Kirchnerismo, progresismo, peronismo: Una discusión de streaming

Así como la resolución menemista de la forma de organización y narrativa populista en los años '90 fue a cabalidad una experiencia peronista, vinculada a los sectores dominantes, la modalidad kirchnerista supone el despliegue de organización y discurso del populismo peronista vinculado a los sectores dominados.

Peronismo y Kirchnerismo: ¿memoria o acto?

Progresistas somos nosotros, esta es la realidad efectiva

Néstor Kirchner

En línea con las discusiones básicamente ( pero no solo) de streaming, acerca de si el kirchnerismo es un «progresismo» o una modalidad histórica del peronismo, en su metáfora de «anomalía», señala Ricardo Forster:

Tal vez algo de todo esto, que quedará por seguir vislumbrando, sea lo que hoy nombramos bajo el nombre de kirchnerismo. Un nombre que sabe de la memoria del peronismo, que conoce de sus laberínticos zigzagueos, de sus vaciamientos, de sus límites y de su potencia reencontrada bajo ese giro impensado y tan difícil de encasillar y de comprender para aquellos que se habían instalado cómodamente en el fin de la historia y en la retórica de la resignación. Allí, en esa extraordinaria encrucijada, alguien, una figura extraña que vino del sur patagónico, escribió para siempre su nombre en la memoria popular.

De esta forma, el peronismo al interior del espacio kirchnerista es un reconocimiento de su memoria, una aceptación de su existencia pasada, una marca intensa, pero una marca siempre anterior y no en acto.

Sin embrago, acá sostenemos una posición distinta, no antagónica y pensamos al kirchnerismo, en especial más allá de la General Paz y la región metropolitana, como una modalidad histórica concreta -de organización, narrativas y liderazgos específicos- del populismo peronista, ocurrida tras la mega crisis neoliberal del año 2001.

Como ya analizamos acá, al avanzar en el señalamiento del tipo de contradicción característica del populismo, Laclau señalaba: «El populismo comienza en el punto en que los elementos popular-democráticos se presentan como opción antagónica frente a la ideología del bloque dominante. Nótese que esto no significa que un populismo sea siempre revolucionario. Baste que una clase o fracción de clase requiera para asegurar su hegemonía de una transformación sustancial del bloque en el poder para que una experiencia populista sea posible. Podemos señalar en este sentido un populismo de las clases dominantes y un populismo de las clases dominadas».

Lo específico del populismo, entonces, resulta el antagonismo con el bloque dominante, situación esta que define el comienzo de la experiencia populista, más allá de la presencia de elementos popular-democráticos en el discurso y organización. Por otra parte, Laclau advierte (fresco aún el fracaso de la experiencia peronista del período 1973-1976), que el final abierto también forma parte constitutiva de una experiencia populista.

Al respecto, Cooke plantea también esta doble determinación del populismo peronista de enfrentamiento al bloque y final abierto como constitutivo de la experiencia populista, una década antes que la moderna interpretación pos-derrota de Laclau: «Este estilo, esta calidad especial corresponde a nuestra contradicción intrínseca de movimiento revolucionario por nuestra composición y nuestra lucha antiimperialista y antipatronal -que objetivamente hace de nosotros el término de un antagonismo irreconciliable con el régimen- mientras que organizativamente y como estructura estamos muy por debajo de nuestros requerimientos».

Aun más, toda la teoría de Cooke respecto del peronismo gira en torno tanto de la potencialidad revolucionaria del populismo como de su contrario, materializado en la burocratización de las estructuras organizativas. En esa tensión generada por la fuerte percepción de final abierto, se sitúa la metáfora de la experiencia peronista como hecho maldito del país burgués…

Finalmente, así como la resolución menemista de la forma de organización y discurso populista en los años ’90 fue a cabalidad una experiencia peronista, vinculada a los sectores dominantes, la modalidad kirchnerista supone el despliegue de organización y discurso del populismo peronista vinculado a los sectores dominados.

Nada de lo que hay en el kirchnerismo está por fuera o es apenas memoria del discurso y práctica justicialista, menos una anomalía, (fue otra anomalía acaso el proceso fundacional 1946-1955?) .

En rigor, a nuestro criterio, el «kirchnerismo» se trata de una modalidad específica de peronismo organizado en torno del liderazgo tradicionalmente populista de Néstor Kirchner, bajo la conducción también de fuerte impronta peronista de Cristina Kirchner, una etapa más del despliegue populista, muchas veces contradictorio, iniciado en el año 1946, entonces bajo la conducción de Juan Perón.

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