Gaza: ¿Alto el fuego?

El cese al fuego entre Hamás e Israel en Gaza entró en vigor este domingo por la mañana y, horas después, las primeras rehenes israelíes fueron liberadas por el grupo militante palestino como parte del acuerdo. Pese a las tensiones previas y el retraso de casi 3 horas en su implementación, ambas partes dieron por cumplidas las exigencias pactadas para que entrara en vigor el alto el fuego, que comenzó oficialmente a las 11:15 hora local (9:15 GMT). A las 17:15 hora local (15:15 GMT) de este domingo, la Cruz Roja confirmó que recibió a las tres primeras rehenes que liberó Hamás .Israel liberó a 90 prisioneros palestinos como parte del acuerdo de tregua con Hamás. Según la Comisión de Asuntos de Prisioneros de la Autoridad Palestina, todos los liberados son mujeres o menores de edad

Gaza: las primeras contradicciones del alto el fuego antes de que entre en vigor. Dossier

Meir Margalit

Tariq Kenney-Shawa

Meron Rapoport

Harold Meyerson

Paul R. Pillar

Qué es el alto el fuego y cuáles son los más importantes de la historia - LISA News

Una matización sobre Netanyahu

Meir Margalit

El pasado 15 de enero Israel y Hamas firmaron un acuerdo de cese de fuego y canje de rehenes por prisioneros. Si bien el acuerdo estipula un proceso largo y complicado tras el cual Israel se retiraría de la Franja de Gaza, a esta altura de los acontecimientos no esta claro el alcance de este armisticio. A pesar de que a la hora de redactar estas lineas la primer parte del acuerdo ha comenzado a ser implementada satisfactoriamente con la liberacion de las primeras tres secuestradas, no debemos hacernos demasiadas ilusiones: Israel ha firmado el acuerdo con ‘la mejor intención’ de incumplirlo, o mejor dicho, hacer todo lo posible para que Hamas lo transgreda y pueda culparle del fracaso.

Muchos son los motivos para suponer que este acuerdo no llegara a buen puerto. Si bien es cierto que en las guerras nadie triunfa y todos pierden, enseguida será evidente que la primera fase del acuerdo de cese el fuego representa para Netanyahu un fracaso colosal. Por eso es el primer interesado en romper este acuerdo. Ninguna de las metas ilusorias que se propuso y ninguna de las impetuosas declaraciones proclamadas  a lo largo de la guerra han sido logradas.

En contraposición de las aseveraciones desparramadas por Netanyahu durante este año, el ejercito israelí no ha logrado aniquilar a Hamas, se repliega del corredor Filadelfi en la frontera de Gaza-Egipto, al igual que del corredor Netzarim, que corta la franja de Gaza por la mitad, libera a decenas de prisioneros palestinos ‘con sangre en las manos’ y permite que un millón de desplazados regresen a sus tierras en el norte de la Franja (y efectivamente el termino adecuado es «regresar a sus tierras» y no «a sus casas» dado que ninguna sigue en pie).

Netanyahu obviamente ve la situación de forma diferente: «esta guerra ha sido un gran éxito- hemos cambiado el equilibrio de fuerzas en Oriente Medio como nunca a sucedido desde 1967. Hemos desarmado la ‘coalición del mal’ liderada por Iran. Atacamos a Hamas. Hizbollah, a los Huti en Yemen e incluso a Irán. Hemos logrado éxitos fabulosos» se jacta Netanyahu sin ni siquiera parpadear (Vnet, 18-1-2025). Pero a veces, así como la verdad salta de la boca del mas fastidioso de los alumnos en clase, fue el ministro Ben Gvir quien le contradijo:» ¿Dónde esta el triunfo, en que quedaron todas tus promesas? Liberas a cientos de condenados a cadena perpetua, firmaste un acuerdo lleno de agujeros, te retiras del corredor Filadelfi y de toda la Franja de Gaza. ¡Dejen de engañarse! La posibilidad de retomar la guerra es muy escasa. Los terroristas han aprendido que para derrotarnos todo lo que necesitan es secuestrar israelies»
.

Es indudable que Israel ha asestado un golpe fatal a Hamas pero, paradójicamente, no solo no ha logrado exterminarle sino que, además, Hamas se perfila como una fuerza que no se ha doblegado ante las bombas israelíes. Nuevamente vemos cómo un país puede ganar una batalla y a la vez perder la guerra. El triunfo no se mide por la cantidad de muertos desparramados por el camino.  La gran potencia del Oriente Medio no ha logrado exterminar a una milicia indigente y se retira de la franja de Gaza con el rabo entre las patas.

Más aun, al negarse a evaluar alguna alternativa política y rechazar la propuesta de que la fuerzas pan-árabes lideradas por Abu Mazen tomen posesión de la Franja de Gaza, Israel ha creado un vacío gubernamental por el cual penetrará la única fuerza disponible  en Gaza, o sea el mismo Hamas. De modo que nuevamente se repite el modelo tan propio de Israel  por el cual vuelve a actuar contra sus propios intereses , reforzando a la misma fuerza contra la cual ha combatido.

Pero si tal como lo hemos expresado anteriormente, en las guerras ‘nadie gana- todos pierden’, un tercer actor del que no se habla mucho se perfila claramente como el gran perdedor de la contienda: la Autoridad Palestina. El gobierno de Ramallah, liderado por lo que resta del histórico Fatah,  ha pasado a ser una pieza irrelevante en este conflicto, y deberá enfrentar la creciente popularidad de Hamas entre el publico palestino, también en Cisjordania. Hasta este preciso momento,  Abu Mazen es el gran perdedor de esta contienda, aunque todo en esta zona es fluido y puede cambiar del día a la noche.

A esta alturas de los acontecimientos, la única explicación de este giro en la posición oficial de Netanyahu es que ha recibido una promesa de Trump de que a cambio del repliegue en Gaza, permitirá que Israel se anexione Cisjordania y acabe de una vez y para siempre con el proyecto palestino. Esto no es mas que una conjetura pero tiene asidero en el hecho de que ambos partidos de extrema derecha, que anunciaron dimitir si Israel abandonaba la lucha, continuan apoyando a la coalicion gubernamental- Smotrich, permanece en el gobierno con la intencion de boicotear el acuerdo desde adentro, mientras que Ben Gvir dimite en un acto teatral, dando a entender que en cualquier momento regresará al seno gubernamental.

Este análisis tan crítico contra el gobierno israelí requiere una matización. No nos precipitemos en enterrarlo. Muchas cosas negativas pueden decirse de Netanyahu, pero es indudable que es el único político local capaz de convencer a sus partidarios de que lo que era sagrado hasta el día de ayer, hoy ya es innecesario.  Debemos tener presente este aspecto de la política israelí, dado que ante la posibilidad, hoy hipotética pero en el próximo futuro tal vez real, de que Trump, en su afán de recibir el Nobel de la Paz, decida imponerse y obligue a Israel a facilitar la creación del estado palestino, el único líder nacional israelí capaz de persuadir a la derecha recalcitrante a apoyar tal movida es Netanyahu.

La conclusión que se desprende de esta conjetura teórica y tal vez ingenua es que no debemos precipitarnos a deshacernos de Netanyahu: tal vez lo necesitemos para implementar un acuerdo con el pueblo palestino.

www.sinpermiso.info, 18 de enero 2025

***

El alto el fuego no detendrá la agenda genocida de Israel

Tariq Kenney-Shawa

El acuerdo de cese el fuego puede reducir la intensidad de la ola de asesinatos de Israel, pero es probable que anime una nueva y agotadora fase de limpieza étnica con el pleno apoyo de Trump.

Steven Witkoff, el nuevo enviado de Donald Trump en Oriente Medio, supuestamente no se andó por la ramas cuando informó a los israelíes que llegaría para reunirse con el primer ministro Benjamin Netanyahu el sábado pasado. Cuando se le dijo que su visita coincidía con el Shabat, lo que significa que el primer ministro no estaría disponible hasta la noche, Witkoff dejó claro que la fiesta judía no interferiría con sus planes de viaje. Netanyahu, entendiendo lo que estaba en juego, fue a su oficina esa tarde para reunirse con el enviado, quien posteriormente se fue a Qatar para presionar más a favor de un acuerdo de alto el fuego para Gaza.

Poco se sabe de los detalles de su conversación, pero está claro que Witkoff logró mover a Netanyahu más en una sola reunión que toda la administración Biden en 15 meses. El 15 de enero, Israel y Hamas acordaron un acuerdo de alto el fuego de varias fases que prevé intercambiar a los rehenes israelíes por prisioneros y cautivos palestinos, junto con una eventual retirada total israelí de Gaza.

Es demasiado pronto para decir si este acuerdo se mantenderá. La larga tradición de Israel de violar los ceses de fuego, junto con las exigencias de los ministros israelíes de continuar con el genocidio, nos dan razones para ser escépticos. Pero la noticia de la tregua ha aportado un alivio indescriptible a millones de personas en Gaza que se han enfrentado a una campaña de aniquilación durante más de un año.

Si el alto el fuego en Gaza se mantiene, será el resultado material de la dinámica introducida por la administración entrante de Trump, un recordatorio de la facilidad con la que Washington puede influir en las acciones de Israel si realmente quiere. El presidente Joe Biden, cegado por su compromiso con un sionismo mítico que existe únicamente en su imaginación, no estaba dispuesto a ver que la guerra no solo es moralmente grotesca por derecho propio, sino que también es perjudicial para los intereses estadounidenses e israelíes en la región. En muchos sentidos, el genocidio de Israel en Gaza y su campaña de desestabilización regional también se convirtieron en una guerra propia de la administración Biden.

Trump opera sin las mismas restricciones ideológicas, y está mucho más preocupado por lo que puede obtener de una relación determinada. Trump buscó un acuerdo de alto el fuego no solo porque serviría como un éxito contundente de relaciones públicas -podrá presumir de que ha resuelto un problema que Biden nunca pudo, y con razón-, sino más importante, porque permitirá a su administración perseguir otras prioridades, como negociar un acuerdo de normalización entre Israel y Arabia Saudí.

En otras palabras, para el presidente electo, un alto el fuego no es una cuestión de principios o moralidad; es transaccional. Mientras que Biden estaba feliz permitiendo que el genocidio de Israel en Gaza bloquease una amplia gama de intereses estadounidenses y regionales, Trump está decidido a eliminar cualquier obstáculo que se interponga en el camino de su agenda más amplia.

Pero el presidente electo y aquellos de los que se rodea también han dejado claro que tienen la intención de hacer que la cooperación de Netanyahu valga la pena. Si el primer ministro israelí consiente el alto el fuego incluso solo en su primera etapa, esperará un retorno de su inversión, y su precio será un nuevo desplazamiento masivo de palestinos tanto de Gaza como de Cisjordania.

Un paquete de regalo de alto el fuego

Aún así, no deberíamos darle demasiado crédito a Trump. Poco cambió fundamentalmente cuando se trataba de la influencia que estaba dispuesto a usar para influir en la conducta de Israel. Hasta donde sabemos, Trump nunca amenazó con condicionar la ayuda militar a Israel. Tampoco indicó que reconsideraría la práctica de su predecesor de ignorar el derecho internacional para proteger a Israel de la rendición de cuentas en el escenario mundial.

Algunos argumentarán que las amenazas de Trump y el colapso de varios frentes de resistencia en toda la región obligaron a Hamas a hacer concesiones en el proceso de negociación. Pero no era Hamas el que necesitaba convencer, ya habían aceptado propuestas anteriores de alto el fuego que eran en gran medida indiscernibles del acuerdo actual, que se remontan a mayo de 2024. Al final, era Israel el que necesitaba el empujón, y Witkoff probablemente le indicó a Netanyahu que a pesar de no compartir la ciega lealtad de Biden a Israel, Trump en realidad haría más por recompensar su cooperación.

El hecho de que Netanyahu haya decidido hasta ahora abstenerse de hundir este acuerdo de alto el fuego muestra que confía en que puede obtener algo significativo a cambio. Los medios israelíes ya están informando que el «paquete de regalo» del alto el fuego de Trump a Netanyahu podría incluir una larga lista de golosinas, desde levantar las sanciones al software Pegasus del Grupo NSO israelí y a los colonos israelíes violentos, hasta dar la bendición de Washington a un importante robo de tierras en Cisjordania o a la anexión total, y permitir o incluso facilitar un ataque directo contra Irán.

Pero no se trata solo de lo que Israel está recibiendo a cambio de un alto el fuego. También se trata de lo que ya ha recibido.

En los ocho meses desde que Israel rechazó por primera vez un acuerdo casi idéntico, que Hamas había aceptado en principio, su ejército ha masacrado a decenas de miles de palestinos y diezmado grandes franjas de la Franja de Gaza. Este fue el precio para que Israel lograra sus verdaderos objetivos: no eliminar a Hamas o asegurar la liberación de rehenes, muchos de los cuales fueron asesinados mientras Israel se estancó en un alto el fuego, sino la destrucción y «estrechamiento» de Gaza y la reconstrucción del Medio Oriente.

Los hechos sobre el terreno en Gaza hoy pintan un panorama que aún no podemos comprender completamente. Las fuerzas israelíes han demolido barrios enteros para ampliar la zona tapón que rodea la Franja, ampliado el Corredor Netzarim que divide el territorio y, en última instancia, forjar el enclave para un futuro control perpetuo. Al hacerlo, se han apoderado de más del 30 por ciento del territorio anterior al genocidio de Gaza, al tiempo que han hecho inhabitable gran parte del resto.

Mientras tanto, Israel ha aplicado en gran medida el llamado «Plan General», la limpieza étnica de todo el norte de Gaza por encima de la ciudad de Gaza. Beit HanounBeit Lahiya Jabalia, ciudades que alguna vez fueron el hogar colectivo de más de 300.000 personas, se han reducido a escombros, como parte de una campaña para despoblar el área y afianzar el control israelí mientras sientan las bases para la construcción de asentamientos judíos.

En otros lugares, Israel cerró su frente con Hezbolá, y la caída de Assad le permitió apoderarse de más tierras en los Altos del Golán y las laderas orientales del Monte Hermon/Jabal A-Shaykh. Mientras tanto, en Cisjordania, los ataques de colonos, respaldados por el estado, contra palestinos han aumentado en frecuencia y brutalidad, mientras que la Autoridad Palestina sirve como socio pleno en la intensificación de la represión del ejército israelí contra la resistencia en Jenin, Nablus y Tulkarem.

Claramente, Netanyahu permitió que el acuerdo de alto el fuego avanzara sabiendo que el escenario está preparado para que Israel centre su atención en anexionar Cisjordania, enfrentarse a Irán y consolidar su futuro como un estado fortaleza asediado.

Consolidar la nueva realidad

Incluso si el acuerdo de alto el fuego no sobrevive más allá del período inicial de 42 días, sin duda salvará innumerables vidas y dará a los palestinos la oportunidad de respirar, comer, llorar y recibir tratamiento médico. Sin embargo, si bien se supone que el enfoque gradual del acuerdo dificulta la renegación para Israel, eso depende de la aplicación. En este momento, lo único que se interpone en el camino de la reanudación de la aniquilación una vez que el alto el fuego comience a afiarse es una comunidad internacional que ha abandonado a los palestinos durante más de un año.

Miembros clave de la coalición de extrema derecha de Netanyahu ya han advertido que no aceptarán otra cosa que una continuación del asalto de Israel a Gaza después de que se complete la primera fase del acuerdo, incluso a expensas de los rehenes restantes. Y después de atribuirse el mérito de lograr el alto el fuego en primer lugar, no hay indicios de que Trump vaya a responsabilizar a Israel o presionar a Netanyahu para que siga adelante con la segunda y tercera fases del acuerdo.

Si bien el alto el fuego puede detener el derramamiento de sangre inmediato, también consolida una nueva realidad: Gaza como una prisión fragmentada e inhabitable. La gran mayoría de la población de Gaza se ha visto obligada a entrar en campos de concentración altamente securizados y controlables en el sur y centro de la Franja, donde su supervivencia está a merced del capricho de Israel.

El genocidio no se lleva a cabo solo con bombas y balas, y no termina cuando las armas se callan. La enfermedad, la desnutrición y el trauma, no tratados por un sistema de salud reducido a escombros, continuarán cobrando vidas en los próximos años, mientras que hacer que la tierra sea habitable de nuevo después de la devastación y la intoxicación llevará décadas. E Israel no ha terminado: ha creado las condiciones para la limpieza étnica completa y permanente de Gaza, guiada por el centenario espíritu sionista de «cuanto más tierra con menos árabes».

Este alto el fuego reducirá la intensidad de la ola de asesinatos de Israel, pero es probable que de paso a una nueva fase agotadora de este genocidio en curso que aún tenemos que comprender en su plenitud, y que está totalmente apoyado por la administración entrante de Trump. Es posible que la limpieza étnica de Gaza no se lleve a cabo de una sola vez, sino más bien en un proceso fragmentario que tome forma a medida que hacemos un balance del alcance de la destrucción sistémica por parte de Israel de todas las cosas que sostienen la vida en la Franja.

Independientemente de lo que nos depare el futuro, deberíamos aferrarnos a las palabras del difunto Refaat Alareer: «Como palestinos, no importa lo que venga de esto, no hemos fracasado. Hicimos lo mejor que pudimos. Y no perdimos nuestra humanidad… No nos sometimos a su barbarie».

https://www.972mag.com/writer/tariq-kenney-shawa/

***

No fue Trump, sino Netanyahu

Meron Rapoport

Casi inmediatamente después del anuncio de que Israel y Hamas habían acordado un alto el fuego en Gaza, surgió un consenso en los medios de comunicación internacionales e israelíes: la presión y las amenazas del presidente electo Donald Trump es lo que llevaron al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu a finalmente aceptar un acuerdo que había estado sobre la mesa desde mayo de 2024. La historia sobre Steven Witkoff, el enviado de Trump a Oriente Medio, que llegó a Jerusalén el sábado por la mañana e informó a Netanyahu que no tenía intención de esperar hasta el final del Shabat para hablar con él, se está convirtiendo rápidamente en folclore.

«No habría ningún acuerdo si el gran y poderoso Donald Trump no hubiera tomado de la mano a Netanyahu, se la hubiera doblado detrás de la espalda, un poco más y luego otro poco más, le empujase la cabeza sobre la mesa y le susurrase al oído que lo siguiente sería darle una patada en los huevos», tuiteó el periodista de Haaretz Chaim Levinson el miércoles, resumiendo el sentimiento general. «Es una pena que Biden no se diera cuenta de esto hace mucho tiempo».

No sabemos exactamente lo que se dijo durante la conversación entre Witkoff y Netanyahu. Es posible que Trump haya amenazado a Netanyahu y que el primer ministro israelí temiera la ira del presidente electo. Pero más de cerca lo que aparecen son diferentes dinámicas en juego. En realidad, la decisión de aceptar el acuerdo de alto el fuego parece tener menos que ver con Trump que con la percepción cambiante de la guerra dentro de Israel.

Rebobinemos: justo después de regresar de su primera visita a Israel después del ataque de Hamas del 7 de octubre, el presidente Biden advirtió a Israel que no volviera a ocupar Gaza. También dijo que estaba convencido de que «Israel hará todo lo que esté a su alcance para evitar matar civiles inocentes», y que confiaba en que la población de Gaza tendría acceso a medicina, alimentos y agua. Además, Biden advirtió a Israel que no repitiera los errores que los Estados Unidos cometieron después del 11 de septiembre y que no dejara que el deseo de «hacer justicia» se impusiera. Netanyahu escuchó todo esto, luego hizo justo lo contrario.

A lo largo de la guerra, Israel ignoró sumariamente las advertencias estadounidenses, incluso cuando iban acompañadas de amenazas explícitas de detener los envíos de armas, como antes de que Israel invadiera Rafah en mayo pasado, y cuando se había matado de hambre al norte de Gaza en los últimos meses. Y si bien es posible que Trump asuste más a Netanyahu que Biden, debemos preguntarnos: si Netanyahu se hubiera negado a aceptar el acuerdo ahora, ¿habría Trump detenido los envíos de armas a Israel o levantado el veto de los Estados Unidos a las resoluciones contra Israel en la ONU?

La elección de Trump de Mike Huckabee como su embajador en Israel  ha sido a sabiendas de que apoya el maximalismo territorial de la derecha israelí y no cree en la palabra «ocupación». ¿Realmente haría la administración Trump algo que ninguna administración estadounidense ha hecho antes? Entonces, aunque la presión de Trump es sin duda significativa, deberíamos mirar a lo que está sucediendo dentro de Israel.

Como predije hace menos de dos meses, poco antes del alto el fuego en el Líbano: «Terminar la guerra en el norte inevitablemente devolverá la atención del público israelí a la guerra en Gaza, y resurgirán las preguntas sobre la viabilidad de que continúe. Incluso si Trump da luz verde para continuar la limpieza étnica en Gaza, no es seguro que esto sea suficiente para convencer al público israelí. Independientemente de que Israel tenga la intención de hacerlo o no, el fin de la guerra en el Líbano puede apresurar el final de la guerra en Gaza». Eso, en mi lectura, es exactamente lo que ha sucedido.

Algunos argumentarán que el acuerdo ha sido producto de cambios de posición de Hamas después de que se quedara sola para enfrentarse a la máquina de guerra israelí, tras la decisión de Hezbolá de dejar de disparar y el colapso del régimen de Assad en Siria. Pero si Hamas alguna vez había creído (y es cuestionable si realmente lo hizo) que la amenaza de una intensificación de los ataques de Hezbolá impediría que Israel hiciera lo que quisiera en Gaza, la invasión de Rafah probablemente demostró lo contrario. Además, el régimen de Assad era hostil a Hamas, y el nuevo régimen en Siria podría ser más comprensivo, como sugiere la reciente visita a Damasco del primer ministro de Qatar.

No hay razón para dudar de la afirmación del ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, de que la presión política que ejerció sobre Netanyahu frustró repetidamente un acuerdo a lo largo del año pasado. La idea de que el acuerdo se logró porque Hamas abandonó todas sus demandas debido a la terquedad de Netanyahu es «una buena historia, pero no es cierta. De hecho, es exactamente lo contrario de la realidad», escribió el periodista israelí Ronen Bergman en Ynet, quien ha demostrado repetidamente cómo el propio Netanyahu saboteó el acuerdo después de que Estados Unidos y Hamas lo aceptaran hace ocho meses.

Fue casi vergonzoso ver al asesor de Comunicaciones de Seguridad Nacional de EEUU, John Kirby, en el Canal 12 de Israel, explicando que Hamas solo se retiró y aceptó el alto el fuego porque Israel mató a su exlíder Yahya Sinwar, pocos días después de que el Secretario de Estado Antony Blinken declarara en una entrevista con The New York Times que el asesinato de Sinwar en realidad hizo que las negociaciones fueran significativamente más difíciles. A Washington le hirían mejor las cosas si decidiera que mentira debe contar y coordinarse para hacerlo.

Una guerra cada vez más impopularDentro de Israel, la guerra en Gaza se ha convertido en una carga para el gobierno, los militares y la sociedad en su conjunto. En todas las encuestas recientes, una clara mayoría, entre el 60 y el 70 por ciento, o incluso más, apoya el fin de la guerra. Contrariamente a lo que se podría haber esperado, poner fin a la guerra en el Líbano en realidad fortaleció el deseo de poner fin a la guerra en Gaza.

Hay varias razones para esto. Las manifestaciones semanales dirigidas por las familias de los rehenes pueden no alcanzar el volumen de la protesta que estalló tras el descubrimiento de los cuerpos de seis rehenes asesinados por Hamas en septiembre, pero el desafío que plantean al gobierno no es menor. Por el contrario, nunca antes tantos israelíes habían subido al escenario en protestas tan grandes y habían pedido tan sin rodeos el fin de una guerra mientras Israel la está librando.

En un discurso reciente durante una de estas protestas, mientras otra delegación israelí negociaba el alto el fuego en Qatar, Einav Zangauker, un destacado activista cuyo hijo, Matan, está cautivo en Gaza, predijo que la delegación regresaría con la petición de Hamas de detener la guerra, y Netanyahu afirmaría que Hamas había endurecido sus posiciones. «No os creais esas mentiras», le dijo a la multitud.

El ejército también está mostrando signos de fatiga. A pesar de dedicar esfuerzos significativos a la limpieza étnica del norte de Gaza desde principios de octubre, Hamas sigue lejos de estar derrotada y todavía inflinge bajas al ejército israelí. La semana pasada, 15 soldados fueron asesinados en Beit Hanoun, un área que los militares ocuparon por primera vez al comienzo de la invasión terrestre hace más de 14 meses.

La misión para rescatar a los rehenes, como han testificado los soldados, parece imposible. Todo lo que queda es la destrucción del norte de Gaza por su bien. Un oficial de reserva, que ha servido más de 200 días en Gaza, me dijo que el estado de ánimo predominante entre los soldados es que la guerra no va a ninguna parte, no por oposición moral (el 62 por ciento de los israelíes está de acuerdo con la declaración «no hay inocentes en Gaza», según una encuesta reciente del aChord Center), sino porque sus objetivos no están claros.

Más importante aún, es probable que el propio Netanyahu haya comenzado a reevaluar la idea de que no tiene nada que ganar si termina la guerra y si mucho que perder. Se podría asumir que su popularidad habría aumentado después de lo que prácticamente todos los medios de comunicación israelíes describieron como las victorias aplastantes de Israel en el Líbano, Siria, Irán y Gaza. En realidad, ha ocurrido lo contrario. Encuestas recientes muestran que la coalición de Netanyahu cae a 49 escaños de 120, cerca de su posición después del 7 de octubre, mientras que el bloque de centro-izquierda podría formar una mayoría incluso sin los partidos palestinos que quedan en la Knesset.

En general, parece que las protestas de las familias de los rehenes, que ganan combustible cada vez que los militares traen a casa a otro rehén en una bolsa de cadáveres, junto con el agotamiento y la pérdida de motivación de los militares, la impopularidad de la guerra entre el público y la disminución de los apoyos en las encuestas de Netanyahu, pueden haber llevado al primer ministro a la conclusión de que continuar la guerra indefinidamente haría que sus posibilidades de ganar las próximas elecciones, programadas para dentro de un año y 10 meses, fuesen escasas o inexistentes.

Como resultado, Netanyahu puede haber decidido que ahora es el momento de reducir sus pérdidas. Incluso si Ben Gvir y el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, deciden derrocar al gobierno, Netanyahu tiene una buena oportunidad de tener éxito en las elecciones anticipadas presentando los cueros cabelludos de Sinwar y Nasrallah con una mano y abrazando a los rehenes que regresan con la otra.

La excusa perfecta

Si este es el caso, la presión de Trump, ya sea real o exagerada, sirve excusa perfecta para que Netanyahu explique a sus partidarios por qué se bajó del árbol de la «victoria total». Si Channel 14, la red de propaganda de Netanyahu, está informando sobre la «dura conversación» entre Netanyahu y Witkoff, uno sospecha que la fuente de la información es la Oficina del Primer Ministro, no los estadounidenses. Netanyahu tiene un claro interés en amplificar esta narrativa: de esa manera, puede afirmar que luchó valientemente contra los «izquierdistas» en la administración de Biden, pero fue impotente contra el republicano impredecible y fácilmente enojado de Mar-a-Lago.

La prueba de que tanto la guerra como su cese son asuntos internos israelíes probablemente llegará en 42 días, cuando concluya la primera etapa del acuerdo y comience la segunda etapa, que se supone que incluye la retirada total de Israel de Gaza. Después de que se firmara el acuerdo en Qatar, Trump dijo que es una prueba de que su administración «buscará la paz y negociará acuerdos» en Oriente Medio, lo que sugiere que espera que este alto el fuego ponga fin a la guerra. La redacción del acuerdo, que estipula que las negociaciones para la segunda fase comenzarán el día 16 de la primera fase, y que mientras continúen estas negociaciones, el alto el fuego permanecerá en vigor, apunta en la misma dirección.

Sin embargo, Smotrich está condicionando su decisión actual de permanecer en el gobierno a la reanudación de la guerra por parte de Israel, la conquista de Gaza en su totalidad y una restricción severa de la ayuda humanitaria después de que se haya completado la primera fase del acuerdo. En la reunión del gabinete del viernes que aprobó el acuerdo, Netanyahu dijo que recibió garantías de Trump para reanudar la guerra si las negociaciones antes de la segunda etapa fracasan. Esto aparentemente va en contra de la voluntad de Trump, pero bajo la presión de la derecha, Netanayhu bien puede aceptar una reanudación de la lucha, lo que significa que la presión estadounidense, incluso bajo el «gran y poderoso» Trump, tiene un límite.

Así que no es el miedo a Trump lo que impida que Netanyahu reinicie la guerra, al menos no por sí mismo. El miedo a la rabia de las familias de los rehenes abandonados en Gaza será un factor más. Las preocupaciones del ejército sobre la reocupación de la ciudad de Gaza, después de que cientos de miles de palestinos regresaran durante la primera fase del acuerdo, también podrían tener un impacto. El público israelí, que experimentará momentos de euforia con el regreso de los rehenes, no aceptará fácilmente una reanudación de la guerra, sin mencionar a los reservistas del ejército que ya se presentan menos para el servicio, los costes económicos y el deseo general de volver a la normalidad.

Con el debido respeto al presidente electo de EEUU, el próximo movimiento de Einav Zangauker podría ser tan significativo, si no más, que el de Trump.

https://www.972mag.com/ceasefire-trump-netanyahu-gaza/

*****

Un alto el fuego demasiado tardío

Harold Meyerson

Ahora que Gaza ha quedado arrasada, es posible que cese la guerra contra los escombros y las personas atrapadas en ellos.

Bueno, al menos el alto el fuego se ha producido mientras quedan algunas estructuras en pie en Gaza.

En cuanto a la guerra en sí, el número oficial de palestinos muertos en la guerra -sin contar a los que perecieron de hambre o de frío o murieron de otra manera por causa de la guerra de Israel para destruir Gaza, a lo largo de quince meses, pero no por la acción militar en sí- asciende hoy a algo más de 46.000 personas. Casualmente, un informe publicado la semana pasada en The Lancet por algunos epidemiólogos británicos concluía que el recuento oficial de muertes de las autoridades palestinas hasta el pasado mes de junio subestimaba en un 41% las muertes palestinas causadas por la guerra. Si ese registro insuficiente se ha mantenido en ese nivel, significa que el número real de muertos es más bien de 65.000. The Lancet también calculó que el 59% de las muertes lo han sido de mujeres, niños y ancianos.

Se supone que la fase inicial del alto el fuego comenzará el domingo, durante la cual Hamás liberará su primera tanda de rehenes e Israel su primera tanda de prisioneros de guerra (Israel también iniciará una retirada hacia las zonas orientales de Gaza, se permitirá la entrada en Gaza de las primeras cantidades significativas de envíos médicos y de alimentos, y los palestinos serán libres de regresar a sus residencias, que sólo ahora, por cortesía de algunos incendios en un hemisferio lejano, se parecen a la mayoría de las residencias de Pacific Palisades. Reconstruir Palisades será largo y arduo; reconstruir Gaza parece, a todos los efectos, imposible, lo cual era la clara intención del gobierno de Netanyahu.

Tanto si esta fase del conflicto ha terminado como si no, está claro desde hace tiempo que la incursión asesina de Hamás del 7 de octubre de 2023 fue estratégicamente imbécil y moralmente indignante, lo que permitió al gobierno israelí lanzar una guerra que también fue estratégicamente imbécil y moralmente indignante, y cuantitativamente mucho más mortífera. El 7 de octubre redujo la proporción de israelíes comprometidos con una solución de dos Estados en un futuro previsible de una posición minoritaria a otra microscópica, y como Israel es la potencia hegemónica de la región, eso significa que no habría resistencia interna efectiva a la campaña de la derecha israelí para extender su Estado desde el río hasta el mar.

La condición moralmente indignante de la respuesta de Israel le enajenó estratégicamente a sus restantes aliados, salvo a los evangélicos cristianos que creen que la Segunda Venida de Jesús depende de la expansión formal de Israel hasta el río Jordán (una creencia que no es particularmente compartida entre los israelíes, me apresuro a señalar), el mundo MAGA en el que habitan esos evangélicos, y los sionistas de antaño que no entienden que el Israel fundado por socialistas y kibutzniks ha dado paso a un Israel de nacionalistas autoritarios de limpieza étnica y cultos ultraortodoxos contrarios a la Ilustración. Bernie Sanders es un antiguo sionista que una vez trabajó en un kibutz, pero entiende en qué se ha convertido Israel y ha estado pidiendo el cese del envío de armas norteamericanas a Israel durante esta larga y sangrienta guerra. Joe Biden es un sionista de los de antes que nunca llegó a comprender que el Israel que admiraba había dado paso a algo que habría horrorizado a los fundadores socialdemócratas de la nación, por lo que nunca aplicó la fuerza necesaria para detener el flujo de armas detrás de sus esfuerzos por conseguir un alto el fuego. Las consecuencias de ese fracaso pueden verse en el mar de escombros y los montones de cadáveres de Gaza. Y aquí, en nuestro país, también fue uno de los muchos factores que explican el fracaso de Kamala Harris en Michigan el pasado noviembre, así como el pronunciado descenso del voto juvenil a los demócratas en esas elecciones (aunque dudo mucho que fuera el factor principal).

Está claro que Hamás no destruyó Israel, pero casi destruyó a la izquierda israelí. Transformó la energía potencial de Israel para eliminar a los palestinos en una guerra demasiado cinética, que también permitió al hasta entonces asediado Netanyahu explotar su nueva credibilidad como líder de guerra a la hora de ampliar su mandato enfrentándose también a Hezbolá y a los hutíes y, por extensión, a su patrocinador, Irán. Lo  cual, a su vez, le granjeó la simpatía de dirigentes árabes contrarios a Irán, como los saudíes, creando posiblemente las bases para un Oriente Próximo dominado por Israel y los Estados petroleros suníes, que nunca se han preocupado realmente por la difícil situación de los palestinos.

En cuanto al alto el fuego en sí: nunca sabremos con certeza en qué medida el continuo apoyo de Biden a la hora de armar a Israel contribuyó a esos quince meses que han durado sus ataques, pero podemos estar bastante seguros de que no logró disuadir a Bibi de continuar con el baño de sangre. Muy pronto sabremos si comenzará realmente el domingo el alto el fuego, o si se caracterizará por la continuación de los ataques israelíes contra Gaza, al igual que el alto el fuego de Israel con Hezbolá se caracterizó por la continuación de los ataques israelíes contra presuntos escondites de Hezbolá en el Líbano durante varias semanas después de la fecha en que se suponía que debían cesar los ataques. Y sabemos por la evidencia de nuestros ojos, y de los ojos de otros, que la realidad sobre el terreno en Gaza coincide con la descrita hace dos mil años, cuando el historiador romano Tácito escribió sobre las secuelas de una de las guerras del Imperio: «Crearon un desierto y lo llamaron paz».

The American Prospect, 16 de enero de 2024

*****

Lo probable es que no dure el alto el fuego en Gaza

Paul L. Pillar

Se puede acoger el acuerdo de alto el fuego sobre la Franja de Gaza como un modesto respiro del inmenso sufrimiento que los habitantes de ese territorio han soportado durante los últimos quince meses.

El ataque militar israelí a la Franja ha infligido muertes que, según el recuento oficial, han superado las 46.600 personas. Es probable que este recuento infravalore las muertes reales en más de un 40%, y que la mayoría de las víctimas mortales sean mujeres, niños y ancianos.

A esto hay que añadirle el resto de víctimas de las operaciones militares. Se han registrado más de 111.265 heridos, incluyendo discapacidades que alteran la vida, en un entorno en el que Israel ha destruido en buena medida el sistema sanitario.

El acuerdo también compromete a Israel a permitir la entrada en la Franja de Gaza de un mayor número de camiones con ayuda humanitaria muy necesaria. Otros beneficios incluyen la liberación de varios rehenes israelíes que Hamás tomó en su ataque de octubre de 2023. También se verán liberados varios cientos de palestinos que Israel ha encarcelado. Los palestinos también pueden considerarse rehenes. Aunque algunos de los que van a ser liberados han sido condenados a penas de prisión, muchos de los palestinos que Israel encarcela están retenidos indefinidamente sin cargos, incomunicados y sin representación legal.

Más allá de estas medidas positivas, el acuerdo que se acaba de alcanzar no permite albergar muchas esperanzas de que se produzcan avances significativos hacia la paz y la estabilidad en esa parte del mundo. Aunque el cese de las operaciones militares interrumpe parte del sufrimiento inmediato, no revierte los enormes daños que han convertido lo que ya era una prisión al aire libre en un páramo en gran medida inhabitable. Al parecer, el acuerdo prevé la retirada israelí de los principales núcleos de población y del corredor de Netzarim, lo que en principio permitirá a las familias del norte de la Franja de Gaza regresar a sus hogares, aunque muchas sólo volverán a los escombros.

El acuerdo tiene visos de ser sólo una pausa temporal. El alto el fuego será de seis semanas y su prórroga dependerá del éxito de las futuras negociaciones. Se prevén una segunda y una tercera fases en las que cada parte liberaría a más rehenes y el ejército israelí se retiraría aún más, junto con un plan de reconstrucción, pero hasta ahora esas fases son sólo esbozos de objetivos y no un verdadero acuerdo. En resumen, los negociadores han llegado a un acuerdo a corto plazo, dejando de lado cuestiones más difíciles.

Hay pocos motivos para ser optimistas respecto al éxito de las negociaciones posteriores y a que las bombas no vuelvan a caer. Hamás ha quedado lo suficientemente maltrecha como para que sus dirigentes consideren con casi total seguridad que una prórroga indefinida del alto el fuego redunda en su propio beneficio, pero seguirá resistiéndose a renunciar a todas sus bazas de negociación en forma de restantes rehenes israelíes restantes sin obtener a cambio más concesiones israelíes. Los mayores impedimentos para prorrogar el alto el fuego están del lado de Israel, donde las tendencias políticas y normativas siguen un rumbo consistente continuar indefinidamente la guerra.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha tenido razones personales y políticas para mantener a Israel en guerra. La guerra continua ha retrasado que tenga que afrontar plenamente las consecuencias de las acusaciones de corrupción que pesan sobre él y la inevitable investigación oficial sobre los fallos políticos que pueden haber contribuido al ataque de Hamás de octubre de 2023. Su permanencia en el poder depende también del mantenimiento de una coalición con ultraderechistas cuya única idea sobre la política a seguir en Gaza es la eliminación completa de su comunidad palestina.

El más destacado en la derecha dura, el ministro de Seguridad Nacional Itamar Ben-Gvir, ha amenazado con abandonar el gobierno por su oposición a un alto el fuego en Gaza. Es probable que Netanyahu crea que puede suavizar las presiones contradictorias a las que está sometido con una combinación del apoyo que obtendrá de la devolución de algunos de los rehenes israelíes y llegando a acuerdos particulares con Ben-Gvir y su colega de extrema derecha, el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich. Parte de dicho entendimiento se cifraría en la perspectiva de que, tras el alto el fuego temporal que consiga repatriar a algunos de los rehenes, se reanude la acometida militar israelí contra Gaza.

La reanudación de los ataques puede producirse después de que expire el alto el fuego de seis semanas y no se llegue a un acuerdo en las negociaciones sobre las fases dos y tres. O puede que Israel encuentre excusas para reanudar antes sus ataques. Netanyahu tiene un largo historial de incumplimientos de acuerdos internacionales, que se remonta al Wye River Memorandum alcanzado durante su primer mandato como primer ministro en 1998, que preveía retiradas parciales en Cisjordania que Israel nunca aplicó. Más recientemente, Israel ha violado repetida y ampliamente el acuerdo de alto el fuego en Líbano alcanzado el pasado noviembre.

Aunque ambos protagonistas de las interminables negociaciones de Gaza seguirán dando vueltas a la historia en su propio beneficio, el cambio de posición que ha permitido alcanzar un acuerdo ahora y no hace unos meses se ha producido principalmente en el lado israelí. Netanyahu había insistido repetidamente en que había que «destruir» a Hamás para poner fin a la guerra en Gaza. Negociar con alguien a quien uno ha jurado destruir siempre ha sido un contrasentido, pero ahora el gobierno de Netanyahu ha llegado a un acuerdo negociado con un Hamás que en buena medida no está destruido.

La política norteamericana, las relaciones entre Israel y los Estados Unidos y el próximo cambio de administraciones en Washington explican la postura israelí. El escenario que se ha desarrollado es el último capítulo de la alianza política entre Netanyahu y Donald Trump, y entre la derecha israelí y el Partido Republicano.

Netanyahu le ayudó a Trump -su candidato favorito en las elecciones norteamericanas- manteniendo la guerra de Gaza en ebullición y perjudicando así las posibilidades de la candidatura demócrata, y luego, con Trump ya elegido, sacando del fuego la olla hirviendo poco antes de que el propio Trump asumiera el cargo. El incidente del pasado que más me recuerda este escenario es el acuerdo de Wiliam Casey con Irán para mantener a los rehenes estadounidenses hasta después de que Ronald Reagan derrotara a Jimmy Carter en las elecciones de 1980.

La declaración de Trump hace una semana de que «estallará el infierno» si Hamás no liberaba a los rehenes israelíes era poco probable que cambiara ninguna de las posturas negociadoras, dado que el infierno es una buena descripción de lo que todos ya estaban viviendo en la Franja de Gaza, incluido Hamás. A pesar de este hecho y del esfuerzo de la administración saliente de Biden por atribuirse el mérito del acuerdo de alto el fuego, Trump podrá afirmar que fue él quien hizo posible el acuerdo.

Sigue existiendo la posibilidad de que una guerra renovada en Gaza se convierta, a partir de dentro de unas semanas, en un problema para Trump como lo fue para Biden. Pero hay dos factores principales que inclinarán al presidente Trump a no ejercer ninguna presión sobre el gobierno israelí para que renuncie a renovar su devastación y su limpieza étnica en la Franja de Gaza. Uno es la relación de Trump con su base política evangélica interna, con su apoyo incondicional a casi todo lo que hace Israel. La otra es que su aliado Netanyahu le ha hecho un gran favor con su gestión de las negociaciones del alto el fuego, y ahora Trump le debe a Netanyahu favores a cambio.

En consonancia con esto, el asesor de seguridad nacional entrante de Trump anda proclamando una posición de «en todo con Israel, Hamás ha de ser destruido».

Esta perspectiva para los próximos meses subraya de qué modo el nuevo acuerdo de alto el fuego no hace nada para reducir los conflictos a largo plazo en la parte del mundo que corresponde a Gaza mientras se niegue la autodeterminación a los habitantes de la Franja y a otros palestinos.

Responsible Statecraft, 16 de enero de 2025

—————————————————————–

Doctor en Historia Israelí Contemporánea por la Universidad de Haifa, desarrolla su actividad docente en el ONO Academic College. Cofundador del Israeli Committee Against House Demolitions (ICAHD), ha sido asesor en distintos organismos de la ONU, como OCHA, UNHabitat y UNRWA y es actualmente director del Center for Advancement of Peace Initiatives. Considerado uno de los mayores expertos en el conflicto arabo-israelí en Jerusalén, es autor de Discrimination in the Heart of the Holy City (2008), Seizing Control of Land in East Jerusalem (2010) y Demolishing Peace (2014). Asimismo, es miembro del consejo editorial de Palestine Israel Journal y de la revista SinPermiso.

miembro de Al-Shabaka, grupo de expertos palestino para políticas públicas. Tiene una maestría en Asuntos Internacionales de la Universidad de Columbia y una licenciatura en Ciencias Políticas y Estudios de Oriente Medio de la Universidad de Rutgers. Su trabajo ha aparecido en Foreign Policy, +972 Magazine, Newlines Magazine y New Politics Journal, entre otros.

Es editor de la revista en hebreo «Llamada local» y colaborador de la revista israelí en inglés «+972».

veterano periodista de la revista The American Prospect, de la que ha sido director y es redactor jefe, ofició durante varios años de columnista del diario The Washington Post y fue director de L.A. Weekly. Considerado por la revista The Atlantic Monthly como uno de los cincuenta comentaristas más influyentes de Norteamérica, Meyerson ha pertenecido a los Democratic Socialists of America, de cuyo Comité Político Nacional fue vicepresidente.

estudió en el Dartmouth College y la Universidad de Oxford, y se doctoró en la Universidad de Princeton.Trabajó para la Agencia Central de Inteligencia (CIA) entre 1977 y 2005 hasta entrar en conflicto con la administración Bush en la política sobre Irak. Es miembro del Centro de Estudios de Seguridad de la Universidad de Georgetown e investigador asociado del Centro para la Política de Seguridad de Ginebra.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *