Hay un clima de debate interno intenso en el peronismo y no es nada sorprendente, históricamente lo hubo.
La cuestión que hoy, según entendemos se debate, es si el kirchnerismo expresa o no plenamente la experiencia popular democrática que inauguralmente desplegaron Juan y Eva Perón, y es hasta hoy al menos, la modalidad histórica concreta que asume el peronismo inaugural, lo que supone reconocer o no el liderazgo de Cristina Kirchner sin limitaciones ni condicionamientos.
Más allá del debate siempre respetable, desde el año 2003 en lo estrictamente electoral, nunca pudo ser sustentable en la práctica –salvo recurriendo a la patria consultora y sus encuestas– la idea de que hay un plus electoralmente potente del peronismo no kirchnerista desbordando el que expresa el liderazgo de CFK, al que denominan “cristinismo” para bajarle el precio.
Por el contrario, en las elecciones de medio mandato del año 2021, básicamente por la crisis de ingresos, se perdieron votos que acompañaron al oficialismo en las elecciones del año 2019.
La “unidad” del Frente de Todos se rompió en noviembre de 2021, cuando la coalición marchó a elecciones desconociendo su componente kirchnerista expresado en el rechazo a los reiterados pedidos de corrección de la política económica y social realizados por Cristina Kirchner.
Este desconocimiento del componente kirchnerista de la coalición tuvo su punto más alto en los inicios del año 2022, cuando el Frente de Todos convalidó el acuerdo delictivo que suscribió el gobierno anterior con el FMI, motivando la renuncia a la presidencia del bloque de diputados de Máximo Carlos Kirchner.
Insistimos en que cuatro millones de electores que acompañaron al FdT en 2019 ya no lo hicieron en aquellas elecciones de medio término en el año 2021.
Se mostró una vez más que la hipótesis de la potencia electoral del peronismo no kirchnerista es falsa y en rigor, cuando el “peronismo” despojado de su componente kirchnerista apareció en la escena electoral, fue siempre derrotado.
Por caso, el peronismo despojado de kirchnerismo en su conducción ya gobernó. Fue el Frente de Todos y los resultados resultaron tan defraudatorios, que un segmento importante de ciudadanos que lo acompañaron en el año 2019, buscó alternativas electorales menores como el FIT-U y mayormente La Libertad Avanza.
Así las cosas, es evidente que la situación actual del peronismo, supone algo más que un debate interno dentro de un universo programático homogéneo.
Es inocultable que alguno de sus distintos referentes difieren en mucho más que en estilos o modales, hay distintas miradas y algunas antagónicas, sobre el modelo de país al que se aspira.
Ese modelo de país que, aún sin explicitar, y como sucede históricamente en el peronismo, se condensa en un nombre y desde el 27 de octubre del año 2010, para un extenso segmento ciudadano se referencia en un nombre de mujer: Cristina Fernández de Kirchner.
La potencia de su liderazgo es reconocida amorosamente por amplios sectores populares y con odio por muchos de quienes la adversan, a punto de que intentaron su asesinato.
Intento de femimagnicidio aún impune, con sospechas ciertas de responsabilidades que trepan hasta la cima del actual gobierno.
Finalmente John William Cooke definió el escenario económico social y político de empate hegemónico que, aun en medio de la notable ofensiva de ultraderecha, sin duda persiste, cuando en Apuntes para la militancia en 1964 advertía:
“Se les pide que nos encaminemos al poder, que no nos encaminemos a la disgregación, que no nos encaminemos a la esterilidad histórica. Lógicamente como yo hago estas críticas, comprendo que puedan hacer otras, pero siempre desde la lucha. La primera condición para criticar el combate es estar en el combate. Estamos en un equilibrio: el régimen que no tiene fuerza para institucionalizarse pero sí para mantenerse mientras el peronismo y la masa popular y otras fuerzas tienen suficiente potencia para no dejarse institucionalizar, pero no para cambiarlo. ¿Quién tiene que romper ese equilibrio? Nosotros; a la burguesía con durar le basta”.
¿Quién puede conducirnos a romper este equilibrio y enfrentar con éxito a la coalición de odio y entrega? Sin duda Cristina Kirchner, el tipo de liderazgo histórico que encarna, permite responder esa pregunta sin dificultades.
*Director de Consultora Equis.