Belleza hegemónica: Salud física y mental

En ocasiones, la medicina estética puede ser un puente hacía nuestra verdadera identidad, el lugar donde nuestro cuerpo se sincroniza con nuestra expresión identitaria. Ahora… pongamos las cosas en contexto. No es lo mismo una cirugía de reasignación de sexo y el impacto que tiene en las vidas de personas trans, que Jesica Cirio “rejuveneciéndose” la vulva una vez por año. Sin embargo, los mandatos de belleza hegemónica operan para todes.

Nada es para siempre: cirugías estéticas y la fijación con el cuerpo

 

“La mayoría de las chicas cuando llega a la consulta con el cirujano… Una como que ya está decidida”, dice la actriz y presentadora Silvina Luna en el living de Susana Giménez en 2014, tres años después de haberse operado para agrandar sus glúteos.

18 de julio de 2019. Me despierto de la sedación en una clínica de lo más paqueta en algún lugar de Belgrano, Ciudad de Buenos Aires. Tengo 25 años. Me acabo de poner 800 cc de gel de silicona en el pecho. Vi muchos videos en Youtube antes de la cirugía y ahora me cae la ficha de lo que decían todas las chicas: “Se siente como si un elefante te estuviera pisando el pecho”. Bienvenida al paraíso de hacerte las tetas, es carísimo, te va a encantar.

Cada vez que retomamos el tema de las cirugías estéticas brotan las mismas conclusiones: que nos tenemos que amar más y que las operaciones no son la soluciónY sí, el amor propio siempre es una buena base para funcionar en un mundo que te da motivos para pensar que no sos suficiente todos los días, pero tampoco es la panacea: una no se ama todo el tiempo y fácilmente se puede convertir en una exigencia casi tan pesada como los propios mandatos de belleza.

Por otro lado, las cirugías estéticas sí pueden ser la solución a muchos procesos de reencuentro con nuestra identidad y construcción de la imagen corporal. No todas las cirugías responden a complejos superficiales (un poquito menos de cintura, las tetas un cacho más levantadas, los labios un toque más hinchados, y la lista sigue).

Nuestros cuerpos son observados permanentemente en vivo y en internet, casi sin descanso: no hay un momento en que no estemos viendo cuerpos y juzgándolos. Más grande, más chico, más arriba, más abajo, tonificado, flácido, plastic, no plastic.

¿Podemos culpar a alguien que quiera cambiar su apariencia? No. Pero sí es fundamental entender a qué exigencia responde ese “deseo”. Antes de ponerme implantes, no podría decir que tenía unas ganas irrefrenables de tener tetas grandes. Sí pensaba que cambiando un poco mi imagen, algo dentro mío iba a hacer click y mis inseguridades se silenciarían, no sé si para siempre, pero por un buen rato. Spoiler alert: nunca pasó. Como nuestra fijación con el cuerpo propio y ajeno es tan grande, el lema “No se habla del cuerpo de los demás” nos presenta un desafío. ¿Cómo que no se puede hacer un comentario? ¿Aunque sea un halago tampoco? Bueno, es que lo que puede tener una connotación positiva para mí, quizás no la tenga para otra persona. Si yo le digo a una amiga: “¿Adelgazaste? Estás re linda”, ya estoy asumiendo que estar más flaca es positivo y que mi amiga quizás no se veía linda antes, cuando no había adelgazado. Tal vez mi amiga está teniendo un problema digestivo, o ha dejado de comer por estrés, o tiene un trastorno de la conducta alimenticia (TCA). Un comentario bien intencionado puede detonarle a una persona incontables traumas e inseguridades. Dirán que eso es la generación de cristal. Yo digo: ¿Tanto cuesta halagar algo que no sea el cuerpo?

O de última: ¿No podemos callarnos un minuto? Las personas ya tienen bastante con su mente como para que venga yo con mi subjetividad a cagarles el día aunque esté convencida de lo contrario.

Tres veces en la vida me operé: a los 17 años una rinoplastía por problemas respiratorios pero de paso cañazo, una pizca de estética, a los 25 un aumento mamario y a los 28 el explante.

Aunque no soy una abanderada de las cirugías estéticas, entiendo que no siempre las motivaciones son frívolas. En ocasiones, la medicina estética puede ser un puente hacía nuestra verdadera identidad, el lugar donde nuestro cuerpo se sincroniza con nuestra expresión identitaria. Ahora… pongamos las cosas en contexto. No es lo mismo una cirugía de reasignación de sexo y el impacto que tiene en las vidas de personas trans, que Jesica Cirio “rejuveneciéndose” la vulva una vez por año. Sin embargo, los mandatos de belleza hegemónica operan para todes.

Una a veces piensa: “Yo ni en pedo me toco la cara”. Y cuando te querés dar cuenta, estás googleando “ácido hialurónico” porque la Nena de Argentina de 23 años subió una selfie a Instagram donde se puede notar una boca más hinchada y una nariz reperfilada. Y ahí ya entraste. Una vez que conocés la cotización, el nombre del procedimiento, una vez que viste el antes y el después, lo que te parecía rarísimo y para nada “vos”, ahora es más cercano. Tiene un precio que podés o no podés pagar. ¿Me endeudo por un culo? ¿Por la definitiva? ¿Cuánto está la jeringa de hialurónico?

De eso depende el siguiente paso: agendar una consulta con el cirujano o cirujana. La recomendación que te suelen dar antes de ir al consultorio es que hagas muchas preguntas: “Vos preguntale todo al médico”. Y la verdad que sí, pero una tampoco sabe exactamente qué preguntar. Te podés defender con alguna googleada feroz, pero hasta ahí. ¿Y si el o la profesional fuera quien te hiciera las preguntas a vos? A mi lo único que me preguntaron fue la fecha de cirugía: “Te mando la orden para los análisis y ponemos fechas. ¿En un mes te queda bien?”.

Esto no significa que no te expliquen el procedimiento, ahí está el tema: los estilistas de nuestra carne nos explican cómo lo van a hacer asumiendo que va a pasar. Tus motivaciones para operarte no tienen demasiado lugar. “Una como que ya está decidida”, dice Silvina Luna. Y, por Dios, sí, una va con la seguridad del Titanic como si no hubiese chance de que algo salga mal. La preocupación primera es el resultado visible. Que se note, pero no lo suficiente para que parezca que me hice algo. Así una refuerza estereotipos de belleza rezando que nadie se de cuenta, que parezca natural.

Durante los tres años que tuve implantes, poca gente se dio cuenta. Y yo sintiéndome una farsante pensaba: “Si subo una foto y no aviso que las tetas son operadas, va a haber pibas que piensen que soy así al natural”. ¿Le debo a alguien semejante aviso? No y sí, pero no metamos al feminismo en esto todavía. Mi cuerpo es mío, pero lo personal es político también, ¿o, no?

Muchas veces el cirujano acata lo que le decimos sin preguntar si tenemos algún historial de dismorfía corporal, TCA, o trastornos relacionados a la imagen. Y siendo Argentina el país que es obsesionado con los cuerpos, la delgadez, la blanquitud y la juventud, no estaría fuera de lugar preguntar por qué nos queremos operar. Quizás la intervención no es el quirófano. A veces esa pregunta hecha a tiempo nos puede ahorrar plata y cirugías innecesarias. O al menos demorarlas un poco hasta que estemos decididas e informadas sobre lo que puede pasar si las cosas no salen como esperábamos.

Pero en general, pocas veces el artista dirá: “Ese lienzo no se toca”.

Una cirugía menos, unos cuantos dólares menos. Ah sí, no es raro que vayamos a una consulta y nos hagan la cotización en dólares. Mi fuerte no es el financiamiento, pero he averiguado alternativas para pagarme una cirugía y la tendencia es pagar cash y en moneda extranjera. Si no, casate con una prepaga durante un año y te dan una gratis. Como a mi me cuestan los compromisos a largo plazo, opté por el billete. De hecho cuando me hice las tetas le pagué al cirujano antes de entrar al quirófano. Literal. En la habitación y con la cofia puesta. He pasado momentos menos incómodos comprando porro. No sé si será común o no pero las tres veces que me operé fue así.

En el consultorio tu cuerpo es todo, el cirujano es solo un Ken. Recomiendo darles un lugar más protagónico: ¿Sos cirujano estético? ¿Alguna vez obtuviste un resultado no esperado? ¿Cómo procedes? ¿Tenés fotos de casos similares al mío? ¿Por qué trabajas con estas marcas/laboratorios? ¿Tienen la aprobación de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología y la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora? ¿Con quiénes trabajas en tu equipo? Ya sé que algunas preguntas son un embole, yo no me animé a hacer varias y otras ni siquiera se me ocurrieron en el momento. Por ejemplo: ¿Qué pensas de la enfermedad del implante mamario? Cuando me operé no sabía que eso existía. Algo había escuchado, pero para mí era por la marca de las prótesis. ¿Recuerdan las Pip? Mi mamá las tuvo y se tuvo que explantar por una calcificación capsular 7 años después de hacerse las tetas para sus 50. Yo me banqué las mías solo tres años. Todavía no entiendo cómo ver el estrés por el que pasó mi madre no me impidió operarme. Es que: “Una como que ya está decidida”.


18 de julio de 2022. Me despierto de la sedación en la misma clínica paqueta de Belgrano donde me operé justo hace 3 años. Al guionista de mi vida le gustan las simetrías. Ya no tengo implantes. Siento que puedo abrir un poco más el tórax aunque muy poco porque me acaban de reabrir el pectoral y estoy fajada hasta los dientes.

Hace un año me saqué los implantes. Hice un video contando toda la experiencia y explicando los motivos, lo pueden ir a ver. Mientras tuve los implantes me incomodaba mucho hacer actividad física (contrario a lo que viven muchas mujeres que se ponen tetas y se internan en el gimnasio), también tengo que decir que me cayó una pandemia en el medio y digamos que no era la dinámica social que me esperaba. Sentía miedo a todo, a que se rompan, exploten, a que me caiga y se fisuren, que me den cáncer, que se calcifiquen, que me las tenga que cambiar y no tenga la plata. Todo miedo y ansiedad. El disfrute y el subidón de autoestima que esperaba no vino nunca, no llegó.

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