comenzaron a desplazarse a otras temáticas.
Una escalada de la violencia y del crimen organizado obligaron a Piñera a decretar el estado de emergencia en varias zonas al sur del país durante ese año 2021. En ese cuadro, las banderas de la inseguridad comenzaron a flamear con fuerza y el candidato del Partido Republicano resultó ser el acreedor principal de esas demandas insatisfechas que inundaban con fuerza el paisaje político chileno. En ese nuevo contexto, “la mano dura y el orden” vs “la anarquía y el desorden” se convertían en disyuntivas atractivas para aspirantes como Kast que estructuraron su discurso en ese eje “policial, militar y jurídico». Asimismo, el problema migratorio fue otro de los temas introducidos en campaña que favorecieron las posibilidades del candidato republicano. Emulando el discurso de Trump en relación a México, Kast propuso para Chile crear una “zanja” en el norte del territorio con el objetivo de controlar la inmigración irregular. Según Campos-Herrera, Kast «ha propuesto, de cierta forma, un modelo similar al (del expresidente estadounidense Donald) Trump para que los migrantes no pasen y ha dicho que va a endurecer las políticas migratorias en el país»[35]. Estas propuestas, lejos de ahuyentar el voto, le sumó al candidato ultraderechista, ya que el discurso antiinmigración se encontraba legitimado en buena parte de la sociedad, y se lo acusaba a Piñera de haber dejado las puertas abiertas a una inmigración descontrolada.
Estos nuevos ejes de debate, ligados a la educación, las pensiones, el transporte público, la política inmigratoria y la seguridad fueron desplazando lentamente el clivaje pinochetismo/ antipinochetismo, el cual modeló las primeras elecciones post dictadura. En consecuencia, con ese cambio de eje los partidos tradicionales comenzaron a perder potencia política y electoral en detrimento de nuevas fuerzas, como las que emergieron de las protestas estudiantiles a partir de 2011, y la de esta nueva derecha que encarna el Partido Republicano de Kast.
El 21 de noviembre de 2021 se realizaron las elecciones presidenciales y José Antonio Kast se impuso, para sorpresa general, con el 27,9% de los sufragios (1 961 387 votos) frente a un Gabriel Boric nucleado en la oferta de Apruebo Dignidad, que cosechó el 25,83% de las preferencias. Dos dirigentes que a pesar de la distancia etaria expresaban la nueva cosmovisión política del país. Los partidos tradicionales redondearon votaciones minoritarias, exhibiendo que los nuevos tiempos requerían de respuestas novedosas y no ancladas en el pasado reciente.
El mismo día del triunfo, Kast renunció al Partido Republicano exaltando que “de manera simbólica quiero dejar este pin que me acompañó por todo Chile, y decir que el Partido Republicano está aquí (y se tocó el pecho), pero que hoy día dejo la presidencia del partido para poder asumir con mucha amplitud, con mucho corazón, a todos aquellos que nos miraban con distancia; queremos abrazar a todo Chile. Dejo el pin para asumir con humildad la posibilidad de llegar a ser presidente de la República”[36]. Al siguiente, recibió los apoyos de su ex partido UDI y días más tarde de Evolución Política y de Renovación Nacional, todos espacios políticos del centro a la derecha. A pesar de avanzar hacia un balotaje en donde los candidatos suelen moderar sus discursos de cara a captar del voto “del medio”, Kast mantuvo la línea política de la primera vuelta.
El domingo 19 de diciembre en la segunda vuelta Kast obtuvo el 44,13 % de los sufragios frente a un triunfante Gabriel Boric, que cosechó el 55,87 % de los votos, transformándose en el presidente chileno más joven de su historia. En cambio, Kast se convirtió en el primer candidato que, desde la recuperación democrática, tras ganar el primer turno electoral, pierde el balotaje. A pesar de ello, resultó ser el candidato perdedor con la votación más alta de la historia del país.
Sin embargo, no todas resultaron malas noticias para el líder chileno. Los primeros meses de gobierno de Boric no se caracterizaron por ser apacibles para el joven presidente, que debió sortear problemas internos a su coalición de gobierno y cuestionamiento por parte de la oposición. Y en ese contexto llegó el plebiscito constitucional del 4 de septiembre de 2022, a seis meses del nuevo gobierno. Para sorpresa general, ahora fue el “No” a la nueva constitución redactada por la convención constituyente de mayoría progresista la victoriosa con un contundente 61,9% de los sufragios. Con una participación muy elevada, de más del 85% del padrón (el proceso electoral con mayor participación en la historia de Chile) casi 8 millones votos rechazaron la propuesta del nuevo texto constitucional. Las acciones de Kast volvían a subir luego de la derrota del balotaje.
Esto obligó a una nueva convocatoria constitucional, esta vez con una mecánica electiva diferente, pero el resultado final volvió a favorecer a la derecha chilena. El partido más votado fue el Republicano de Kast con el 35,4% de los sufragios seguido por la Unidad por Chile, afín al gobierno, con el 28,5%. La sumatoria de las fuerzas de derecha replicaron los guarismos obtenidos para el plebiscito, y se encontraron en el 65% de los votos. Una vez más, las fuerzas de la ultraderecha chilena, con Kast como principal referente volvían a imponerse a la derecha tradicional en las preferencias electorales. De acuerdo a Álvaro Ramis, “los sectores de centroderecha, incluso del centro político, deberán optar por llegar a acuerdos con esta nueva fuerza hegemónica en la derecha, o aplicar un cordón sanitario que le aísle y le contenga”[37], con resultados impredecibles.
Para concluir, en la actualidad el gobierno de Boric ha mejorado sus índices de popularidad luego de dos derrotas electorales y varios cambios en el elenco ministerial. El ingreso de políticos tradicionales y con experiencia a los ministerios fortaleció la posición política institucional del primer mandatario. En ese marco, Kast se encuentra a la espera del final de la redacción de la nueva constitución chilena, elaborada por expertos y con una mayoría de convencionales afines ideológicamente al candidato derrotado en la última elección presidencial. El 17 de diciembre de este año será la fecha en la que el electorado chileno decidirá si está vez reemplaza (o no) el texto constitucional de 1980. Esa elección será clave para las posibilidades de Kast de convertirse en el próximo presidente de su país.
Rodolfo Hernández
El caso colombiano se distingue del chileno y el brasileño porque durante los sesenta y, sobre todo, durante la inestable década de los setenta para Sudamérica, no sufrió alteraciones institucionales. Desde la recuperación democrática en 1958, tras una guerra civil sangriente tras el asesinato de Jorge Eliciar Gaitán el 9 de abril de 1948, no volvieron a realizarse golpes militares en el país. Luego de una década de enfrentamientos armados entre los Partidos Liberal y Conservador, ambas agrupaciones partidarias decidieron poner fin al antagonismo armado y efectuar un acuerdo general que prometía no volver a la disputa por fuera del ámbito político-electoral. El pacto entre ambas fuerzas comenzó con el denominado “Frente Nacional”, designación que corporizó el compromiso entre los dos partidos tradicionales de acordar candidaturas unitarias, para el lapso electoral 1958- 1974. Por medio de esta alianza, ambas agrupaciones políticas se comprometieron a alternar en forma equitativa el poder ejecutivo y legislativo, dominando la escena política sin intervención de terceros partidos con posibilidades concretas de disputar su hegemonía electoral. Luego de 1974 la disputa entre el PL y el PC fue abierta, con predominio del primero, y se extendió hasta la asunción presidencial de Álvaro Uribe en agosto de 2002.
Este esquema funcionó sin grandes sobresaltos hasta la década del ochenta cuando surgieron con fuerza los Carteles del narcotráfico con epicentro en Medellín y Cali. A este primer gran desafío a la legitimidad estatal se les sumaron la de dos nuevos grupos ilegales: la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y los paramilitares nucleados en las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Durante esa década y la siguiente Colombia convivió en forma cotidiana con una violencia estructural que exigió de recursos monetarios, logísticos y de infraestructura que el Estado carecía para enfrentarla con éxito. En ese marco de debilidad estatal, a mediados del noventa tras su triunfo electoral Ernesto Samper es denunciado por recibir financiamiento por parte del Cartel de Cali. Este episodio deslegitimó desde el inicio al gobierno liberal, y proyectó la imagen de un Estado y de una dirigencia política en descomposición que no merecían confianza, ni apoyo internacional. En efecto, y luego de conocidos algunos detalles de la operación, la Justicia inició el denominado “Proceso 8000” en contra de Samper, de algunos de sus ministros y de los principales dirigentes políticos de ambos partidos. La Casa Blanca llegó a hablar de “narcodemocracia” para definir al régimen político colombiano y redujo sus vínculos diplomáticos con el país al trato de director de la Policía en torno del tema del narcotráfico[38].
En ese cuadro, el intento de su sucesor, el conservador Pastrana por lograr un acuerdo con las FARC resultó un esfuerzo en vano, y terminó en un rotundo fracaso. La oferta del gobierno a la guerrilla para iniciar el proceso de paz (oficialmente comenzado el 7 de enero de 1999) fue la desmilitarización de cuatro municipios en la zona del Caguán, base de la llamada Zona de Distensión, un área de 42.000 km² en el departamento de Caquetá, en el sur del país. Los gestos del presidente colombiano colisionaron contra la falta de interés real de las FARC por alcanzar la paz, y derivaron en el fracaso del proceso en febrero de 2002.
Debido a la crisis local, el presidente Pastrana se vio compelido a buscar apoyo financiero en el exterior. Los EEUU se mostraron menos reticentes que con el gobierno anterior de Samper a la colaboración económica, y en el marco de la guerra al terrorismo internacional el gobierno de George Bush (h) utilizó el Plan Colombia como una herramienta militar contra la producción de coca y contra la guerrilla. El 11 de septiembre de 2001, en ese sentido, implica un antes y un después en la política internacional, y en la articulación económico- militar entre EEUU y Colombia alrededor de las temáticas del narcotráfico y las FARC. La lógica que subyacía a este proyecto multimillonario, financiado por el tesoro norteamericano, era que sólo dotando de más armamento militar y poder de fuego sería posible derrotar completamente a la guerrilla colombiana, y limitar con ello la enorme influencia regional del narcotráfico.
En este contexto de frustraciones y de un Estado débil e impotente para ofrecer seguridad a la población triunfa en las elecciones de 2002 Álvaro Uribe, uno de los liderazgos políticos más importantes de la historia reciente del país, y en el que en su figura permite dar cuenta del tiempo político iniciado en el siglo XXI. Sus dos gestiones a cargo del ejecutivo resultaron sumamente fructíferas en términos de control de la inseguridad pública y de desgaste de la capacidad de fuego que hasta ese momento tenía las FARC. En cuanto al otro grupo armado, los paramilitares, Uribe logró desactivarlos a partir de acuerdos de desarme con penas exiguas y desmovilización.
Durante su primera presidencia Uribe logró reducir la capacidad armada de la guerrilla, a partir de encarcelar a algunos de sus cabecillas y de recuperar el control territorial de una buena parte de la geografía bajo dominio insurgente. Este jaqueo permanente a las FARC, nunca antes observado en la historia reciente, le permitió al primer mandatario contar con un importante apoyo popular para lograr su reelección. Y fue en este segundo mandato en la que el presidente colombiano logró sus mayores éxitos en esta arena militar. En ese sentido, el año 2008 resultó clave ya que el Estado colombiano logró abatir a Raúl Reyes Reyes, el canciller de la guerrilla y virtual número dos de la organización, y recuperar a la dirigente política Ingrid Betancourt luego de 6 años en manos de las FARC. Asimismo, durante ese año fallecía su líder Manuel Marulanda, al compás de una ofensiva estatal que logró disminuir notablemente el poder blindado guerrillero.
Los logros en esas áreas le permitieron al líder colombiano reformar la constitución para lograr reelegirse (el segundo en la historia hasta ese momento) y tensar el sistema político a partir de la búsqueda de un tercer mandato que la Constitución le negaba. A pesar de contar con los votos en el parlamento y con el apoyo popular, la Corte Constitucional le negó un nuevo mandato. A pesar del revés, Uribe se convirtió, desde ese momento, en una referencia ineludible de la política colombiana.
Los siguientes presidentes colombianos a partir de ese año fueron designados, apoyados, o triunfaron por el favor o en oposición a Uribe. Para la elección de 2010 su apoyo a Juan Manuel Santos resultó decisivo para que éste triunfara por casi el 70% de los votos en segunda vuelta. Luego de la victoria, la política de Santos viró hacia el acuerdo con unas debilitadas FARC lo que alejó a Uribe de su delfín. Para la elección de 2014 mudó su apoyó a Oscar Zuluaga para enfrentar la reelección de Santos. Pese a que su candidato resultó victorioso en la primera vuelta, no logró evitar la derrota en la segunda y que Santos se convirtiera en el tercer presidente reelecto de la historia del país.
A pesar de las múltiples denuncias presentadas en sede judicial que revelaban sus nexos con el paramilitarismo, el expresidente mantuvo un altísimo nivel de apoyo en la opinión pública hasta hace unos años. Su férrea oposición al pacto con las FARC iniciado por Santos durante el 2011, no le quitó el respaldo popular y logró tras el triunfo en el plebiscito de 2016 rechazar los acuerdos de paz del gobierno. Luego del triunfo del “No”, el gobierno santista debió revisar dichos acuerdos y enhebrar nuevos para finalmente llevar a cabo el proceso que culminó en la desmovilización de la histórica guerrilla.
Para la sucesión presidencial de 2018, Uribe apoyó la candidatura de Iván Duque, quien triunfó frente a un Gustavo Petro que se colaba por primera vez desde una posición progresista en un balotaje en el país. El gobierno de Duque no cumplió con las expectativas creadas (un retorno exitoso al uribismo), y las movilizaciones populares acaecidas durante los meses de octubre y noviembre de 2019 y retomadas producto de la crisis sanitaria originada por la pandemia a partir del 2021, erosionaron la capacidad política del poco experimentado presidente. Estas grandes movilizaciones representaron una novedad para el tradicional paisaje político colombiano, poco acostumbrado a la ocupación popular del espacio público. A medida que se fueron apagando la violencia de los grupos armados, los debates políticos se fueron desplazando a otras arenas sociales, sobre todo las de carácter económico que tomaron (y en algunos casos retomaron) una fuerza vital desconocida. El declinar de la guerrilla durante la segunda década del siglo XXI acompañó la desaparición de los carteles durante los noventa y las del paramilitarismo a mediados del 2000, relajando el control militar estatal y dando lugar a un nuevo escenario político institucional[39].
En síntesis, cerrados los acuerdos de paz con la FARC, uno de los grandes problemas irresueltos hasta 2018, la sociedad dio inicio a nuevas demandas sociales. La seguridad fue desplazada como vector principal de insatisfacción hacia demandas de nuevo cuño ligada a cuestiones socioeconómicas, de género, de reivindicación indigenista y de cuestionamiento a la clase política, entre las más importantes. Esto implicó una novedad para el sistema político colombiano escasamente acostumbrado a esta gimnasia popular, y dio lugar al abandono de propuestas “duras” como las uribistas que anclaba su discurso en la lucha contra la guerrilla como principal oferta electoral. En esta nueva etapa, las demandas de mejoras en la calidad de vida de una sociedad en donde la desigualdad social y la pobreza se mantiene en promedios altos durante décadas, resultan ser desafíos que ya no reclaman las respuestas intransigentes del uribismo. En ese marco de nuevas expectativas sociales se abría la campaña electoral para las elecciones de mayo de 2022. Y en ese contexto novedoso en términos políticos y sociales, emergía el liderazgo de Rodolfo Hernández.
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Nacido el 26 de marzo de 1945 en la provincia de Santander, este veterano dirigente político colombiano logró su mayor nivel de conocimiento cuando disputó palmo a palmo la segunda vuelta electoral de junio del año anterior, donde cayó derrotado por el actual presidente Gustavo Petro. A pesar de transitar en la política del país durante más de dos décadas, Hernández logró instalarse en la opinión pública nacional a partir de esa disputa decisiva. Pese a ser Ingeniero civil de profesión, el santanderino se mudó al rubro de la construcción alcanzando una fortuna superior a los 100 millones de dólares edificando viviendas para familias pobres durante los años ochenta y noventa. “Alcancé a tener 1.500 casas hechas sin vender, y pagando intereses. Ante esa situación, se me ocurrió financiar yo mismo a la gente y quitar al banco de en medio. A los tres años pagué las cuotas iniciales y las cuotas mensuales de las casas, pasé toda la deuda y me quedé con las hipotecas. Ese día me volví rico”[40], declaraba para el diario el Tiempo en 2022.
La pérdida de su hija en 2004 y el secuestro de su padre por la guerrilla marcaron su posición política, en un país en donde la violencia, como vimos más arriba, formó parte de la cotidianeidad social durante décadas. En un reportaje durante la campaña electoral con el programa “El País de los Jóvenes” de Caracol Televisión Hernández declaraba que “a mi hija me la mataron, ¿por qué la mataron?, porque el Estado nunca cumplió, entonces me cogieron a mí de chivo expiatorio, hubiera podido ser uno de ustedes y los matan al no aceptar la exigencia de ellos, yo tenía que pagarles 2 millones de dólares… Pagan, yo tengo tres hijos más, lo cogen a él y luego cogen al otro y luego cogen al otro y luego toda mi familia, eso no tiene fin, me tocó amarrarme los calzones y afrontar este dolor”[41]
Su primera incursión en la política fue como concejal de su natal Piedecuesta en el distrito de Santander durante el lapso 1990-1996. Sin embargo, una vez elegido en su primer mandato no se posesionó y renunció antes de asumir[42]. Quince años más tarde financió la campaña y apoyó la candidatura del liberal Luis Francisco Bohórquez quien ganaría la elección a la alcaldía de Bucaramanga para el periodo 2012-2016. Las relaciones entre ambos, sin embargo, se hicieron tirantes y Hernández presentó su propia candidatura para la elección de 2015 con el movimiento cívico Lógica, Ética y Estética. Su discurso de campaña giro en torno a la anticorrupción y a la promesa de construir 20.000 viviendas para las familias más vulnerables. El triunfo de Hernández en las elecciones del 25 de octubre de 2015 en la capital de Santander por apenas 4.470 votos de diferencia con el candidato liberal, le permitieron asumir su primer cargo público ejecutivo.
Su gestión como alcalde se caracterizó por las grandes inversiones en el campo de la cultura y el deporte, el achicamiento del déficit fiscal (sobre todo la reducción de la deuda contraída anteriormente por el municipio) y por la lucha contra la corrupción. Sin embargo, su administración no estuvo exenta de contradicciones, claroscuros y polémicas. A pesar de que su gobierno fue altamente valorado de acuerdo a las encuestas, Hernández renunció tres meses y medio antes de culminar su mandato por “presunta participación política indebida”, luego de ser sancionado con una pena de suspensión provisoria del cargo. Con anterioridad había sido suspendido por tres meses por la Procuraduría General de la Nación luego de agredir físicamente con una cachetada al concejal de esa ciudad, Jhon Claro (lo acusó además de tener “rabo de paja”), a finales de noviembre de 2018[43]. Asimismo, el “escándalo de Vitalogic” que se “re- descubrió” durante la campaña electoral presidencial fue otro registro de los aspectos negativos de su gobierno. Sin embargo, su gestión también fue recordada por el saneamiento de las cuentas públicas, ya que recibió la Alcaldía con un déficit de $236.000 millones y la dejó con un superávit de $48.000 millones[44], y por la entrega mensual de su sueldo a estudiantes de universidades públicas, quienes debían tener un promedio superior a 4.0 sobre 5.0 para recibirlo. Conocido popularmente como “los Pilos del Alcalde”[45] resultaba, al decir de Hernández, “una pequeña ayuda, al menos esto les servirá para los gastos menores. El compromiso es que sean los mejores”.
Culminada la página en la Alcaldía no se esperaba mucho más de Hernández. Al menos no un salto de calidad como el que emprendería años más tarde. Sin embargo, sorprendió a propios y extraños inscribiéndose en el marco de su novel agrupación partidaria “Liga de Gobernantes Anticorrupción” como candidato a la elección presidencial de mayo de 2022. Lo acompañó como candidata a vicepresidenta Marelen Castillo, una académica, investigadora y docente de diversas universidades del país.
Debido a que fue el candidato presidencial más adinerado de todos los que compitieron en la elección decidió financiar su campaña electoral con su patrimonio[46]. En esa línea prometió donar su sueldo de presidente y rechazar los aportes de campaña, aunque más tarde recuperó parte de su inversión aceptando una reposición de votos cercana a los 3000 millones de pesos[47]. En un video publicado en las redes sociales, que comenzaban a ser su canal de comunicación predilecto con el pueblo colombiano, declaraba que “hoy me comprometo a donar mi sueldo como presidente de la República y a entregárselo a los más necesitados. Yo no necesito plata porque esa ya la trabajé. Lo que quiero es devolverles a los colombianos un poco de lo que me han dado”[48].
Rodolfo Hernández ha sido considerado durante la campaña electoral como el “Trump colombiano” y su figura fue destacada por sus similitudes con las de los dos líderes analizados en forma precedente. Si bien es cierto que comparte con Bolsonaro y Kast ciertos recursos de personalidad política y de canales de comunicación similares para acercar la propuesta a la ciudadanía y conectar cara a cara (presencial y virtual) con sus seguidores, y se asemeja a Trump al poseer un acaudalo patrimonio personal, Hernández presenta algunas discrepancias con estos líderes. A diferencia de los tres, el santanderino está a favor del matrimonio igualitario, la adopción por parte de parejas homosexuales, la legalización de la marihuana medicinal y recreativa, la eutanasia y el suicidio asistido. Sobre el aborto, inclusive asegura que “los colombianos deben decidir si quieren o no quieren el aborto, independientemente de mi opinión que es a favor”[49]. En lo relativo a presentarse como un empresario exitoso que triunfó en el ámbito privado por su capacidad y talento, y en su cruzada contra “la corrupción de la clase política”, ahí sí Hernández se asemeja a su par estadounidense y lo tiene como una referencia a nivel internacional.
A lo que el líder colombiano apunta de frente es hacia la “politiquería y la corrupción”. A los “políticos ladrones” promete “sacar a patadas”, y en varias oportunidades durante la campaña electoral los trató de “sinvergüenzas”, “atracadores”, inclusive de “drogadictos”. Ante las acusaciones recibidas por parte de sus opositores en relación a su inexperiencia política y su ignorancia en determinadas áreas temáticas de gobierno (en las que el santanderino no disimula su desconocimiento[50]), su respuesta siempre era la misma: “yo no conozco todo el estado, pero tengo la personalidad de sacar a todos los ladrones (el pueblo la sabe, mi lema es) no robar no mentir no traicionar, no acordar con politiqueros”[51]. Según su principal estratega de campaña Ángel Beccassino “la alianza de Roberto es con la gente, no con los dirigentes, (y el mérito de él es que) se muestra tal cual es, aun con sus metidas de pata… La propuesta de Rodolfo es de centro, la tercera vía entre el uribismo y Petro”[52]
Sin lugar a dudas el ámbito que más asiduamente visitó, cuidó y difundió el candidato Hernández fueron las redes sociales. Llamado por algunos el “rey del Tik Tok”[53], el santanderino apostó fuertemente a instalar su candidatura en las redes, sobre todo, en esa nueva herramienta de creación china, en detrimento de otras formas de campaña, como el “volanteo”, el “cara a cara” o la participación en los medios tradicionales. De hecho, no fue de la partida en los debates presidenciales, una instancia en la que no suele quedar siempre bien parado, inclusive le dijo “no” al de la segunda vuelta. Estos elementos hicieron que su discurso conectara muy rápidamente con los jóvenes, en especial la franja etaria de entre 26 a 32 años, en donde pega “el discurso de la anticorrupción, no el de la guerrilla uribista, y donde es visto como un abuelo simpático, y que no va a robar”[54]. En términos territoriales, su fortaleza electoral la encuentra en el oriente del país, siendo para algunos analistas un fenómeno regional y populista.
Durante la campaña electoral Hernández ha tenido palabras de admiración hacia el liderazgo de Nayib Bukele, el presidente de El Salvador, como así también ha tomado como referencia discursiva al presidente de México, Andrés López Obrador. Este pragmatismo lo llevó a prometer, en plena campaña electoral, el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Venezuela, el fin del servicio militar obligatorio y el cierre de una veintena de embajadas entre las que mencionó Austria, Bolivia, Uruguay y República Dominicana, entre otras.
Al comienzo del año 2022, su figura no concitaba grandes apoyos populares. De hecho, los guarismos electorales de Hernández no alcanzaban los dos dígitos para el inicio de la campaña. Sin embargo, a medida que se acercaba la fecha de la elección de mayo, su candidatura crecía sostenidamente en las encuestas, y desafiaba con romper la polarización entre el candidato del progresismo Gustavo Petro y el del uribismo Fernando “Fico” González. Sin embargo, los analistas políticos y las encuestas pre- electorales diagramaban una segura segunda vuelta entre estos dos candidatos, ubicando a Hernández muy atrás en las preferencias. En silencio, el santanderino escalaba en las preferencias populares, y a 15 días de la votación algunas encuestas lo ubicaban muy cerca de González. La semana anterior a la elección Hernández peleaba palmo a palmo el segundo lugar, y emergía como un desafío para quien punteaba en las encuestas.
El 29 de mayo, finalmente, las urnas hablaron y Petro encabezó las preferencias en esta primera vuelta con más del 40% de los sufragios frente a un sorprendente Hernández que alcanzó el 28,1% de los votos, dejando fuera del balotaje al uribista González, quien arañó el 24% de las preferencias. De la mano de las redes sociales, este veterano dirigente santanderino se metía en la recta final electoral, y desafiaba a un Petro consolidado, pero a 10% de la meta. El “viejito sabroso” como se hacía llamar Hernández logró quebrar la polarización que hacía meses suponía un duelo seguro entre Petro y Gutiérrez y “su ascenso vertiginoso de las últimas semanas se debió a que pudo captar el voto uribista “desencantado”, deglutir las preferencias electorales del centro ideológico expresado por Fajardo y atraer al votante que resiste un cambio por izquierda”[55].
En la segunda vuelta, Hernández fue derrotado por Petro, pero alcanzó el nada despreciable 47.31% de los votos, dentro de una elección reñida y con final abierto. Como contempla la Constitución colombiana, el perdedor del balotaje se asegura un curul en el Senado de la Nación, y la vicepresidenta otro en la cámara de representantes. A pesar de que estuvo en duda hasta último momento, Hernández terminó aceptando con la condición de apoyar siempre los proyectos que favorezcan a la mayoría, y sobre todo a los más pobres, y prometió que continuaría con su cruzada anticorrupción. Sin embargo, dos meses después, el santanderino renunciaría a su curul alegando que su presencia en el legislativo era comparable a “tener a Lionel Messi de portero». En un hilo de Twitter, una vez más las redes sociales como su principal vehículo de difusión, Hernández justificaba su decisión[56].
Luego de la renuncia, el líder colombiano obtuvo la personería de su partido LIGA, del cual es su primer titular. A la fecha, y en un contexto político dinámico en el que Petro debió cambiar de coalición de gobierno en dos oportunidades, Hernández se apunta como candadito a gobernador de su natal Santander. A pesar de los problemas de salud que lo aquejaron este año, y que el CNE revocó su inscripción a la votación (por tres sanciones anteriores que le ha impuesto este organismo), el líder colombiano insiste con su candidatura, la cual asegura ser “imbatible”. Por intermedio de su Twitter (ahora X) escribió “Soy Santandereano no me rindo” y en una extensa carta que acompaña la publicación dijo estar “listo para ganar las elecciones” y que “como buen santandereano no encuentro en mi diccionario la palabra rendirse…. enfrentar las adversidades con la fuerza de mi alma y de mi corazón; las dos cosas más hermosas que me ha dado la vida para ganar cualquier batalla, por dura que se presente…No pudieron conmigo los maltratos de la enfermedad que estoy superando, ni los críticos implacables que se ensañan con mis verdades no pudieron, no podrán conmigo los politiqueros y los corruptos, enemigos de la democracia que quieren seguir prohibiéndome, como han intentado hacerlo siempre. Aquí estoy: ¡de pie!”[57]. A la fecha, el Partido de Hernández apoya su candidatura y el desenlace electoral aún se encuentra en proceso.
Conclusión
Llegados a este punto, estamos en condiciones de realizar un análisis comparativo de los tres liderazgos políticos examinados, incorporando el caso de Javier Milei. El objetivo central de este artículo fue estudiar a los referentes de la ultraderecha sudamericana en sus principales aspectos, para poder tener una mejor visión del fenómeno que está ocurriendo en nuestro país. Este libro analiza el liderazgo de Milei, su irrupción, sus características y se interroga acerca de lo que representa el mismo. Para tener una visión más abarcativa, este texto buceó en los liderazgos regionales que tienen con el político argentino un conjunto de semejanzas discursivas, ideológicas, políticas y de armado partidario. Se desprende de este examen algunas cuestiones que merecen ser atendidas con análisis más precisos y con ejes más definidos. A continuación, presentamos algunas conclusiones mediante un conjunto de viñetas explicativas muy breves:
¿Qué elementos comunes existen entre estas tres experiencias y la de Milei? ¿Son mayores las diferencias que las similitudes? ¿Pueden rastrearse en estos liderazgos procesos sociales, económicos o políticos similares a los del referente de la ultraderecha en la Argentina?
Si recorremos nuevamente las viñetas podemos encontrar rápidamente características y procesos semejantes que ligan el liderazgo de Milei con estos referentes analizados. En primer lugar, la construcción de poder que realizó el líder argentino en contra de la partidocracia tradicional con la etiqueta de “la casta” es una característica que liga la experiencia de nuestro país con los casos descriptos. En segundo término, la utilización frecuente de las redes sociales, en especial el “Tik Tok”[62], como vehículo de difusión de su figura y sus ideas, es otro elemento que se destaca como trasversal a los cuatro líderes sudamericanos. En tercer lugar, el posicionamiento anti derecho en general (en el caso del argentino considera una “aberración” a la justicia social), y la defensa de la dictadura militar de dos de los tres políticos analizados vinculan íntimamente la experiencia de Milei con estos liderazgos de ultraderecha de Brasil y Chile[63]. Por último, el discurso neoliberal, llevado a un extremo por Milei en Argentina, enlaza también estas experiencias “libertarias”. Adicionalmente podríamos agregar un último elemento, que es el declive de la derecha tradicional como otro de los factores que permiten comprender el ascenso de estos líderes de ultraderecha, aunque en el caso argentino no tiene los grados, ni la intensidad, de las tres experiencias analizadas más arriba. Al menos, por ahora.
Por último y para ir cerrando este artículo, a diferencia de los tres casos analizados no se observa en el argentino una licuación del sistema de partidos como en las otras experiencias. De hecho, lo parejo del resultado de las PASO de agosto inhibe manifestarse en una dirección explicativa que se afirme en un sistema partidario en declinación. Si bien es cierto que las dos coaliciones que protagonizaron la política argentina en los últimos ocho años (veinte si contamos los doce precedentes del kirchnerismo) han tenido un rendimiento electoral más bajo que lo habitual, ambas formaciones, a la fecha, no evidencian haber comenzado un proceso de un descalabro político similar a lo observado en las experiencias analizadas. Otra diferencia con los casos de Brasil, Chile y Colombia es que el ascenso de un liderazgo de las características de Milei no fue antecedido por las movilizaciones populares que sí se vieron en los tres casos examinados, por lo que la emergencia del candidato de Avanza Libertad no pareciera ser una expresión de una insatisfacción social con capacidad movilizante. Y por último, las bases de apoyo que sostienen al político argentino distan de ser similares con los tres casos analizados: a diferencia de Bolsonaro que contó con un apoyo sostenido y público por parte de las fuerzas de seguridad, Milei carece del mismo; en cuanto a Kast que militó desde sus inicios en un Partido tradicional de la derecha chilena y que contó con recursos simbólicos y partidarios desde el comienzo de su vida política, Milei hizo su presentación en la arena mediática como analista económico; con Hernández, las diferencias son en materias de libertades civiles y en el posicionamiento en materia de género.
Como siempre la singularidad de los procesos políticos y económicos en nuestra región resultan ser el principal factor explicativo de las dinámicas que se despliegan en cada país. En igual sentido debe analizarse y comprenderse a estos cuatro liderazgos, con sus semejanzas, que son evidentes, y sus deferencias, que permiten atender las especificidades y no trasladar mecánicamente las experiencias particulares.
A la fecha, y a pesar de la suerte dispar de los mismos, los liderazgos emergentes de la ultraderecha parecen ser un fenómeno de no fácil asimilación para los analistas políticos. Como en el caso de quién escribe estas líneas, parafraseando al notable politólogo Norberto Bobbio, de quitarse el ropaje académico y ponerse el de ciudadano, no observo ningún elemento motivante y positivo en la aparición de estos liderazgos. Más bien sospecho que este nuevo fenómeno, que de a poco se va instalando en la mayoría de los países sudamericanos, resulta ser un retroceso para nuestras democracias representativas en su funcionamiento y en el aporte que los mismos puedan proporcionar para consolidar nuestras instituciones.
Notas
[1] Las excepciones en Sudamérica las constituyen Fernando Lugo en 2012, Dilma Rousseff en 2016 y el golpe de estado a Evo Morales en 2019, aunque este último caso no entraría en la etiqueta de Inestabilidad Presidencial.
[2] De acuerdo a Lucía Caruncho “Desde su llegada al poder, los militares llevaron adelante un conjunto de reformas estructurales destinadas a estabilizar la economía (con problemas inflacionarios, de cambio y de la balanza de pagos) que crearon las bases para el gran salto económico, conocido como el “milagro brasileño”, durante los gobiernos del General Artur da Costa e Silva (1967-1969) y Emílio Garrastazu Médici (1969-1974). Entre 1969 y 1973 el PBI creció a una media anual del 11, 2%, con una variación del 14%, mientras la inflación media anual se mantuvo relativamente baja, en el 19, 4%, en comparación con el pico del 92, 1% que alcanzó en 1964” Caruncho Lucía (2023): “Nuevos líderes, viejas causas”. Factores estructurales y estilos de liderazgo de Mauricio Macri en Argentina y Jair Bolsonaro en Brasil”, Tesis para optar al título de Doctora en Ciencias Sociales Facultad de Ciencias Sociales. Universidad de Buenos Aires
[3] Ibid.
[4] Tombesi Lucia (2021):” El legado de Lula da Silva: inclusión, distribución y presidencias dominantes en Brasil” en Fraschini Mariano y García Santiago (comp) “Liderazgos en su laberinto. Cómo ejercen el poder los presidentes sudamericanos del siglo XXI”, Editorial Prometeo, Buenos Aires.
[5] Caruncho Lucía (2023): “Nuevos líderes, viejas causas”. Factores estructurales y estilos de liderazgo de Mauricio Macri en Argentina y Jair Bolsonaro en Brasil”, Tesis para optar al título de Doctora en Ciencias Sociales Facultad de Ciencias Sociales. Universidad de Buenos Aires
[6] Ibíd.
[7] “Las Fuerzas Armadas lograron retener amplios apoyos sociales, iniciar y controlar la transición hacia la democracia y, consecuentemente, mantener buena parte de sus privilegios y prerrogativas institucionales. En estas condiciones, una vez instalado el Estado de derecho, los primeros gobiernos democráticos no llevaron adelante políticas de indemnización a las víctimas ni a sus familiares, y mucho menos juzgaron a las Fuerzas Armadas. Así las cosas, la historia de Brasil parece indicar que la influencia política de los militares en el Estado y su participación en los gobiernos civiles es la regla, no la excepción” Caruncho Lucia (2022): “El Ressentiment”, Revista El Estadista. En línea en https://elestadista.com.ar/el-estadista/el-ressentiment-n52495
[8] Según Tombesi “Entre 2003 y 2010, el salario mínimo experimentó un reajuste nominal de un 155%, llegando las ganancias reales a alcanzar el 53,67%, recomponiendo el valor del real y conservando a través de los años el poder adquisitivo de la población. “(…) Brasil logró traducir cada punto de crecimiento en una reducción más significativa del Gini (una reducción de 0,4% en el Coeficiente de Gini por cada 1% de aumento del PBI per cápita)”. Para finales del mismo año, el programa Bolsa Familia alcanzaba ya a cuatro millones de familias. El número de pobres se habría reducido de 50 a 30 millones, mientras que la cantidad de indigentes disminuyó a la mitad”. Tombesi Lucia (2021):” El legado de Lula da Silva: inclusión, distribución y presidencias dominantes en Brasil” en Fraschini Mariano y García Santiago (comp) “Liderazgos en su laberinto. Cómo ejercen el poder los presidentes sudamericanos del siglo XXI”, Editorial Prometeo, Buenos Aires.
[9] López Artemio y Fraschini Mariano “El viejo joven Lula y el complicado desafío de reconstruir un gigante”, Diario Perfil 4/11/2022. En línea en https://www.perfil.com/noticias/internacional/el-viejo-joven-lula-y-el-complicado-desafio-de-reconstruir-un-gigante.phtml
[10] “Bolsonaro aprobó apenas dos proyectos en 26 años de Congreso” en Jounal do Brasil. En línea en: https://www.jb.com.br/pais/noticias/2017/07/23/bolsonaro-aprovou-apenas-dois-projetos-em-26-anos-de-congresso.html
[11] O GLOBO, en línea: https://oglobo.globo.com/politica/deputado-mais-votado-no-rio-bolsonaro-reclama-de-ter-apoio-esnobado-por-aecio-14327229
[12] “Bolsonaro llega a Cuiaba defendiendo el uso del fusil contra el MST”, en Gaceta Digital. En línea en: https://www.gazetadigital.com.br/editorias/politica-nacional/bolsonaro-chega-a-cuiaba-defendendo-uso-de-fuzil-contra-mst/461910
[13] “Las frases homofóbicas de Jair Bolsonaro en la dura entrevista con Ellen Page: «No la veo como gay, en la calle le silbaría porque es linda», en Diario Clarín 12/10/2018. En línea en: https://www.clarin.com/mundo/polemicas-frases-jair-bolsonaro-dura-entrevista-ellen-page-veo-gay-calle-silbaria-linda_0_-DyUXPmn2.html
[14] Video en línea en: https://web.archive.org/web/20170308221806/https://www.youtube.com/watch?v=atKHN_irOsQ
[15] “Justicia de Brasil condena al diputado de ultraderecha Bolsonaro por ofensas raciales”, Portal Sputnik 3/10/2017. En línea en: https://mundo.sputniknews.com/americalatina/201710041072864780-quilombolas-negros-comentarios-ofensivos-racismo/
[16] Según Ignacio Pirotta “Bolsonaro comenzó su precampaña prematuramente, en 2015, recorriendo el país mientras era diputado federal. Organizó actos y caravanas, reuniendo seguidores y registrando y difundiendo los eventos por redes sociales. Poco a poco fue forjando un estilo de campaña que lo mostraba simple, espontáneo, rodeado de fervor popular y con una comunicación directa con sus seguidores. Bolsonaro ostentaba una forma de hablar que lo aproximaba al ciudadano común, y a diferencia de otros políticos “hablaba el idioma de la gente” (Solano 2018). De aquí en más, este estilo comunicacional constituiría un importante RP de estrategia política”. Pirotta Ignacio (2021): “Ascenso y radicalización de Jair Bolsonaro. Desde la precampaña al primer año y medio de gobierno” en Fraschini Mariano y García Santiago (comp) “Liderazgos en su laberinto. Cómo ejercen el poder los presidentes sudamericanos del siglo XXI”, Editorial Prometeo, Buenos Aires.
[17] Durante el juicio político contra Dilma Rousseff, el diputado Bolsonaro había justificado su voto afirmativo “por la memoria del coronel Carlos Alberto Brilhante”, el militar que, durante la dictadura brasileña, torturó a la, en ese momento, presidenta Dilma Rousseff.
[18] Los presidentes con alta popularidad son un estímulo muy grande para esa estrategia de cambio partidario por parte de los integrantes del Poder Legislativo, en el que la flexibilidad política y la negociación permanente del “ley a ley” es moneda corriente. Así también lo es su reverso, un primer mandatario que sufre de una caída en su imagen y un deterioro de la gestión de gobierno, el juicio político se convierte en una de las herramientas más utilizadas para superar las crisis políticas del poder ejecutivo. Las salidas anticipadas de Collor y Rousseff son muestras cabales de esto último, como así también las crisis superadas por Cardoso y Lula cuando el Parlamento fue sobre su posición político institucional sin éxito.
[19] Como apunta correctamente Lucía Tombesi “Sin embargo, la corrupción sistémica dentro del parlamento brasileño no es la única variable a tomar en cuenta si quiere analizarse el comportamiento del organismo. La legislatura de Brasil cuenta a su vez con cierta volatilidad, en lo que refiere a la lealtad que se mantienen dentro de las alianzas, que dependen y van cambiando según la popularidad momentánea del presidente y el contexto nacional” Tombesi Lucia (2021): “El legado de Lula da Silva: inclusión, distribución y presidencias dominantes en Brasil”, en Fraschini Mariano y García Santiago (comp) “Liderazgos en su laberinto. Cómo ejercen el poder los presidentes sudamericanos del siglo XXI”, Editorial Prometeo, Buenos Aires.
[20] Pirotta Ignacio (2021): “Ascenso y radicalización de Jair Bolsonaro. Desde la precampaña al primer año y medio de gobierno” en Fraschini Mariano y García Santiago (comp) “Liderazgos en su laberinto. Cómo ejercen el poder los presidentes sudamericanos del siglo XXI”, Editorial Prometeo, Buenos Aires.
[21] Para un estudio más profundo del “bolsonarismo” se sugiere la lectura de Pirotta Ignacio (2021): “Ascenso y radicalización de Jair Bolsonaro. Desde la precampaña al primer año y medio de gobierno” en Fraschini Mariano y García Santiago (comp) “Liderazgos en su laberinto. Cómo ejercen el poder los presidentes sudamericanos del siglo XXI”, Editorial Prometeo, Buenos Aires.
[22] Durante buena parte de la campaña electoral, Bolsonaro estuvo internado recuperándose de las secuelas del atentado sufrido en el estado de Minas Gerais el 6 de septiembre.
[23] “Entre la primera y la segunda vuelta el instituto Datafolha realizó una encuesta sobre los motivos del voto a ambos candidatos. En el caso del candidato de la derecha radical, a partir de una pregunta espontánea (abierta) y múltiple, la encuesta mostró que los principales motivos giraban en torno a la crisis de representación, la polarización con el PT y el conservadurismo”
[24] Mauricio Macri fue el primero tras ser derrotado por Alberto Fernández en la primera vuelta electoral de 2019 en Argentina.
[25] Recordemos que los “paladines” del neoliberalismo como esquema económico en el mundo serán Margaret Thatcher y Ronald Reagan a partir de finales de la década del setenta. En ese sentido, Chile se convierte en el país que inaugura ese ciclo a partir de la dictadura de Pinochet
[26] De acuerdo al Observatorio de Liderazgo en América Latina (OLPAL), 2023: “Los resultados económicos, a pesar de que a la “experiencia chilena” se los popularizó por ser un “modelo exitoso”, estuvieron muy lejos de ser promisorios. El PBI entre 1973 y 1989 creció a un 3% anual (el mismo nivel que la década anterior en un contexto de retracción mundial), teniendo en ese periodo dos grandes crisis como las de 1975 y sobre todo la de 1982 en donde el PBI se contrajo en un 14%. El salario retrocedió 21% en la primera década de gobierno, y el poder adquisitivo en un 11,6%. La desocupación pasó de un 5,7 en 1973 a un 19,5 en 1982. El gasto social per cápita, en línea con las medidas descriptas más arriba, se redujo en un 22,6% durante toda la dictadura, el consumo general bajó en 8% (medido en quintales, el consumo por hogar del 40% más pobre pasó del 419 de 1969 a 316, mientras que, en el mismo lapso, el 20% más rico lo hizo del 362 a 1112) y la pobreza ascendió desde el 17% de 1969 al 47% de 1985. La deuda externa pasó de 4864 millones de dólares en 1975 a 15542 millones en 1981. A pesar de que a partir de 1986 la economía chilena volvió a la senda del crecimiento, y le permitió a Pinochet resultar competitivo en el plebiscito realizado dos años más tarde, los datos son elocuentes y revelan que la dictadura militar resulto un “milagro” por su permanencia”. Portal web del Observatorio de Liderazgo Político en América Latina. En línea en: http://olpal.sociales.uba.ar/wp-content/uploads/sites/298/2023/09/Nota-Chile-50-anos-Golpe.pdf
[27] José Antonio Kast sobre Bolsonaro: «Representa la esperanza de Brasil», en la Tercera digital. En línea en: https://www.latercera.com/politica/noticia/jose-antonio-kast-bolsonaro-representa-la-esperanza-brasil/322463/
[28] Retamal Jaime (2017): “El “teo-neo-conservadurismo” de José Antonio Kast” en “Le Mostrador”. En línea en: https://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2017/11/08/el-teo-neo-conservadurismo-de-jose-antonio-kast/
[29] Cano Manuela: “¿Quién es José Antonio Kast, el político ultraderechista que quería ser presidente de Chile?”. En línea en: https://www.france24.com/es/am%c3%a9rica-latina/20211119-elecciones-chile-jos%c3%a9-antonio-kast-ultraderechista-presidente
[30] Ibid.
[31] García Lorca Macarena (2017): “Una semana con Kast. El extraño mundo del candidato de la derecha dura”. En línea en: https://www.theclinic.cl/2017/09/19/una-semana-jose-antonio-kast-extrano-mundo-del-candidato-la-derecha-dura/
[32] Echeverría Ignacio (2019): “José Antonio Kast lanza el Instituto de Ideas Republicanas”. En línea en: https://web.archive.org/web/20190718142814/https://www.radioagricultura.cl/politica/2019/05/26/jose-antonio-kast-lanza-el-instituto-de-ideas-republicanas.html
[33] El Confidencial “La carta de Abascal para «frenar el avance comunista» que firman 50 líderes mundiales”. En línea en: https://www.elconfidencial.com/espana/2020-10-26/eeuu-italia-venezuela-abascal-lanza-una-carta-de-intenciones-para-luchar-contra-la-izquierda-en-occidente_2805072/
[34] Jorge Schaulsohn (2021): “José Antonio Kast, el retrato hablado de la UDI”. En línea en: https://www.ex-ante.cl/opinion-jose-antonio-kast-el-retrato-hablado-de-la-udi-por-jorge-schaulsohn/
Y agregaba: “Hay en sectores importantes de la derecha un agotamiento, un rechazo hacia las políticas transaccionales, excesivamente pragmáticas que han caracterizado los gobiernos de Piñera y que produjeron la pérdida de identidad y “desastres” como el voto del Apruebo y la Convención Constitucional, los retiros del 10%, iniciativas como el matrimonio igualitario”.
[35] Cano Manuela (2021): “¿Quién es José Antonio Kast, el político ultraderechista que quería ser presidente de Chile?”. En línea en: https://www.france24.com/es/am%c3%a9rica-latina/20211119-elecciones-chile-jos%c3%a9-antonio-kast-ultraderechista-presidente
[36] Herrera Mariela (2021): “La propuesta de Kast tras el triunfo: una renuncia y diez puentes”. En línea en: https://ellibero.cl/actualidad/la-propuesta-de-kast-tras-el-triunfo-una-renuncia-y-diez-puentes/
[37] Ramis Álvaro (2021): “El fin del “piñerato”. Portal Le Monde Diplomatique. En línea en: https://www.eldiplo.org/notas-web/el-fin-del-pinerato-2/
[38] Durante la década del noventa la violencia política, según datos de Juan Gabriel Tokatlian, “se expresó con casi 10 muertos por día, teniendo entre los años 1998-2000 más de 500 masacres (asesinato colectivo de cuatro o más personas indefensas), en su gran mayoría cometidas por el paramilitarismo… Entre 1995 y 2000, se han llevado a cabo unos 12 mil secuestros a manos de los actores armados, de la criminalidad común y hasta de los cuerpos de seguridad del Estado. En toda la década del noventa, la cifra de homicidios superó los 250 mil. Desde 1996 se ha manifestado un éxodo al exterior de casi 350 mil colombianos. En los últimos tres lustros se ha producido el desplazamiento interno forzado de más de 1.800.000 de personas”. Tokatlian, Juan Gabriel (2002): “Colombia: más inseguridad humana, menos seguridad regional”, en Francisco Rojas Aravena y Moufida Goucha (eds.) Seguridad humana, prevención de conflictos y paz en América Latina y el Caribe, Santiago de Chile: Unesco/ Flacso.
[39] Según Jordana Timerman estas movilizaciones “comenzaron por una reforma impositiva, pero rápidamente se expandieron a demandas sociales y de seguridad, en un país donde los paramilitares y grupos criminales han llenado el vacío de poder que dejaron las FARC tras el acuerdo de paz. La sangrienta represión de las manifestaciones por parte de las fuerzas de seguridad solo profundizó el grito de indignación”. Timerman Jordana (2022): “Colombia y la amenaza de la antipolítica”, Le Monde Diplomatique, Edición 276. En línea en: https://www.eldiplo.org/276-el-peligro-avanza/colombia-y-la-amenaza-de-la-antipolitica/
[40] Tibble Loreda, Christopher (2022): “Rodolfo Hernández: detalles de la vida del candidato presidencial”, en Diario Tiempo, versión digital, 29/5/2022. En línea en: https://www.eltiempo.com/elecciones-2022/presidencia/rodolfo-Hernández-a-segunda-vuelta-presidencial-entrevista-con-el-candidato-654684
[41] Caracol Televisión 28 de abril de 2022. En línea en: https://noticias.caracoltv.com/politica/elecciones-colombia/rodolfo-Hernández-en-el-pais-de-los-jovenes-ex40
Y en relación al secuestro de su padre agregaba: “Las FARC secuestraron a mi papá, lo tuvieron 135 días preso, salió loco del sitio donde lo tenían en Santander, el Cerro La Aurora, de Bucaramanga para Barranca antes del puente de Sogamoso a mano derecha, está el Cerro La Aurora, allá estuvo mi papá, tuvimos que ir allá a sacarlo”
[42] De acuerdo al medio digital “La Silla Vacía” Hernández «solo mandó una carta renunciando a su investidura a finales de 1992, cuando vencía su período”. En línea en: https://cnnespanol.cnn.com/2022/06/18/rodolfo-Hernández-quien-es-perfil-trump-elecciones-candidato-presidencial-colombia-orix/
[43] En plena campaña electoral presidencial Hernández recordaría el hecho y expresaría “El cachetazo me lo perdonaron porque se la pegué a un ladrón, le estaba dando duro a la corrupción”, Podcast “A fondo con María Jimena Duzan”. En línea en: https://open.spotify.com/episode/2A2l2EzJBldn1ZDD3Ad3I3
[44] Portal digital “El Colombiano”, 18/4/2022. En línea en: https://www.elcolombiano.com/colombia/rodolfo-Hernández-y-como-fue-su-alcaldia-en-bucaramanga-elecciones-2022-AC17260770
[45] Portal digital “Periódico 15”, 25/8/2017. En línea en: https://www.periodico15.com/los-pilos-del-alcalde-continuan-sin-recibir-el-subsidio-economico/
[46] Revista Semana, Portal Digital, 24/8/2021. En línea en https://www.semana.com/semana-tv/vicky-en-semana/articulo/rodolfo-Hernández-dice-que-cuenta-con-10000-millones-de-pesos-y-rechaza-recibir-aportes-en-campana/202131/
[47] Portal digital “Noticias Caracol”, 1/6/2022. En línea https://noticias.caracoltv.com/politica/elecciones-colombia/rodolfo-Hernández-dice-que-solo-recibira-3-mil-millones-por-reposicion-de-votos-rg10 CITAR MEJOR
[48] “Cómo construyó Rodolfo Hernández su fortuna y qué tan grande es”, en Portal Infobae 20/5/2022. En línea en: https://www.infobae.com/america/colombia/2022/05/20/como-construyo-rodolfo-Hernández-su-fortuna-y-que-tan-grande-es/
[49] Declaraciones de Hernández a Podcast “A fondo con María Jimena Duzan”. En línea en: https://open.spotify.com/episode/2A2l2EzJBldn1ZDD3Ad3I3
[50] En ese sentido se expresa Jordana Timerman: “Este sentimiento de enojo profundo apuesta a la novedad, sin que le importe demasiado la idoneidad, el plan de gobierno o la posible gobernabilidad del candidato que lo exprese. Lo que importa, en estas últimas elecciones regionales, es castigar a los partidos establecidos a quienes los votantes culpan por los altos niveles de inequidad, pobreza y corrupción”. Timerman Jordana (2022): “Colombia y la amenaza de la antipolítica”, Le Monde Diplomatique, Edición 276. En línea en: https://www.eldiplo.org/276-el-peligro-avanza/colombia-y-la-amenaza-de-la-antipolitica/
[51] Declaraciones de Hernández a Podcast “A fondo con María Jimena Duzan”. En línea en: https://open.spotify.com/episode/2A2l2EzJBldn1ZDD3Ad3I3
[52] Declaraciones de Ángel Beccassino al Podcast “A fondo con María Jimena Duzan”. En línea en: https://open.spotify.com/episode/1U95SLwRXLcCBKTgBamPrf
[53] Para un análisis del uso del tik-tok véase https://actualidad.rt.com/actualidad/430300-rey-tiktok-controvertido-candidato-presidencial-colombia
[54] Ibid.
[55] Fraschini Mariano (2022): “Petro contra el “Trump a la colombiana”, en Le Monde Diplomatique, versión digital. En línea en: https://www.eldiplo.org/275-la-argentina-que-no-llega-a-fin-de-mes/petro-contra-el-trump-a-la-colombiana/
[56] Declaraciones de Rodolfo Hernández, en la red social X, el 21 de septiembre de 2022. En línea en: https://twitter.com/ingrodolfohdez/status/1572656660329500672
[57] Declaraciones de Rodolfo Hernández, en la red social X, el 11 de octubre de 2023. En línea en: https://twitter.com/ingrodolfohdez/status/1712097308144193805
[58] Según la mirada de Lucía Caruncho “Se trata de líderes cuyos vínculos con sus seguidores se construyen, centralmente, a través de un potente elemento aglutinador: el resentimiento – el ressentiment, tan lucidamente descripto por Richard Sennett en 1977–, en estos casos contra el orden existente y, por extensión, la democracia. De allí que su discurso sea particularmente antiigualitario, pero también –y esto es fundamental– representativo”. Caruncho Lucia (2022): “El Ressentiment”, Revista El Estadista. En línea en https://elestadista.com.ar/el-estadista/el-ressentiment-n52495
[59] José Kast ha sido acusado muchas veces de instalar “fake news” en los medios y redes sociales. Entre sus “victimas” se encuentran la expresidenta Bachelet acusada de encubrir el tráfico de inmigrantes haitianos en Chile y el presidente Boric acusado en campaña con una ficha clínica falsa, entre las más importantes.
[60] De acuerdo a Pirotta, un estudio de campo realizado en la periferia de Porto Alegre por Pinheiro-Machado y Scalco (2018) revela que “en el año 2016 aproximadamente un tercio de los estudiantes varones de nivel secundario tenían interés en la figura de Bolsonaro. Ya para 2017 la mayoría de los jóvenes entrevistados en esa investigación se identificaban con el futuro presidente. La aproximación se daba en torno al discurso contra el feminismo, a favor del punitivismo y del rescate de valores encarnados por los militares: firmeza, disciplina y autoridad. Además, era frecuente la frase de que Bolsonaro era alguien que estaba “contra todo lo que está ahí”, idea que sintetizaba su saliente carácter antipolítico (Leiras 2020). A su vez, ya en el año de la elección y a medida que crecía el apoyo a su figura, era común observar la relativización de parte de su discurso, visto por algunos de sus simpatizantes y votantes no como un discurso de odio, sino algo humorístico, manifestaciones impulsivas y sin importancia o simplemente exageraciones de sus opositores (Solano 2018)”. Pirotta Ignacio (2021): “Ascenso y radicalización de Jair Bolsonaro. Desde la precampaña al primer año y medio de gobierno” en Fraschini Mariano y García Santiago (comp) “Liderazgos en su laberinto. Cómo ejercen el poder los presidentes sudamericanos del siglo XXI”, Editorial Prometeo, Buenos Aires.
En el caso de Hernández los apoyos juveniles están explicados en el análisis de este liderazgo.
[61] De acuerdo a Jordana Timerman “Los candidatos de extrema derecha se imponen como un tsunami que se alimenta del hartazgo contra Estados desconectados de las preocupaciones cotidianas de sus ciudadanos y contra los políticos de turno. Alientan esperanzas de cambio con promesas desligadas de los hechos e instalan una realidad alternativa que parece irrebatible. En su apogeo, estos candidatos parecen inmunes a los argumentos basados en la lógica. Sin embargo, las derrotas de Kast y Bolsonaro muestran que existen estrategias para contrarrestar la influencia de la extrema derecha, aunque también, como en cualquier otra elección, hay factores coyunturales y de liderazgo que resultan determinantes”. Timerman Jordana (2023): “Ideas para enfrentar a la extrema derecha”, Le Monde Diplomatique, Edición digital. En línea en: https://www.eldiplo.org/notas-web/ideas-para-enfrentar-a-la-extrema-derecha/
[62] Como bien apunta el Observatorio de Liderazgo Político en América Latina, para Milei “Su más destacado recurso de poder de estrategia política de índole comunicacional ha sido el desplegado en las redes sociales en distintos tipos de plataformas de fuerte consumo adolescente – juvenil, sector social en el cual ha encontrado apoyo y cierto arraigo con sus discursos mesiánicos y grandilocuentes. La viralización de sus videos en Tik Tok o You Tube y de sus declaraciones en X (ex Twitter), son claros ejemplos del modus operandi comunicacional del líder anarcocapitalista, como él mismo se autodefine”. Portal web del Observatorio de Liderazgo Político en América Latina. En línea en:
[63] Como acertadamente indica José Natanson esta aparente contradicción de glorificar la libertad como valor trascendental y ser un defensor de la dictadura y crítico de la ampliación de derechos de las minorías, no es novedoso en nuestro país, ya que “este liberalismo básico se conjuga con un rechazo cerrado a los avances en materia de género y derechos de las minorías, un mix que no resulta tan extraño en Argentina: es, al fin y al cabo, el de los gobiernos militares, que combinaron neoliberalismo económico con reaccionarismo cultural. La inclusión en La Libertad Avanza, el partido de Milei, de dirigentes que han construido sus carreras reivindicando la última dictadura, como Victoria Villarruel, expresa esta amalgama”. Natanson José (2022): “Esto no puede pasar aquí”, en Le Monde Dplomatique, Edición 276. En línea en: https://www.eldiplo.org/276-el-peligro-avanza/esto-no-puede-pasar-aqui/