La pregunta es si hay mercado para todos, o sea plata

Algo me dice que este correo de hoy atrasa bastante. Tiene que haber otros artículos mucho mejores sobre lo mismo. Los voy a buscar y linkear la próxima. Igual, denle una oportunidad.

Streamers, no dreamers

Esteban Schmidt

Me castigué los últimos días viendo los canales de streaming, muy conversado el tema en las poquísimas charlas con adultos que sostengo, más los rebotes que ligué una y otra vez, cómo no, un chofer que los veía y escuchaba en el Uber, conversaciones reiteradas en las mesas de al lado, pero me resistí a ahondar, como un año de negar el hecho, y dejaba pasar lo nombres propios, no podía diferenciarlos entre sí, como las marcas de galletas de arroz. Ahora sí: Gelatina, Olga, Blender, Luzu, entre los más populares.

Mi razonamiento para hacerme el tonto es que si incorporo todas las novedades pierdo foco en mis temas de uso más frecuente, pero el tiempo que gasté tratando de, por ejemplo, cazar la onda de la transformación de la marca La Nación en periodismo amarillo y partisano tampoco fue moco de pavo. Y la cosa ya estaba pasando por otro lado; o sea, La Nación puede trabajar sentimientos bajos a repetición porque es la única oportunidad de mercado que le queda. Así que enfocado en lo mío estaba bastante desenfocado.

Para mirar los viejos cables hay que llenarse de espíritu político para identificar el engaño y ver qué agendas se impulsan, y para qué, pero con los streamings hay que tener simplemente mucha paciencia. Seguir una conspiración en marcha desafía la inteligencia, quiero decir, te tratan de boludo, pero tiene una curva narrativa, arranca con tengo un chismecito, y luego se repite como dato, y más tarde corona, o se abandona si entra la plata o renuncia el funcionario; con los streamings, la estructura es repetitiva y es puro presente sin la acumulación de la actualidad (llegan los piqueteros, reprimen a los piqueteros, velan a los piqueteros, olvidan a los piqueteros). Es radio filmada y tevé sin movimiento, auriculares, micrófonos de escritorio y todo es joda, aun cuando muchos conductores y panelistas carecen de gracia verdadera lo que los obliga a hacer como que la tienen, con morisquetas, gritos, y la piedad de los compañeros de mesa que hacen la inmensa gauchada de reírse.

Las conversaciones entre los streamers son a imagen y semejanza de aquel inicio de “Cuál es” en la Rock and Pop, jóvenes dormidos trayendo la conversación de la calle, integrando al tachero joven que patrullaba la ciudad y los escuchaba reflexionar sobre los días de lluvia, el paso del cometa Halley o el incendio de Prix D’ami. El streaming, como la radio, es compañía mientras se trabaja o se estudia o se especula sobre qué es lo mejor para tener una vida bien vivida.

Finalmente, ese es el tenor probable de la juntada de amigos jóvenes, no politizados, que son la inmensa mayoría. Una larga conversación sobre la nada. Las referencias culturales son cortas, anécdotas dentro de la misma señal, la historia es aquello que sucedió como mucho en la infancia de los hacedores del show, 90’s y dos miles, y el futuro es esta noche. Usan muchas malas palabras, todavía con la angustia de estar diciéndolas, pero en gran frecuencia para darle real valor a lo que se acaba de decir, pero qué hijo de pu, o se paran y gesticulan pero la con… y así. Es un verdadero cambio de paradigma. El conductor joven de radio, hasta acá, decía hijue… bajito, en broma, o capaz muy alto, pero una vez cada tanto, para editorializar sobre violadores, asesinos o viejos militares. Así que parece que estuvieran jubilando en sólo una temporada a los artistas de la FM donde la superficialidad también es lo corriente, pero que tienen sus columnistas, su momento donde nos ponemos serios, para no depender solo de su gracia. De todos modos, la convergencia de los streamings con las FM`s es medio cantada, hay que toquetear el branding, y no parece haber un gran corte por edad. De 20 a 60 años puede trabajar cualquiera. Desde el hijo de Araceli al psicólogo Rolón. La pregunta es si hay mercado para todos, o sea plata. A ojo, manteniendo estructuras pequeñas y con el tubo que pone Youtube, con la publicidad de un energizante sobre la mesa se pagan algunos sueldos. El otro día vi en Olga que subían dos latas de pintura a una mesa. Los pibes conductores no se hacen ningún drama, venden lo que sea.

Vi poquito, eh. Como digo hay que tener paciencia porque es como ver Beavis and Butthead la mayor parte del tiempo, pero es obvio que no tienen más pretensión que entretener, entreteniéndose, colando los PNT, sin el propósito mentiroso de informar, en su honor, como lo haría un canal de noticias. Esto, seguramente, lo hace funcionar aún mejor con las nuevas generaciones que son reactivas al ruido de la fritanga de las noticias. Así que lo mejor de estos programas es que están dejando chiquita la tele y volviéndola un consumo excéntrico.

Es tentador decir que le queda poco tiempo a la televisión, pero me juego por algo anterior, tiene poco tiempo para aprovechar sus diferenciales, el tratamiento de noticias en la calle, por tecnología y expertise de movileros, y racionalizar la estructura para no fundirse por pérdida de torta publicitaria. Pero cuánto puede faltar para que los streamers cubran la calle. Con Internet estable y drones se puede resolver muy barato. Puede ser también que la racionalización de la estructura de los canales viejos lleve a estos a converger con los canales de streaming y para fin de año ya todo sea lo mismo. Que el grupo Clarín compre Olga; Telefé, Luzu; y Cristobal López, Gelatina, y aquí no ha pasado nada. Es un misterio si alguno de los empresarios detrás de estos pequeños emprendimientos tendrá la energía suficiente como para no entregar demasiado rápido el éxito al gigante que venga con una gran bolsa.

Hay algo conmovedor en la demolición de estructuras grandes, más si se trata de verdaderas instalaciones en la memoria, como pueden ser Canal 13 y Canal 11/Telefé, con conductores de noticieros que, de un día para el otro, pueden terminar arrancados del aire y corridos como los Ceaucescu. Aunque no es nada conmovedora la gestación de instrumentos de dominación nuevos. Conductores con tatuajes, diversos, en el sentido de gordos, sólo los hacen de más fácil comunión con la época. Uno queda atento a: ¿y estos cómicos con qué me van a cagar?

Los streamings pusieron los costos allá abajo y roban oyentes a la radio y televidentes a la tele, transmitiendo desde una caja de zapatos y con tipo de cambio favorables para capitalizarse con la mejor tecnología. Además, funcionando bajo el paraguas de Youtube, estos deben seguir sus regulaciones, sus lineamientos “para una comunidad positiva”, que son más estrictos que los del Enacom pero les ahorra un montón de trámites.

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