Una mirada sobre ausentismo electoral

El análisis de las elecciones acontecidas (tras la elección bonaerense ya votó el 65% del padrón nacional electoral) muestra que el ausentismo observado en el año 2025 no se distribuye de manera homogénea en todo el electorado. Por el contrario, es particularmente intenso en la base de la pirámide de estratificación social. Para agregar determinaciones al fenómeno de ausentismo que complemente el sesgo de clase, utilizamos un trabajo de investigación realizado por la consultora INDAGA- RSO en el partido bonaerense de Ituzaingó que analiza el desagregado por sexo y por edad del ausentismo en dicha localidad.

El ausentismo aumenta en el voto adolescente | Red Innovacion

Los datos de ausentismo electoral que hoy resulta un fenómeno de creciente preocupación, revelan a nivel local y regional, que los sectores sociales más desprotegidos son los que con mayor fuerza expresan este comportamiento. Ahora bien, si una parte sustancial del electorado, en particular los más vulnerables, está rechazando el sistema pasivamente a través de la no participación, esto expresa una crisis fundamental de legitimidad para todo el marco democrático [1].

Indica un claro sesgo socioeconómico en la no participación. Hay una relación directa: «A mayor vulnerabilidad social, más ausentismo electoral».

Esta heterogeneidad del despliegue del ausentismo, como señalamos, muestra a los segmentos de la población socioeconómicamente más desfavorecidos como aquellos más desconectados, o que rechazan pasivamente el proceso electoral, esta heterogeneidad no es neutra.

Esta distribución desigual del ausentismo se destaca como particularmente perjudicial sobre la base de apoyo histórico y tradicional del movimiento peronista que, aunque menguante, sigue sustentada en los sectores sociales vulnerables. Se advierte que el desenganche no es aleatorio, sino que está profundamente arraigado en las condiciones materiales de existencia. Implica que aquellos más afectados por las dificultades económicas, la desigualdad social y la falta de oportunidades, son quienes se sienten menos representados o empoderados por el proceso electoral.

Su ausencia de participación es de manera dominante, una consecuencia directa de su realidad socioeconómica degradada en que transcurren su existencia, lo que indica una desconexión percibida entre la participación democrática en particular la electoral y cualquier mejora tangible en la vida cotidiana.

Si los segmentos más vulnerables de la sociedad son sistemáticamente excluidos – o autoexcluidos debido a los pobres resultados de gestión – del proceso de votación, el sistema democrático atenúa fuertemente su carácter representativo. En esta perspectiva de análisis, resulta una evidencia que la agenda política y los resultados de las políticas socio económicas son cada vez más propensos a ser moldeados por las preocupaciones e intereses de los estratos socioeconómicos más altos, marginando aún más las necesidades de los más vulnerables.

Este conjunto de elementos analizados (proscripción- ausentismo- sesgo de clase) crea un círculo vicioso peligroso, exacerbando las desigualdades existentes y potencialmente conduciendo a un bucle de desenganche y falta de representación, socavando los mismos cimientos de una sociedad democrática.

El «Voto Calificado Estructural»:

El despliegue del ausentismo electoral muestra la consolidación de un «voto calificado estructural» como una característica definitoria del sistema electoral actual. Este concepto describe un escenario en el que «el voto positivo crece hacia la cima de la pirámide de estratificación social». En términos prácticos, esto significa que los individuos que pertenecen a estratos socioeconómicos más altos tienen una probabilidad demostrablemente mayor de emitir un voto positivo, aumentando así su peso político efectivo.

La consecuencia inmediata y profunda de este fenómeno es la creación de un fuerte «sesgo de clase» en los resultados electorales. Este sesgo, insistimos, perjudica directamente a los espacios de representación electoral anclados en la base de la pirámide de estratificación. Es decir, impacta negativamente a fuerzas políticas como el peronismo en Buenos Aires, cuya base de apoyo tradicional se encuentra en los sectores más vulnerables de la sociedad.

Por el contrario, el sistema «beneficia a los que se ubican en los estratos medios, medios altos y altos», favoreciendo así a los partidos e ideologías políticas que resuenan con estas demografías más pudientes.

Esta dinámica reconfigura principalmente el panorama político, inclinando la balanza de la representación hacia la defensa asimétrica de intereses socioeconómicos, en particular los representados por la ultraderecha. Si bien el sufragio universal garantiza formalmente un voto a cada ciudadano adulto, el «voto calificado estructural» socava exitosamente el espíritu de este principio. E implica que el peso político real de las diferentes clases y/o segmentos sociales ya no es igual en la práctica.

Los votos de los menos vulnerables, que tienen más probabilidades de participar, adquieren un peso efectivo desproporcionadamente mayor en la configuración de los resultados electorales. Esto constituye una forma sutil pero potente de privación de derechos, donde existen derechos formales para todos y todas, pero la influencia política práctica está sesgada por el estatus socioeconómico.

Si los resultados políticos están cada vez más determinados por las preferencias de los segmentos sociales más acomodados, es muy probable que los gobiernos elegidos promulguen políticas que favorezcan a estos grupos, lo que podría exacerbar las desigualdades sociales y económicas existentes. Esto, a su vez, aliena aún más a los sectores vulnerables y desenganchados, solidificando su no participación, y afianzando el «voto calificado estructural» como una característica permanente del sistema electoral. Se perpetúa así la «distorsión electoral» en lugar de desafiarla, lo que lleva a un sistema donde las formas democráticas formales enmascaran una creciente disparidad en la distribución el poder y la influencia política de los diversos segmentos ciudadanos.

Este fenómeno se viene sucediendo en las elecciones distritales que se han desarrollado a la fecha. El ausentismo en estas primeras seis elecciones del año se encuentra verificado empíricamente, como así también el sesgo de clase señalado en forma precedente. De acuerdo al Centro de Investigación para la Calidad Democrática (CICAD), en las votaciones de Chaco, Santa Fe y la Ciudad de Buenos Aires se experimentaron reducciones de participación electoral mucho más pronunciadas al promedio de las últimas décadas, rondando entre 15 y 20 puntos porcentuales menor.

Según el Centro mencionado, tomando como muestra alrededor de 900 elecciones ejecutivas, legislativas y de convencionales constituyentes del ámbito nacional y provincial se alerta sobre una caída que se encuentra por encima de la media de entre 5% y 10% que se despliega en cada década. De acuerdo al especialista en sistemas electorales el politólogo Facundo Cruz “Cada década cae entre 5 y 10 puntos porcentuales la participación electoral, con momentos de alzas y bajas. En la década del 80 cayó; en la década del 90 cayó; con la crisis del año 2001 hubo una caída muy importante, pero entre los años 2003 y 2011 subió la participación electoral y luego volvió a caer, ya acercándonos a la pandemia y con la pandemia hubo una caída algo más marcada.

Hoy estamos en elecciones en las cuales debería estar votando entre el 65% y el 70% del padrón electoral, según esta tendencia histórica” [2].

Se desprende de lo expresado que:

1) la abstención es un fenómeno activo en nuestro país, pero el piso de participación electoral se ha desacoplado de la tendencia histórica

2) la participación aumenta cuando los esquemas socioeconómicos benefician a los sectores menos pudientes como se observó en el ciclo 2003-2015

Ese mismo informe marca que basándose en la geolocalización de la asistencia, Mario Rodríguez destacó que las áreas con “menor asistencia a votación fueron sectores de bajos ingresos, sectores pobres, que históricamente están asociados al voto cautivo del peronismo”[3].

En la ciudad de Rosario, este fenómeno vuelve a reproducirse ya que el porcentaje de abstención se eleva al 6,2%, creciendo en los barrios de la zona sur y llegando a 7,6% en la ciudad de Villa Gobernador Gálvez. Una vez más la ligazón entre la abstención y los sectores más postergados. Igual ecuación se visualiza en Salta como bien se analiza en este artículo[4].

En la Ciudad de Buenos Aires la vinculación entre el ausentismo con la situación económica y social de los electores, ha sido destacada por Artemio López [5] y Mario Rodríguez. Este último ha resaltado que “En la Ciudad de Buenos Aires, las comunas con menor participación son también las más golpeadas socioeconómicamente. Esto habla de una insatisfacción estructural con la democracia y el desarrollo económico”[6]

 Para cerrar este apartado, la evidencia empírica y teórica revela que de acuerdo a diversos estudios realizados a inicio de siglo “se cree que una mayor participación electoral se asocia con diversos resultados, como una menor desigualdad económica y un mayor apoyo a los partidos laboristas y al gasto público social” (Bechtel et al., 2016, Chong y Olivera, 2008, Fowler, 2013, Mahler, 2008). Y a su vez, las bajas tasas de participación suelen asociarse con déficits en el proceso democrático, como la exclusión política de grupos marginados y de bajos recursos (Lijphart, 1997).

Ausentismo según sexo y edad – el caso de Ituzaingó-

Archivo:Conurbano Bonaerense.png

Para agregar determinaciones al fenómeno de ausentismo que complemente el sesgo de clase, utilizamos un trabajo de investigación realizado por la consultora INDAGA- RSO en el partido bonaerense de Ituzaingó que analiza el desagregado por sexo y por edad del ausentismo en dicha localidad.

La ficha técnica del trabajo es la que sigue:

En un primer momento se analizó la cantidad de votos que obtuvo cada fuerza electoral en las últimas 4 elecciones a nivel municipal en Ituzaingó: PASO, Generales y Balotaje 2023; y Legislativas 2025 (Fuente: https://www.padron.gob.ar/publica)

Y luego se realizó una muestra probabilística de 1.103 casosa partir de los 429 padrones electorales autorizados por la Junta Electoral, que incluyen información de las 149.383 personas empadronadas en Ituzaingó para la elección del 7 de septiembre de 2025.

El estudio presenta un nivel de confianza del 95%y un margen de error de ±3%.

Se relevaron y analizaron las siguientes variables:

. Circuito electoral

. Sexo

. Año de nacimiento

. Participación / Abstención electoral

 Los resultados sintéticos se muestran en estos tres gráficos seleccionados, que se agregan a continuación.

Gráfico 1

Gráfico 2

Gráfico 3

Quienes más participaron de la elección son quienes empezaron votar entre los años 1973 y 2003, la generación que vivió el retorno de la democracia hasta el quiebre de 2001.

En ese grupo etario prácticamente no hay diferencias entre varones mujeres.

Quienes menos participaron son las personas mayores de 70 años (sólo votó un tercio del padrón habilitante).

Si ampliamos el análisis al grupo de 60 años y más, la participación fue del 55%, y unos 5 puntos mayor en mujeres que en varones.

La generación que empezó a votar en el siglo XXI, tras el quiebre del año 2001, muestra en promedio 15 puntos menos de participación que los de mediana edad, entre los 35 a 60 años.

Al respecto, en un informe del año 2024 de LatinoBarómetro, se sostiene que uno de cada cuatro latinoamericanos le da lo mismo vivir en Democracia que en Dictadura. Este dato refleja el desgaste de la representación política y la desconfianza hacia las instituciones democráticas.

Tal vez ayude a entender por qué muchos jóvenes menores de 40 años -que crecieron en Democracia- muestran menor participación política: Nunca vivieron en carne propia lo que significó la amenaza y la pérdida de libertades sociales e individuales durante las dictaduras.

Adicionalmente es de señalar que, entre menores de 35 años, la participación de las mujeres es 5 puntos mayor que la de los varones.

En síntesis, una mirada de conjunto sobre ausentismo electoral señala que es un fenómeno creciente y se incrementa a mayor vulnerabilidad socioeconómica, desagregado por edad aumenta adicionalmente entre población menor de 40 años y mayor de 70 años, siendo relativamente homogénea la distribución desagregada por sexo con leve predominio masculino.

 

Notas

[1] Esto podría ser un precursor de una inestabilidad social más amplia, similar a las condiciones que precedieron a la crisis del año 2001, pero manifestándose a través del desenganche electoral en lugar de protestas abiertas como votar en blanco o anular el voto vía sobres con fetas de salame y la introducción en su interior de figuras de historieta, como hace casi un cuarto de siglo.

[2] “Ausentismo récord, un fenómeno que marca el ritmo de las elecciones 2025”. En el portal web Nuevo Diario Web. En línea en: https://www.nuevodiarioweb.com.ar/politica/ausentismo-record-un-fenomeno-que-marca-el-ritmo-de-las-elecciones-2025.htm#google_vignette

[3] Ibid

[4] López Maira: “La participación electoral marca grietas profundas en Salta. Apenas uno de cada tres ciudadanos acudió a votar en varios municipios”, Portal web de Pagina 12 14/5/2025. En línea en: https://www.pagina12.com.ar/825536-apenas-uno-de-cada-tres-ciudadanos-acudio-a-votar-en-varios-

[5] López Artemio “El sesgo de clase”, Diario Perfil 31 de mayo de 2025 https://www.perfil.com/noticias/columnistas/el-sesgo-de-clase-por-artemio-lopez.phtml

[6] Rodriguez Mario, en línea en: https://radioup.com.ar/ausentismo-electoral-en-buenos-aires/

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