Branko Milanovic es uno de los comentaristas más autorizados sobre desigualdad global, globalización y capitalismo. Ha escrito extensamente sobre estos temas en sus libros Capitalism, Alone y Visions of Inequality, así como The World Under Capitalism, una antología de sus populares entradas de blog sobre estos asuntos.
La llamada “curva del elefante”, el famoso gráfico que analiza la distribución del ingreso mundial y que elaboró junto con Christoph Lakner en 2013, es quizá la mejor síntesis de los logros de la globalización —como la reducción general de la desigualdad global— y también de sus males subyacentes, como el ascenso de una élite global no sujeta a rendición de cuentas.
En una entrevista para Jacobin, Bartolomeo Sala le preguntó a Milanovic por su nuevo libro, The Great Global Transformation. Conversaron sobre cómo los fenómenos que Milanovic viene observando desde hace tiempo han llevado al desmoronamiento del orden neoliberal global liderado por Estados Unidos, vigente desde 1989. De cara al futuro, Milanovic no ve tanto una apertura para la izquierda como un apuntalamiento de las tendencias más destructivas del capitalismo.
Bartolomeo Sala
El título es una clara referencia a La gran transformación de Karl Polanyi. Ese texto se abre célebremente con la frase: “La civilización del siglo XIX se ha derrumbado. Este libro se ocupa de los orígenes políticos y económicos de este acontecimiento, así como de la gran transformación que inauguró”.
¿Es justo decir que The Great Global Transformation intenta hacer con la globalización neoliberal lo que Polanyi hizo con el liberalismo de mercado decimonónico —esto es, identificar su fracaso como la causa del ascenso del fascismo?
Branko Milanovic
Bueno, sí, hay similitudes. Obviamente en el título, salvo que yo agrego la palabra “global” porque la transformación que presenciamos hoy es realmente enteramente global.
Sin embargo, la idea es bastante parecida. Como dijiste, el comienzo del libro de Polanyi intenta entender primero qué ocurrió con la industrialización y luego por qué el nuevo orden ya se derrumbó en las décadas de 1920 y 1930. Del mismo modo, este libro lleva al lector desde los años setenta en adelante y analiza lo que yo llamo los distintos desafíos a la dominación occidental. Luego plantea la pregunta: ¿por qué cambiaron las cosas? ¿Y qué cambió?
Bartolomeo Sala
Identificas el ascenso de Asia —en particular de China— como el catalizador de este repliegue de la globalización neoliberal, una ortodoxia que había gobernado prácticamente sin desafíos desde la caída del bloque del Este en 1989. Creo que lo sintetizas bien cuando, en el prefacio, escribes: “El ascenso de China, que fue posible gracias al neoliberalismo global, hizo inevitable el fin del neoliberalismo global”.
Desde un punto de vista puramente económico, ese ascenso debería verse como positivo —pues implica reequilibrar la balanza de los ingresos globales—. Pero también vino con consecuencias no deseadas, como la tensión geopolítica y la reacción populista de derecha en Occidente.
Branko Milanovic
Supongamos que hablamos con un observador benevolente. Partiendo de no saber nada, diría: miren, lo que pasó en los últimos cincuenta años parece en general bueno. El PIB global se triplicó. Hubo una mayor igualdad del ingreso medio entre los ciudadanos del mundo gracias al ascenso de países populosos como China, India, Indonesia y Vietnam. Además, se creó —no puedo llamarla una clase media global— pero sí, ciertamente, una clase “mediana” global.
Si observas estos tres desarrollos, todos parecen muy favorables. Sin embargo, cuando empiezas a desagregar, ves que el primer problema de esta igualación de ingresos es que hay un país grande como China que ahora superó a Estados Unidos en PIB total en términos de paridad de poder adquisitivo. Eso crea conflicto geopolítico porque, en última instancia, EE. UU. no quiere ceder su hegemonía global y ve a China como un competidor, sin duda en Asia y quizás a nivel global.
Entonces, estos buenos desarrollos primero generan conflicto en el plano de los Estados-nación. Pero luego puedes decirle a este observador: mira lo que ocurre internamente. Mucha gente perdió su trabajo y tuvo salarios más bajos. Los capitalistas de países ricos externalizaron la producción al exterior. Las clases medias de los países ricos se mostraron descontentas con la globalización y decidieron votar por candidatos populistas.
Este es el tema del libro. ¿Cómo puede ser que algo que a nivel global puede considerarse un buen desarrollo —y he señalado sus tres aspectos— resulte problemático tanto a nivel geopolítico como a nivel político nacional? Debo añadir que esto no sorprende en absoluto, porque el ascenso de Asia es un cambio tan grande que nadie podía esperar que se absorbiera sin dolor.
Bartolomeo Sala
Junto con el ascenso de Asia, identificas la formación de una nueva clase dirigente o élite como el otro gran desarrollo surgido de cuarenta años de globalización neoliberal —o “globalización II”, como la llamas en un artículo reciente en Jacobin, que cubre gran parte de los mismos temas.
Esta clase, que surge del (a veces literal) matrimonio entre gerentes y capitalistas, o entre capitalistas y cuadros del partido, gobierna hoy tanto en China como en EE. UU. Me parece una observación muy interesante porque desmiente los relatos al estilo Samuel Huntington que presentan a ambos países como modelos o civilizaciones inconmensurables. Además, identificas a Donald Trump, Xi Jinping y Vladímir Putin como expresiones de una reacción común frente a su ascenso. ¿En qué se diferencian estas nuevas élites —ricas en capital, credenciales e ingresos laborales, a las que llamas élites “homopléuticas”— de las del pasado?
Branko Milanovic
Es una gran pregunta. Creo que mi primera explicación sobre el ascenso de China y Asia fue un poco simplificada. En realidad fueron dos desarrollos, ambos parte del mismo paquete neoliberal.
En el plano internacional, se dio el desarrollo de China; en el plano doméstico, la creación de una élite rica tanto en capital como en trabajo, que dejó a otros “en el medio”, por así decir. En consecuencia, el ascenso, en particular, de Trump —porque creo que es realmente un caso paradigmático— se explica por estos dos movimientos, junto con la autoimagen de quienes les fue muy bien, tienen altas credenciales y se perciben como muy trabajadores.
Cuando hablo de esto, uso mucho The Meritocracy Trap de Daniel Markovits. Como dice Markovits —y lo cito—, los “stajanovistas” de hoy son en realidad capitalistas porque, por ejemplo en el sector financiero, suelen trabajar diez o doce horas diarias. Sienten que se merecen lo que tienen. Y también sienten que quienes no les ha ido bien son culpables de ello. En realidad es su culpa porque no fueron lo suficientemente inteligentes, no estudiaron lo bastante o no encontraron oportunidades. Así que también hay desprecio por otros ciudadanos.
Estoy muy satisfecho con mi tercer capítulo, al que aludes, porque presenta empíricamente tanto a las élites estadounidenses como a las chinas. La élite estadounidense es una élite “homopléutica” con todas las características que mencioné: son los trabajadores mejor pagados y también los capitalistas más ricos, lo cual es una novedad histórica, pero además albergan un orgullo casi calvinista por su éxito y desprecio por el prójimo. En cambio, en las élites chinas —que también se enriquecieron mucho— ves la importancia de la pertenencia al Partido Comunista. Esto, por supuesto, tiene todo el sentido: si eres un capitalista rico, necesitas buenas conexiones e influencia con tu gobierno.
Para la élite estadounidense, el credencialismo consiste básicamente en ir a universidades que luego te darán un buen empleo. Para la élite china, el credencialismo es la afiliación al partido, porque eso es lo que garantiza que tu negocio estará a salvo.
Bartolomeo Sala
Hablando desde un punto de vista puramente occidental, ¿no sería más preciso identificar a esta nueva clase dirigente —que gusta presentarse como meritocracia pero en realidad es una nueva oligarquía— como la causa raíz de la reacción populista, en lugar de usar a China como chivo expiatorio? Después de todo, la deslocalización no es culpa de China (ni de India o Brasil). Tampoco es culpa suya que líderes occidentales —pienso en centristas extremos como Emmanuel Macron o Keir Starmer— insistan miopemente en las mismas políticas neoliberales quebradas en lugar de redistribuir parte de la riqueza que la globalización distribuyó de forma tan desigual.
Branko Milanovic
Estoy totalmente de acuerdo. Creo que es la coincidencia de ambas cosas. China, por supuesto, tuvo un papel. Pero a nivel interno, también fue la obstinación de las élites en no reconocer que estaban perdiendo el apoyo de la gente. Estaban demasiado ocupadas con su éxito y cegadas por la creencia de que su éxito era merecido. Menciono esto en mi reciente entrada de blog “Defeated by Reality”. Tengo muchos amigos baby boomers que ahora se jubilan y son fervientes creyentes de eso. Creen que se merecen las cosas y que otros no porque no fueron a las escuelas adecuadas. Dirían: por supuesto que había diferencia entre tener padres ricos o pobres, pero cualquiera podía lograrlo. Pienso que tanto el ascenso de China como el de esta élite neoliberal condujeron a la creación de una masa de gente insatisfecha que luego votó en su contra.
Bartolomeo Sala
Entre las ruinas del viejo orden neoliberal, ves la llegada de un nuevo sistema global. Aquí, la unipolaridad y la indiscutida hegemonía estadounidense de la posguerra fría son reemplazadas por la multipolaridad, y el neoliberalismo da paso a lo que llamas “liberalismo de mercado nacional”. Este es realmente el meollo del libro, la “gran transformación global” a la que aludes en el título. ¿Es justo decir que no estamos presenciando un cambio de paradigma, sino más bien una mutación por la cual el liberalismo cede el lugar a un mercantilismo agresivo en el exterior, mientras el neoliberalismo sigue rigiendo en casa?
Branko Milanovic
Absolutamente. Por eso el subtítulo del libro es “Liberalismo de mercado nacional en un mundo multipolar”.
Todos coincidimos en que la globalización neoliberal ha agotado su curso. No es solo por Trump. Las políticas de Joe Biden como presidente fueron muy similares. Entonces la pregunta pasa a ser qué tipo de sistema viene después, porque todos coincidimos en que el neoliberalismo, tal como existió desde los noventa hasta, al menos, 2016, ha cambiado. No necesito entrar en detalles sobre guerras comerciales, grandes sanciones económicas o aranceles para hablar de ello. Pero lo que se ve muy claramente, en el caso de Trump —y creo que hay similitudes en otros lugares—, es que las relaciones con otros países han adoptado un modo claramente mercantilista.
¿Qué es el liberalismo, o incluso el neoliberalismo? En el cuarto capítulo del libro presento cuatro cuadrantes. En lo doméstico, significa libre competencia, baja tributación, baja regulación y así sucesivamente. En lo social, promueve libertades negativas, acción afirmativa, aceptación de diferencias sexuales y raciales. En el plano internacional, también tiene dos partes. En lo económico, se trata de libre comercio, mientras que en lo social aspira al cosmopolitismo, que en estado puro implicaría libertad de movimiento de la mano de obra y de las personas.
Entonces miras esos cuatro cuadrantes. Muy simple: la parte internacional ha desaparecido por completo. Trump dice: no, eso ya no aplica. En cuanto a la parte doméstica, las libertades negativas y la aceptación de distintos tipos de personas y grupos también están bajo ataque. Así que lo que queda es realmente un solo cuadrante: el liberalismo de mercado. Y en ese aspecto vemos que Trump no solo persigue, sino que profundiza las políticas neoliberales. Reducción de impuestos, menor regulación de prácticamente todo, menor tributación del capital que del trabajo: está redoblando todas esas cosas.
¿Cómo llamamos a este nuevo sistema? Lo llamamos “nacional” porque solo aplica a nivel nacional y lo llamamos de “mercado” porque la parte social ya no aplica. De ahí el término “liberalismo de mercado nacional”.
Bartolomeo Sala
Basas tu análisis en tendencias observables de largo plazo. Sin embargo, a mí este nuevo arreglo u orden mundial que describes me parece especialmente quebradizo, frágil y potencialmente explosivo.
No es solo que, en un mundo de potencias rivales, el capital aún necesita expandirse (de ahí las tensiones geopolíticas constantes y los tambores de guerra). Quizá con la excepción de la China de Xi, parece decidido a exacerbar las crisis sociales que creó la globalización neoliberal.
Esto nos devuelve a la idea del “doble movimiento” de Polanyi. Los perdedores de la globalización no tienen nada que ganar con este repliegue del neoliberalismo dentro de fronteras nacionales; si acaso, perderán aún más a medida que el Estado de bienestar se recorte en nombre del rearme y las redes de protección social se privaticen y se reemplacen por aún más desigualdad. ¿No crees que es solo cuestión de tiempo hasta que la sociedad contraataque?
Branko Milanovic
Si observo las políticas de Trump, tiendo a esperar que la desigualdad en Estados Unidos aumente, porque históricamente estas políticas se asocian con un incremento de la desigualdad.
Al mismo tiempo, Trump es un demagogo. Técnicamente no puede presentarse a un tercer mandato, pero aun así no creo que el movimiento que inició vaya a desaparecer. De igual modo en Europa: en Francia, que atraviesa una crisis de gobierno, probablemente tendrías a un candidato del Rassemblement National en el poder si Macron renunciara. Lo mismo en el Reino Unido, con Reform UK. En Alemania, tienes el ascenso de Alternativa para Alemania.
Así que no son accidentes como tales. Soy escéptico sobre lo que serían capaces de lograr. Pero, aun así, creo que hay un elemento de antipatía hacia las élites, por el cual las personas descontentas con el estado de las cosas aceptarían cualquier cosa con tal de que las élites no estén en el poder, incluso si a ellas mismas no les va muy bien.
Bartolomeo Sala
Una omisión notable en el libro es el rol del cambio climático. Pese a su análisis claro, casi presupone que el mundo seguirá como hasta ahora en materia climática. Sin embargo, sabemos que esto dista mucho de la verdad. ¿Qué piensas? ¿Será el clima solo otro factor de estrés en un mundo ya inmerso en una policrisis que empeora?
Branko Milanovic
Esta no va a ser una respuesta popular, pero no creo que el cambio climático sea un peligro del mismo tamaño e importancia que los otros factores que he discutido.
Creo en el cambio climático y creo que habrá efectos. Habrá partes del mundo que se volverán insoportables, pero hay otras partes del mundo, especialmente Rusia y Canadá, que se beneficiarían de ello. En segundo lugar, creo que tendremos soluciones tecnológicas.
Soy lo bastante mayor para recordar esa afirmación de que somos un planeta limitado y que no puede haber crecimiento ilimitado en un planeta limitado.
Podemos ser un planeta limitado, pero nuestro uso de recursos está determinado tecnológicamente. No comparto la visión de que exista una barrera y, una vez que la alcancemos, el capitalismo colapsaría. Aun así, ¿qué sistema la reemplazaría? Podría entender una reducción en la tasa de crecimiento porque las tecnologías verdes requieren más desarrollo tecnológico para rendimientos más bajos.
Metodológicamente, soy bastante marxista y no creo que el capitalismo sea un modo de producción “natural”, lo que deja abierta la posibilidad de que sea trascendido o reemplazado por un sistema mejor. Sin embargo, no tengo un plan detallado para otro sistema.
Bartolomeo Sala
Eres un realista que no ve alternativas al capitalismo apareciendo en el horizonte en el corto plazo. Pero esto no significa que no seas profundamente crítico con el capitalismo. De hecho, la conclusión de The Great Global Transformation es una acusación real del carácter voraz del capitalismo. ¿Es correcto decir que —aunque no lo digas explícitamente— ves la guerra como el desenlace más probable de esta coyuntura histórica? ¿Estamos caminando dormidos hacia otra tragedia?
Branko Milanovic
No estoy tan seguro de la guerra. Es decir, ya conoces la situación actual. Podría suceder incluso ahora.
Pero lo que digo en el último capítulo —que solo tiene unas pocas páginas, aunque también lo sostengo en Capitalism, Alone— es que el capitalismo es esencialmente un sistema inmoral. Un sistema impulsado por el interés propio y las ganancias. Toda esta historia sobre “stakeholders” y “shareholders”, creo, es básicamente un disparate. Aquí coincido con Milton Friedman. El negocio de un capitalista, como agente social, no es preocuparse por el medio ambiente ni por las demás personas, sino por los accionistas y su dinero. Es un sistema que, como dije, es amoral y mercantiliza todo.
Ese es otro punto que planteo en el libro. Tenemos actividades que nunca habían sido mercantilizadas. Prácticamente toda la esfera doméstica de actividades ha sido probablemente mercantilizada. Cocinar se ha mercantilizado. El cuidado de los perros se ha mercantilizado. El cuidado de los ancianos se ha mercantilizado. Incluso morir. La cuasi desaparición de la familia es probablemente la consecuencia última de esto, en el sentido de que la familia se define por actividades que, en principio, no son comerciales.
Así que, cuando mercantilizas todo, no sorprende que tengas un mundo de soledad. La única cita que incluyo en ese capítulo es de La sociedad del espectáculo de Guy Debord. El libro fue escrito en 1968, un libro fenomenal. Es asombroso cómo vio venir esto. En ese sentido soy muy pesimista. Es un pesimismo severo, pero creo que hacia allí nos dirigimos en una sociedad cada vez más atomizada.
Colaboradores
Branko Milanovic es economista y profesor visitante presidencial en el Graduate Center de CUNY.
Bartolomeo Sala es un escritor italiano radicado en Londres. Sus textos han aparecido en Gagosian Quarterly, The Brooklyn Rail y The Dial.