Festejan el fracaso. Ricardo Aronskind sostiene que el manejo de la escena por parte de los libertarios permitió ocultar su rendición frente a las presiones del FMI para devaluar y perder así el control del supuesto "plan económico". No hay "plan", no hay "fases", no hay nada. Sólo entrega y sumisión.
Por Ricardo Aronskind*
(para La Tecl@ Eñe)
Dos fracasos relativos al corazón del esquema económico del gobierno, anunciados en un mismo día, no son un dato menor.
Fracasó el plan antiinflacionario, ya que la inflación venía bajando menos de lo que necesitaban las autoridades para ponerse a la par del Domingo Cavallo de la Convertibilidad, pero el viernes supimos que en el mes anterior había pegado un salto muy por arriba de lo aguantable, al 3,7%.
Eso mostraba, con mucha crudeza, que las cosas estaban muy lejos, demasiado lejos de lo planificado en la materia.
Y fracasó también el plan cambiario, que estipulaba una devaluación mensual sistemáticamente fijada por decisión presidencial en el 1% mensual, desde febrero de este año y por lo menos hasta las elecciones de octubre.
El Banco Central vino sufriendo una enorme hemorragia de divisas duras para mantener al dólar en un valor insostenible; presenció en silencio cómo las reservas se estaban evaporando aceleradamente, y solicitó con mucho disimulo “ayuda urgente” al FMI para poder evitar un estallido cambiario prematuro, que afectara las chances electorales de LLA ante las elecciones de octubre.
Ambos fracasos convergen en un peligro económico y social para la población, y en un peligro político para el gobierno: una aceleración del ritmo inflacionario, que dañaría aún más los flacos bolsillos de las mayorías, y que desgastaría políticamente al gobierno y a la figura de su presidente.
Ahora sabemos que en las próximas semanas se vivirá un impacto inflacionario y habrá una caída de la actividad económica. Sin embargo, los devenires de la política son bastante más complejos que trazar una línea recta con una regla.
Manejo comunicacional
Lo que asombra, a pesar de que el gobierno ya cumple casi 16 meses de gestión, es el dominio sobre las situaciones críticas, el redoblar la apuesta, la capacidad de mentir y establecer un relato paralelo a la realidad. El uso descarado de un aparato comunicacional que no construyó pero que le responde en los momentos críticos.
Claro que el gobierno no es un grupo de gente suelta: para poder hacer esto es necesario saberse apoyado por muy poderosas fuentes de poder local e internacional. En este último terreno, centralmente, es Estados Unidos el que le viene poniendo fichas al gobierno de Milei.
Sin ese respaldo, muchos factores de poder locales, desde medios de comunicación, empresarios y políticos, y sectores medios, no sólo no lo apoyarían, sino que pasarían a un ataque y boicot directo.
Si bien se podían detectar signos de desesperación en el gobierno hacía ya varias semanas, y titubeos públicos del ministro de economía en sus forzadas apariciones televisivas, el poder ejecutivo supo fingir que el acuerdo con el Fondo era parte de la “normalidad” y de las etapas que se iban cumpliendo.
El viernes en el que se anunció la ruptura de la regla cambiaria, se superpuso la novedad (y se tapó en forma brillante) con el anuncio del INDEC de que se había registrado un brusco 3,7% de inflación. Suelto, sin otra noticia más rimbombante, ese dato hubiera sido de gran importancia política y hubiera generado mucho ruido en materia de confianza en la actual política económica y en la solidez de la palabra económica del presidente.
Pero lo taparon. Y lo taparon en forma solemne, usando la cadena nacional, y con los principales referentes del gobierno con cara de épica mortuoria, escenificando un nuevo “progreso” en la implementación del programa de “la libertad”.
Si bien la exposición presidencial merece en sí misma una lectura por la riqueza del fraude que perpetra en cada renglón, se reconoce en ella un patrón característico que pasa por las aseveraciones ideologizadas de derecha, las alusiones a una historia inexistente, los ditirambos económicos incomprensibles –dichos específicamente no para explicar, sino para seguir machacándole a sus seguidores que Milei “sabe mucho de economía”-, y las teorizaciones de manual de primer grado de economía abstracta.
Pero lo importante es la actitud: un presidente que sabe que anuncia una mejora adicional en su plan económico, que cuenta con etapas muy claras y establecidas que nadie sabía, que proclama una conquista de nuevos grados de Libertad, expresada en la posibilidad de que el ciudadano pueda comprar más Dólares.
Estamos ante un artefacto económico, político y cultural que mantiene su apelación sobre una cantidad de argentinos que se han formado en las últimas décadas, en los contextos de tensión cambiaria, remarcaciones, crisis bancarias e incertidumbres de todo tipo.
El interregno kirchnerista, que había logrado modificar este clima cultural miserable, no fue suficiente para cambiar el patrón cultural, los comportamientos sociales forjados en la inestabilidad neoliberal, y el clima de sálvese quien pueda comprando dólares, característico de todos y cada uno de los experimentos neoliberales.
El presidente Javier Milei y el Secretario del Tesoro de los Estados Unidos Scott Bessent.
Paradojas del neoliberalismo
Es precisamente esta subcultura neoliberal arraigada la que está estragando al programa económico de Milei, y especialmente a su discurso que retoma y refleja estos “valores” de una parte de la sociedad.
Y lo está estragando porque a partir de que el gobierno anunció una “banda” de flotación cambiaria, entre 1.000 y 1.400 pesos, se lanzó una carrera remarcatoria digna de hecatombes mayores que está generando un fenómeno económico aún más dañino: ¡están subiendo los productos que se comercian localmente en dólares!, mientras la gente de a pie recibe el impacto de una devaluación que aún no arribó oficialmente al 30% que se podía prever. Los agroexportadores, como siempre y en todo momento, quieren esperar a que la cotización de la divisa suba al tope más alto posible.
El manejo de la escena por parte de los libertarios permitió mostrar que su rendición frente a las presiones del FMI para devaluar, fue en realidad una decisión propia para profundizar lo que venían predicando “desde siempre”.
En las próximas semanas, en el seno de la opinión pública, chocarán dos percepciones encontradas: que ahora “podemos” comprar dólares –que sería: “lo que siempre queremos hacer”- y que están subiendo bastante los precios, y erosionando los ingresos, sin que nuestros salarios los puedan seguir…
El problema que tienen los discursos políticos como los de Milei es que no admiten fisuras, ni dudas, ni grises: están lo que saben y se animan, como el presidente, y están los ignorantes y brutos que hablan porque sí y apuestan a que a “la gente” le vaya mal.
Esto quiere decir que son discursos aparentemente sólidos, pero que cuando se quiebran, el quiebre es de una dimensión monumental.
El fracaso antiinflacionario y el fracaso cambiario se dan en el contexto de un año electoral, donde la derecha libertaria aún está robusta, y la derecha macrista oscila entre ladrarle y acompañarla.
«Las proyecciones de crecimiento para Argentina son de 5%»
Kristalina Georgieva, directora gerente del FMI, dijo que el país puso sus «condiciones fiscales en orden» destacó que el Gobierno se está moviendo de una manera muy «disciplinada» y afirmó: «La gente los apoya». pic.twitter.com/s24fMSsTpV
— Corta (@somoscorta) April 17, 2025
Es una gran atracción, para la política opositora, machacar sobre la inflación en ascenso que el propio mileísmo había colocado como estandarte de la máxima reivindicación posible para las masas.
La paradoja es que hablar sólo de la inflación, y desentenderse de los problemas estructurales del país –casi invisibles para la mayoría despolitizada y desinformada-, es seguir reforzando los mantras que la derecha ha sabido imponer.
Ni siquiera se logró que se discutiera en términos de un viejo concepto, el del “costo de vida”, que es mucho más interesante políticamente porque alude a un conjunto de gastos que deben estar cubiertos para poder vivir con cierta dignidad.
La “baja de la inflación” sólo significa que los precios fijados por las empresas suban cada vez un poco menos, sin importar a qué niveles ya llegaron, ni cómo quedó la capacidad de compra de las personas concretas. La máxima aspiración humana, en Argentina, sería que la inflación no suba más, con lo cual se cristalizaría una pésima distribución del ingreso.
Por las condiciones otorgadas, no cabe ninguna duda de que el FMI apoya políticamente al gobierno de Milei, aún sabiendo que puede terminar usando los 12.000 millones otorgados a gran velocidad, y en dólares físicos (no en DEGs, la moneda del propio FMI), para mantener tranquila la cotización de la moneda, y volver a restaurar un clima de inflación controlada, baja, con la cual llegar a las elecciones nacionales diciendo: «no sólo bajamos la inflación, sino que abrimos el cepo.».
Una revalidación electoral de este experimento extremo no sólo es importante para el alucinado bloque de negocios local, sino para Estados Unidos, que consolida a un verdadero vasallo en la presidencia de Argentina.
Para la derecha internacional, que ve con mucho interés nuestro caso, se dilucida aquí si es posible atacar violentamente el nivel de vida de la población, darle vía libre a todas las medidas que requiere el capital para incrementar sus negocios, y al mismo tiempo ser exitoso electoralmente.
Seguimos creyendo que, a pesar de la complejidad de la mente humana, y de los cada vez más eficaces medios para su control y manipulación, existen límites a la alienación y el individualismo, y que la desmejora de las condiciones de vida, las quiebras de empresas, el desempleo y el desamparo que garantiza este modelo económico-social, van a recibir una respuesta de las mayorías agredidas, y no pasarán impunes.
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*Economista y magister en Relaciones Internacionales, investigador docente en la Universidad Nacional de General Sarmiento.