Por Conrado Yasenza*
(para La Tecl@ Eñe)
El gobierno de Mauricio Macri transformó a Santiago Maldonado, mediante diversas operaciones político-comunicacionales, en un hippi sucio, drogón, artesano, agente británico, terrorista kurdo/colombiano, miembro de la “célula” RAM que intentaba cooptar la Patagonia y declarar un Estado Separatista Mapuche. Una reactualización del enemigo interno de la sarmientina “Patagonia chilena”.
Santiago desapareció el 1° de agosto de 2017 en el marco de un operativo ilegal llevado a cabo en forma coordinada por Gendarmería Nacional y el jefe de Gabinete del Ministerio de Seguridad, Pablo Nocetti, y con el aval de la entonces ministra de Seguridad Patricia Bullrich y el presidente Mauricio Macri. Setenta y siete días después, Santiago fue encontrado muerto en el río Chubut.
La desaparición y muerte de Santiago Maldonado fue utilizada por el gobierno de Mauricio Macri y la entonces ministra Bullrich para atacar a quienes habían denunciado la persecución y cacería en el territorio habitado por la comunidad Pu Lof. El gobierno de Macri aprovechó el manto de desinformación que los medios masivos de comunicación fabricaron, para atacar y espiar a su familia con la complicidad de una investigación judicial que ya mostraba enormes deficiencias, al grado de ocultar evidencias. A siete años, la justicia no ha avanzado en determinar las responsabilidades políticas del violento operativo que culminó con la muerte de Santiago Maldonado.
Lo alarmante es que la construcción del enemigo que altera la “normalidad” de un orden social instituido, hizo y hace mella con alarmante facilidad en la superficie de una sociedad en la cual ese sentimiento de odio/rencor es mucho más que una latencia en estado de erupción constante. Santiago Maldonado puso el cuerpo y sus convicciones en el centro de los intereses del poder geopolítico: La Patagonia de Benetton y Joe Lewis, el magnate inglés amigo del expresidente Macri.
El partido de gobierno del año 2018, Cambiemos, hizo campaña alimentando el odio hacia ese enemigo interno, una medusa cuya cabeza portaron la efigie de Santiago, Milagro Sala, Cristina Fernández y las diferentes representaciones del kirchnerismo. Hoy, ese enemigo, con el gobierno de Javier Milei, ha variado apenas un poco fijándolo a un mundo inexistente desde la caída del Muro de Berlín y disolución de la ex Unión Soviética: El agente comunista con sus ramificaciones internacionalistas, pero también todo el universo de las diversidades sexuales y de identidad de género, los “zurdos” de toda laya, las “ratas” políticas opositoras y, por supuesto, el kirchnerismo y los pueblos originarios.
Este es el espíritu de época que nuestras pasadas elecciones ha consagrado. La hora del enemigo que hoy puede ser cualquier ciudadano/a que debe ser identificado y perseguido a través de un programa de Inteligencia Artificial cuyo organismo ejecutor es la Unidad de Inteligencia Artificial Aplicada a la Seguridad, creada vía Resolución 710/2024 y firmada por la hoy – también – ministra de Seguridad Patricia Bullrich, y ordenada por Javier Milei.
Un tiempo caníbal y siniestro el que vivimos, aunque el aparato comunicacional amigo del presidente intente morigerar presentándolo como el destino que una sociedad libre que ha elegido. Un destino de deshumanización que establece la continuidad y profundización de sistemas de vigilancia, investigación, persecución y cacería de potenciales sospechosos de atentar contra los intereses de la sociedad del libertarismo nacional.
Habrá que pensar sobre los límites o las posibilidades que abren hoy las democracias liberales occidentales, sostenidas en el esquema tripartito de poder económico globalizado, poder judicial y medios comerciales dominantes que operan en tándem con las redes sociales.
El tiempo de la cacería, de la cual fue víctima en 2017 Santiago Maldonado, sigue vigente y, otra vez, avalado por el voto popular.
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*Periodista y docente en UNDAV.