Las dimensiones del pensamiento libertario

En su libro The Individualists [Los individualistas], Matt Zwolinski y John Tomasi reconstruyen los orígenes del movimiento libertario yendo más allá de las referencias clásicas de Ayn Rand, Robert Nozick, Murray Rothbard y Ludwig von Mises. Los autores logran construir un mapa más amplio y complejo que el que suele presentarse habitualmente, pero flaquean a la hora de pensar las dimensiones autoritarias que en los últimos años han acompañado al libertarianismo de derecha.
<p>Viaje a los orígenes del multiverso libertario</p>

Mientras abordaba el transatlántico De Grasse en La Haya, en una gélida mañana del invierno de 1926, Alisa Zinovyevna Rosenbaum juró que jamás regresaría al continente europeo. Para ella, se trataba de un lugar yermo habitado por los fantasmas de una niñez tumultuosa. En el tránsito a América, la centelleante ciudad sobre una colina que anhelaba, se reinventaría y dejaría su pasado atrás. Alisa Rosenbaum, una estudiante de Leningrado, iba a convertirse en Ayn Rand, la escritora estadounidense y santa patrona del movimiento libertario.

Ayn Rand jamás regresó a Europa. En la última década, sin embargo, la visión intransigente del libertarianismo que ella vislumbraba en novelas como El manantial (1943) o La rebelión de Atlas (1957) ha experimentado un renacimiento sin precedentes en el continente. La influencia del randismo es particularmente notable en los países del antiguo bloque soviético, el imperio «colectivista» del que Rand había escapado en su juventud. El Centro Ayn Rand para Europa de Serbia, fundado con el nombre de Centro Objetivista de los Balcanes en 2016, por ejemplo, se ufana de llevar a cabo actualmente actividades en 29 países. En tiempos recientes, Bucarest y Ámsterdam fueron sede de grandes convenciones internacionales para promover la filosofía de Rand. Su agitadora versión del libertarianismo de derecha, considerada por lo general una ideología específicamente estadounidense, está extendiendo su zona de influencia hacia el «viejo mundo».

A pesar de este renovado interés en las ideas libertarias, han sido escasos los relatos históricos sobre los orígenes de esa ideología. Más allá de varios abordajes hagiográficos escritos por activistas libertarios, los académicos han sido cautelosos en el estudio de este movimiento multifacético, y se han enfocado en cambio en la historia intelectual más específica de doctrinas relacionadas, como el neoliberalismo, el liberalismo de la Guerra Fría o el conservadurismo. The Individualists [Los individualistas], de Matt Zwolinski y John Tomasi, apunta a llenar ese vacío. Por cierto, los autores se autoidentifican como «libertarios de corazón sangrante» y están por lo tanto, técnicamente, escribiendo la historia desde dentro; sin embargo, The Individualists presenta el relato más académico y equilibrado de la historia del movimiento hasta la fecha.

Zwolinski y Tomasi definen el libertarianismo como una «familia de teorías políticas» que se unifica esencialmente alrededor de seis «compromisos esenciales: derechos de propiedad, libertad negativa, individualismo, libertad de mercados, escepticismo respecto a la autoridad y fe en la relevancia explicativa y normativa del orden espontáneo». En particular, su definición privilegia el «escepticismo» por sobre el antiestatismo absoluto que se asocia comúnmente al libertarianismo, lo que refleja la posición de los autores del lado moderado del movimiento libertario contemporáneo. Además, identifican tres «olas» de pensamiento libertario: el libertarianismo «originario» de la segunda mitad del siglo XIX, una «era de Guerra Fría» entre los años 30 y los 80 del siglo XX y una «Tercera Ola» de libertarianismo a partir de la caída del Muro de Berlín en 1989. De acuerdo con Zwolinski y Tomasi, el libertarianismo experimentó su apogeo como ideología anticomunista en la Guerra Fría y se sumió en una crisis de identidad con la desaparición de su enemigo soviético en la década de 1990.

The Individualists apunta a diversificar el canon de pensadores asociados generalmente al libertarianismo. Aun si la biografía de Ayn Rand (entre otras) le sirve a los autores como un ornamento narrativo ligeramente sobreutilizado, su libro busca sobre todo desafiar la reducción del pensamiento libertario a un puñado de autores, entre los que se incluyen Rand, Robert Nozick, Murray N. Rothbard y Ludwig von Mises, todos dentro del contexto de la derecha norteamericana. Zwolinski y Tomasi marcan la naturaleza variada del movimiento libertario de tres maneras: señalando como raíces de las ideas libertarias los trabajos de pensadores franceses y británicos como Frédéric Bastiat, Gustave de Molinari y Herbert Spencer; ampliando la definición más allá del libertarianismo antiestatista «estricto» hasta incluir a pensadores neoliberales como Friedrich A. Hayek; y destacando las raíces progresistas de izquierda del libertarianismo estadounidense, cuyo origen puede encontrarse en anarcosocialistas como Benjamin Tucker o abolicionistas como Lysander Spooner. Zwolinski y Tomasi se las arreglan bien para expandir el canon del libertarianismo a un impresionante conjunto de pensadores. Desafortunadamente, sin embargo, su cronología, que distingue entre libertarianismo «originario» y «de Guerra Fría», termina con mucha frecuencia confirmando más que poniendo a prueba el americanocentrismo que inicialmente parecen criticar.

Seis capítulos temáticos exploran las dimensiones del pensamiento libertario analizando la relación entre propiedad privada, trabajo y derecho natural, desentrañando la actitud libertaria hacia el Estado, investigando la implicación del movimiento con los empresarios y el capitalismo de libre mercado, explorando justificaciones y remedios para las desigualdades sociales en el discurso sobre el orden espontáneo, debatiendo la perspectiva de raza en la historia del individualismo y preguntando en qué medida se pueden conciliar las soluciones a los problemas globales con el principio libertario de no intervención. La sección temática que conforma los últimos dos tercios de The Individualists entrelaza con habilidad los seis marcadores del pensamiento libertario que los autores identifican en el primer capítulo con problemas más amplios que a menudo interpelan a la política contemporánea tanto como a historiografías específicas. Rastreando estos temas a través de las «tres eras» del libertarianismo, al tiempo que observan los procesos en Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos, los autores subrayan una vez más la diversidad del canon libertario.

The Individualists tiene un mérito considerable como pantallazo académico, abarcador y en gran medida imparcial de la hasta ahora postergada historia del libertarianismo en Europa occidental y Estados Unidos desde el siglo XIX hasta la actualidad. De cualquier modo, las preguntas sin respuesta que quedan flotando bajo la superficie de su narrativa dejan un sabor amargo.

Sobre todo, me pregunto por el alcance geográfico del análisis de los autores: si bien es verdad que buena parte del movimiento libertario «siguió a Rand en su traslado a Estados Unidos» a comienzos de la Guerra Fría, ¿no es esto reducir una vez más el libertarianismo a una orientación estrictamente de derecha que los autores en teoría cuestionan? ¿No hubo realmente ningún movimiento libertario europeo significativo en la segunda mitad del siglo XX? ¿No hubo corrientes libertarias en el movimiento global de 1968 o en los movimientos de protesta que condujeron a la caída del comunismo soviético, una victoria tan seminal para la visión del mundo libertaria? Europa sigue siendo una terra incognita libertaria luego de la Segunda Guerra Mundial en las páginas de The Individualists.

Dentro del contexto de la historia estadounidense –que es claramente foco del libro–, los autores sugieren una transferencia de las ideas libertarias de la izquierda política a la derecha. No obstante, no queda claro cómo ocurrió este cambio. Mientras que el New Deal y el anticomunismo de la Guerra Fría son convincentemente planteados como momentos seminales en la historia, las críticas de los actores a estos momentos (por ejemplo, la historia de Rothbard sobre el New Deal) parecen sugerir la posibilidad de una cronología diferente que es previa a estos acontecimientos. Más aún, autores como Isabel Paterson, Rose Wilder Lane o Garet Garrett, que sostuvieron posiciones en gran medida conservadoras antes del New Deal, son mencionados como catalizadores del movimiento, lo que complica aún más la cuestión de los inicios del libertarianismo de derecha.

Algo más importante es que The Individualists evita abordar los planteos autoritarios que en la actualidad reivindican, paradójicamente, muchos miembros del libertarianismo. Aunque el ataque contra la democracia por parte de autodenominados libertarios se vuelve cada vez más visible –algo evidente, por ejemplo, en el presidente argentino Javier Milei, un autoproclamado libertario que ha menospreciado a las feministas y a los activistas climáticos como enemigos de la libertad–, los autores en buena medida eluden historizar la cuestión de las tendencias antidemocráticas cuando describen la dictadura de Augusto Pinochet en Chile (con el apoyo de neoliberales como Hayek) como un mero ejemplo de la «ambivalencia libertaria respecto de la democracia» o cuando etiquetan el trumpismo como un fenómeno que se ubica «en los oscuros márgenes del movimiento libertario».

Como resultado, Zwolinski y Tomasi desaprovechan la oportunidad de explorar las profundidades del multiverso libertario. Mientras que The Individualists aporta un dispositivo útil para definir el libertarianismo como teoría política, no se aventura en la creatividad de la izquierda libertaria –pensemos en el ciberpunk, el periodismo gonzo o el movimiento okupa– ni en el tecnoutopismo de la derecha libertaria –el seasteding o colonización marina, la búsqueda de longevidad o el prometeísmo–. Como el interés global en las ideas libertarias está creciendo, sería esencial enfatizar que el libertarianismo puede ser mucho más que un egoísmo randiano a toda costa, y al mismo tiempo echar luz sobre los «oscuros márgenes» del movimiento para revelar que el ataque a la democracia es un ataque a la libertad. Aunque The Individualists ofrece las herramientas básicas para entender las raíces históricas del libertarianismo, el sesgo político de sus autores impide que el libro realmente explore la diversidad del movimiento y sus consecuencias para la cultura política de nuestro tiempo.

Nota: la versión original de este artículo, en inglés, se publicó en CEU Review of Books el 1/9/2024 y está disponible aquí. Traducción: María Alejandra Cucchi

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