David Lynch fue conocido principalmente por su trabajo en cine y televisión, donde sus obras se caracterizan por su surrealismo, atmósferas oníricas y exploraciones de la psique humana. En cuanto a su ideología, Lynch no se definía explícitamente por una corriente política o filosófica particular en sus trabajos, pero podemos identificar algunas influencias y temáticas recurrentes:
Transcendentalismo: Lynch fue un practicante del Meditación Trascendental (MT) y ha hablado públicamente sobre cómo esta práctica ha influido en su vida y su arte. Esto se refleja en su enfoque hacia la búsqueda de la paz interior y la trascendencia de la realidad cotidiana.
Surrealismo y Absurdo: Su estilo artístico se alinea con movimientos como el surrealismo, que busca explorar lo subconsciente y los sueños. Esto puede interpretarse como una ideología que valora la subjetividad de la experiencia y la multiplicidad de interpretaciones sobre la realidad.
Crítica Social: Aunque sus obras no son directamente políticas, hay elementos en películas como «Blue Velvet» o «Mulholland Drive» que podrían interpretarse como críticas implícitas a la sociedad estadounidense, explorando temas como la corrupción, la falsedad del sueño americano, y las oscuras realidades debajo de la superficie de la vida suburbana.
Individualismo y Existencialismo: Las narrativas de Lynch a menudo se centran en individuos que se enfrentan a realidades distorsionadas o paralelas, sugiriendo una visión del mundo donde cada persona construye su propia realidad, lo cual podría relacionarse con ideas existencialistas sobre la libertad y la responsabilidad individual.
No obstante, Lynch tiende no puede ser encasillado en términos ideológicos específicos. Prefería que su arte hable por sí mismo, dejando al público la interpretación de sus mensajes. Por lo tanto, cualquier intento de resumir su «ideología» sería una simplificación, ya que su enfoque es más bien artístico y filosófico que político en el sentido tradicional. La transgresión en Lynch es claramente martillada sobre las narrativas y estéticas dominantes, el mainstream holliwodense.
Lynch demostraba a su manera y una vez más que si se trata de creación artística (la política por ejemplo es un arte) «el consenso establecido» no conduce absolutamente ningún lugar trascendente. No leía encuestas sobre aquello que pedía «la gente», o sea demandaba la estética dominante, digamos así (este es «un blog político» o algo parecido).✌
Lynch no dejó de crear y meterse en proyectos hasta el final de su vida. Su estilo inconfundible y extraño sobre la pantalla se trasladaba también a la vida real. Siempre con la camisa blanca abotonada hasta el cuello. Siempre la mata de cabellera hacia atrás y, abundante, incluso en sus últimos años.
Sus rarezas y proyectos inusuales iban más allá del cine. Durante años, escribió una tira cómica en un semanario de Los Ángeles. Durante años, recitaba previsiones meteorológicas lacónicas en una radio local. Durante años, comía todos los días en el mismo restaurante de comida rápida. Abrió un club nocturno en París, aunque aseguraba que no le gustaba salir. Se metió en una compañía de café orgánico, quizá para que sus cigarrillos tuvieran compañía. Pintó y pintó, firmó cortos y vídeos musicales. Con los años, fue cada vez más reverenciado, como un director, de verdad, ‘sui generis’, que mezcló lo monstruoso con lo mundano, el humor negro con la violencia, el sexo con el misterio.
Como buena parte de su creación, fue un personaje oscuro. Nunca quiso explicar su obra. Lynch se va, pero quedan todas las preguntas en sus películas.
Orbison y Springsteen