CABA: Fin de ciclo

Como hay que hablar con todos - los resultados están a la vista- , lo publicamos a Esteban Schmidt y su análisis (!) sobre las elecciones porteñas. Obviamente no habla por nosotros, pero sí que habla. Veamos: Después de 20 años de influencia, Macri rebota contra los electores. Santoro encuentra su techo. Larreta recoge su autoestima. Adorni reza para que nadie se avive. Pusimos un título obvio que no opaque la originalidad del texto. Sepan disimular. Gracias.

La araña que salvaste te picó.

Esteban Schmidt

 

Era bastante obvio pero hacía falta un play off y ahora sí, Milei jubila a Macri como el vector encargado de concretar el sueño de la clase media profesional, arribista, de un país que gaste a la altura de sus posibilidades, donde mover la plata sea fácil y la inflación gatee como en el primer mundo. No es algo que seguro vaya a concretar, pero al día de hoy, no puede ser un misterio que el candidato a lo que sea de quien encarne esta ilusión gane la elección en la ciudad más grande del país y que la vicaria del viejo apóstol, Silvia Lospennato, sea quien certifique la degradación de la marca.

Los modales insólitos de Milei, únicos en el rubro presidentes a nivel global, le crearon a Macri la ilusión de que aún tenía una chance con sus viejos electores porteños que lo hicieron Intendente y luego lo animaron a la presidencia. Si mi agenda es igual pero mi estilo es razonable, mi ventaja es indiscutible, habrá pensado Macri. Y es tan inverosímil el personaje de Milei que es fácil absolver al ex presidente por este error de juicio. Se la jugó por lo que esperamos que sea un ciudadano en una democracia, y no por lo que efectivamente es, alguien con capacidad de absorber a este presidente como si fuera vida normal. Ni los militares, con sus defectos conocidos y las tropas en la calle para acallar la disidencia, habían impuesto ejemplares de este tipo, ni siquiera en los países donde el realismo mágico emergió como necesidad y catarsis.

Pero la ilusión de que el representante tiene que ser más paradigmático que arquetípico es de larga duración en nuestra democracia. Su última expresión fue en el debate de Milei y Massa, donde Sergio lo bardeó a Milei como si éste fuera huérfano y repitente y quedó instalada la idea del game over a favor del peronista. La interna Cafiero/Menem también fue así pero en el escrutinio quedó la barbarie diciéndole a la civilización necesito un tiempo.

El error de apreciación es extendido, y es razonable que aún promueva más equívocos en el futuro porque simplemente supone asumir demasiado. Un chico adulto posiblemente célibe que gobierna con la hermana; la hermana que es estructuralmente repostera; la banda de propagandistas que se mueve como un grupo de rompe huelgas; las diputadas que se presentan en pelotas; los diputados que no pueden articular sujetos con predicados y no ocultan las huellas de las noches sin dormir. Milei ya fue validado como presidente así, por lo tanto tiene que fallar administrativamente para perder el aura. Puede ser o hacerse el loco todo lo que quiera mientras no falle en la materia actuarial. Téngase presente.

El ex presidente ingresa a reconocer el cuerpo de Lospennato.

Con Macri, los electores habían quedado resentidos después de desaprovechar el gobierno de la Nación, la Ciudad y la Provincia, tres presupuestos juntos, para no hacer reformas, y que las métricas de la inflación y la pobreza, al final del camino, se movieran para arriba. Tuvo demasiada ventaja para un muy pobre resultado. Ahora, el gobierno de su primo en la Ciudad tampoco ayudó en nada a reparar ese daño a la reputación (que Macri nunca pudo reconocer), porque la Municipalidad funcionó de retaguardia en este proceso general de ajuste de las cuentas fiscales, porque Jorge aumentó impuestos y sostuvo una larga tira de prebendas.

Si su gestión local tenía algún problema general, visible, como la basura, los zombies, Macri tenía la obligación publicitaria de sacarse la responsabilidad, atribuyéndosela a otro, o la obligación administrativa de resolverla. Pero una de las dos, no ninguna. Perdió tiempo haciendo sociología, informando o manipulando al ciudadano con información sobre procedencias y radiografías de la pobreza. Cuando ya era tarde giró a la extrema derecha en todas las cuestiones sociales pero ya lo habían primereado.

Los dos años de gobierno que aún le quedan en la Ciudad pueden ser para sumarse como columna del mileísmo o para financiar una mejor oposición. Para lo primero hay un afecto societatis quebrado, casi irremontable. Pero para lo segundo puede faltar imaginación y liderazgo. Jorge es el subrogante de un líder que acaba de ser barrido electoralmente por Karina Milei. No hay consultor en el mundo, ni partida presupuestaria, que pueda encarnar en él la esperanza de una renovación democrática. Así que tendrán que ponerse al servicio de una candidatura para gobernar la Ciudad y la Nación desde 2027 que excluya el apellido de sus padres, hermanos inmigrantes; una generosidad para la que no están entrenados y que les hace perder la mitad del incentivo para tomarse el trabajo de supervisar el día por día de una actividad eminentemente burocrática.


Santoro salió segundo a poca distancia de Adorni pero ya vieron que no festejó. Leandro sabe cosas. La elección de 27 puntos y segundo no compra futuro para él. ¿Cuándo le va a ir mejor? ¿Cuando él sea otro? Podrá, aunque no es poco, ser parte del armado de un frente que corra por izquierda al oficialismo nacional, trabajoso porque son muchos pedazos, y que al final del camino lo deje donde ya queda hoy, en posición de negociar acuerdos con el ejecutivo municipal, por obras, excepciones, todo lo que cambia la vida de los levantan la mano.

No puede faltar mucho para que el kirchnerismo y la UCR/UBA converjan. Es una flecha en el aire. No es la primera vez que el partido radical saca el 2 por ciento en la Ciudad, ya lo hizo con Facundo Suárez Lastra quien, como un caballero, se bancó la mala y no le pasó la responsabilidad de la decadencia política a ningún joven en nombre de un trasvasamiento generacional publicitario. Pero puede ser la última. O porque le empieza a ir mejor, Lousteau como marca no está vencido a menos que su afán de ser millonario quede por encima del afán por ser millonario y ganar elecciones, o porque la UCR se funda completamente en una alianza, un frente político multisigno, con Santoro, Larreta, donde el aparato universitario, lo que la UCR puede aportar, su presupuesto, sus asistencias técnicas, compren lugares en las listas de ese frente que encabezará otro.

En su honor, Lula Levy le puso mucho esfuerzo a la campaña. Se prestó a todos los videos y cambió de sombrero todas las veces que la dirección publicitaria de la campaña le sugirió hacerlo. Pasó de universitaria comprometida, a no mamá de adolescentes al borde del coma digital durante la semana que Netflix alineó la conversación pública, a novia de Hebraica Pilar para al menos conseguir una reacción electoral favorable en la colectividad. No la obtuvo. Su personaje arrancó tarde, así que llegó a su mejor momento recién en el último metro de su curva de aprendizaje. Ahora que sabe lo que es la lucha por la representación, Lula queda a punto de decir algo que importe, pero la campaña se le terminó. El radicalismo sacrifica a sus electores para mantenerle el laburo a sus dirigentes.

De anoche sobresale como muy exagerada la celebración de Larreta pero festeja como un chico que pudo hacerle a Macri, lo que Macri le hizo a él. Y porque sobrevive, ahí justito, como figura pública con votos que pueden representar un piso y la capacidad para coordinar un frente electoral más grande que lo pueda acomodar en pelea por la Jefatura de gobierno si no aparece otra figura que busque la posición dentro de la que aún hoy podemos clasificar como coalición del déficit.

Pero esto va a cambiar. No quedan más codas. Para terminar con este delirio que estresa la convivencia y corroe las instituciones es imprescindible que toda la política asuma que patinarse los presupuestos está mal y que la inflación es el peor impuesto del mundo para vivir el día a día y para crecer. Ya nadie va a quedar como un boludo o un traidor por manifestarse contra la inflación y el déficit.

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