Hacia un nuevo tipo de unidad

Asumir las transformaciones inexorables en el tipo de unidad histórica –política y social–, que se construyó para el período 2019-2023 sin perder la vocación de mayorías, es el gran desafío de la etapa para el peronismo. Persistir en ella, será encaminarse a la esterilidad histórica.

Peronismo: ¿un gigante invertebrado?

 

Obviamente ahí todos quieren la unidad, como es habitual en el peronismo, pero no todos comparten igual proyecto de país, como es habitual en el peronismo.

Al respecto Néstor Kirchner sentó doctrina respecto al tipo de unidad histórica que requiere la fase kirchnerista del peronismo condensada en la visión Unidad si, para bajar banderas, no.

El tipo de unidad desplegada para ganar las elecciones del año 2019, se desentendió de la dimensión de proyecto, es notorio que “bajó banderas” y no cumplió con el contrato electoral del año 2019.

Ha concluido entonces su ciclo histórico, agotamiento extremo, al punto que, aún con un gran candidato, ya no logró triunfar en 2023.

No es novedad esta mutación. Tras la derrota en la elección bonaerense del año 2009 con el triunfo de Francisco de Narváez, voló por el aire el tipo de unidad centrada en la “transversalidad”, diseñada en el año 2007.

Recordemos que el vicepresidente Cleto Cobos dejó de lado su posición de integrante del Poder Ejecutivo y pasó a la oposición con ínfulas presidenciales y hasta renunció el jefe de gabinete Alberto Fernández.

Sergio Massa, integrante de la lista testimonial bonaerense en el año 2009, también dejó el gobierno y comenzó a diseñar el Frente Renovador, dispositivo político-electoral con el que ganaría holgadamente las elecciones bonaerenses en el año 2013 y aún persiste.

Pasó siempre en el peronismo. El tipo de unidad que planteó Juan Perón en los comienzos a mediados del siglo pasado, no fue el mismo que el de los años setenta, y ese tipo de unidad setentista estalló en el año 1974 a niveles hoy inimaginables.

Se intentó un revival discreto con la fórmula Luder – Bittel en el año 1983 y no funcionó.

Ese tipo de unidad ya no fue el mismo que se materializó con Carlos Menem en la primera etapa 1989-1995, y se transformó aún más a partir del año 1995, incorporando a la coalición peronista menemista a la UCDE.

Una formación neoliberal que venía de una elección nacional de 7 puntos con la fórmula Alsogaray-Natale, llenaba estadios y recitaba toda la catilinaria del neoliberalismo heavy metal, que haría hoy las delicias del propio Javier Milei.

Esta mutación trastocó el tipo de unidad del año 1989, consolidando al peronismo menemista, como el partido del ajuste neoliberal dominante en el país.

Hubo que esperar la llegada de Néstor Kirchner que puso fin a casi 25 años de hegemonía neoliberal –inaugurada, recordemos, a sangre y fuego en el año 1976 por Videla y sus esbirros– y tras la crisis del año 2001, reconcilió al peronismo con su tradición popular-democrática, abandonado la fase neoliberal menemista.

Se construyó un nuevo tipo de unidad histórica en el año 2003 mediante la llamada “transversalidad”, que estalló por los aires en el año 2009 tras la crisis de la 125.

Se optó entonces por un repliegue sobre el PJ y ese tipo de unidad, con matices, dominó hasta el año 2023.

La excepción fue el año 2017, cuando en pleno lawfare en su contra, Cristina Kirchner constituyó Unidad Ciudadana en las puertas de Comodoro Py, para enfrentar las elecciones bonaerenses por fuera del PJ oficial. Cristina Kirchner perdió aquellas elecciones (41,38% a 37,25%), pero su volumen político quedó patentizado para propios y extraños y sentó los cimientos desde dónde se construyó en 2019 el triunfo del FDT.

Un episodio similar al sucedido en 2009 cuando Néstor Kirchner pierde las elecciones bonaerenses (34,58% a 32,11%) y contra toda opinión de propios y extraños sentencia “perdimos por no profundizar”, consolidando luego el camino que llevó al FPV a obtener el 54,11% de los votos en el año 2011.

Asumir entonces las transformaciones inexorables en el tipo de unidad histórica – política y social – que se construyó para el período 2019-2023 sin perder la vocación de mayorías, es el gran desafío de la etapa para el peronismo. Persistir en ella, será encaminarse a la esterilidad histórica.

En el fondo, la discusión que persiste y está hoy agigantada en los medios opositores, es si el peronismo es algo más que el kirchnerismo.

Habría, para algunos políticos y teóricos, una propiedad que el peronismo tiene por sobre el kirchnerismo, y esa es una discusión debe darse, porque tiene consecuencias políticas muy importantes.

Si se considera que el kirchnerismo es una etapa acotada del peronismo, que en definitiva es un despliegue histórico, político y social mayor y que lo supera, se toma una determinada política coyuntural y estratégica que comienza siempre por acotar, suspender, encapsular el liderazgo de Cristina.

Si se observa que el kirchnerismo expresa plenamente lo que inauguralmente expresaron Perón y Evita, que el kirchnerismo es hasta hoy al menos, la modalidad histórica concreta que asume el peronismo, surge otra determinación, estratégica y coyuntural que comienza siempre por reconocer el liderazgo de Cristina Kirchner sin limitaciones.

Por otra parte, en lo electoral, nunca pudo ser sustentable la idea de que hay un plus electoralmente potente del peronismo no kirchnerista por fuera del kirchnerismo “duro”.

Por el contrario, en las últimas elecciones de medio mandato nacionales de noviembre del año 2021, la “Unidad” del Frente de Todos se rompió básicamente por la crisis de ingresos familiares, y más de cuatro millones de electores que lo acompañaron en el 2019, ya no lo hicieron.

En el año 2021 permanecieron mayoritariamente sosteniendo al oficialismo los votos kirchneristas denominados despectivamente “duros” y se mostró que la hipótesis de la potencia electoral del peronismo no kirchnerista es falsa y en rigor, cuando – ya en los años 2015 y 2017 – el “peronismo” despojado de kirchnerismo apareció en la escena electoral, fue un fiasco.

Dos fueron los errores conceptuales que signaron la compleja etapa del FDT que se condensaron en otras dos consignas:

1- Con Cristina no alcanza, sin Cristina no se puede.

2– Volver mejores

Ambas visiones suponían un demérito evidente a los 12 años de Kirchnerismo inaugural y una concesión a los sectores dominantes respecto al período que, afectando intereses, propiciara los mejores años en materia de mejoras de las condiciones materiales de existencia para un extendido grupo poblacional grabadas en la memoria de muchos, a las que se debió la potencia electoral del año 2019, potencial que se debilitó sensiblemente durante la gestión del FDT.

Finalmente, asumir las transformaciones inexorables en el tipo de unidad histórica, política y social que se construyó para el lapso comprendido entre los años 2019-2023 sin perder la vocación de mayorías, es el gran desafío de la etapa actual para el peronismo, tarea compleja, sin duda, pero inevitable e históricamente recurrente.

Las demandas a este nuevo tipo de unidad no serán para nada desentendidas de la compleja coyuntura por la que transitamos donde se juega mucho más que el resultado electoral futuro del peronismo.

Al respecto John William Cooke fue anticipatorio, cuando en Apuntes para la militancia en 1964 advertía:

“Se les pide que nos encaminemos al poder, que no nos encaminemos a la disgregación, que no nos encaminemos a la esterilidad histórica. Lógicamente como yo hago estas críticas, comprendo que puedan hacer otras, pero siempre desde la lucha.

La primera condición para criticar el combate, es estar en el combate. Estamos en un equilibrio: el régimen que no tiene fuerza para institucionalizarse, pero sí para mantenerse mientras el peronismo y la masa popular y otras fuerzas tiene suficiente potencia para no dejarse institucionalizar, pero no para cambiarlo. ¿Quién tiene que romper ese equilibrio? Nosotros; a la burguesía con durar le basta.”

¿Quién puede conducirnos a romper este equilibrio y enfrentar con éxito a la actual coalición neoliberal-libertaria?

Sin duda Cristina Kirchner y el tipo de liderazgo histórico que encarna, sabiendo que el peronismo sin un liderazgo potente, es un gigante invertebrado.

¿Candidaturas? Todo en su medida y armoniosamente.

Hoy, solo habrá que ser fieles a aquello que, enunciado en el año 2008 por Néstor Kirchner, es doctrina: “Unidad sí, para bajar banderas, no”

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* Director Consultora Equis.

Un comentario

  1. Hola Artemio de acuerdo con el planteo que haces pero no entiendo, desde que se lanzo la postulacion de STM, que era un buen candidato. Ademas de ser el ministro de economia de un gobierno que hizo un desastre en esa materia, no llevaba las banderas que propuso siempre nestor Kirchner Massa era bajar banderas y era no profundizar el proceso, Vos lo dijiste perdimos con Scioli por no profundizar, ganamos con Alberto porque enfrento a Macri y no sacamos la diferencia que tendriamos que haber sacado por como defraudo despues de las paso y ahora consideras a Massa como el candidato que podia representar las banderas inaugurales del peronismo?? Creo que si Massa ganaba las elecciones Milei nos destrozaba desde la oposicion

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