“Pareciera que no da más”

¿ Y aquellos que no se desencadenan nunca? Desde una perspectiva estructural –lacaniana– solo quedaría pensar que han tenido la fortuna de que ninguna contingencia vital los habría confrontado a la particularidad que reviste para ese sujeto la forclusión del Nombre-del-Padre. Sostiene Manuel Fernández Blanco en una columna anterior. ¿Puede un sujeto dejar de ser afortunado y desencadenar una psicosis extraordinaria? Lo veremos.

Las consecuencias teóricas de la psicosis ordinaria

Por Jacques–Alain Miller

Tengo la impresión de que las consecuencias teóricas de la psicosis ordinaria van en direcciones opuestas.

Una dirección nos conduce hacia una afinación del concepto de neurosis.

Como ya lo he dicho, la neurosis es una estructura particular, no es un fondo de pantalla (wallpaper). Ustedes necesitan ciertos criterios para decir “es una neurosis”: una relación al Nombre del Padre –no un Nombre del Padre–; deben encontrar algunas pruebas de la existencia del menos phi –φ, de la relación a la castración, a la impotencia y a la imposibilidad; tiene que haber –para utilizar los términos freudianos de la segunda tópica– una diferenciación tajante entre el yo y el ello, entre los significantes y las pulsiones; un superyó claramente trazado. Si no hay todo esto y otros signos, entonces eso no es una neurosis, es otra cosa.

Pero por otra parte, y es la consecuencia opuesta, somos conducidos hacia una generalización del concepto de psicosis.

Lacan sigue esta dirección. Esta generalización de la psicosis significa que no hay un verdadero Nombre del Padre. Este no existe. El Nombre del Padre es un predicado. Es siempre un elemento específico entre otros que, para un sujeto específico, funciona como un Nombre del Padre. Entonces, si dicen esto borran la diferencia de la neurosis y la psicosis. Es una perspectiva que acuerda con “todo el mundo está loco”, con “todo el mundo delira a su modo”. Lacan lo escribió en 1978. Comenté esta frase en las últimas lecciones de mi curso de este año: “Todo el mundo está loco, es decir, delirante”. Ese no es un único punto de vista, pero en un cierto nivel de la clínica es así. Ustedes no pueden funcionar como psicoanalistas si no son concientes que lo que saben, que el mundo de ustedes es delirante –fantasmático, podemos decir– pero, justamente, fantasmático quiere decir delirante. Ser analista es saber que el propio mundo, el propio fantasma, la propia manera de dar sentido, es delirante. Es la razón por la cual intentan abandonarlo, para poder percibir el delirio propio del paciente, su manera de dar sentido.

Bien, soy consciente de haber sido sensato durante una hora y media. Entonces, ¡tengan cuidado con lo que digo!

3 comentarios

  1. 2 meses sin señal o grilla incompletisima de TDA (televisión digital abierta) en Chivilcoy, Pcia. de Buenos Aires. Quién bajó la palanca ? Dónde se reclama ? Soy usuario desde el inicio. Nunca había pasado.

    • Amigos, se escuchan ecos de viejas disputas metafísicas entre los bastiones del rigor y la sofisticación conceptual. No son tiempos estos para volver sobre las teorías freudianas revisitadas por Lacan, con sus distinciones taxonómicas que padecieron la erosión de los barrios bajos.

      Este francés, El Viejo Padre (Jacques-Alain Miller), pretende abstraerse en las nubes de Viena mientras el país real se hunde en el barro. Se pronuncia con los modales de un politburó sobre la locura universal pero ignora al suburbanito histérico consumido por la inflación. Al pobre le importa más la factura del súper que las ficciones del superyo.

      Quizás convenga bajar el vuelo conceptual y volver sobre las miserias a pie de calle. Esta clase avanzada añora las contradicciones teóricas olvidando que el peroncho de a pie ya no cree en el padre, la ley o el Estado. Solo demanda un plato de comida que, para su desconsuelo, no alcanza ni para el tercer día.

      Parece necesario repensar la clínica popular alejada del europeísmo. Donde impera la furia anárquica del referí y la carencia, no las argucias metafísicas. Tal vez convenga explorar los modos delirantes propios del sufrimiento extremo, más que las construcciones teóricas a distancia de la miseria. Solo así la palabra podrá auscultar el alma en pena y el deseo lastimero de un pueblo al borde del precipicio.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *