Tiempos de balance : ¿Y si sale mal?

Hasta ahora, en relación con la "destrucción creativa" que imaginó Joseph Schumpeter, tras un año de gobierno Milei solo ha logrado la destrucción. Pero, como argumentó Marx, la parte creativa requiere un fuerte aumento en la rentabilidad del capital que conduzca a una explosión de inversiones y, por lo tanto, del empleo y los ingresos. ¿Es realmente probable, dado el estancamiento global y hasta qué punto se ha hundido el sector capitalista de Argentina? De hecho, ¿la profunda recesión en Argentina será tan profunda que la economía se hundirá en una depresión durante el resto de la década? ¿Y si sale mal?

Argentina: primer año de Milei

Representación de una psicosis ordinaria on Craiyon
 

Entre la innovación y el piloto automático

Fabián Harari

Qué va a hacer este gobierno ante un mundo que no va hacia la liberalización total del comercio, sino hacia políticas proteccionistas y guerras comerciales.

“Insertarse en el mundo” era una frase típica de cualquier candidato en campaña. Se suponía (y se suponía mal) que la Argentina no era parte del mercado y la política mundial. Entonces, había que “reinsertarla” allí de donde se había desconectado (o peor aún, caído). De ese tipo de promesas recordamos las “relaciones carnales” de Carlos Saúl o la alianza con “los emergentes” (o sea, la venta de soja a China) de la “década ganada”.

Lo cierto es que este presidente vino con una idea distinta: el mundo está gobernado por el comunismo. El propio EE.UU. estuvo tomado, hasta hace días, por el poder bolchevique. Por lo tanto, no hay que insertarse en ningún lado, sino transformar el statu quo para “las ideas de la libertad”. Y quién sino él, que se anima a decir estas verdades, tan evidentes, en cualquier foro en que lo pongan a hablar, para liderar la restauración. Milei nos propone cambiar radicalmente la agenda diplomática argentina y colocar al país, además, como el líder mundial de la reacción ultraconservadora.  ¿Qué hay de todo eso? Muy poco, realmente… Vamos por partes.

Empecemos por lo más básico: los socios comerciales. Toda la campaña giró en torno a la asociación estratégica con EE.UU., en primer lugar, Israel en segundo y Europa en tercero. China y Brasil eran la sede del bloque soviético, por lo que ni siquiera iba a sentarse con ellos.

Pero la realidad es muy diferente. De 21 acuerdos comerciales que lleva firmados este año la Argentina, un tercio es con los países del Mercosur (o sea, con Brasil). El único país (país, no organismo de crédito) del que se lleva plata contante y sonante es China. Por eso, en la cumbre del G20 se reunión con Xi Jinping y no con algún funcionario norteamericano. Lo cierto es que lo único que formalmente, y con firma, hizo Argentina este año con EE.UU. es renovar el tratado marco de 1997. O sea, nada.

Argentina ha firmado dos acuerdos con Israel, pero ninguno que mueva a la economía. Uno de aeronavegación y, el otro, para que los emigrantes argentinos allá, en lugar de la cobertura social y previsional israelí, reciban la de Argentina. O sea, nos transforma en mano de obra migrante barata, con plata “de la nuestra”. Los otros países con los que se elaboró tratados son Japón, Perú, Turquía, Filipinas, El Salvador (un acuerdo de intercambio cultural), Países Bajos y Emiratos Árabes Unidos (cuyo contenido permanece secreto). Eso es todo, según la propia página oficial. Muy poco para alguien que pretende liderar el mundo y, sobre todo, con los mismos socios de siempre.

Veamos ahora el contenido de esos acuerdos y relaciones. ¿Son un cambio en la relación económica? Empecemos con los EE.UU. La Argentina tiene con este país una relación históricamente conflictiva. Siendo el primer productor mundial de cereales y soja, el vínculo no puede ser complementario, pero tampoco puramente competitivo: la Argentina no puede venderle productos agrarios, pero necesita comprarle manufacturas e insumos industriales. En los últimos años, se desarrolló un mercado de exportación para el petróleo y el aluminio crudo, el litio, el oro y los famosos limones. Pero, hasta el momento, eso no resulta suficiente para equilibrar la balanza. La victoria de Trump, en términos comerciales, va a agravar los problemas. Primero, porque va a subir los aranceles a los artículos importados y va a estimular la producción local, sobre todo la energética. Segundo, porque va a intentar valorizar al dólar y subir las tasas de interés, para atraer capitales, lo que va a erosionar el plan de sobrevaluación del peso y de atracción de inversiones que tenía pensado el gobierno libertario. Tercero, porque la búsqueda de acuerdos bilaterales de preferencia comercial va a perjudicar el juego a dos puntas que venía realizando el país. Contra todo esto, lo único que puede esgrimir a su favor es una promesa de votar en favor de liberar fondos del FMI.

Con China, las conversaciones reiteran lo que venía haciendo el kirchnerismo: extracción de litio y exportación de carne aviar y porcina a cambio de importaciones industriales. Lo mismo con Japón: se firmó un acuerdo que abarca once ítems y todos sobre producción argentina de materias primas. Y con Perú, el acuerdo es para importar conductores de Uber (no técnicos, ingenieros, médicos.…). En cuanto a los siete tratados con los países del Mercosur, se trata de la solicitud de una baja de aranceles para la venta de productos químicos y farmacéuticos.

Con la relación Mercosur-Europa se abre una fuente de conflicto. Por un lado, porque la propia UE está dividida sobre la firma de un convenio de libre comercio con el espacio sudamericano. Alemania lidera el avance sobre el acuerdo, mientras Francia e Italia (algo dividida) se oponen al aumento de las importaciones agrarias, en nombre de los agricultores locales. Argentina acaba de recibir a Macron y Meloni, justamente, para hablar de estos temas, porque hace tiempo que el país busca esmerilar el Mercosur para poder firmar, ella sola, acuerdos de libre comercio con EE.UU. y… China.

Como vemos, en términos del contenido, Argentina no se ha movido un centímetro de su diplomacia comercial histórica. Sigue operando como un país exportador de materias primas y consumidor de manufacturas, insumos industriales y bienes tecnológicos, sin ninguna voluntad de alterar ese lugar.

En donde el asunto se vuelve algo más interesante es en el aspecto político. Queda claro que hay un conjunto de líderes que expresan un intento de cambio de la agenta global: una corriente abiertamente conservadora, que viene a liquidar lo que queda de derechos laborales y organizacionales de la población trabajadora. Nos referimos a ellos en otro artículo publicado en este mismo medio (“La internacional del terror”). Como parte de esa avanzada, Milei encuentra un lugar. Un lugar que obedece más a quienes están enfrente que a las coincidencias que pudiera tener. Milei, en la política norteamericana, es un neoconservador, y Trump es un nacionalista. El discurso del primero en Mar-a-Lago resucitaba el espíritu de Reagan y Bush, cuyos descendientes votaron por Kamala. A su vez, Meloni y Le Pen se parecen más a Guillermo Moreno, Duhalde o López Rega que a Álvaro Alsogaray. Es decir, la nueva ola tiene unas particularidades para las que Milei llega con 30 años de retraso. Eso se ve claramente cuando recibe a Zelenski y se la pasa denostando a Putin y a Corea del Norte, mientras Trump asegura que quiere conversar con ellos y poner fin a la guerra. En el colmo de la desorientación, votamos con Irán, Rusia, Nigeria y Corea del Norte contra un acuerdo para poner fin a la violencia digital contra la mujer.

Tiene Milei, en su favor, ser el único de la “internacional del terror” de Sudamérica. Y, en contra, que Sudamérica no tiene ninguna importancia. Además, de ganar Bolsonaro las elecciones en Brasil, Milei pasaría a un tercer o cuarto orden. Ni hablar de un triunfo ultraconservador en México.

El caso es que la Argentina es un país muy pequeño en el concierto mundial, sin una economía importante, un lugar geográfico estratégico ni influencia militar alguna. Por lo tanto, sin cambiar la matriz productiva en forma activa y librando todo al mercado (o sea, en piloto automático), no tiene ningún rol activo en el concierto mundial y debe seguir la corriente. En ese contexto, solo queda hacer gestos ampulosos y generar escándalos para llamar la atención. Fuera de eso, la gran pregunta, sin embargo, es que va a hacer este gobierno ante un mundo que no va hacia la liberalización total del comercio, sino hacia políticas proteccionistas y guerras comerciales.

Fuente: Perfil, 7 de diciembre de 2014. https://www.perfil.com/noticias/columnistas/entre-la-innovacion-y-el-piloto-automatico.phtml

A un año de Milei: «¿Y si sale bien»… para quienes?

Lucía Ortega

Es cada vez más habitual escuchar en diversos espacios (no solo mediáticos, no solo de pensamiento liberal o libertario) el “¿y si le sale bien?” como caracterización de la supuesta estabilidad económica que habría conseguido el gobierno de La Libertad Avanza. Se trata de una mirada que, por acción o por omisión, esconde varios aspectos críticos. En este artículo se analiza qué sectores (y actores) aumentaron su participación en la estructura económica y cuáles la vieron mermar entre 2023 y 2024.

Con la reducción relativa del ritmo inflacionario, basada en un feroz ajuste recesivo, el gobierno de La Libertad Avanza (LLA) alimentó su relato del “éxito” obtenido en estabilizar la economía. Sin embargo, el modelo económico implicó una brusca aceleración de la regresividad en la distribución primaria del ingreso en la Argentina. Asimismo, en este artículo analizamos qué sectores (y actores) dentro del capital aumentaron su participación en la estructura económica y cuáles la vieron mermar entre 2023 y 2024 [1].

“Me sobra mucho mes al final del sueldo”

En octubre pasado la inflación minorista fue del 2,7%, la variación mensual más baja en casi tres años. Con ello, el gobierno de La Libertad Avanza (LLA) alimentó su relato del “éxito” obtenido en estabilizar la economía. Sin embargo, el dato del menor ritmo al que suben los precios no tiene un correlato con la percepción general de la falta de mejoras en los salarios y demás ingresos fijos. La impresión de la calle es que la inflación es superior a la información oficial. Milei había prometido en la campaña electoral que bajaría la inflación, pero la expectativa de que ello solucionaría el bajo poder adquisitivo de las familias trabajadoras no se cumplió.

Esta contradicción aparente tiene dos explicaciones complementarias, una técnica y otra macroeconómica, y trae aparejada una pregunta sobre los “tiempos” y el modelo económico.

La primera explicación refiere a un debate de índole más técnico sobre las estadísticas para medir la inflación. Es importante destacar que el 2,7% mensual puede parecer poco si se compara con el ritmo de los doce meses previos, cuando el promedio fue del 9,5%, pero no deja de ser una variación elevada para la vida cotidiana de las familias trabajadoras y también en términos internacionales. En los primeros diez meses del año la suba de precios acumula un incremento del 107% y en el último año alcanzó el 193%.

A ello se agrega que la inflación se mide como un promedio de suba de los precios que componen una canasta de consumo de bienes y servicios al consumidor, en la que cada producto tiene una ponderación en función del peso que tiene en dicha canasta en un momento dado. Pero en este promedio mensual, hubo rubros que subieron de manera destacada en octubre, en especial todos los vinculados con la vivienda, alquileres y tarifas: vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles subió el 5,4%.

Precisamente, en los últimos años estos bienes y servicios tienen mayor peso en la canasta de consumos de los hogares debido a cambios en los patrones de consumo y también a los propios incrementos de tarifas de servicios públicos y telefonía celular, pero estas modificaciones aún no fueron impactadas en la metodología de medición de la inflación. Algunas estimaciones muestran que si se hubiera realizado el cambio metodológico que corresponde, el dato promedio de inflación sería más alto que el informado (no obstante, la tendencia es igualmente a la baja) [2] . Esto puede estar explicando la diferencia entre los resultados de la medición oficial y lo percibido por la observación empírica de las personas.

La segunda explicación refiere al otro lado de la ecuación: los salarios y los ingresos populares. Para que mejore el poder adquisitivo se requiere no sólo que baje la inflación, sino que suban los salarios. Y ello es lo que no sucedió, porque precisamente la “receta” para bajar la inflación contiene una buena dosis de ajuste, recesión y hundimiento de los ingresos y el consumo.

La desaceleración de los precios no implica que la economía haya empezado a gozar de buena salud, sino todo lo contrario. A base de ajuste y motosierra, el gobierno hundió la actividad económica, lo que provocó una suba de la desocupación, la precarización laboral y la pobreza.

Los salarios aún no recuperaron el poder de compra que se perdió con la mega-devaluación de Caputo en diciembre de 2023. El Estado y los empresarios se niegan a dar aumentos que permitan una recuperación verdadera del poder compra. Entre septiembre de 2023 y el mismo mes de 2024 el salario real cayó en promedio un 9%, y si se contrasta el nivel acumulado de enero a septiembre de este año versus el mismo período de 2023 la caída es del 13%.

En el sector privado formal los salarios comenzaron a recuperarse a partir de abril, cuando impactaron los primeros acuerdos paritarios corriendo por detrás de la suba del dólar y de los precios, pero en septiembre aún estaban 1,5% por debajo del poder de compra de noviembre de 2023 y 25 puntos por debajo de 2015.

Los trabajadores del sector público son de los más afectados y tuvieron un desplome salarial del 16% desde que asumió Milei. Siguen 41 puntos bajo de 2015, mientras que los no registrados perdieron la mitad de su salario en los últimos ocho años [3].

Ganadores y perdedores dentro del capital

La evolución de la economía al cabo del primer año de gestión de LLA se inscribe entonces en una brusca aceleración de la regresividad en la distribución primaria del ingreso en la Argentina. Para complementar esa conclusión, vale la pena analizar cuáles fueron los sectores de actividad que resultaron favorecidos/perjudicados por una política económica que, entre otras cosas, avanzó en un ajuste pronunciadísimo, una brusca redefinición de precios relativos y en la “desregulación” de numerosos mercados (con el consecuente –y procurado– afianzamiento del poder estructural de los capitales concentrados que los controlan).

Una aproximación a esa suerte de mapa de ganadores y perdedores es la que resulta de evaluar qué sectores (y actores) aumentaron su participación en la estructura económica y cuáles la vieron mermar entre 2023 y 2024. Los resultados de este ejercicio se vuelcan en el Cuadro que sigue.

Argentina. Evolución de la participación de los distintos rubros económicos en el valor agregado bruto (VAB) total y de los niveles de actividad sectoriales (NA)*, 2019-2024 (porcentajes y puntos porcentuales)

* Para el cálculo de la participación de los diferentes sectores económicos en el VAB total se consideraron los registros a precios corrientes, mientras que para la estimación de la evolución de los NA se tomaron los datos a precios constantes. La información de 2024 corresponde al segundo trimestre del año.

Fuente: elaboración propia en base a INDEC.

Desde esta perspectiva resulta que los rubros ganadores representan el 32% del PBI total. Esto expresa que el “modelo Milei” es regresivo para los trabajadores y otros perceptores de ingresos fijos, y también para un sector mayoritario del capital. Además, es interesante reparar en que casi todas las actividades ganadoras venían de perder peso relativo en el período 2019-2023 (con la salvedad de la producción agropecuaria).

En línea con la orientación de la política económica que se ha venido desplegando desde el inicio mismo del gobierno, el podio de ganadores es ocupado por la intermediación financiera (alimentada por numerosas vías), un conjunto de producciones primarias de exportación ligadas a grandes capitales transnacionales (agricultura, petróleo y gas, minería, pesca), actividades con precios regulados por el Estado que resultaron muy favorecidas por la convalidación de subas de tarifas despiadadas (transporte y comunicaciones, electricidad, gas y agua), y sectores que se “desregularon” en favor de grandes empresas (servicios sociales y de salud, donde se observan comportamientos contrapuestos: aumenta el gravitación de la salud privada y decrece la de la pública) [4].

Se trata de un elenco de ganadores bastante similar al de otros momentos de hegemonía del neoliberalismo en nuestro país (como en la convertibilidad o bajo el gobierno de Macri), lo que da cuenta de que se está en presencia de un proceso que tiene realmente poco de novedoso en lo que refiere a la impronta de la política económica y sus resultados sobre las diferentes clases sociales y fracciones de clase [5].

Al posar la mirada sobre los perdedores se comprueba la presencia de sectores que, en conjunto, explican el 68% del PBI global. Se trata de rubros que en 2023-2024 registraron caídas más o menos pronunciadas en sus respectivos niveles de actividad, con situaciones especialmente críticas como en la construcción, la industria manufacturera y el comercio.

En el interior de este núcleo conviven dos realidades. Por un lado, un grupo de actividades perjudicadas por el drástico recorte del gasto público que se ha instrumentado sobre prácticamente todas las partidas (empleo y sueldos estatales, obras e inversiones, transferencias a provincias, programas asistenciales, etc.), con excepción de las ligadas a los pagos de la deuda estatal. Es el caso de los renglones correspondientes a enseñanza [6], construcción, y administración pública y seguridad social.

Por otro lado, sobresalen muchos sectores afectados sobre todo por la retracción del consumo interno ante la caída del poder adquisitivo de los salarios, las jubilaciones, las pensiones, etc. Se destacan aquí algunas actividades asociadas al esparcimiento y la recreación de la población (hoteles y restaurantes), la producción fabril y el comercio mayorista y minorista.

Por su importancia, caben algunos comentarios sobre la evolución dentro de la industria, un sector que en promedio ha sido desfavorecido por el combo letal de: apertura comercial, suba de costos (financieros, logísticos, servicios públicos, inmobiliarios), estabilidad (apreciación) cambiaria y caída de la demanda interna, a todo lo que habría que adicionar el sesgo anti-industrial de la política económica en curso.

Como en otros experimentos neoliberales, esto ha dado lugar a un proceso cuyos rasgos principales pasan por la desindustrialización, el cierre de empresas, la pérdida de puestos de trabajo y una reestructuración sectorial regresiva. Esto último se refleja en una mayor ponderación dentro del espectro productivo de unas pocas ramas más bien orientadas al mercado mundial (alimentos y bebidas, industria petrolera y algunos segmentos de la química), y un retroceso en la incidencia de las demás (en manufacturas de lo más variadas como, por ejemplo, equipos y aparatos de radio, televisión y comunicaciones, artículos de marroquinería, prendas de vestir, productos textiles, muebles y colchones, vehículos automotores, maquinarias y equipos, minerales no metálicos, y derivados de caucho y plástico).

Ahora bien, el reconocer el carácter perdedor del capital industrial no debería llevar a generalizaciones, siendo que hay empresas, en particular de grandes dimensiones, que han establecido mecanismos compensatorios que les han posibilitado mantener o incluso mejorar su ciclo de negocios. Por caso, al comenzar la gestión, luego del shock devaluatorio que se habilitó, muchas corporaciones (más que) compensaron el declive en la actividad con aumentos de precios [7]. Otro mecanismo ha sido el propiciar incrementos en los niveles de explotación de los trabajadores (y, como proyecto estructural, impulsar una reforma laboral tendiente a una mayor precarización laboral). Finalmente, no se puede soslayar que muchas grandes compañías han canalizado porciones más o menos relevantes del excedente generado en el proceso productivo a la esfera especulativa a instancias del festival financiero que ha estimulado la política económica.

¿Estabilización o ajuste recesivo?

Es cada vez más habitual escuchar en diversos espacios (no solo mediáticos, no solo de pensamiento liberal o libertario) el “¿y si le sale bien?” como caracterización de la supuesta estabilidad económica que habría conseguido el gobierno de LLA [8].

Se trata de una mirada que, por acción o por omisión, esconde varios aspectos críticos.

Primero: la tan mentada estabilidad se da en el marco de un ajuste brutal y profundamente regresivo, a la vez que es indudable que la política económica se mueve por un desfiladero estrechísimo por diferentes razones.

Segundo: el ajuste implementado ha dejado unos pocos ganadores y numerosos perdedores. Sobre todo, quienes vivimos del salario, del propio trabajo o de una jubilación. En el reparto de ganancias y costos al interior de las fracciones de la burguesía, si bien algunos sectores, en especial los orientados al mercado interno, perdieron participación relativa en el valor agregado, se favorecieron del deterioro general de los salarios y buscaron descargar los costos hacia los trabajadores, en tanto otros no han tenido margen para aplicar compensaciones.

Uno de los objetivos estratégicos principales del plan de Milei es reconconfigurar la matriz productiva a imagen y semejanza de los intereses del capital financiero internacional, torcer la relación de fuerzas para garantizar la rentabilidad para pocos sectores a costa de mayor explotación laboral, mientras se acentúa el atraso productivo de ramas no exportadoras de bienes primarios. “¿Y si sale bien?” es para unos pocos. No hay “éxito” del plan de Milei que pueda ser bueno para la clase trabajadora.

Notas

[1] Artículo realizado para la revista digital La Cigarra

[2] Strada, J. y Letcher, H.: “Todo a su medida”, El cohete a la luna, 2024 y Telechea, J.: “Inflación: ¿se mide bien o quedó desactualizada?”, Cenital, 2024.

[3] Arancibia, M.: “Nada para festejar: los salarios no recuperan lo perdido con la devaluación de Caputo”, La Izquierda Diario, 2024.

[4] En una economía en recesión, la mayoría de estos sectores expandieron su nivel de actividad. Un caso que amerita ser resaltado es el de la actividad agropecuaria, cuyo crecimiento (superior al 80%) se explica en lo fundamental por un punto de partida especialmente bajo en 2023 por efecto de una sequía de magnitudes históricas.

[5] Tampoco resulta llamativa la notable recomposición de ganancias que tuvieron muchas corporaciones que se desenvuelven en estos sectores. Véase AA. VV.: “Las empresas más grandes que cotizan en la Bolsa de Comercio quintuplicaron sus ganancias en el último año”, Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas, 2024 y Manzanelli, P. y Amoretti, L.: “Informe de coyuntura N° 45”, CIFRA/CTA, 2024.

[6] Al observar lo sucedido en esta actividad se verifica el mismo sesgo que en servicios sociales y de salud: mayor ponderación de la educación privada y declinación de la pública.

[7] Al estudiar la dinámica de la formación de precios mayoristas industriales en los meses inmediatos al shock de diciembre de 2023, se evidencia que entre las ramas más dinámicas en la materia se cuenta una amplia gama de producciones oligopólicas: cerveza, insecticidas y plaguicidas, bienes de la refinación de petróleo, acero y aluminio, artículos de higiene y limpieza, cigarrillos, cemento y cal, diversas sustancias químicas básicas, productos lácteos, automóviles, algunas máquinas agrícolas y golosinas, entre las principales.

[8] A modo de ejemplo de miradas “heterodoxas” condescendientes con la evolución de la economía en el primer año de gestión de LLA se remite a Álvarez Agis, E.: “¿La está domando”, Le monde diplomatique, N° 306, 2024 y Scaletta, C.: “Milei y el reseteo capitalista”, en El destape, 2024.

Fuente: La Izquierda Diario. 9 de diciembre de 2024. https://www.laizquierdadiario.com/A-un-ano-de-Milei-Y-si-sale-bien-para-quienes.

La ‘destrucción creativa’ de Milei

Michael Roberts

Ha pasado un año desde que el autoproclamado «anarcocapitalista» Javier Milei se convirtió en presidente de Argentina. Tomó el poder en un país donde la inflación anual era del 160 %, más de cuatro de cada 10 personas estaban por debajo del umbral de la pobreza y el déficit comercial era de 43 mil millones de dólares. Además, había una deuda desalentadora de 45 mil millones de dólares adeudada al Fondo Monetario Internacional, con 10.600 millones de dólares que debían pagarse al prestamista multilateral y a los acreedores privados.

La anterior administración peronista había fracasado miserablemente a la hora de lograr la expansión económica, una moneda estable y una baja inflación. Y tampoco logró poner fin a la pobreza y reducir la desigualdad. La tasa de pobreza oficial de Argentina aumentó al 40 % en el primer semestre de 2023. Según la Base de Datos Mundial de Desigualdad, el 1% superior de los argentinos tenía entonces el 26 % de toda la riqueza personal neta, el 10% superior tenía el 59 %, ¡mientras que el 50% inferior tenía solo el 5 %! En los ingresos, el 1% superior tenía el 15%, el 10% superior, el 47% y el 50% inferior solo el 14%.

El plan de Milei era claro (al menos para él). Desmantelaría el sector estatal de Argentina, «liberaría» los mercados de la regulación para que las grandes empresas y los inversores extranjeros obtengan ganancias; devaluaría la moneda con el objetivo final de la dolarización completa y luego confiaría en el capitalismo sin restricciones para resolver la crisis perpetua. Este es un experimento en vivo con políticas de libre mercado contra el keynesianismo reformista y semiintervencionista adoptado por administraciones anteriores.

Al tomar el poder, Milei implementó una serie de medidas de austeridad, incluyendo la reducción de los subsidios a la energía y el transporte, el despido de decenas de miles de trabajadores del gobierno, la congelación de proyectos de infraestructura pública y la imposición de congelaciones de salarios y pensiones por debajo de la inflación.

Ha sido brutal. La economía ha entrado en una profunda depresión. El FMI prevé una contracción del 3,5 % para 2024. Esa es la mayor contracción en cualquiera de las principales economías del G20 y solo superada por Haití, acosada por gángsters, y Sudán del Sur, destrozado por la guerra civil.

Milei tiene como objetivo poner fin a la hiperinflación de la economía a través de una caída deliberadamente diseñada en la producción y el consumo que destruye los costes del capital. Al reducir el gasto del sector público, los empleos y los subsidios para los pobres, su objetivo es aumentar la tasa de explotación de las empresas y, en última instancia, impulsar la rentabilidad del capital argentino para inspirar la inversión.

Después de un año, la inflación mensual ha caído bruscamente, ya que la mayoría de los argentinos se han visto obligados a recortar el gasto.

Sin embargo, los precios siguen siendo casi un 190 % más altos que hace un año, cuando Milei asumió el cargo.

La desaceleración de la inflación ha fortalecido el peso argentino y reducido los costes de los préstamos. Y con la amnistía fiscal, Milei ha atraído a los argentinos ricos para que declaren sus ahorros ocultos en dólares estadounidenses (ocultos en cuentas bancarias extraterritoriales y bajo los colchones). Eso llevó 19 mil millones de dólares a los bancos de Argentina, impulsando las reservas de divisas.

Milei quiere liberar el peso de los controles, pero si lo hace ahora, el peso, al estar enormemente sobrevalorado, se desplomaría, lo que dificultaría cumplir con los reembolsos al FMI. Afortunadamente, el tan odiado FMI está muy satisfecho con las políticas de Milei. El FMI comentó que han «resultado en un progreso más rápido de lo previsto en la restauración de la estabilidad macroeconómica y encarrilado firmemente el programa», agradeciendo a las autoridades argentinas «la implementación decisiva de su plan de estabilización». Así que los ricos no tienen que pagar impuestos y las medidas de austeridad de Milei han sido recibidas con entusiasmo por el FMI y las grandes empresas argentinas.

El gasto público se ha reducido en un 30% anual en términos reales (ajustado por inflación), según los cálculos del Centro de Economía Política Argentina (CEPA) y la Asociación para el Presupuesto y la Gestión Financiera Pública (ASAP).

Milei ha cerrado 13 ministerios y despedido a unos 30.000 empleados públicos, el 10% de la fuerza laboral federal. También ha congelado obras públicas y reducido los fondos asignados a la educación, la salud, la investigación científica y las pensiones. Los recortes presupuestarios han sido especialmente duros para la infraestructura (-74%), la educación (-52%), el desarrollo social (-60%), la atención médica (-28%) y la asistencia federal a las provincias (-68%).

La Cámara Argentina de Construcción (CAC) estima que el estado debe a los contratistas alrededor de 400 mil millones de pesos (o 400 millones de dólares) y que 200.000 trabajadores han sido despedidos en el sector de la construcción desde el inicio de la administración Milei. Las pensiones estatales se han congelado. Un pensionista en el tramo de ingresos más bajo recibe actualmente el equivalente a 320 dólares al mes, o apenas un tercio de los 900 dólares que un hogar requiere para sobrevivir.

Según el Consejo Inter-universitario Nacional, el 70% de los salarios de enseñanza y no docente están por debajo de la línea de pobreza. Milei ha eliminado el Fondo Nacional de Incentivos para Maestros, que subvencionó estos salarios muy bajos de los maestros en todo el país y representó casi el 80% de las transferencias del gobierno federal a las provincias con fines educativos. Además de suspender las mejoras de infraestructura en las escuelas, también redujo los programas de becas estudiantiles en un 69%. Los presupuestos universitarios se congelaron y muchos campus se quedaron sin recursos para pagar la calefacción de gas y la electricidad y el sistema universitario declaró el estado de emergencia.

Milei ha recortado los salarios de los investigadores y el personal de apoyo del Consejo Nacional de Investigación Científica y Técnica (CONICET), la principal organización dedicada a la ciencia y la tecnología en el país. También redujo drásticamente el número de becas de doctorado y postdoctoral, despidió al 15% del personal administrativo de CONICET, congeló el presupuesto de la Agencia Nacional para la Promoción de la Investigación y cesó proyectos en instituciones clave, como el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Como resultado, hubo una caída del 30% en las solicitudes a puestos de investigación y científicos en el país. En una carta pública dirigida a Milei, 68 ganadores del Premio Nobel advirtieron que «el sistema argentino de ciencia y tecnología se está acercando a un peligroso precipicio».

Los niveles de pobreza han empeorado significativamente. La tasa de pobreza de Argentina ha aumentado de casi el 42% al 53%, 3,4 millones adicionales de argentinos. Dos tercios de los niños argentinos menores de 14 años viven en la pobreza. Milei ha eliminado los subsidios que se administraban a través de organizaciones sociales. Entre la ayuda interrumpida se encuentra la distribución de alimentos a los comedores de beneficencia, que sirven a niños y familias enteras. Los programas de empleo canalizados a través de cooperativas de trabajadores también han sido cancelados. Los argentinos no pueden conseguir ya trabajo y no pueden permitirse ni siquiera lo suficiente para alimentar adecuadamente a la familia.

Se han recortado los subsidios a la electricidad, el gas, el agua y el transporte público. En diciembre de 2023, una familia de clase media gastó alrededor de 30.105 pesos (alrededor de 30 dólares) al mes en electricidad, gas, agua y transporte público. Pero en septiembre de 2024, el gasto había aumentado a 141.543 pesos ($142).

Estos impactos masivos en el nivel de vida de los argentinos promedio, junto con los continuos aumentos de la inflación, han llevado a un colapso del consumo. En el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) se registró una disminución interanual del 12,9 % y un -2,3 % en comparación con abril de 2024. En el resto del país, el consumo cayó un 15,5% interanual y un 3,6% en comparación con abril de 2024.

Ha habido un mayor aumento de la desigualdad. El 10% superior ahora ganan 23 veces más que el decil más pobre, en comparación con 19 veces hace un año. La caída de los ingresos alcanzó el 33,5% interanual en términos reales entre los deciles más pobres, pero solo el 20,2% entre los más ricos. El índice de desigualdad gini ha llegado a un máximo de 0,47.

A pesar de este ataque cruel al nivel de vida medio, Milei ha mantenido un grado suficiente de apoyo. La gente todavía espera que termine con el caos de la inflación y restaure el crecimiento. Sus índices de aprobación se han mantenido estables.

Naturalmente, el apoyo al gobierno de Milei proviene principalmente de los argentinos ricos, pero incluso los más pobres que están asumiendo la mayor parte de la carga de sus medidas todavía muestran más apoyo para él que para la anterior administración peronista.

Al recortar agresivamente el gasto y reducir a la mitad los ministerios del gobierno, Argentina ha pasado de un déficit fiscal de 2 billones de pesos (2.000 millones de dólares) a finales del año pasado a un superávit de 750 mil millones de pesos en octubre de este año. Este es el primer superávit fiscal en 16 años.

¿Funcionarán las políticas de Milei? Es un auténtico experimento en vivo sobre la eficacia de las políticas de «libre mercado» en comparación con la macrogestión keynesiana en un país. Pero Argentina es una economía capitalista débil dominada por el imperialismo. Tenía un enorme déficit comercial. La devaluación del peso de Milei permitió que las exportaciones se recuperaran durante el último año (ahora un 30%), mientras que la austeridad aplastó las importaciones. Las exenciones fiscales para los ricos han llevado a una pequeña afluencia neta de capital después de salidas masivas en el último año del gobierno peronista.

Por lo tanto, las reservas de divisas han mejorado ligeramente, pero aún están muy lejos de ser suficientes para cumplir con los pagos de la deuda futuros, principalmente al FMI. El país se enfrenta a grandes pagos de deuda externa de aproximadamente 9 mil millones de dólares en 2025. Pero tal vez el FMI sea condescendiente.

El problema inmediato es que el peso todavía está muy sobrevalorado a pesar de que el dólar estadounidense es fuerte y necesita ser devaluado en al menos otro 30% para que las exportaciones argentinas sean competitivas. Pero eso solo aceleraría la inflación.

Los planes anarcocapitalistas de Milei son realmente una forma de «destrucción creativa», el término que Joseph Schumpeter, el economista austriaco de la década de 1930, usó para explicar porqué las crisis son necesarias bajo el capitalismo para crear las condiciones para una nueva expansión. Es necesario «limpiar» el sistema de gastos innecesarios, trabajadores improductivos y empresas débiles, haciendo que la economía sea «más ágil y se ponga en forma».

Hasta ahora, en relación con la «destrucción creativa», Milei solo ha logrado la destrucción. Pero, como argumentó Marx, la parte creativa requiere un fuerte aumento en la rentabilidad del capital que conduzca a una explosión de inversiones y, por lo tanto, del empleo y los ingresos. ¿Es realmente probable, dado el estancamiento global y hasta qué punto se ha hundido el sector capitalista de Argentina? De hecho, ¿la profunda recesión en Argentina será tan profunda que la economía se hundirá en una depresión durante el resto de la década?

Argentina podría salir de este lío si hubiera un auge en los precios de las materias primas, como hubo a principios de la década del 2000. Argentina es el mayor exportador mundial de aceite de soja y harina, el segundo exportador de maíz y el tercer mayor exportador de soja. Sin embargo, por ahora, los precios de la soja y el maíz no son muy boyantes.

Argentina tiene las terceras mayores reservas de litio del mundo, lo que la convierte en un actor clave en la transición energética mundial. Sin embargo, los precios del litio han hundido recientemente.

Argentina también tiene reservas considerables de gas de esquisto. El campo petrolífero de Vaca Muerta es uno de los recursos de hidrocarburos no convencionales más grandes del mundo, con un estimado de 16 mil millones de barriles de petróleo y 308 billones de pies cúbicos de gas natural, pero hasta ahora en gran medida sin explotar.

Las exportaciones son clave y eso significa una devaluación aún mayor del peso que podría volver a acelerar la inflación, a menos que se aplique aún más austeridad a nivel nacional. Y la gran preocupación es que el presidente entrante Trump dice que tiene como objetivo aumentar los aranceles sobre todas las importaciones estadounidenses en al menos un 20% y eso golpeará a Argentina. No es de extrañar que Milei haya pasado tiempo haciéndose el amigo con Trump en su corte de Mar-a-Largo.

https://thenextrecession.wordpress.com/2024/12/10/mileis-creative-destru…

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Doctor en Historia. Docente de la UBA y UNSL. Miembro del Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Sociales (CEICS), y miembro de Vía Socialista.

Economista UBA. Coeditora de la sección de Economía de La Izquierda Diario.

Economista marxista británico, que ha trabajado 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.

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