artemio lópez / rocco carbone
La escena
El atacante apuntó con una pistola Bersa del calibre 7.65 mm a la cabeza de la mandataria y gatilló dos veces, pero los disparos no se produjeron[1]. Afortunadamente, militantes peronistas y miembros de la Policía Federal detuvieron al atacante inmediatamente1. Montiel estaba vinculado al grupo ultraderechista Revolución Federal[2].
La vicepresidenta no se percató del atentado hasta que regresó a su domicilio. Durante y después del incidente, sus simpatizantes siguieron permaneciendo en las inmediaciones de su domicilio entonando cánticos en su respaldo. El atacante, Sabag Montiel, alias “Tedi”, es un brasileño de 35 años con antecedentes por portación de arma blanca y domicilio declarado en el barrio de Villa del Parque, aunque vive en el partido bonaerense de San Martín. En fotografías difundidas por los medios, se le observa un tatuaje del sol negro, símbolo neonazi que sin embargo puede ser interpretado según los códigos propios de los tatuajes pertenecientes al sistema simbólico de las mafias (de ascendencias) italianas.
Este intento de magnicidio puso a prueba el sistema político y sus herramientas institucionales para dirimir conflictos en Argentina. Afortunadamente, la vicepresidenta salió ilesa de ese ataque. Ese hecho tuvo un impacto profundo en la sociedad argentina. A continuación, se describen algunas de las reacciones y consecuencias:
Crisis y conmoción. El atentado puso a Argentina al borde de una crisis irreversible. La noche del 1 de septiembre de 2022, el país enfrentó una situación terminal y sin retorno. La democracia argentina se vio afectada, y algo se rompió en su tejido político. La escena dramática del intento de magnicidio en Recoleta, con la impotente custodia presidencial, se sumó a la crisis económica y al drama social que enfrentaba en ese momento la Argentina. Los medios del mundo informaron que casi mataron a punta de pistola a la persona con más poder en la capital del país..
Reacción del presidente Alberto Fernández. El presidente Alberto Fernández declaró que el atentado merecía el más enérgico repudio de toda la sociedad argentina y de todos los sectores políticos. Señaló también que la convivencia democrática se había quebrado debido al discurso del odio que se había esparcido desde diferentes espacios políticos, judiciales y mediáticos en Argentina. Convocó un día no laborable para que el pueblo argentino pudiera expresarse en defensa de la vida, la democracia y en solidaridad con la vicepresidenta.
Reacciones de la oposición. A pesar de la convocatoria, no hubo dirigentes de Juntos por el Cambio dispuestos a participar en la marcha. El párrafo incriminatorio en la convocatoria generó diferencias y complicaciones. Los principales dirigentes opositores intentaron acordar un comunicado, pero el discurso del presidente, que incluyó críticas, anuncio de feriado nacional y convocatoria a la movilización en Plaza de Mayo, agudizó las diferencias[3].
Reacciones internacionales. Líderes de la región y del mundo condenaron el intento de magnicidio a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. El episodio generó una fuerte reacción global contra la violencia política. En resumen, el intento de magnicidio dejó una marca indeleble en la sociedad argentina y puso a prueba su sistema político e institucional. La unidad y la condena a la violencia se mezclaron con tensiones y diferencias entre los actores políticos. En medio de la conmoción y la controversia se consolidaron los llamados discursos de odio que mostraron de manera decisiva su presencia y capacidad de acción. Pero faltaba la encarnadura en un personaje y un espacio partidario capaz de administrar el odio desde el aparato de Estado.
Un bizarro panelista televisivo y un partido político diminuto y sin tradición en el país se convirtieron en la opción de gestión estatal del odio.
La caracterización estructural del fenómeno de La Libertad Avanza en general y el presidente Javier Milei en particular puede pensarse en función de una comparación entre Argentina y Brasil:
la defraudación con los gobiernos propios y el impacto de la desindustrialización inducida por el neoliberalismo, junto a la preexistencia de discursos de ultraderecha e incluso racistas en las sociedades argentinas y brasileñas, parecen ser los componentes estructurales del denominado “giro al centro”, tanto de Lula de Silva como de Cristina Kirchner y la aparición de figuras como Jair Bolsonaro y Javier Milei[4].
Obviamente, hay diversos factores que se sobreimprimen a estos aspectos estructurales y deberán ser analizados a la hora de explicar fenómenos tan complejos como el surgimiento de opciones de ultraderecha.
Rodolfo Walsh solía señalar que:
Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece como propiedad privada, cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas[5].
El paradigma de deshistorización de la práctica política de los sectores subalternos, que describe Walsh, mostrándola como operación ideológica de los sectores dominantes, replica en su matriz conceptual en el borramiento de la historia por parte de los aparatos ideológicos de Estado, de aquellos candidatos que en una coyuntura específica son puestos en forma para producir, reproducir y ampliar los intereses del bloque de poder dominante. Los candidatos del establishment, dado el fracaso social sistemático a que condujo y conducirá el proyecto neoliberal, en todas las diversas modalidades de aparición que deben desplegar, aparecen sin historia.
El periodista Ari Lijalad nos ofreció una clave central para historizar a Javier Gerardo Milei y mostrarlo cómo es: “un mascarón de proa para desplegar la cuarta ola neoliberal en el país aunque con particularidades”.
Por más que el presidente se enoje, se burle, haga caritas, no tiene plan de estabilización. No es una cuestión técnica, es una cuestión política y social, la sociedad y los empresarios tienen que creer en eso para tener efectividad. Este gobierno no lo tiene: es solamente un plan de ajuste[6].
Los sectores del poder económico no lo consideran por sus “ideas”, a las que le prestan escasa atención, sino por su capacidad electoral de ser el nuevo portador del viejo proyecto neoliberal, adecuado a la coyuntura económica, política y social del primer cuarto del siglo XXI. Al respecto, Carlos Pagni, gran intérprete de pensamiento del establishment, señala que el mercado no está mirando el programa económico del candidato más competitivo, mira su capacidad política, su capacidad para gobernar. Habrá que ver cómo hacen para garantizar gobernabilidad y generar alguna confianza, pero a su vez ocultarlo para que no parezca que los que vienen en contra de la casta en realidad ahora están siendo vehículos de la casta[7].
Para entender a Milei, entonces, hay que observar sus bambalinas, qué hay por detrás, y dirigir entonces la mirada a Victoria Villarruel y sus soportes jurídicos, políticos y militares:
Victoria Villarruel, compañera de fórmula de Javier Milei, se presenta como una simple militante de la memoria completa, que no es otra cosa que un eufemismo del negacionismo y la reivindicación del terrorismo de Estado. Pero oculta algo que queda al descubierto en la escritura fundacional del Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (CELTYV), a la que accedió El Destape, y es la red de contactos que la vinculan no sólo a exfuncionarios dictatoriales sino principalmente a los estudios jurídicos más importantes de la city porteña, es decir, a los representantes de las principales corporaciones del país, incluidos los abogados y recaudadores de Mauricio Macri. La historia se repite: detrás del genocidio iniciado en 1976 hubo un plan de miseria planificada y concentración de la riqueza; detrás de su reivindicación actual también[8].
Lijalad observa que los mismos actores (hijos y nietos) que se presentaron detrás de cada ola neoliberal desplegada en nuestro país a partir de la última dictadura de mediados de los años 70, revistan en el campo de fuerzas de esta cuarta “nueva” experiencia. Se dispusieron a utilizar para esta noble tarea -ante la derrota en las PASO de su delfín predilecto, Horacio Rodríguez Larreta, y el estancamiento electoral evidente de Patricia Bullrich- a la nueva figura que, aunque estrafalaria en apariencia, se está mostrando ser orgánica a sus intereses en esta nueva fase neoliberal.
Este Javier Gerardo Milei, en apariencia “un personaje sin historia”, hijo del Tic Toc, Mauro Viale, Alejandro Fantino y poco más. Personaje al que la patria consultora y analistas de derecha y progresistas Dolce e Gabbana, han transformado en algo parecido al Aloe Vera, encontrándole diariamente “nuevas propiedades”, en este caso de “eficacia electoral”. Atributos novedosos que, al parecer, seducen más y más a un electorado tan desencantado -como enojado y esperanzado- tras el fracaso en los dos últimos gobiernos de las dos grandes coaliciones surgidas luego de la crisis de salida de un cuarto de siglo de hegemonía neoliberal en el año 2001. Esa crisis condensa las dos primeras oleadas neoliberales que, como sabemos, comenzaron en el año 1976 con la última dictadura y se interrumpieron casi sin solución de continuidad en el año 2003, con el gobierno popular-democrático encabezado por Néstor Carlos Kirchner.
Deshistorizar a Milei parecía la tarea de la hora de los sectores dominantes y el aparato de medios que les es funcional. Transformarlo en un personaje “sin historia”, y como tal novedoso, cuyas condiciones estructurales de aparición como la desindustrialización, la defraudación con los gobiernos propios y una potente cultura de derecha preexistente se invisibilizan. Entre las condiciones estructurales, y para historizar la aparición de Javier Milei, deben considerarse muy especialmente las mutaciones socioeconómicas y políticas impresas a la persistencia de una potente cultura de derecha autoritaria preexistente que se sintetiza muy bien en la categoría de “autoritarismo social” que los sociólogos Giselda Catanzaro y Ezequiel Ipar despliegan en el estudio “Nueva derecha y autoritarismo social”:
La interpretación de dicho proyecto en todas sus implicancias reclama, sin duda, el estudio de nuevas torsiones en el campo político. Sin embargo, tenemos que analizar estas transformaciones sin perder de vista esa dimensión social más densa y amasada en la larga duración a la que nos hemos referido recuperando el concepto de autoritarismo social. Su consideración apunta a que no quede incomprendida la complejidad de lo social, pero también a evitar que la política resulte reductible a un problema de grandes personajes, cuyas alquimias pueden ser serena, profesional y ecuánimemente evaluadas al interior del análisis del discurso de los políticos[9].
Para situar históricamente a Javier Milei lejos del “panelista disruptivo” y ya constituido como candidato y luego presidente, soporte material de la cultura de odio dispuesto a administrarla desde el aparato estatal, es conveniente releer a Rodolfo Walsh sobre una de las características específicas de las prácticas que impulsan los sectores dominantes en nuestro país.
III. Femimagnicidio y administración estatal del odio
Dentro del sistema, no hay justicia. Otros autores vienen trazando una imagen más afinada de esa oligarquía. dominante frente a los argentinos, y dominada frente al extranjero. Que esa clase esté temperamentalmente inclinada al asesinato es una connotación importante, que deberá tenerse en cuenta cada vez que se encare la lucha contra ella. No para duplicar sus hazañas, sino para no dejarse conmover por las sagradas ideas, los sagrados principios y, en general, las bellas almas de los verdugos[10].
Este temperamento asesino de los sectores dominantes, siempre presente en la historia nacional, cuyo epicentro fue la masacre de 30.000 ciudadanos aún hoy desaparecidos en la última dictadura militar, en el caso del gobierno de Javier Milei tiene un episodio bautismal de notable profundidad: El intento de femimagnicidio sobre la dos veces presidenta y vicepresidenta entonces en ejercicio, Cristina Fernández de Kirchner.
El intento de femimagnicidio fue una bisagra histórica que ha hecho saltar por el aire el pacto democrático de 1983 que convino en nunca más la supresión física por diferencias políticas o ideológicas. La respuesta a semejante aberración en propios y extraños no estuvo a la altura de lo esperado en una sociedad que se dice a sí misma democrática. Se trata de un episodio trágico, que consideramos crucial en la emergencia de nuevos representantes de la ultraderecha como el actual presidente. Insistimos con que una parte extendida de la sociedad tuvo desde siempre miradas de derecha conservadora e incluso dieron apoyo a dictaduras feroces. Al respecto, si Perón llenaba plazas, la contrarrevolución “libertadora” también lo hacía. Es necesario recordar aquí también el apoyo civil a la última dictadura militar, extendidos segmentos sociales, en particular medios y medios altos, que dieron soporte ciudadano al golpe de estado del año 1976. Recuperada la democracia, sin embargo, sobrevendrá la idea de un acuerdo supra-partidos y socialmente horizontal para que “nunca más” la supresión física del adversario fuera un método aceptado para resolver diferencias políticas, por más profundas que fueran. Sin pretender agotar la discusión sobre cuando se quebró este pacto democrático, es evidente que con el atentado a Cristina Kirchner, ese acuerdo estalló por los aires. El silenciamiento judicial y el intento de la mediaticidad monopólica de opacar el gravísimo episodio fueron notables. Se intentó responsabilizar tan solo a una banda de lúmpenes, dando así legitimidad, por acción u omisión, al intento de magnicidio y nuevamente la supresión física del adversario por razones políticas fue puesta en la agenda. Ese atentado impune es el que da soporte material al denominado “discurso de odio” y a la aparición de figuras que, como el actual presidente Milei, abiertamente proponen administrar ese odio desde el aparato de Estado.
Si la autoría material del atentado corrió por cuenta de una banda de lúmpenes, la autoría intelectual y financiera fueron silenciadas absolutamente. El impulso financiero del atentado compromete seriamente a la familia del actual ministro de economía Luis Caputo y, según advirtiera Cristina Kirchner el 1 de octubre del año 2014, el impulso intelectual respecto a su integridad física, debe rastrearse “mirando hacia el norte” e incorporar (para elucidarlo) a la cuestión geopolítica la lucha por la hegemonía mundial entre Estados Unidos y China. Durante un acto en el que firmó la refinanciación de deudas con 16 provincias y en el que anunció la creación de la Secretaría del Hábitat para la urbanización de villas, la entonces presidenta cargó contra el hoy fallecido juez estadounidense Thomas Griesa, que había declarado en desacato a la Argentina por no pagar a los fondos buitre. En duros términos calificó de “disparate” la medida del magistrado. También se refirió a las supuestas amenazas que entonces había recibido del Estado Islámico (EI o ISIS en inglés) y enfatizó que si algún día sufriera algún atentado “no miren hacia el Oriente, miren hacia el Norte”:
Lo digo muy en serio: si me pasa algo que nadie mire hacia el Oriente, miren hacia el Norte. Después de ver las cosas que se están haciendo desde determinadas sedes diplomáticas y escuchar las cosas que han dicho en la Asamblea de la ONU no me quedan dudas. Digan lo que digan, si me pasa algo no viene de Oriente. […]Crear toda una historia que el Isis me está buscando a mí… ¡Por favor! ¡Que no vengan a armar una novela como hicieron en el pasado con otras cuestiones! […]Después de ver las cosas que se están haciendo desde determinadas representaciones diplomáticas, después de escuchar declaraciones que parecen un ejercicio de cinismo, que vengan a crearnos una historieta de que el Isis me está buscando para matarme, ¡por favor![11]
En conclusión, a nuestro criterio es este gravísimo intento de femimagnicidio el que sobredetermina las condiciones estructurales en la coyuntura específica en la que irrumpe Javier Milei como alternativa electoral y de gestión estatal de los discursos de odio[12]. En este sentido, ya no estamos ante un “panelista disruptivo” sino frente al emergente de una coyuntura en la que el asesinato político vuelve a tener legitimidad para el bloque en el poder, la justicia, la mediaticidad monopólica; legitimado incluso por un segmento amplio de una “sociedad rota”. En esta perspectiva de análisis la alianza Caputo-Milei excede ampliamente el “plano económico”. Funcionario símbolo de la derrota del macriato, el más criticado por el “Milei panelista”, Luis Caputo, es hoy el súper ministro del gobierno “anti casta” de La Libertad Avanza. Sin duda, este cambio de mirada de Milei sobre Caputo llama la atención. Irina Hauser aporta datos relevantes para conjeturar sobre esta metamorfosis con el paisaje de fonde del intento de femimagnicidio:
El fiscal Gerardo Pollicita requirió que sea tasado el mobiliario por el que la familia Caputo supuestamente le pagó una suma millonaria a la modesta carpintería bonaerense de Morel, el líder de la violenta agrupación, para un emprendimiento a más de mil kilómetros, en Neuquén. La querella de la vicepresidenta advirtió que Morel comenzó a recibir pagos de los Caputo un día antes de que Revolución Federal empezara a actuar en 2022 y siguió cobrando hasta que se produjo el intento de magnicidio […] Cuando fue indagado, Morel relató que había conocido a Rosana Caputo en diciembre de 2021, un día que ella pasó por la puerta de su taller y entró a mirar (aunque desde afuera no se advertía que ahí había una carpintería). Le encargó dos mesitas ratonas y dos barras para una casa en el barrio Santa Clara al Sur, otro emprendimiento de Caputo Hermanos. Esta empresa es manejada por los hermanos de Luis “Toto” Caputo, el exministro de Finanzas del gobierno de Mauricio Macri. Contó el líder de Revolución Federal que la mujer tuvo problemas (por roturas) con los muebles que le compró y le fue a reclamar, pero le terminó ofreciendo el trabajo en Espacio Añelo […] Pidieron indagatoria de Rosana Caputo, pero aún no tuvieron respuesta judicial. La financiación de Caputo Hermanos a Morel empezó y terminó con Revolución Federal. Así como todo comenzó en mayo de 2022, todo concluyó con el atentado a Cristina Kirchner[13].Lo mismo sucede con Patricia Bullrich que pasó de poner bombas en jardines de infantes a la actual brillante ministra de seguridad.Recordemos que Ivana Bohdziewicz, una de las secretarias que estaba con Milman cuando lo escucharon decir «cuando la maten yo estoy camino a la costa», había dicho que vació su teléfono «para proteger su intimidad».
Pero al poco tiempo volvió a declarar y dijo que la citaron para que un perito eliminara el contenido de los aparatos en las oficinas de la precandidata a presidenta. En ese momento Gerardo Millman era jefe de campaña de la precandidata Patricia Bullrich.
Por otra parte, ya Cristina Kirchner había caracterizado a la actual ministra de seguridad del gobierno de Milei en su carta del 2 de agosto del año 2016
¿En qué quedamos? ¿Me quiere proteger o me quiere exhibir a mí y a mi familia como fácil presa de cualquier atentado? ¿Desconoce las amenazas que he tenido de grupos terroristas extranjeros? ¿Desconoce el manifiesto encono y agresividad para con mi persona, de servicios de inteligencia extranjeros a los que he denunciado y que Ud. reporta? ¿Se olvida que tanto mi gobierno como el del Ex Presidente Néstor Kirchner fuimos los que enjuiciamos a los genocidas de la dictadura, que ahora Uds. hacen desfilar en las fiestas patrias, y cuyos procesos han comenzado a demorarse inexplicablemente? Su falta de escrúpulos no es nueva ni tiene origen ideológico. Careció siempre de ellos, cualquier fuera su lugar de militancia -que por cierto fueron varios y cambiantes-.14
Caracterizar adecuadamente aquello que se enfrenta es el primer paso para concretar una respuesta política y eventualmente electoral exitosa. Es necesario entonces hacer el esfuerzo de no romantizar al actual presidente y encarnarlo en las transformaciones estructurales que soportó el país pero también y fundamentalmente asumir que lejos del panelista disruptivo, Javier Milei candidato y a la postre presidente, resulta un efecto central del intento de femimagnicidio y de la consecuente administración estatal de “los discursos de odio” que habilitó aquél atentado que quedó impune.
Finalmente, para aproximarnos a una caracterización del presidente Milei -que será en el apartado siguiente-, es recomendable recordar una reflexión de Eduardo Grüner:
Permítanme ahora correrme de la ficción y hacer un poco de historia, sin ninguna sorpresa, ya que se trata de cosas muy conocidas. En enero del año 1933, en Alemania, la mayoría del pueblo, entusiasmada por lo que se les aparecía como una inédita novedad, eligieron como Canciller (en ese entonces la máxima autoridad institucional del Reich) a un personaje grotescamente payasesco, ex cabo del ejército, pintor de tercera categoría, grosero y gritón, pero que prometía una radical refundación nacional que produciría un mileinio, perdón, un milenio de felicidad teutónica. Bien; a las pocas semanas de gobierno ya era completamente claro que la política del obsceno aullador solo podía conducir, a la corta o a la larga, a la catástrofe. Sin embargo, tanto aquellos que lo sostenían con convicción, como aquellos que lo habían votado quizá con reservas, pero con grandes esperanzas, esgrimieron básicamente dos argumentos para no cuestionar activamente su poder despótico: primero, que el Führer había sido consagrado mediante elecciones irreprochablemente legales y formalmente democráticas; segundo, que el gobierno aún llevaba poco de andar, que había que darle tiempo, tener paciencia, esperar[14]
La idea fascismo nombra un poder y un movimiento complejos. Lo primero a evitar son entonces las simplificaciones. En ella confluyen -históricamente y en el presente también- diversas corrientes. Como todo fenómeno histórico-político está condicionada por varios factores. Algunos son decisivos; otros, principales y unos cuantos, concomitantes. El fascismo puede ser entendido como un frenesí de violencia al pormenor -dirigida contra todxs lxs que no están contenidxs dentro de su campo de fuerzas-, neurosis del sentido común amplificada por una máquina totalizadora de la vida (el celular) y respuesta (preventiva) del capital en crisis ante la emancipación popular. Victoria Montenegro en un encuentro sobre lo siniestro que organizó Zona de Frontera en la Casa de las Madres en la ex Esma, lo definió como “goce de producir daño al otro”.
El fascismo implica la defensa de ese orden social consolidado a través de la expansión de la economía capitalista. En el caso del fascismo arqueológico se trata de la economía capitalista correspondiente a la primera revolución industrial. En el contemporáneo, de la economía capitalista en su declinación de plataforma o financiera. Como categoría arqueológica el fascismo es la antítesis de la revolución (del comunismo, si se quiere). Como categoría contemporánea, es la antítesis de la emancipación: la reacción a la emancipación. En clave nacional, la emancipación está encarnada en el kirchnerismo/peronismo y, en clave internacional, en ese puñado de países que plantean un nuevo régimen de acumulación y legitimación sustitutivo de la globalización neoliberal. El presidente Milei nombra este asunto sensible como “colectivismo”, “socialismo” o “zurdos…” que tienen distintas refracciones en nuestra América. Podemos identificarlas con las embestidas del propio Milei contra los presidentes Lula, Maduro, Petro, López Obrador, que son sus focos de disputa continentales, o Pedro Sánchez, un foco de disputa internacional luego del evento del “fascismo global” -así lo calificaron los movimientos feministas españoles- que se llevó a cabo en Madrid. La vertiente antiemancipatoria del fascismo arqueológico la identificó oportunamente un socialista liberal como Norberto Bobbio en Ensayos sobre el Fascismo (Universidad Nacional de Quilmes, 2008): “dondequiera que el fascismo se presente en escena, se presenta como anticomunismo, como la única oposición posible contra el comunismo” (p. 77). La palabra comunismo en nuestra América puede ser y me parece que debe ser traducida como emancipación.
En la Argentina se están desplegando tres lecturas del fascismo que nos es contemporáneo. La primera corre por cuenta del poder inherente a la fuerza de gobierno. Esa lectura deniega la palabra fascismo como posibilidad de autodefinición. Esta negación no se debe ni a una incomprensión histórica ni a una falta de clarividencia. Responde a razones obvias: luego de Auschwitz, ¿quién puede querer reivindicarse abiertamente fascista? En esta lectura, el fascismo se presenta a sí mismo recubierto de la bella palabra libertad, degradada. Se muestra como una organización política que viene a resolver “trastornos” tradicionales y supuestamente endémicos, empalmados con una especie de morbo suscitado por el “socialismo” [kirchnerismo/peronismo] inherente a la política nacional. En esta lectura el poder de gobierno se presenta como una “revolución” si bien no es más que una burda imitación de los años anteriores de emancipación. Además, revolución remite a la sustitución de la clase dominante. Si nos atenemos a esta consideración mínima, se dimensiona el nivel de cinismo del poder fascista junto con su acción de encubrir su índole política con la palabra libertad. Se trata de una revolución reaccionaria. De una reacción pura y dura. Esta idea puede sofisticarse apelando a Primo Levi. En Se questo è un uomo, en donde relata sus experiencias en un campo de concentración nazi, recuerda que en los baños del lager los fascistas obligaban a sus víctimas a higienizarse con agua sucia. Higienizarse, lavarse, limpiarse con algo sucio, con agua sucia, allí está el resorte profundo del fascismo.
El presidente Milei reconoce, aunque sea oscuramente, estos asuntos y por eso el día que presentó su último libro en el Luna Park respondió reactivamente a la identificación pública con el poder que lo inerva; devolvió la palabra: “¡Qué ignorantes los que nos llaman fascistas a nosotros!”, con una rápida homologación entre fascismo y Mussolini como si ese poder pudiera encerrarse en un solo apellido.
La segunda lectura activa entre nosotrxs interpreta al fascismo, evitando la palabra, y lo presenta como una opción política de derecha/ultraderechas. Recurre a la operatoria tranquilizadora del “neoliberalismo” o a la profecía del día después de quien vio venir esto que está aconteciendo pero -paradójicamente- lo dijo luego. Esta lectura es propia de los llamados teóricxs y comunicólogxs “progres” que, sin llegar a ser cómplices del poder de gobierno, lo miran con indulgencia y, en vez de oponérsele decididamente, exigen “autocríticas” a las víctimas. Estxs sujetxs confunden a una bestia feroz -la figura autoelegida del león no es una metáfora- con una mascota. Estxs llamadxs teóricxs y comunicólogxs desconocen un hecho central, que el fascismo no es un gato. Esa lectura es incapaz de retener para sí una enseñanza de Primo Levi: que ante el poder fascista, que quiere destruir todo lo que no entra dentro de su campo de fuerzas, es necesario preservar la facultad de negarle nuestro consentimiento.
La tercera lectura -que no evita la palabra- ubica el fascismo dentro del gran friso de la lucha de clases y de la pulseada permanente entre emancipación y reacción. Piensa la idea fascismo como el gobierno desnudo del capital. Pues el fascismo está pegado al desarrollo del capital. En esta serie de cosas, el político fascista surge de la clase media, que en la lucha de clases suele asumir un papel subsidiario, sobre todo cuanto se siente desclasada. Los líderes que surgen de ella tienden a ser dependientes de los grandes sujetos del capitalismo. Estos líderes encuentran inspiración en el campo del gran capital y tienden a ser figuras de segunda categoría. De hecho, el fascismo es la reacción de la clase media (desclasada) apoyada por la clase de los propietarios. Por eso vemos peregrinar al presidente Milei hacia las arenas del capitalismo del siglo XXI, tengan forma de un muro frente al cual escenifica un cosplaying, sean sujetos políticos que encarnan experiencias homólogas a la suya o sea Tesla. Y para recurrir a una necesaria comparación histórica en procura de iluminar la figura que nos gobiernas:
Hitler exhibe rasgos de monomanía y tendencias mesiánicas. Mussolini no muestra más que egoísmo cínico y cobardía, oculta detrás del camuflaje de una jactancia vacía. El sufrimiento personal desempeñó un papel muy importante en el desarrollo de Hitler. Era un pequeñoburgués desclasado que rechazaba convertirse en obrero. Los obreros corrientes aceptan su posición como natural. Pero Hitler era un inadaptado pretencioso con una psique enferma. Logró una elevación social prestada maldiciendo a judíos y socialdemócratas. Estaba desesperadamente decidido a subir más alto. A lo largo de su camino creó para sí mismo una ‘teoría’ llena de innumerables contradicciones y reservas mentales: una mezcolanza de ambiciones imperiales alemanas y resentidos sueños diurnos de un pequeñoburgués desclasado[15].
El propio presidente Milei puede considerarse un pequeñoburgués desclasado que rechazó convertirse en trabajador y que recupera imágenes históricas inciertas de una “gran Argentina”. En este sentido clasista el presidente es un inadaptado. Cuando revistaba como diputado al rifar su salario mostraba esa inadaptación a la clase y al trabajo. Esa rifa mostraba que denegaba su condición de trabajador. Y logró una elevación social prestada maldiciendo la emancipación (“los años de decadencia”). Su ira contra la emancipación popular -de tradición peronista y de izquierdas- se transformó en un estímulo. Estaba desesperadamente decidido a subir más alto y organizó un momento altamente reaccionario en la vida política. Desde ya que no la organizó él sino su clase, configurada por empleadxs mal pagos por una economía derruida por el préstamo solicitado ante el FMI por el gobierno Macri y no mejorada en la clave de la redistribución por el gobierno de Alberto Fernández, trabajadores informales mal insertadxs en la vida del país porque esclavizadxs por el capitalismo de plataforma, sujetos taladrados por un aparato colosal de propaganda que constituye un sentido común anticlasista. Una clase que no teniendo ideales propios se inflamó rápidamente con el discurso y la retórica vacía aunque insinuante de la libertad. Esta reacción de clase media (desclasada) contra la emancipación se empalmó con el temor de la vuelta de la emancipación propias de las clases poseedoras. En síntesis, la emergencia del fascismo es el resultado de una alianza entre la clase media desclasada y las clases poseedoras gorilas, entre precisos intereses de clase y turbios ideales. Esa alianza fue favorecida por la colosal crisis moral, social y económica sobredeterminada por la pandemia.
Ninguna de estas interpretaciones debería ser rechazada porque las tres captan algún aspecto del complejo escenario que está atravesando la Argentina gobernada por la Libertad Avanza, un poder de reacción.
El momento histórico reaccionario sobreviene luego de un momento emancipatorio que se había comprometido a resolver radicalmente las viejas contradicciones sociales (anteriores a 2001). En el momento reaccionario, las viejas clases dominantes se unen para vengar las humillaciones y las pérdidas materiales provocadas por la redistribución expandida en América Latina por la emancipación. Los grupos, las capas, los segmentos sociales, los individuos que a lo largo del momento emancipatorio estaban más o menos fragmentados y desmoralizados, en el instante reaccionario se empalman y sienten una explosión de energía. Ésta se manifiesta a través de la revancha, el odio, la violencia. La clase media que se había entusiasmado por la pasión emancipatoria, que había sido despertada por la fuerza erótica de la Patria Grande, en el momento reaccionario tiende a sucumbir rápidamente ante la decepción de la derrota y se aleja de la emancipación; se entrega a la reacción, a los enemigos y adversarios de la marea democratizadora: se desclasa. Es más: en el corazón de la propia emancipación también se hacen sentir las fuerzas centrífugas de la reacción y entonces algunos fragmentos políticos se desprenden de la emancipación para integrarse ambiguamente a las filas enemigas. Es el caso de Scioli, a quien acompañamos en su momento, desgarradamente. El presidente Milei para gobernar acude a políticos con pasado pero estos lo tratan como si no lo tuvieran, viejos rejuvenecidos que de pronto desconocen su ayer y el ayer de la historia. Hacen piruetas con las banderas históricas, levantan una para bajar otra y a veces se transforman en panelistas simétricos e inversos de la reacción (es el caso de Moreno) cuando no en sus funcionarios. En nombre de la emancipación sostienen la reacción.
Durante la reacción, la película de la emancipación empieza a proyectarse en sentido inverso. Sin embargo, la película de la reacción nunca alcanza su final, que se corresponde con el inicio de la emancipación. Quiero decir que pese al despliegue de la reacción, pese su fuerza expansiva siempre se conserva una parte de las conquistas de la emancipación, siempre se conserva socialmente alguna memoria de lo sido. Esa memoria es la chispa que puede volver a reactivar la emancipación en algún momento posterior de lucha de clases. La historia no se desarrolla de modo racional, ni lineal ni armoniosa sino más bien caóticamente en función de la disposición de las clases a la lucha y de la disposición incierta de la fortuna. En el momento reaccionario, los resultados positivos de la emancipación -políticos, sociales, económicos y culturales- son relegados a un instante próximo futuro.
Una cuestión a tener en cuenta es que la reacción surge en respuesta a la incapacidad de la emancipación de resolver las contradicciones a las que se enfrenta una sociedad. Emerge cuando se da una falta de correspondencia entre la fuerza política que sostiene la idea de la emancipación y la incapacidad de esa fuerza de satisfacer las aspiraciones sociales y económicas de la sociedad. La reacción que se precipita luego del momento emancipatorio además de hacerse (del poder) del Estado, se propone el objetivo de reestructurar la sociedad. En ese momento de reestructuración las clases medias que se habían entusiasmado con la marea emancipatoria en el momento reaccionario dudan, titubean y tienden a darle la espalda a esa inspiración colectiva que las había beneficiado: económicamente y también a través de una amplia batería de ampliación de derechos. Los estratos reaccionarios pertenecientes a todas las clases, que se habían acovachado en el momento expansivo de la marea emancipadora, ahora levantan la cabeza y a través de sus voceros mediáticos y políticos repiten el mismo mantra: “se lo habíamos dicho, la emancipación es un espejismo que lxs ha engañado”. La reestructuración de la sociedad en la Argentina implica expandir -como se señalaba anteriormente- discursos espesos de odio, dosis calculadas de violencia suministradas a diario y un declive de la economía que afecta dramáticamente el nivel de vida social. Cuando estas dimensiones se anudan es imposible crear una sociedad armoniosa.
Al día siguiente del 10 de diciembre de 2023, las clases trabajadoras que componen la sociedad nacional se convirtieron en infinitamente más pobres que antes de esa fecha. Ese día terminó una experiencia socialdemócrata relativamente fallida por no haber interpretado eficazmente el espíritu democrático-disidente del kirchnerismo y se dio paso a este período que estamos atravesando: un momento gris y doloroso de la vida cotidiana. En tales condiciones la decepción o el desánimo son inevitables. La escasez económica bajo todas sus formas produce desánimo e indiferencia política. El gobierno lo sabe, por eso los cuadros del fascismo -sobre todo el presidente- salen a hacer sus shows, para aminorar la indiferencia política y enderezar el desánimo provocados por la situación económica. La cuestión del show nos remite al método de poder del fascismo, que anuda guerra, show, propaganda, miedo y dolor. Para graficar este trance que a través de números inmediatamente aprehensibles: el crecimiento del PBI nacional en 2024, según las estimas de la CEPAL, es de -3,1; aún peor que el de Haití, un país sin Estado, valuado en -2. Pues bien, cuando esa reestructuración de la sociedad se expresa -también- a través de una guerra eso conduce a una reducción aún mayor en el nivel de la actividad económica y transforma la crisis económica en una catástrofe social. Por más que parezca un despropósito, la guerra contra la sociedad nacional ha sido declarada por el gobierno de la reacción fascista recubierto con la idea degradada de libertad. Ese belicismo se verifica en todos los sectores de la sociedad: a través de los enfermos oncológicos que se mueren por no recibir un medicamento del Estado, a través de una jubilación que resiste la temporalidad del calendario, a través de un salario pauperizado que no cubre las necesidades básicas, de una institución que no puede garantizar su misión porque afectada por las políticas del gobierno, etc. La guerra que nos han declarado puede sintetizarse acaso con una oración se le escuchó a un trabajador despedido de Atucha, en Zárate: “tengo una familia y no sé qué voy a hacer”. En ese momento estamos. Después del prodigioso esfuerzo de la emancipación latinoamericana se precipitó la reacción política que es acompañada por una “batalla cultural”.
VII. Contra el latinoamericanismo
Las circunstancias en las que surge el fascismo contemporáneo son excepcionales. Para entender esa emergencia debe ser tenida en cuenta esa situación anormal, atormentadísima, y bajo muchos aspectos contradictoria: la de los años pandémicos. Si se vuelve a revisitar ese contexto de zozobra se puede alcanzar a entender porqué una marcha hacia el abismo a muchxs puede haberles parecido un camino triunfal hacia la salvación. En esos años se profundiza una crisis de legitimidad de las fuerzas progresistas latinoamericanas que ya habían sido afectados por distintos golpes de Estado (Honduras, 2009; Paraguay, 2012; Brasil, 2016; Bolivia, 2019) y contemporáneamente se despliega una rápida legitimación de la promesa de un nuevo régimen que nacía de la fuerza de la protesta contra las políticas del cuidado de la vida (entendidas como cercenamiento de la libertad, desmedida vigilancia y control). Este régimen se fue consolidando en poco tiempo a través de muchos consensos elaborados a través del poder de una máquina colosal de propaganda (mediaticidad monopólica más redes antisociales). En los años prepandémicos en un continente inmenso como América Latina se venía desarrollando una experiencia de democratización radical, que se había convertido en una realidad muy palpable. Esa vivencia de características populares no era solo un fantasma, una latencia o una posibilidad, sino un poder real. Entre 1998 y 2015 -entre la emergencia de Hugo Chávez y el segundo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner- en un gran continente las clases antagonistas a las clases propietarias (hegemónicas desde la Colonia) ya no constituían un partido ni un movimiento, sino que se habían convertido en Estado. Y ese Estado más o menos plebeyo ya no era un mito, un sueño o una posibilidad. Para las clases propietarias el peligro del Estado latinoamericano plebeyo, democrático y radical, se había vuelto grave: un problema urgente a resolver. No se trataba tan sólo de un movimiento de oposición ni de un proyecto que venía a disputar su papel en la historia: Chávez, Correa, Lugo, Lula, Evo, lxs Kirchner, Mujica no integraban un movimiento latinoamericano de oposición frente al cual podía oponerse una fuerza conservadora más o menos común y legítima ejercida desde el Estado porque esos nombres y las experiencias políticas que organizaron se habían vuelto Estado. Entonces, se procedió contra ellas con una batería continental de golpes de Estado para fragilizarlas, para poner en estado de crisis la legitimidad de un orden plebeyo que se venía manteniendo exitosamente de pie a lo largo de más de una década desde La Habana a Tierra del Fuego.
Frente a la amenaza de la emancipación continental democrática y radical que había tomado el Estado se hizo necesario pergeñar un remedio aún más drástico que el golpe de Estado. Se hizo necesario responder con una reacción musculosa y juvenilista. Con una revolución reaccionaria, con una fuerza mimética de la emancipación. Ante una amenaza papable a sus intereses materiales -hecha Estado plebeyo-, las clases dominantes ponen en movimiento todos los prejuicios y todas las confusiones que la humanidad arrastra en su furgón de cola o en su bolsa de basura histórica. Por eso la emancipación es sistemáticamente acosada. Y puesto que en la Argentina las fuerzas populares -cansadas por la experiencia pandémica y por un gobierno que no entendió los modos democráticos-disidentes de las democracias radicales latinoamericanas y del kirchnerismo en lo específico- no lograron frenar el expansionismo de Milei, el mundo tiene un nombre argentino para el fascismo del siglo XXI: la “libertad”. Llegaron sin proclamar nuevas ideas, más bien plagiando e imitando las antiguas. ¿O es que no conocíamos el concepto y la antigua virtud de la libertad? Sus ideas son imitaciones y plagios. La esvástica de antaño la derivaron de las cultura egipcia e india; el fascio littorio, del imperio romano; la libertad degrada que contrabandean viene del cosplay derivado de Marvel o X-Men.
VIII. El fascismo ya es mafia
La razón de este suceso extraordinario, entre nosotrxs, debe ser buscada también en otro hecho excepcional que caracterizó la situación política entre 2015 y 2019. La experiencia actual de gobierno tuvo un momento de preparación que se especificó a través de un poder mafioso que cultivó el terreno para la expansión del poder del fascismo. Por eso mismo Leonardo Sciascia -un notable intelectual siciliano del siglo XX- decía que “el fascismo ya es mafia”; una fuerza contiene a la otra y se empalman, expresiones del impulso de quienes quieren permanecer a toda costa en el poder. Sobre el cimiento conceptual del poder mafioso el presidente Milei formuló sus apreciaciones desde Chile en 2019: “Si yo tuviera que elegir entre el Estado y la mafia, me quedo con la mafia, porque la mafia tiene códigos, la mafia cumple, la mafia no miente y, sobre todas las cosas, la mafia compite”[16]. Y ese empalme de poderes concurrentes -el mafioso y el fascista- ha sido reconocido por Elisa Carrió, quien habitó la experiencia macrista. Una entrevista que le hizo Fontevecchia del 4 de mayo tiene pasajes memorables:
Él dijo que iba a limpiar la casta, pero se asoció con la mafia. Él dijo que no tenía vinculaciones con nadie, pero todos los ministros son referentes de grupos empresariales. […] en realidad, él no va contra la casta, él va a hacer asociación con la casta, con las mafias […]. También es cierto que ahora está cooptado por el poder tradicional de la Argentina. De este pensamiento de panelista pasó a la tranza y cambió la supuesta casta en mafia. [… Milei es] Un caballo de Troya de las peores mafias y de la matriz del saqueo final a la Argentina[17].
Y la experiencia mafiosa sobre las existencias nacionales dio paso al poder fascista con un evento de magnitud: el femimagnicidio. La expresividad de ese hecho criminal se dio a través de dos actores concurrentes: un grupo criminal militar -conocido como Revolución Federal- y grupo empresarial que intervino en el hecho criminal: la familia Caputo, que integra ahora la experiencia de gobierno de la Libertad Avanza. La dualidad configurada por una dimensión criminal militar empalmada con otra, cuya naturaleza es criminal empresarial responde a la estructura organizativa de la mafia calabresa.
El femimagnicidio puede ser interpretado como el hecho necesario para la expansividad de un poder fascista en la Argentina. El poder fascista siempre necesita un crimen excelente. Con ello acalla la disidencia y expande o jerarquiza su poder. El 10 de junio de 1924 en Roma, Giacomo Matteotti, diputado socialista y antifascista, fue asesinado por una banda fascista comandada por Amerigo Dumini. Hace poco se cumplieron 100 años de ese hecho luctuoso que en su momento fue denunciado en Buenos Aires por el anarquista antifascista Severino Di Giovanni. El sábado 6 de junio de 1925 en el teatro Colón se reunieron el embajador italiano Luigi Aldrovandi Marescotti, conde de Viano, con el presidente Marcelo T. de Alvear, para festejar el 25º aniversario del advenimiento al trono de Víctor Manuel III.
Todo está magníficamente organizado y con la ostentación propia de los actos fascistas. Cualquier intento de desorden será inmediatamente reprimido por la juventud camisas negras de la colectividad. La delegación del Fascio ha cuidado bien ese detalle. Durante la ejecución de la marcha real italiana desde el paraíso caen volantes como papel picado y se escuchan los gritos de “Ladri. Assassini. Viva Matteotti. Viva l’anarchia”[18].
Las prácticas de supresión de la disidencia no constituyen una novedad tampoco en las filas del fascismo latinoamericano. A fines de 1927, con motivo de los preparativos de la VI Conferencia Panamericana, Gerardo Machado y Morales, entonces presidente de Cuba mandó a asesinar a Julio Antonio Mella mientras este residía en México. Este en sus panfletos políticos lo había adjetivado a menudo como el “Mussolini tropical”. Le encomendó el asesinato a Santiago Trujillo, jefe de la policía secreta cubana. Estipulada sobre la base de un oxímoron, la eliminación de Mella apuntaba a que “reinara la paz y la tranquilidad social”. Finalmente, Machado terminaría asesinándolo el 10 de enero de 1929 a mano de José Magriñat, amigo del embajador cubano en México (Guillermo Fernández Mascaró), de Valente Quintana, jefe de la policía judicial mexicana y Pedro Serrano, jefe del espionaje cubano en México. Mella hoy en uno de los mayores símbolos del movimiento estudiantil y obrero latinoamericano.
Entre nosotros, el 1 de septiembre de 2022, en Buenos Aires, Cristina Fernández de Kirchner sufrió un femimagnicidio, primer emergente del poder fascista argentino.
El poder de gobierno ha elaborado una lengua con una estilística que responde a una estética. Toda estética -como recordaba David Viñas- implica una moral; una visión del mundo; y por ende, una ideología política.
El dominio del castellano del presidente Milei es tan pobre como la comprensión del desamparo social que provoca. Una característica indudable de esa lengua es su crueldad, que por lo general se llama sadismo. Cuando el presidente habla públicamente exhibe la incapacidad de pensar de modo lógico. Su modo de pensar puso todo al revés e invirtió por completo la conexión real de las cosas con el mundo. De pronto cualquier derecho ha pasado a ser sinónimo de precio, la justicia social, sinónimo de aberración e igualdad -preciosismo popular que no pueden nombrar-, sinónimo chirriante de equidad.
En el ámbito de las ideas generales -fuera del ámbito de la disciplina que el presidente dice practicar: la economía- da la sensación de que patina sobre una pampa húmeda: tiene miedo de resbalar y entonces elige expresiones evasivas, indefinidas, carentes de sensibilidad social y que siempre expresan un intenso nivel de crueldad. El miedo y el horror contenidos en esa lengua aumentan al ritmo del número de vidas afectadas por las políticas del gobierno; tan afectadas como la cantidad de intereses y derechos amenazados. El ataque que esa lengua dirige contra la emancipación devela un temor hacia el talento, el descubrimiento, la investigación, la inventiva, la curiosidad, la imaginación. Que son las vibraciones profundas de los modos expresivos de las grandes tradiciones políticas nacionales y populares, de la Cultura, la Ciencia, la Educación y la elaboración conceptual que se organizan alrededor de la palabra.
Una lengua que debería ser de comprensión general, dotada de una historización nacional inserta en un tejido cultural latinoamericano y universal, sensible a las cuestiones inherentes al presente social, opta por mantenerse en el campo de fuerzas de un economicismo estricto. La lengua del economicismo habla en los términos más abstractos, sin vida, sin la mínima atención la detalle. Se organiza alrededor del número sin sentido, sin sentido existencial y vitalista. Cada oración de esa lengua persigue algún objetivo práctico inmediato, pero como regla general nunca se eleva al nivel de una construcción lógica. De tener lógica, la entenderíamos y eso no sucede. Esa lengua economicista es opaca para los sectores letrados, lxs ciudadanxs e incluso para los especialistas. El economista platense Juan Valerdi explicó que ese economicismo sostenido resulta incomprensible incluso para lxs especialistas porque responde a una técnica de costura que consiste en coser piezas económicas pertenecientes a textos y autores preexistentes sin solución de continuidad ni lógica en un diseño más grande. “Copy y paste”, dice Valerdi. Esa lengua no es la nuestra, por más que se comparta tal o cual sonido.
Cuando el presidente Milei se sale del registro economicista es para repetir cual mantra alguna máxima de campaña. La estilística en sí devela algo que está por fuera de ella: la índole del pensamiento del presidente y su capacidad espiritual limitada. Esa lengua muestra una falta de aptitud hacia las generalizaciones amplias y muestra una incapacidad para recrearlas discursivamente. Cuando entra en el ámbito de las ideas generales, su lengua trabuca, pasa a ser ambigua y sus palabras se corresponden solo aproximadamente con algún concepto. Las oraciones están conectadas artificialmente entre sí. En esa lengua late la pasión oscura de la fama y la influencia. Más que presidir, gobernar, hablarle y dirigir un país se presenta como una especie de influencer de red social y como tal habla. El poder de esa lengua reside en estas carencias o debilidades. La forma en que el economicismo aborda las cosas es homóloga a la forma de la lengua de las redes sociales. Esas formas son esencialmente muy crudas y pretenden acercarnos a las formas más primitivas del pensar. Incapaz de elevar el nivel de la sociedad, el presidente Milei apela a sus instintos más bajos, al primitivismo que toda sociedad mantiene como vibración latente en su propia historia. Busca el contacto con la sociedad empleando una lengua grosera, que se expande a través de una máquina propagandística. Tan abajo nos ha arrojado que la lengua pública se ha vuelto cloacal. El improperio en este sentido es un síntoma de la fascistización en acto. Nada de eso es casual: la lengua de la que hablamos organiza la mediocridad. Y la mediocridad organizada y centralizada es una fuerza.
En el campo nacional y popular, la lideresa (se) eleva guiando la voluntad de las grandes mayorías por medio de discursos pedagógicos-patéticos cargados de creatividad teórica e histórica en los que late una cuerda sensible. Esta clase de experiencia está por fuera del alcance del presidente Milei, pues su fama se logró mediante un aparato colosal de propaganda convertido en máquina para la fabricación de popularidad.
La lengua de la que hablamos también tiene su teatralidad: es el cosplaying. Un acto de ficción. Propone disfrazarse de algo que no se es para constituirse en espectáculo para quien mira. Al mismo tiempo es un acto de encubrimiento de lo que (no) se es. Cuando se lo transfiere de la esfera creativa a la política abandona su condición ficcional y asume un tinte perverso. Esa teatralidad se despliega para convencer a otrx que te mire por lo que no se es, que te acepte y sostenga por algo que no se es. Lilia Lemoine en el corazón de la campaña se disfrazó de diputada y es sostenida como tal, pero cada vez que habla muestra que no lo es. Homólogamente, ir al muro de los lamentos, ponerse kipá y disfrazarse de judío es un acto de encubrimiento de antisemitismo. Que esto último se tome como conjetura, hipótesis o incertidumbre.
Hablar de fascismo supone la comprensión de una dimensión que cruza espesamente la situación política de hecho que atravesamos y una comprensión del momento particularmente delicado en el que estamos arrojadxs. Esa idea plantea también la posibilidad de un momento reactivo, de la organización de una fuerza antifascista, momento necesario que debe ser buscado con radicalidad de pensamiento y de acción para no caer en una rendición incondicional antes fuerzas oscuras que buscan eso en el campo nacional y popular. Una pregunta pues es ¿cómo resolver la catástrofe? Y una respuesta incipiente: afirmar nuestra lengua, organizar la fuerza, preservar nuestra humanidad, volver a ser Estado: popular democrático.
Puesto que la del presidente Milei es una revolución degradada, debemos configurar una revolución constructiva. Como respuesta a este contexto económico altamente crítico. La base de la revolución de hecho se encuentra en el estado de la economía, en la crisis, y en la contradicción y el conflicto entre las fuerzas productivas y las relaciones de propiedad. De esto surge la contradicción entre la clase portadora del progreso económico y del crecimiento de las fuerzas productivas -trabajadores formales e informales- y la clase que defiende las formas de propiedad viejas y reaccionarias que sobreviven a sí mismas y que quieren mantener a la Argentina en su constante condición colonial. Los representantes de esa clase sostienen la monstruosa ley Bases.
Si se acepta que en el poder de gobierno está inervado por vibraciones fascistas ese reconocimiento deberá estimularnos en la dirección de la constitución de un preciso antifascismo. Este deberá saber defender las libertades clásicas -libertad de criticar al gobierno, libertad de asociarse con otros, libertad de protesta…- afectadas por el fascismo conservador; a esta defensa deberían saber acudir las tradiciones políticas que se sienten interpeladas por el viejo y genuino liberalismo. Y la defensa de las libertades tradicionales deberá empalmarse con la defensa de la emancipación radical (propias de las tradiciones obreristas-laboristas), atacada por la reacción propia del fascismo extremista. Ese empalme de las dos vertientes del antifascismo deberá constituirse en una dialéctica para configurar un nuevo Estado plebeyo latinoamericano; más radical que el inmediatamente anterior. Esto es: reanudar el escarpado camino interrumpido en 2015.
[1] Artemio López, Historizar a Milei. De la picana a la motosierra. EJNK 2023.
[2] https://es.wikipedia.org/wiki/Intento_de_asesinato_a_Cristina_Fernández_de_Kirchner.
[3] www.infobae.com/politica/2022/09/02/el-intento-de-magnicidio-contra-cristina-kirchner-puso-a-la-argentina-al-borde-del-abismo/.
[4] Artemio López, Historizar a Milei. De la picana a la motosierra. EJNK 2023.
[5] Rodolfo Walsh, “Cordobazo”, en Periódico de la CGT de los argentinos, 1969.
[6] Cristina Kirchner, “Argentina en su tercera crisis de deuda”, 14 de febrero de 2024.
[7] Carlos Pagni, “¿Y si gobierna Milei? Hasta a él le está cayendo la ficha”, La Nación, 5 de septiembre de 2023.
[8] Ari Lijalad, “Negacionismo y negocios: abogados, corporaciones y operadores de la City, los poderosos nombres detrás de Villarruel”, en El Destape, año 2023.
[9] Gisela Catanzaro y Ezequiel Ipar, “Nueva derecha y autoritarismo social”, Anfibia, 2023.
[10] Rodolfo Walsh, “Retrato de la oligarquía dominante”, epílogo de la tercera edición de Operación Masacre (1969).
[11] www.elliberal.com.ar/nota/-163685/2014/10/cristina-kirchner–si-me-pasa-algo-no-miren-hacia-el-oriente-miren-hacia-el-norte. Video: https://youtu.be/IuY_YktERds.
[12] Louis Althusser introdujo la noción de “complejidad” para explicar el desarrollo de la contradicción en una formación económico-social, que refiere a “la existencia de una pluralidad de contradicciones” entre las cuales una es la dominante y sobredetermina. Creemos en esta perspectiva de análisis que el atentado fallido a Cristina Fernández de Kirchner se constituye en la contradicción que sobredetermina la irrupción de La Libertad Avanza y su triunfo electoral. Intento de magnicidio cuyas autorías financieras e intelectuales no fueron esclarecidas y que de ser elucidadas, a nuestro juicio, explicarían notables alianzas de última hora del presidente Milei con “la casta” que decía combatir.
[13] Irina Hauser, “Atentado a CFK: una medida clave para rastrear el financiamiento a Revolución Federal”, Página/12, 14 de septiembre de 2023.
[14] Eduardo Grüner, “Lo siniestro nuestro de cada día”, en La Tecl@ Eñe, junio de 2024.
[15] León Trotsky, Stalin. Una valoración del hombre y su influencia. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, pp. 588-589.
[16] www.youtube.com/watch?v=RcR9ZZa2I84.
[17] https://www.perfil.com/noticias/periodismopuro/elisa-carrio-milei-es-caballo-de-troya-de-las-peores-mafias-y-de-la-matriz-del-saqueo-final-a-la-argentina-por-jorge-fontevecchia.phtml.
[18] Osvaldo Bayer, Severino Di Giovanni: el idealista de la violencia. Buenos Aires: Planeta, 1998.