Si triunfa el candidato del PT ¿estaremos asistiendo a un nuevo “giro a la izquierda” en la región? Si lo hace el aspirante a la relección ¿se consolida el “giro conservador” iniciado por Mauricio Macri en Argentina en 2015? ¿Se trata de caminos ideológicos o de oficialismos en dificultades?
Las elecciones del domingo 2 de octubre dejaron en suspenso la definición electoral. Lula obtuvo el 48,4% de los sufragios frente al 43,2% que alcanzó el actual presidente. Como escasamente ha ocurrido en materia electoral en la historia del país ambos contendientes superaron el 90% de los votos, evidenciando una polarización política que corta al gigante sudamericano en términos políticos, económicos, culturales y sociales. Para decirlo gráficamente, el presidente predominó en los distritos electorales que se extienden al sur de Brasil, frente a un Lula que se hizo fuerte en el norte, sobre todo el nordeste pobre del país. Para ejemplificarlo en términos de estados: el presidente ganó en Rio de Janeiro, San Pablo, Rio Grande do Sul, por mencionar los más poblados y emblemáticos, en cambio Lula lo hizo en Pernanbuco, Bahía y Minas Gerais.
La segunda vuelta electoral promete ser más reñida de lo que a priori parece surgir del resultado de hace 10 días, y el presidente Bolsonaro intentará, mediante la ventaja que le otorga el estar a cargo del ejercicio del poder político, no sólo achicar la distancia, sino intentar prevalecer en votos. No parece una tarea sencilla, no sólo por los escasos sufragios que le quedan a Lula para superar el umbral del 50%, sino también porque enfrente tendrá un candidato taquillero y muy habituado a este tipo de compulsa: con la del domingo 30 de octubre este será el cuarto balotaje que disputará el candidato del PT.
De ganar la segunda vuelta, sin embargo, Lula no contará con un legislativo amigable. Los partidos aliados al presidente tendrán mayoría en ambas cámaras y obligarán al dos veces presidente de Brasil a ingeniársela, como hizo durante los años 2003-2011, para poder aprobar su agenda legislativa. Las características del sistema de gobierno y, sobre todo, el electoral, no les otorgan a los presidentes del país ventajas ostensibles en materia legislativa, y lo obligan a negociar casi punto a punto las leyes que el ejecutivo desea que se hagan realidad.
Esta nota, sin embargo, más que analizar en profundidad las características del voto del domingo 2 de octubre ubicará su lente en dos aspectos que, de ganar Lula en tres semanas, merecen destacarse:
1) las dificultades para los presidentes en ejercicio para reelegirse y
2) las facilidades de las expresiones opositoras para triunfar en elecciones presidenciales.
Llamo la atención sobre este fenómeno a partir de la evidencia empírica que presento a continuación que, en mi concepto, inhibe hablar de rumbos ideológicos determinados y sí de oficialismos en problemas. Tomando en cuenta las últimas 24 elecciones (no sumé esta última de Brasil ya que no se ha definido) que se realizaron en América Latina desde el año 2015 observemos dos variables: a) la ideológica, es decir, ¿Hay un giro a la izquierda o uno a la derecha?; y b) el eje oficialismo / oposición, ¿predomina el oficialismo y las reelecciones o lo hace la oposición?
¿Qué nos indica el cuadro de arriba? A continuación, presento unas viñetas explicativas de lo que se desprende del gráfico.
De todas maneras, no es tarea de esta nota explicar las razones de las derrotas oficialistas. Ya habrá otros estudios que expliciten esta cuestión con más detalle y, sobre todo, con más evidencia empírica. Lo que a primera vista puede leerse de esto, es la existencia de una importante insatisfacción popular con los gobiernos de turno, de las que sólo pocos pueden evitar.
Los tiempos de las reelecciones parecen haber terminado y la rápida circulación de las elites gubernamentales parece ser la característica distintiva de la actual etapa.
El 30 de octubre Brasil decidirá su destino. Lula tiene a favor los votos, pero también un clima de época poco piadoso con los oficialismos.
Como se observa en el cuadro, este fenómeno no comenzó con la pandemia (en todo caso ésta lo profundizó) y no afecta solamente a los liderazgos moderados: Bolsonaro es un ejemplo emblemático en la materia. Tampoco pareciera ser que el devenir económico explique en soledad la cuestión, ya que las victorias opositoras se dan a lo largo y ancho de la región. Una Latinoamérica que siempre se mueve parecido, en forma homogénea y con un ritmo caliente.
*Por Mariano Fraschini. Dr. en Ciencia Política y docente en UBA y FLACSO.