Entrevista por Alex Niven

Dave Proudlove es uno de los defensores más elocuentes de la zona de Greater Potteries, en la frontera entre las Midlands y el norte de Inglaterra. Columnista del Staffordshire Sentinel durante muchos años y entusiasta defensor en redes sociales de los sitios y temas locales, Proudlove ha dado voz regularmente a las esperanzas y sueños de Stoke-on-Trent y su zona rural, un rincón postindustrial de Inglaterra que ha sufrido terriblemente el abandono de los sucesivos gobiernos neoliberales desde la década de 1980.

Como autor, Proudlove ha trabajado principalmente para poner en primer plano cuestiones de clase y legado industrial en la cultura futbolística inglesa. Su libro de 2022 When the Circus Leaves Town examinó la desaparición de los campos de fútbol tradicionales en Inglaterra desde una perspectiva sociopolítica. Su nuevo libro, Work and Play: The Industrial Roots of English Football, es una especie de secuela de su predecesor, aunque con un trasfondo más optimista. Work and Play es un estudio enciclopédico de los orígenes del fútbol inglés en la historia del trabajo proletario, así como un recorrido animado por los clubes de base del fútbol moderno.

Pero, sobre todo, Work and Play es una exploración humana de la experiencia contemporánea de la clase trabajadora que deja en evidencia muchos relatos condescendientes sobre el llamado «Red Wall» [N. de la T.: término usado en el Reino Unido para referir a distritos industriales del norte de Inglaterra, las Midlands y parte de Gales que históricamente apoyaban al Partido Laborista]. Alex Niven conversó con Proudlove sobre los temas y las implicancias de su libro.

 

AN

¿Cómo empezó a explorar las raíces industriales del fútbol inglés?

DP

Fundamentalmente, viene de mi relación con mi padre, que nació en el norte de las Potteries en plena Segunda Guerra Mundial. Trabajó principalmente en la industria de la cerámica, pero también en una fundición, en una fábrica de ladrillos y, durante un tiempo, en una fábrica de municiones a las afueras de las Potteries. Era un tipo común de clase trabajadora al que le encantaba el fútbol. Y fue a través de mi padre y su amor por el fútbol —y por el Stoke City en particular— que desarrollé mi propio interés por el juego.

Pero la chispa para este libro en particular fue mi participación con el Alsager Town en la Northwest Counties Football League. Una noche jugábamos contra el Vauxhall Motors, obviamente un equipo de fábrica, y yo estaba hablando con uno de los miembros del comité de dirección antes del partido. Me preguntó si el Alsager era un equipo fabril. En realidad no lo éramos, pero nuestro campo está al lado de Radway Estate, que fue construido para los trabajadores de municiones, así que inevitablemente los trabajadores de municiones habrían jugado en el club.

Entonces nos pusimos a pensar en ello: el Cammel Laird estaba en nuestra liga en ese momento, al igual que el Avro, el Pilkington y el Cheadle Heath Nomads, que salieron de la fábrica Linotype en Altrincham… todos equipos fabriles. Y pensé que esto era algo que valía la pena explorar más a fondo.

 

AN

Hay una ambigüedad fascinante que emerge de tu libro: este hecho increíble de que tantos equipos del fútbol inglés —desde los no profesionales hasta equipos como el Arsenal y el West Ham— derivan su apodo, su identidad histórica y, en algunos casos, incluso su nombre real de una fábrica o una forma específica de industria. Sin embargo, seguía tratándose de fábricas capitalistas, con propietarios capitalistas que a menudo explotaban a sus trabajadores. ¿Cómo influyó esa ambivalencia en el desarrollo del juego?

DP

Siempre ha estado ahí. Si nos remontamos a los orígenes del Preston North End, por ejemplo, a su equipo de los «Invencibles» de finales de la década de 1880, su presidente y entrenador William Sudell estuvo involucrado de forma controvertida con una fábrica local. Así que ciertamente había ambigüedad en cuanto a la forma en que se financiaban el equipo y el club. Obviamente, no estamos hablando de la cantidad de dinero que se maneja hoy en día. Pero seguía siendo una cantidad sustancial, y en no pocos aspectos implicaba explotación.

Pero creo (y así es como imagino que lo veía mi padre) que esos 90 minutos lejos del trabajo eran una especie de libertad. Era nuestra vía de escape. Si nos remontamos incluso más allá del fútbol tal y como lo conocemos ahora, y observamos cómo se jugaba al fútbol en las calles y cómo los poderes fácticos intentaron domesticarlo, llegamos a descubrir cosas como los partidos del martes de carnaval, una conquista de la clase trabajadora que le brindaba la oportunidad de divertirse y alocarse, que fue finalmente permitida por las clases dominantes como vía de escape de las tensiones que podían perturbar el statu quo.

Todavía existen esos elementos de control; al final, todo se reduce al capital. Si miras el extremo superior del juego —e incluyo al Stoke en esto—… Veamos el Stoke City. Se fundó como Stoke Ramblers, un animal completamente diferente al que es ahora, cuando genera su riqueza a partir de medios moralmente cuestionables. Si le quitas [la empresa de apuestas y patrocinador del Stoke City bet365] al club de fútbol, este desaparece. Y es un vínculo incómodo, ¿no? Obviamente, lo sabes, porque eres seguidor del Newcastle. Y tienes ahí a gente del Manchester City. Esa es una de las razones por las que me he sentido atraído por el fútbol base en los últimos quince o veinte años. Porque esa conexión sigue ahí, más o menos en ese nivel, y realmente tiene algún significado.

 

AN

Tu libro sigue volviendo al auge y la caída de la comunidad trabajadora, y a cómo el fútbol encarna esa narrativa. A lo largo de los últimos 150 años, hemos pasado de un contexto en el que los clubes de fútbol eran conocidos como los Potters, los Hammers, los Bullets, los Colliers, etc., de clubes que eran más o menos sinónimos del trabajo de sus seguidores, a un presente de propietarios petroleros, patrocinadores de empresas de apuestas y la participación de figuras corporativas globales como Jim Ratcliffe y Todd Boehly. ¿Es esta una narrativa sobre la desindustrialización y lo que ha dejado atrás?

DP

Creo que después de los años 80 hubo una gentrificación deliberada de lo que tradicionalmente era una actividad de la clase trabajadora. Simon Inglis comentaba que mientras trabajaba en The Football Grounds of Great Britain en los noventa, y cuando se discutía la posibilidad de que el Arsenal se mudara de Highbury, se estaba considerando construir un estadio con capacidad para 60.000 personas. Querían destinar una gran parte del nuevo estadio a hinchas de clase media, pero igualmente podían haber reservado un buen sector para lo que él describió, si no me equivoco, como «jóvenes exaltados que querían gritar» o algo así. Sin embargo, hoy en día, esos jóvenes exaltados ya no son tan bienvenidos en los estadios de fútbol.

Estaba viendo al Fulham, y los precios de las entradas para algunos partidos son de tres cifras. Quiero decir, con el debido respeto, el Fulham es un gran club pequeño, y Craven Cottage es uno de los grandes campos originales existentes. Pero, ¿tres cifras para ver al Fulham? Vamos, chicos. Si vas a ver al Liverpool, o a quien sea, sigue siendo principalmente una afición de clase trabajadora. Personas auténticas que se preocupan por la comunidad, y se preocupan por el club de fútbol y quieren que siga adelante.

 

AN

Hace poco vi un documental sobre la selección inglesa en el Mundial de Italia 90, y a pesar de haber estado obsesionado con ese torneo desde los seis años, no sabía que habían decidido ubicar al equipo en Cerdeña —una isla— para evitar que los hinchas causaran estragos generalizados. El gobierno de Thatcher colaboró con las autoridades italianas en esta estrategia bajo la suposición de que todos los hinchas ingleses eran hooligans.

Esto contrasta enormemente con la actualidad, donde es común que los políticos incluyan en sus perfiles de redes sociales algo como «Abonado del [Aston] Villa» para demostrar su afición al fútbol. ¿1990 fue un punto de inflexión en la historia del fútbol?

DP

Fue, en efecto, una catástrofe capitalista. Fíjate en lo que pasó en el fútbol inglés en 1985, al final de la temporada 84/85, que fue una de las peores temporadas que he visto. El Stoke batió todos los récords de la antigua Primera División esa temporada porque fue terrible. Hacia el final de la temporada, hubo disturbios en Luton (el presidente de Luton en ese momento era David Evans, un diputado conservador) y prohibieron la entrada a los aficionados visitantes durante cuatro temporadas. Luego, el último día de la temporada, hubo disturbios en el Birmingham City y murió un joven hincha del Leeds. Y luego, obviamente, ocurrió el incendio del estadio de Bradford el mismo día.

El Sunday Times publicó un editorial al día siguiente y fue una auténtica vergüenza. Decían que el fútbol era «un deporte de barrios pobres jugado en estadios de barrios pobres, visto cada vez más por gente de barrios pobres». El Sunday Times era un brazo del establishment que encapsulaba la visión política dominante del fútbol en ese momento. Obviamente, Thatcher había hablado de los hinchas de fútbol como uno de sus «enemigos internos».

Luego está el caso de Hillsborough en 1989, y todos conocemos la historia de Hillsborough, que es una de las mayores desgracias que ha visto este país. Hay algunas buenas investigaciones sobre cómo esto cambió Gran Bretaña y la economía del país, creo que se menciona en el libro de Adrian Tempany sobre Hillsborough [And the Sun Shines Now]. Fue deliberado. Fue una política deliberada para expulsar a los «jóvenes rabiosos». Y aquí estamos. Quiero decir que es loable que el Stoke mantenga sus entradas tan asequibles… Pero, ¿sabes? Jugamos contra el Liverpool en la tercera ronda de la FA Cup en la temporada 87/88, y creo que mi entrada costaba 2,50 libras o algo así.

 

AN

Mi primer abono de temporada juvenil del Newcastle en 1992 costaba 49,50 £ para todo el año. A pesar de los acontecimientos negativos que mencionas, el fútbol inglés sigue estando muy arraigado geográficamente. En el libro hablas de ejemplos positivos de activismo de base, como el FC United y el AFC Wimbledon. ¿Crees, en primer lugar, que las raíces industriales del fútbol siguen formando parte de su biología y, en segundo lugar, que el fútbol aún conserva cierto potencial de organización colectiva y resistencia?

DP

Oh, absolutamente. Basándome en mis propias experiencias de los últimos quince años, he empezado a sentirme cada vez más positivo. Hace unos diez años, si ibas a los clubes semiprofesionales de base, veías las mismas caras todos los años. Y, obviamente, todos se están haciendo mayores.

Pero creo que ha habido una reacción hacia lo que ha estado sucediendo con el fútbol más arriba en la cadena alimentaria. Me refiero a un par de ejemplos en el libro. Un amigo mío ha estado por todas partes con el Stoke, y siempre será un seguidor del Stoke, pero perdió el amor por verlos. Y se ha convertido en directivo de un club local no profesional… hay toda una nueva generación de directivos de clubes. Y cuando la gente va a ver fútbol semiprofesional de base, recuerda lo que disfrutaban del fútbol antes de su transformación en un negocio multimillonario.

Hay otros ejemplos, como el club [County Durham] Horden; ves algunas de las cosas que hacen como club en su comunidad y piensas: espera un minuto, estos lugares podrían convertirse en verdaderos centros de actividad positiva en sus comunidades. ¿Dónde más podría llegar esto? Espero que pueda haber un resurgimiento de un pensamiento más progresista, digamos, en algunas de estas comunidades posindustriales.

 

AN

Es la pregunta del millón, ¿no? ¿Cómo se hace eso realidad? ¿Cómo se nutre esa cultura? ¿Eres optimista sobre el potencial de que el fútbol y su legado industrial revivan y se utilicen con fines radicales en el siglo XXI?

DP

Yo sí. No es un club industrial, pero ciertamente hay ese tipo de ambiente en West Didsbury y Chorlton en la División Premier del Noroeste, y también me refiero al Cadbury Athletic al final del libro. El año pasado fue su trigésimo aniversario, y creo que también podría haber sido el 150º aniversario del negocio del chocolate Cadbury. Tienen un vínculo formal con la fábrica de Cadbury, así que son una especie de «nuevo equipo de fábrica», por así decirlo.

El fútbol está infravalorado a los ojos de mucha gente. Pero, potencialmente, es algo muy poderoso, y puedes usarlo. Es un poder blando, si se quiere: puedes canalizar ese poder blando para hacer mejor las cosas por las comunidades que han sido decepcionadas por organizaciones que deberían haber hecho mejor por ellas. Y estoy totalmente a favor de eso.

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Sobre el entrevistador

Alex Niven es escritor, editor y profesor de inglés en la Universidad de Newcastle. Entre sus libros se encuentran Folk OppositionDefinitely Maybe 33 1/3 y New Model Island.