Lo contrario al miedo no es el coraje, es la solidaridad

“Es Cristina, estúpido”, dice la derecha, que tiene a su favor la banca, las empresas, los jueces, los medios, el campo y el FMI para perseguirla con odio y violencia confesos.

-Por José Luis Lanao*-

(para La Tecl@ Eñe)

“Es la economía, estúpido”

eslogan de la campaña de Bill Clinton frente a George Bush

Sabemos que la paz perpetua kantiana era una ilusión. “Vendrán más años malos y nos harán más ciegos”, decía el poeta. El aumento de la desigualdad, el miedo al desclasamiento, y el desvanecimiento de la noción de interdependencia tan hegeliana frente al individuo resquebraja la noción de un tiempo nuevo. El hombre como pasión inútil. Ese calmo paseante baudelairiano que deambula entre las turbas sin mezclarse con ellas. En la agonía del “Eros” se advierte que corremos el riesgo de erradicar la noción del otro. Es en el transcurso del encuentro con el otro cuando tenemos la oportunidad de tomar conciencia de nosotros mismos.

Vivimos en sociedades cada vez más atomizadas, sin esfera pública robusta, lo que hace que nos cueste entendernos como sociedad. Esa falsa dicotomía del alma de si consumimos o somos consumidos: consumir para construir una identidad propia, consumir por mostrar un estado socioeconómico, consumir por aburrimiento, consumir para aplacar la ansiedad, consumir buscando una felicidad que nunca llega. La creencia vacía de que el consumo nos hace libres, como experiencia narcótica de  éxtasis supremo del Dios mercado.

En “Ser y tiempo”, Heidegger se pregunta por ese existir, por ese “estar ahí” arrojados en la posibilidad. Una cierta metamorfosis de la idea misma de racionalidad. Solo entendiendo al incrédulo, al temeroso, al negacionista, al consumista, al paranoico, al terraplanista se puede entender la sociedad en la que vivimos. Un juego de racionalidad y su contrario.

El poder emergente de la extrema derecha ha forzado una competencia feroz por el control del espacio político e ideológico dominado por el liberalismo conservador. Un espacio donde se alimenta la política y la cultura “fascistoide” de la posmodernidad.

Bill Clinton atesoró la frase de su asesor James Carville, “es la economía, estúpido”, como eslogan de su campaña presidencial ante George Bush. La expresión se puede asociar, perfectamente, a la estrategia doméstica en nuestro país de la derecha, de la extrema derecha y sus medios. No es la inflación, ni la deuda, ni los “planes” lo que les preocupa. Es Cristina. Sólo Cristina. “Es Cristina, estúpido”, se dicen unos a otros. Esta derecha nuestra que tiene a su favor la banca, las empresas, los jueces, los medios, el campo, los militares, el FMI, y si hace falta, el Espíritu Santo. Todos juntos la persiguen con ese odio confeso, viscoso, una y otra vez, con una violencia obscena de psicópatas congénitos. Una patología construida por la ira y la desinformación inducida. Una desinformación que responde a responsables concretos, a medios empecinados en generar violencia e inquina. Una desconexión con la realidad que genera causas que remiten a una subjetividad sobrecargada por una supuesta teoría de la conspiración que surge en un contexto de miedo, ansiedad y desconfianza. Ese contraste entre lo que sabemos y lo que debemos saber nos pone en una situación de minoría inocente, por utilizar la célebre expresión de Kant: “sensu contrario”.

El miedo se ha convertido en la némesis de nuestro tiempo. Nos aparta del mundo y nos paraliza. Reduce el placer y nos impide ser lo que hemos decidido ser. Lo contrario al miedo no es el coraje, es la solidaridad decía Max Aub. Una distinción oportuna entre el “Deimos” y el “Fobos” griegos, el miedo proporcionado y racional que nos incita y nos desnuda. Vivir sin miedo o aprender a vivir con él no significa expulsarlo de nuestra vida sino integrarlo a ella.

Son los contenciosos del pasado los que terminan colonizando el presente. Donde uno debe estar si quiere realmente “ver” es aquí y ahora, donde el tiempo se detiene. Un tiempo no cicatrizado, con un rencor de clase y de género que alimentan los mismos mimbres.

Nada nos humaniza más que la aporía, ese estado de intensa perplejidad cuando de repente nos encontramos en un punto muerto sin poder explicar lo que ven nuestros ojos. Se necesita una nueva forma de mirar, de sentir, de narrar, que exprima la perplejidad, los detalles y la deriva. Lejos de la política del odio, de la sangre cruda, oscura, que envilece y degrada.

“Es Cristina, estúpido”, dice la derecha. Lo sabemos. Esa espigadora poética que recoge esperanzas desde el fondo del alma. Ese sueño sosegado de los humildes. El horizonte la reclama. Antes de su grandeza también fue una utopía.

 * Periodista. Jugador de Vélez Sarsfield, clubs de España y Campeón Mundial Juvenil Tokio 1979.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *