Sucede habitualmente: “No son todos lo que están, ni están todos los que son”. Los procesos políticos llevan a eso. Todo lo que se consolida en un momento histórico y se construye como unidad, social y política con el tiempo cambia, muta, agrega, quita. Domina finalmente Marx y todo lo sólido se desvanece en el aire.
Tras la crisis con el complejo agro mediático, abierta por la fallida “resolución 125”, elaborada por el entonces ministro de Economía Martín Lousteau que renunciara en abril del 2008, y tras aquella elección bonaerense del año 2009 con el triunfo del empresario colombiano Francisco de Narváez, voló por el aire definitivamente el tipo de unidad llamada “transversalidad” diseñada en el año 2007 para el Frente Para la Victoria.
Recordemos que el vicepresidente Julio Cleto Cobos dejó de lado su posición de integrante del Poder Ejecutivo y pasó a la oposición con aires presidenciales, antes en Julio del año 2008 también había renunciado el jefe de Gabinete Alberto Ángel Fernández.
También dejó el gobierno en el mes de Julio de ese año 2008 don Sergio Tomás Massa, integrante incluso de la lista testimonial bonaerense en el año 2009 – a solo once meses de haber dejado la intendencia de Tigre para volver justo antes de que termine su licencia- y ya desde la intendencia comenzar a diseñar el Frente Renovador con el que ganaría holgadamente las elecciones de Provincia de Buenos Aires en el año 2013.
Pasó siempre en el peronismo: El tipo de unidad histórica que planteó Juan Perón en los comienzos a mediados del siglo pasado, no fue el mismo que el de los años setenta de gran soporte en la Juventud responsable central de su retorno
Ese tipo de unidad setentista estalló en el año 1974 tras la muerte de José Ignacio Rucci para mudar de centralidad hacia el movimiento obrero, protagonista principal del tipo de unidad histórica de mediados de los años setenta que incluso perduró durante el gobierno fallido de Isabel Perón.
Aún con esa gran centralidad del movimiento obrero, no fue el mismo tipo de unidad histórica de mediados de los años setenta el que se materializó con Ítalo Argentino Luder en el año 1983, ni la que se estructuró con Carlos Saúl Menem en la primera etapa de gobierno peronista en el lapso 1989- 1995.
Un tipo de unidad que a su vez se transformó drásticamente a partir del año 1995 y no replicó el tipo de unidad política y social del año 1989 incorporando dirigencia y electores de la entonces Unión de Centro Democrático, formación liberal capitaneada por el inefable Álvaro Carlos Alsogaray que venía de obtener el 7% de los votos nacionales.
El tipo de unidad histórica menemista mucho menos tuvo que ver con la que Néstor Carlos Kirchner construyó en el año 2003 y que, con muchos cambios en su devenir histórico, llega, aunque muy transformada, hasta nuestros días.
En el año 2008, Néstor Kirchner sienta doctrina respecto al tipo de unidad histórica que requiere la fase kirchnerista del peronismo condensada en esta visión: Unidad si, para bajar banderas, no.
Tampoco es novedad. En el año 2009, tras la derrota electoral de medio mandato el tipo de unidad histórica –social y política- que plantearon Néstor Kirchner y Cristina Fernández ya estaba en crisis y no fue la misma en el año 2011, donde renunciaron ministros de gran peso como Alberto Ángel Fernández y Sergio Tomás Massa al tiempo que la transversalidad del año 2007 ya no formó parte del tipo de unidad histórico-concreta del peronismo kirchnerista.
En esta dirección de análisis, el tipo de unidad desplegada por el peronismo para ganar las elecciones del año 2019, es notorio, ha concluido ya su etapa histórica.
Es muy probable entonces que el tipo de unidad histórica que planteó Cristina Kirchner para el lapso comprendido entre los años 2019-2023 cambie drásticamente tras la fallida etapa de gestión del Frente de Todos y su deriva en la derrota de Unión por la Patria.
Sin embargo y más allá de los cambios necesarios en el tipo de unidad histórica, la discusión que persiste en la coyuntura y está hoy agigantada en y por los medios no solo opositores, es si el peronismo es algo más que el kirchnerismo.
Habría, para algunos políticos, analistas, periodistas, locutores, propiedades históricas, de gestión y representación, que el peronismo tiene por sobre el kirchnerismo, y esa es una discusión teórica específica que debe darse, porque tiene consecuencias políticas muy importantes.
Si se considera que hoy el kirchnerismo es una etapa acotada del peronismo, que en definitiva es un despliegue histórico, político y de representación social mayor que lo supera, se toma una determinada política coyuntural y estratégica.
El llamémosle “peronismo peronista” comienza siempre por refugiarse en una supuesta “pureza doctrinaria” (que nadie conoció, conoce ni conocerá jamás), para acotar, suspender, encapsular el liderazgo de Cristina Fernández de Kirchner, bajo la consigna habitual de “basta de dedo”.
Cooke de vuelta:
"Se les pide que nos encaminemos al poder, que no nos encaminemos a la disgregación, que no nos encaminemos a la esterilidad histórica. Lógicamente como yo hago estas críticas, comprendo que puedan hacer otras, pero siempre desde la lucha. pic.twitter.com/shcpTs80Pp— Artemio López (@Lupo55) January 2, 2023
Si en sentido contrario, se observa que el kirchnerismo expresa plenamente la experiencia popular democrática que inauguralmente desplegaron Juan y Eva Perón, y es hasta hoy al menos, la modalidad histórica concreta que asume el peronismo inaugural, surge otra determinación, estratégica y coyuntural que comienza siempre por reconocer el liderazgo de Cristina Kirchner sin limitaciones ni condicionamientos.
Por otra parte, en lo estrictamente electoral, nunca pudo ser sustentable en la práctica -salvo recurriendo a la patria consultora y sus encuestas- la idea de que hay un plus electoralmente potente del peronismo no kirchnerista desbordando el que expresa el liderazgo de CFK, al que denominan «cristinismo» para bajarle el precio.
Por el contrario, en las elecciones de medio mandato del año 2021, básicamente por la crisis de ingresos, se perdieron votos que acompañaron al oficialismo en las elecciones del año 2019.
La “unidad” del Frente de Todos se rompió en noviembre de 2021, cuando la coalición marchó a elecciones desconociendo su componente kirchnerista expresado en el rechazo a los reiterados pedidos de corrección de la política económica y social por parte de Cristina Kirchner.
Este desconocimiento del componente kirchnerista de la coalición tuvo su punto más alto en los inicios del año 2022, cuando el Frente de Todos convalidó el acuerdo delictivo que suscribiera el gobierno anterior con el FMI, motivando la renuncia la presidencia del bloque de diputados de Máximo Carlos Kirchner.
Insistimos en que cuatro millones de electores que acompañaron al FDT en el 2019, ya no lo hicieron en aquellas elecciones de medio término en el año 2021.
Se mostró una vez más que la hipótesis de la potencia electoral del peronismo no kirchnerista es falsa y en rigor, cuando el «peronismo» despojado de su componente kirchnerista apareció en la escena electoral, fue siempre derrotado.
Por caso el peronismo despojado de kirchnerismo en su conducción ya gobernó. Fue el Frente de Todos y los resultados resultaron tan defraudatorios, que un segmento importante de ciudadanos que lo acompañaron en el año 2019, buscaron alternativas electorales menores como el FIT-U y mayormente La Libertad Avanza.
Asumir las transformaciones inexorables en el tipo de unidad histórica, política y social que se construyó para el lapso comprendido entre los años 2019-2023 sin perder la vocación de mayoría, parece el gran desafío de la etapa actual para el peronismo kirchnerista, tarea compleja, sin duda, pero inevitable e históricamente recurrente.
La situación actual del peronismo y alguno de sus distintos referentes difieren en mucho más que estilos o modales, hay distintas miradas y algunas antagónicas, sobre el modelo de país al que se aspira, modelo que, aún sin explicitar, y como sucede históricamente en el peronismo se condensa en un nombre y desde el 27 de octubre del año 2010, en un nombre de mujer: Cristina Fernández de Kirchner.
La potencia de su liderazgo es reconocido amorosamente por amplios sectores populares y con odio por muchos de quienes la adversan, a punto de que intentaron su asesinato.
Intento de femimagnicidio aún impune, con sospechas ciertas de responsabilidades que trepan hasta la cima del actual gobierno.
Finalmente, como bien señala Mario de Casas refiriéndose a la profundidad y potencia del liderazgo de CFK:
“Lo sabe el bloque de poder, pero a algunos compañeros les cuesta comprenderlo. No debería ser necesario agregar que, entre los militantes, la única víctima ha sido Cristina: la victimización sensiblera de otros actores del peronismo es una de las tantas zonceras que sólo confunden a ingenuas e ingenuos; dramatizan cuando apenas están protagonizando una clásica disputa por espacios de poder.»1
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1- De Casas, Mario: «Ser Boleta». El Cohete a la luna. 13-10-24