Más de 500 mil personas volvieron a marchar en todo el país por Verdad, Memoria y Justicia en tiempos en los que el Estado es usado como herramienta negacionista, además de la miseria planificada, con represión. Como los miércoles con los jubilados y jubiladas, la calle demostró una vez más que es el escenario donde la sociedad se expresa por fuera de los moldes con alegría pero también con bronca, aunque sin violencia cuando la policía no aparece. ¿Casualidad? Las voces de jóvenes sub 20, niños, niñas y padres en otra jornada histórica de lucha en la que, después de 19 años, hubo acto unificado. ¿Qué es la unidad, más acá de lo electoral? ¿Cómo se está construyendo? ¿Se está construyendo? ¿Qué contenido tiene?
Lucas Pedulla, Francisco Pandolfi y Sergio Ciancaglini
La ley de la calle
Las expresiones culturales, de alegría, de dolor, de reclamo y de firmeza se ven y sienten en toda la marea que va y viene por Avenida de Mayo, las Diagonales Sur y Norte, y las calles aledañas. Se ve y se siente en el montón de infancias corriendo, saltando y jugando, junto a las Madres y Abuelas, y a las madres y abuelas sin mayúscula también, que siguen llegando a la Plaza, rodeadas de mensajes contundentes y hermosos, como estos:
Hay bombos, trompetas, cantos, bailes, y mucha gente con remeras de Norita Cortiñas, de Maradona, de Hebe Bonafini, de Spinetta, de Rodolfo Walsh. Está también presente en todos lados el fotógrafo de 35 años atacado por la policía el miércoles 12 de marzo, Pablo Grillo: en bombos, en fotos, en carteles, en banderas, en stickers, en canciones. Y en esta producción que llevamos desde lavaca, especialmente para enviarle en su recuperación en el hospital Ramos Mejía todas esas energías que circularon hoy.
Lo que no hay: policía. Ni uno. Y pasa nada. Ningún incidente. Ningún detenido. Ningún herido. Otra vez, al igual que en la Marcha del Orgullo Antifascista, la ausencia policial garantizó una marcha pacífica cargada de sentido, sin violencia, al revés de cuando las fuerzas de Bullrich provocan y generan los disturbios que intentan opacar los contenidos de la protesta.
Sobre Avenida de Mayo y Piedras, Marcelo, fletero de 55 años, es uno de los que acepta sacarse una foto con el cartel de “Fuera Bullrich”. Se le humedecen los ojos al decir que conoce a Pablo Grillo del barrio: es de Remedios de Escalada, sur del conurbano, el barrio de Pablo. “Ese miércoles Pablo cae a 15 metros mío —dice Marcelo, que tiene una remera de HIJOS—. Nunca vi una cosa igual. Mirá que tengo marchas, pero nunca vi tanto odio: simplemente por estar te pegaban. Ligué un palazo por estar con un abuelo arrodillado: esa saña no la recuerdo”.
¿Cómo salimos de eso?
“Me cuesta establecer una ruta de por dónde salimos. Sí hay que tratar de cambiar la economía de la gente. Hoy la gente no puede comprar, el Gobierno eliminó cosas básicas como la carne. Para mí se sale con salud, educación y economía, pero con este gobierno, eso no va a ser posible”.
Qué significa este 24 de marzo:
“Es un punto para curar heridas y recargar”.
Qué unidad
Son las 15 y desde 9 de Julio ya no se puede caminar más. La histórica y enorme bandera azul con la cara de los 30 mil cruza desde ahí hasta la Plaza de Mayo.
La gente, que antes del cruce de esta bandera estaba cantando “Patricia Bullrich, la puta que te parió”, se detiene. Hace silencio, no insulta más a Bullrich (por un rato…) y aplaude. Aplaude sin parar. Sin frenar. Aplaude a las y los desaparecidos. Pasan uno, dos, cinco, diez minutos y la bandera sigue su curso con dirección al escenario donde se leerá el documento. Una vez que entró en su totalidad, la masa otra vez canta. Esta vez:“Milei, basura, vos sos la dictadura”.
Justo ahí, empieza a llover.
Pero la gente no se mueve. O en realidad, todo lo que hace es moverse. Está donde quiere estar.
Y dice todo lo que siente decir.
Marilé Neumayer vive en el barrio porteño de Flores y es docente de la UBA, de la Universidad de Avellaneda y del Centro de Formación Profesional 24, una escuela pública de oficios. “Este gobierno retomó la represión, y Pablo Grillo es todo un emblema. Es terrible que a más de 40 años sigamos aguantando esta historia. Es muy triste”. Sobre la unidad de los organismos de Derechos Humanos en esta marcha: “A veces uno critica a su propia familia, pero cuando la vienen a joder de afuera, nos unimos todos porque es la única forma de defensa. Acá es lo mismo: no hay otra forma de vencer a esta gente, porque a esta gente hay que vencerla para siempre. Para eso debemos tener una ley contra el negacionismo”.
Recuerda: “A mi viejo, Carlos Eleuterio Neumayer, le pusieron una bomba porque pidió un habeas corpus por una persona desaparecida. Entonces, ¿vamos a seguir con esto?”.
¿De cara al futuro?
“Me cuesta pensar con esta Justicia y este parlamento que son un chiste y no reflejan a la mayoría de los argentinos. En principio, debemos saber a quién estamos eligiendo y recuperar la confianza en la fuerza, porque nosotros somos muy fuertes, aunque nos hayan hecho creer que no”.
Marcos tiene 89 años. Camina despacio, con su bastón, pero con una firmeza admirable. Cruza la 9 de Julio y va hacia la Plaza de Mayo, contento. Una vez más. Integra la Coordinadora Nacional de Organizaciones de Jubilados y Pensionados de la Argentina. Cuenta que marcha todos los miércoles al Congreso desde 1993. Y que esta semana será la movilización 1.782. Dice orgulloso: “Es muy importante la unidad que se logró hoy, que también logramos en nuestro sector, y la solidaridad que el pueblo está teniendo con los jubilados. Estamos marcando un camino de la unidad de acción. Y este es el único camino, creando una verdadera fuerza política alternativa, para enfrentar y derrotar a este gobierno”.
Iván tiene 39 y es vendedor. Natalia también tiene 39, es arquitecta, y lleva en la panza un futuro de siete meses, que posiblemente venga el próximo 24, en 2026, cuando se cumpla medio siglo del golpe. Son del conurbano de San Martín. Él piensa en la unidad que se refleja en las calles: “Un poco tarde. Pasaron cuatro años de un gobierno todos separados, muchos años que la izquierda no va junta, y hoy son los únicos que van también separados: seguimos divididos. Por eso nos gobierna esto que no se puede clasificar”.
Natalia ve el lado positivo: “Cada año hay más gente en la calle, y me siguen sorprendiendo los niños, la juventud, y eso también es recordar y tener memoria. No dejarse pasar por arriba. Todos los años hay que seguir luchando hasta que las cosas se acomoden, porque salir a la calle es más una alegría que una lucha”.
¿Nos une el espanto o algo más?
Iván piensa: “Somos muchos hoy, y no es solo el espanto lo que une al argentino, tampoco solo el fútbol. Nos unen cosas lindas como la solidaridad, aun en este Estado que se retira de absolutamente todo. Creo que eso es algo que no nos pueden robar, y es lo que tenemos que mirar porque somos pueblo”.
Micaela tiene 42, una remera que dice “juicio y castigo”, y camina de la mano con Ezequiel, que tiene 45 y una camiseta de Lanús. Ambos son de ese municipio del sur del conurbano. Dudan un poco de la idea de unidad: “Lo veo difícil ahora, porque creo que sigue habiendo un núcleo que apoya este gobierno. Sí creo que tiene que haber más unidad, eso sí, y una fuerza política que vaya más adelante y nos represente un poco más”. Ezequiel: “Hay una legitimación del ajuste económico, y estas semanas también lo vimos con la represión. Creo que hay que prepararse porque se van a venir años difíciles”.
Micaela es empleada de PAMI: “Tengo varias caras de la moneda. Por un lado, los jubilados y un recorte no solo en lo económico, sino también en remedios, en subsidios sociales, en el aumento de la SUBE. Por otro, hay muchos empleados del Estado que siguen apoyando o no le dan bola a eso. ¿Por qué? Porque no hay conciencia de clase”.
Por eso Micaela pierde la paciencia: “Tenemos que fijar cosas en común entre muchos partidos. Dejarnos de joder con la interna, que el peronismo una cosa, que el kirchnerismo otra”. Iván observa: “El tema de la unidad es ¿qué se nos mete cuando abrimos la tranquera?”.
Micaela responde: “Todos para adelante, con educación y salud pública”.
Ambos vuelven a tomarse de la mano, y siguen marchando.
Todas las familias
Juliana tiene 37 años y conforma una de las postales más lindas de la jornada. Tiene en brazos a su beba recién nacida mientras a su lado salta su otra hija, unos pocos años más grande. Las tres sonríen. Es de Mar del Plata y vive en Buenos Aires. Dice Juliana: “Mostrar la unidad en la calle, ese es el futuro que necesitamos. Es la única manera que no se nos impregne el miedo que desde el gobierno nos quieren imponer. Por eso cada miércoles debemos ser más marchando con los jubilados. Sé que es difícil, pero hay que sostenerlo. Si estamos juntos, saldremos de esta”.
Beto llegó con su esposa Débora y sus mellizos: Juan y Ernestina. Él es diseñador, ella abogada, y Ernestina y Juan tienen 9 años, sin decisión sobre futuras profesiones.
“Venimos todos los años. Ellos nacieron un 16 de marzo y el 24 estábamos acá. Tenían ocho días, así que no entramos a la Plaza, pero estuvimos cerca viendo al grueso de la gente”, cuenta Beto. Tiene amigos que estuvieron desaparecidos en el centro clandestino El Vesubio.
Débora: “Vemos que vienen muchísimas familias y está bien. Tenemos que estar juntos”. Beto: “En este tipo de temas no tiene que haber diferencias. Y fijate. No hubo un solo policía, y a la vez no hubo ni un solo problema. La gente viene en paz a hacer una conmemoración y estamos todos bregando por lo mismo. Con la policía hay un tema de leyes físicas, de acción y reacción”.
Beto cree que para que se haya llegado a la actual situación política influyó decisivamente la última gestión “llamala kirchnerista, peronista, justicialista, frentista o como quieras, pero fue desastroso. Y a nivel de comunicación avanzaron con el odio inoculado todo el tiempo, las muletillas, las falsedades, metiéndole odio a la gente en la cabeza. Agregale el hartazgo, y tenés la situación definida, que ahora se traslada al Congreso”.
¿Por qué al Congreso?
“Porque parecen todos panelistas de televisión, se putean, se cagan a palos, se tiran cosas”. Ernestina y Juan ríen, cuando les pregunto se ponen serios y dicen sobre esos panelistas: “Están locos”. Débora agrega: “Hay que hacer una autocrítica porque, si no, se van a repetir los mismos errores. Y a la vez hay que entender que lo de la ultraderecha es un fenómeno que está pasando en muchos países, no solo acá”.
Beto: “También es cierto que hay que hacer más. Yo veo lo de los jubilados y me emociona. Me da bronca, y también orgullo. Pero tiene que apoyarlos mucha más gente. Cuando fue la marcha universitaria salimos todos en defensa de que todos los pibes estudien. Pero los miércoles no veo ningún pibe estudiante de la universidad pública viniendo a defender a los jubilados. Lo mismo con los trabajadores, aunque ahora parece que va a venir la CGT, por fin.
¿Hacia adelante?
«Yo soy de los que cree que cada gobierno tiene que terminar su mandato. Pero ojalá recapaciten en el destrozo que están haciendo”.
Débora, al contrario, no parece ilusionarse: “Yo creo que explota todo. La gente está muy tibia, pero creo que esto no se aguanta mucho más. Hay gente que vive en una burbuja, tiene plata, viaja al exterior, pero es un sector muy chiquito. Todavía no se está oyendo a los que no tienen voz”.
Lucas es de San Justo y tiene 36 años. Está parado junto a su compañera sobre Avenida de Mayo porque seguir caminando se les hace imposible con ese bebé hermoso que nació en septiembre de 2024 y que no para de sonreír a esa marea de pueblo que le pasa por el costado. Es el primer 24 de Lisandro y no podía faltar. Dice su viejo: “El compromiso con la consigna de Memoria, Verdad y Justicia es innegociable, más en este contexto oscuro que no sabemos qué va a pasar; todos los días quieren voltear el más mínimo pacto democrático que construimos desde hace tanto tiempo. No podemos tolerar que un diputado diga que hay que ‘pasar la página’ y que se debe ‘terminar como el feriado nacional’”. Frente a esto, Lucas realza la unidad de los organismos: “Es importantísimo este ejemplo para el resto de la sociedad civil en pos de un proyecto colectivo de país que nos lleve hacia adelante. Esto debe darse desde las bases, yendo a buscar a las personas que hoy están lejos de cualquier partido político y dejando de tener las máximas de siempre, para escuchar a esa masa hoy un poco alejada pero que también quiere construir en conjunto”.
Adriana es trabajadora social. Su hija Luana tiene 9 años y lleva un pañuelo con dos palabras impresas: Nunca Más.
“Es impresionante la gente que vino. Yo estaba con un poco de miedo. Pero Luana me dijo: ‘Mamá, tenemos que ir’. Ella es la valiente. Escribió ‘memoria, verdad y justicia’ en unos papeles y se los repartía a la gente. Estoy orgullosa de ella”. Luana sonríe, brillan sus ojos. Hizo además un dibujo con una idea vital, pero no muy frecuente: “Mi corazón tiene memoria”.
Adriana: “Lo que estamo viviendo es un horror total, una deshumanización. Venir aquí te da otro ánimo y si llorás no es de tristeza, sino de emoción. Pero después ves a la policía pegándole a personas ancianas y no se puede creer. Son ellos los que no quieren que la gente levante la voz”.
Luana da un respingo y dice algo sencillo y parecido a lo que nos decía Estela de Carlotto en la nueva MU: “Son malos”. Su mamá plantea: “Yo me acuerdo del 2001, ir a dormir con hambre en serio. Y ahora veo a los jubilados planteando que no tienen para comer y es increíble que no podamos ir hacia adelante, a mejorar. Igual para mí no es solo lo económico. Estamos con una bestia humana gobernando más allá de que pare la inflación, que encima no la para. Es todo una mentira grande como una casa y ahora terminaron con otro fracaso, con los payasos del FMI”.
Luana nos mira. Le pido que me diga tres palabras que para ella sinteticen la imagen de este acto. Piensa unos segundos, con esa seriedad que solo se tiene a los 9 años, y responde: “Alegría, furia y verdad”.
Dónde está la juventud
En la movilización también hay una cantidad de adolescentes y jóvenes que emociona.
Cleo tiene 20 y está en la orilla de la Plaza, a punto de entrar al máximo epicentro antiamnésico del país. “Es un día para mantener la memoria, para hacerlo desde la juventud, para demostrar que no nos olvidamos”. Ailén, también de 20: “Además del luchar por nuestro presente, no debemos olvidar a los desaparecidos”. Lauti, de 22: “Hay que recordar lo que pasó, porque el pueblo tiene que saber la verdad”. Y dicen los tres: “Ante este gobierno lo más importante es unirnos, la única manera de combatirlo es todos juntos. Si no nos subimos al mismo colectivo, no vamos a llegar a ningún lado. Uno por uno, nos van a ir destruyendo. Todos juntos o nada”.
Pilar, de 21, y Valentina, de 22, viajaron desde Quilmes. Una estudia en la UBA, la otra en la Facultad de La Plata. En tres minutos dan una clase de política, de sociología, de humanidad, de visión a futuro. “En los tiempos que estamos viviendo debemos hacer hincapié en la memoria, pero no solo recordar las atrocidades, sino qué condiciones hubo para que eso pasara. Por eso no podemos quedarnos callados cuando reprimen en una marcha de jubilados, porque ese silencio es el que permitió que después terminara pasando lo que pasó. No es solo recordar, sino recordar para no repetir”.
Intuyen una estrategia para lo que viene: “No tener miedo a pesar de todo lo que pasó y salir a la calle igual”.
¿Cómo se le llega a las y los jóvenes que no están acá?
“Estaría bueno que los artistas se animen a hablar más, que no tengan miedo de perder cierta cantidad de seguidores por decir ‘che, esto no lo banco’, y no me refiero a posicionarse partidariamente, no pasa por ahí, sino en expresarse en cuestiones básicas para llegar al público más joven. Todo se fue corriendo más a la derecha. Antes, por ejemplo, los jugadores de la Selección tenían un cartel que decía ‘Nunca más’, ahora ya no lo hacen porque los etiquetan como kirchneristas. Eso hay que transformarlo, los derechos humanos no son partidarios”.
A su lado se está armando la columna de los centros de estudiantes. Mario y Sofía son dos estudiantes de quinto año de la escuela de Artes y Medios Osvaldo Pugliese, también conocido como el Padilla: así se referencian en la enorme bandera que llevan. “La mirada sobre este momento la aportamos desde la comunicación -apunta Mario-. Es muy triste la situación porque hay una retroversión: se pensaba una comunicación para todos, con Ley de Medios y televisión pública, pero hoy tenemos cada vez más monopolios”.
Sofía y un enfoque: “Pareciera que siempre volvemos a un estado anterior, como si estuviéramos en la aguja hipodérmica”. Según esta famosa teoría, que busca explicar la persuasión de los medios en las personas, que “inyecta” la información en un receptor sin posibilidad de repelerlo. Muchas de ellas nacieron en contextos de regímenes totalitarios: “Hoy sólo se trata de adoctrinar a las personas”, piensa Sofía.
Mario piensa en las redes sociales: “Son muy raras, ya no sé quién las domina. Todo el mundo habla por ahí pero nada tiene sentido. Se trastornó tanto que todos quieren tener la razón. Ya no importa la noticia sino la forma de comunicar y la búsqueda de adoctrinamiento”. Lo articula con la juventud y Milei: “Se está creando un sentido de una mente colmena: todos repiten lo mismo, responden igual, sin manera de razonar, con una sola figura que manda”.
Sofía sintetiza: “El razonamiento no es algo que está presente”.
¿Cómo salimos?
Mario no duda: “Estando juntos, tratando de explicarle al otro, y pensando que yo no quiero que le pase al otro lo que me pasa a mí, y por eso hay que acompañar”.
Jóvenes sub 20 proponiendo que la salida no es en las redes, sino estar juntos.
Estar juntos: el acto
El acto llamado a las 16.30 arranca puntual. Hablan las madres Taty Almeida y Elia Espen, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora; Estela de Carlotto, de Abuelas; y el Premio Nobel de la Paz y presidente del Servicio de Paz y Justicia, Adolfo Pérez Esquivel.
Dos locutoras unen a cada emblema con las consignas consensuadas. La única persona que no forma parte de los organismos e invitan a subir es una de las voces que más quisimos escuchar desde el 12 de marzo, cuando un proyectil de gas lacrimógeno le rompió la cabeza a su hijo: Fabián Grillo, el papá de Pablo. Sus palabras son sintéticas y agradecidas: “Gracias a ustedes y a los profesionales del hospital público, Pablo está mejor. Y va a estar acá”.
Lo abraza una ovación.
Luego, las locutoras repasan consignas que recuerdan a Jorge Julio López, a Santiago Maldonado, Iván Torres, que subrayan que “no perdonamos, no olvidamos, no nos reconciliamos”, que libertad a Milagro Sala, que la búsqueda de la dictadura era un plan económico de miseria planificada, que abajo el DNU, la Ley Bases, que fuera el Fondo Monetario Internacional, que basta de discursos de odio.
Un estribillo fue uniendo algunas de las consignas: “Fuera Bullrich”.
Elia es la primera que habla: “Seguimos exigiendo justicia y castigo a todos los culpables. Cárcel común y perpetua. Apertura de todos los archivos de 1974 a 1983. El destino de todos los hijos apropiados durante el cautiverio y de las y los compañeros que nos faltan: ¿dónde están?”.
Sigue Estela: “Hace 48 años luchamos por restituir la identidad a cientos de bebés robados. Como siempre pedimos información, quienes tengan algún dato para aportar llamen a Abuelas, también quienes tengan dudas sobre su identidad. En esta lucha llevamos 139 casos resueltos. Necesitamos de toda la sociedad para encontrarlos”.
Sigue Adolfo, que canta un fragmento de La memoria, de Léon Gieco: “Derogación de la corrupta Ley Bases, del DNU, de las facultades delegadas. Denunciamos la situación social de pobreza en la que viven cada vez más familias. El cierre y vaciamiento de políticas y asistencia a los más vulnerados. El vaciamiento de hospitales y programas de salud. Defendamos la tierra y el agua contra el extractivismo”.
Taty Almeida cierra: “Tenemos la fuerza de la historia de nuestro pueblo, por eso pretenden negar el genocidio y hacen apologismo. Denunciamos el desmantelamiento de los sitios de la memoria, de la CONADI, del Banco Nacional de Datos Genéticos. Exigimos la preservación de los espacios para la memoria que funcionan donde hubo centros clandestinos de detención y exterminio. Esta marcha va a ser histórica porque después de mucho tiempo logramos la unidad. Estamos demostrando que un pueblo unido jamás será vencido. Terminemos gritando bien fuerte por los 30.000”.
La plaza le hace caso y grita bien fuerte, una vez más. Más que nunca:
-¡Treinta mil compañeros desaparecidos! ¡Presentes!
La multitud desconcentra la Plaza y sus alrededores de a poco (muy de a poco, como celebrando esta plaza entera toda para el pueblo), y que celebra que llegue, justo antes de cerrar esta crónica, un mensaje de la familia de Pablo Grillo: “Hoy estuvo sin fiebre, con la kinesióloga; lo sentaron y le dieron alimentación blanda por la boca, que toleró. La curva sigue siendo ascendente. Un peldaño más, o piano a piano, como diría el Tolo Gallego. Pablo lucha y lucha junto al cuerpo médico. Gracias totales”. Tal vez sea otro signo para el futuro.
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