Desde que la vicepresidenta Kamala Harris tomó las riendas al frente de la candidatura demócrata a finales de julio, ha declarado en repetidas ocasiones ser la opción «menos favorecida» [«We’re the underdogs»]. Incluso después de un período de cobertura mediática positiva, una Convención Nacional Demócrata ampliamente elogiada y un debate en el que logró imponerse a Donald Trump, Harris continúa presentando su elección como una posibilidad lejana. ¿Por qué tanta preocupación, cuando los números de Harris en las encuestas son mucho mejores que los que mostraba Biden antes de abandonar la carrera?
Algunos expertos lo atribuyen a una inteligente estrategia de captación de votos. Pero lo cierto es que la contienda está así de reñida: especialmente en los estados indecisos más decisivos, la campaña de Harris, en muchos sentidos, es la que cuenta con menores posibilidades. Y teniendo en cuenta la ventaja que asignaban los sondeos de 2020 a Biden —y lo ajustada que terminó siendo su victoria—, los demócratas tienen motivos para preocuparse.
Trump es un candidato singularmente imperfecto y su pésimo historial en el cargo es fácil de censurar, como demostró Harris durante el debate de septiembre. Su presidencia colmó a los ricos de recortes fiscales, exprimió a los trabajadores, deslocalizó empleos, aterrorizó a las comunidades de inmigrantes y no respondió a una pandemia que provocó muertes masivas evitables y puso patas arriba la economía. Los jueces de la Corte Suprema que nombró recortaron los derechos reproductivos y pusieron en el punto de mira todo el aparato regulador. Y el Proyecto 2025 con que la extrema derecha lo respalda para un segundo mandato promete hacer retroceder décadas de reformas progresistas, desde el acceso al voto hasta los derechos LGBTQ. Es más, Trump ha prometido un régimen de venganza que atacaría directamente a periodistas, militantes y a cualquiera que se considere un enemigo político.
Aun así, Harris todavía no ha reconstruido la frágil coalición que empujó a Biden sobre la línea de meta hace cuatro años. En comparación con Biden en 2020, los sondeos muestran que Harris obtiene peores resultados entre los votantes de color, los votantes más jóvenes y las personas mayores, todos ellos sectores clave para los demócratas. Lo mismo ocurre cuando se trata de votantes con ingresos más bajos y aquellos con menos educación formal: Harris está siendo superada.
Un segundo mandato de Trump significaría un caos económico para la clase trabajadora y un verdadero desastre para el movimiento obrero. Sin embargo, según el analista político de CNN Harry Enten, «Trump tiene más apoyo de la clase trabajadora que cualquier candidato presidencial del Partido Republicano de las últimas décadas», mientras que Harris está a punto de tener el peor resultado demócrata entre los votantes sindicales en una generación.
Entre los votantes árabe-estadounidenses, el apoyo a Harris se ha desplomado a medida que prosigue el genocidio en Gaza e Israel amplía su ataque al Líbano, todo respaldado por Estados Unidos. Una encuesta realizada a mediados de septiembre por el Arab American Institute (AAI) muestra que, entre los probables votantes árabe-estadounidenses, Trump aventaja a Harris 46% a 42%, cifras bien distintas de las de 2020, cuando Biden obtuvo casi un 60% de apoyo. Muchos de estos votantes dicen que la guerra en Gaza es una preocupación primordial, y podrían ser recuperados con un cambio de política.
En Michigan, donde vive una importante población árabe-estadounidense, incluidas familias palestinas y libanesas, las encuestas muestran que Harris está «bajo el agua», tal como ha declarado la representante Elissa Slotkin (demócrata de Michigan). Según los sondeos públicos, en el mejor de los casos estaríamos hablando de un empate. El Uncommitted National Movement, que atrajo a más de cien mil votantes en las primarias demócratas de Michigan, se ha negado a respaldar a Harris debido a su continuo e incondicional apoyo al envío de armas para la campaña de aniquilación de Israel (Hillary Clinton perdió Michigan por unos diez mil votos en 2016; Biden lo ganó por ciento cincuenta mil).
Estas dinámicas subyacentes deberían hacer sonar las alarmas de una campaña demócrata que entra en la recta final de una carrera cardinal con consecuencias potencialmente catastróficas. Si los demócratas se toman la amenaza autoritaria que supone Trump tan en serio como profesan, tienen que cambiar de rumbo para reunir a una muestra representativa de votantes que pueda aupar a Harris al Despacho Oval.
Ese cambio debería empezar por prometer un alejamiento del inquebrantable patrocinio de las ofensivas militares de Israel. Siete de cada diez posibles votantes desean un alto el fuego en Gaza, lo que requerirá forzar la mano del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, incluso condicionando el envío de armas en función de la legislación internacional y estadounidense. Las encuestas de AAI sugieren que el apoyo a estas restricciones haría que el 56% de los votantes árabe-estadounidenses apoyaran a Harris.
Netanyahu ha demostrado una y otra vez que no está dispuesto a alcanzar la paz; pero está en poder de Harris utilizar la influencia de Estados Unidos para obligarlo. Esta medida, respaldada por la mayoría de los estadounidenses, la ayudaría a abrirse camino entre un vasto estrato de votantes —incluidos los de Michigan, Wisconsin y otros estados indecisos— deseosos de apoyar a la candidata demócrata si el partido simplemente dejara de suscribir un genocidio. También, no está de más aclararlo, sería la postura moralmente correcta: decenas de miles de mujeres y niños palestinos han sido masacrados por las armas estadounidenses, y el gobierno de Netanyahu parece decidido no solo a continuar, sino a ampliar su ataque.
En cuanto a la economía, Harris podría apartarse de su reciente enfoque de congraciarse con los criptofinancieros y los ricos intereses empresariales y, en su lugar, inclinarse por la retórica populista de la guerra de clases y los ejes políticos a los que los votantes demócratas han respondido en la era posterior a Obama. La actual vicepresidenta ha adoptado algunas políticas positivas, como la reactivación de la ampliación del crédito fiscal por hijos, la construcción de millones de nuevas viviendas, la continuación de la inversión en la fabricación ecológica y la persecución de las empresas que abusan de los precios.
Pero con la mayoría de la población viviendo al día, la clase trabajadora estadounidense necesita desesperadamente un programa redistributivo audaz que mejore materialmente su vida ahora mismo. Apuntar contra las élites y los multimillonarios es una estrategia eficaz para ganarse a los votantes de rentas más bajas, y aunque Harris ha hecho algunas apelaciones en ese sentido para reconocer los agravios económicos, le queda aún un amplio camino por recorrer.
Harris podría hacer centrales en su campaña las posiciones más populares de la plataforma del Partido Demócrata para 2024, como establecer un salario mínimo federal de 15 dólares, limitar los gastos de bolsillo de los medicamentos y obligar a la industria farmacéutica a bajar los precios, ampliar el sistema de Seguridad Social, limitar los aumentos de los alquileres por parte de los propietarios corporativos y aprobar la Ley PRO (que busca proteger el derecho a la organización) para aumentar masivamente la afiliación sindical.
Estas últimas semanas de la campaña serán claves. Harris todavía puede dar un gran golpe, siempre y cuando incline la balanza en favor de la clase obrera a la que su partido dice apoyar en discursos, anuncios y llamamientos a los votantes. A medida que la campaña de 2020 se acercaba a su recta final, Biden fortaleció los elementos pro-clase trabajadora en sus discursos y se impuso en los estados del «muro azul» de Michigan, Wisconsin y Pensilvania. Reajustes progresistas similares por parte de Harris ayudarían a revitalizar las operaciones de captación del voto que fueron fundamentales para la victoria de Biden hace cuatro años, cuando los votantes jóvenes ayudaron a ganar los estados indecisos acudiendo en masa a las urnas.
Este año, el registro de votantes jóvenes es inferior al de 2020, y los principales grupos demócratas temen tras bambalinas que la falta de un acercamiento significativo a los jóvenes de color pueda costarles las elecciones. En los grupos focales, los votantes más jóvenes mencionan preocupaciones sobre la economía y el asalto a Gaza como factores que motivan su decisión. Convencerlos no solo de votar, sino también de tocar puertas, viajar a estados clave y hacer llamadas debería ser una prioridad.
A diferencia de hacer campaña junto a los republicanos, como ha hecho Harris recientemente, un giro hacia la izquierda también podría traer nueva energía a la constelación de organizaciones de base que diseñaron la estrategia de Biden durante la era del COVID en los estados clave. El Movimiento Sunrise, el Partido de las Familias Trabajadoras, People’s Action, Seed the Vote y Black Voters Matter han anunciado importantes esfuerzos de divulgación electoral en los estados indecisos, lo que es una buena noticia para los demócratas.
Pero su trabajo podría tener un mayor impacto si la campaña de Harris hace esfuerzos concretos para ganar a los votantes con los que los demócratas contaron la última vez y que ahora están desilusionados. En un sondeo reciente dirigido por el Sindicato Internacional de Empleados de Servicios (SEIU) en Pensilvania, por ejemplo, el New Yorker informa que «muchos residentes de Filadelfia provenientes de clase trabajadora tienen reservas sobre Harris». Domar esas dudas es la tarea que el Partido Demócrata tiene entre manos.
La salida de Biden ofreció a los demócratas una nueva dirección y una oportunidad real de derrotar a un déspota y vengativo destructor de sindicatos como Trump. Harris aún tiene la oportunidad de responder a las claras señales de advertencia que la han convertido en la opción con menores posibilidades. Debería aprovecharlas.
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[*] El artículo anterior fue publicado originalmente en In These Times.
El artículo no dice nada de la guerra de Ucrania reiniciada por Biden y solo se refiere a la «aniquilación de Israel» (!???!) mientras están haciendo genocidio a los palestinos y a los libaneses con pleno apoyo militar de EE.UU.
Solo se refieren a la guerra allí por una mera cuestión electoral. Piden a la candidata Harris una pose distinta y nada más para captar más votos de la comunidad árabe.
Es increíble el cinismo a que conduce el sistema argumentativo progresista.
Mientras apela a «causas nobles» o supuestamente nobles, esto lo hace por mero interés electoralista, sin importar en absoluto la verdad y la justicia.
Si K. Harris es elegida el mundo occidental continuará aún peor con sus guerras geopolíticas, empeorando varios escenarios más que los que ya empeoraron con Biden.