Hay que estar muy, pero muy desconectado de la realidad para presentar un plan tan tirado por los pelos, imposible de ser implementado, dado que ningún país árabe está dispuesto a recibir a cientos de miles Gazatíes desplazados; y los mismos habitantes de Gaza no están dispuestos a abandonar sus tierras. Pero este plan, por fantasioso que sea, ya ha provocado dos reacciones preocupantes.
Primero, en Israel la derecha está eufórica, toma la promesa de Trump al pie de la letra y afirma que ahora están dadas las condiciones para renovar su ataque militar y completar lo comenzado hace 15 meses, o sea: la total destrucción de Gaza. Para ellos, el plan Trump representa una oportunidad para consumar su visión maximalista de expansión territorial y anexión de Cisjordania. Las huestes nacionalistas están ya calentando los motores para reanudar los ataques una vez concluida esta primera fase de intercambio de rehenes, mientras que la derecha mesiánica ya está preparando sus maletas para volver a asentarse en la franja de Gaza. Está de más decir que, si los bombardeos continúan, las probabilidades de rescatar con vida a los secuestrados aún cautivos serán mínimas. En síntesis, el plan Trump refuerza las tendencias más extremas dentro de Israel, y deja al país aún más atrapado en una guerra indefinida.
Segundo, en Gaza, ante el desprecio que el plan Trump representa, Hamás no tiene mas remedio que seguir luchando, sabiendo que pagará un alto precio, pero también sintiendo que ya no tiene nada que perder. Porque la única forma de parar el próximo ataque palestino es ofreciéndoles alguna esperanza y lo que Trump a hecho es empujarlos a un punto de desesperación en el que no les queda otra alternativa más que seguir luchando. Más aún, esta humillación no solo reforzará la postura intransigente de Hamás, sino que también podría radicalizar aún más a sectores de la población que, en otro contexto, podrían buscar alternativas distintas a la resistencia armada. Al descartar alguna opción viable para el futuro de Gaza y sus habitantes, el plan Trump fortalece la narrativa de Hamás de que la única vía que resta es la guerra. En consecuencia, podemos esperar un recrudecimiento del conflicto, con más ataques, más atentados y una espiral de violencia que alejará cualquier posibilidad de acuerdo.
Esta situacion no solo refuerza a Hamás que, al menos en términos de imagen, puede posicionarse como la única facción dispuesta a salvar la dignidad palestina, sino que también socava aún más la legitimidad de la Autoridad Palestina (AP), que pierde protagonismo, quedando expuesta como un factor débil e irrelevante. Este proceso le viene como anillo al dedo a la extrema derecha israeli, que lo que más quiere es desgastar a la AP a fin de anexionar sus tierras y acabar para siempre con la idea de un futuro estado palestino. El plan Trump y el desprecio hacia cualquier solución política viable refuerza la percepción de que la vía diplomática está muerta, lo que deja a la población palestina con más razones para volcarse hacia la resistencia armada. De esta forma, Hamas pasa a ser el único protagonista capaz de capitalizar la frustración y la furia de la población palestina.
A estas alturas de los acontecimientos, la mayor preocupación que me acecha es el futuro de la próxima fase de intercambio de prisioneros, que tendrá que comenzar el próximo mes. La única fórmula que permitirá liberarlos sería que Israel se comprometa a acabar el asedio y a retirarse de los territorios ocupados durante la guerra, exigencia inaceptable para Israel, lo que llevará al recrudecimiento de las operaciones militares. Aquí entra en juego la posibilidad de que Trump vuelva a presionar a Israel para acabar con esta fase de la guerra, adoptar la propuesta de Arabia Saudí de que una fuerza panárabe tome el control de la Franja de Gaza y comience su reconstrucción con financiación de Riad y Qatar. De esa manera, Trump está apostando por una gran maniobra geopolítica, destinada a desescalar el conflicto sin generar pánico en la derecha israelí y luego avanzar en la dirección que a él realmente le interesa, los 3 billones de dólares de inversión saudita de los que tanto habló en su campana electoral.
Este episodio encarna otro golpe al movimiento pacifista israelí. Nuevamente, los Estados Unidos nos han frustrado, y la derecha israelí se ha salido con la suya. Se hace difícil continuar cuesta arriba cuando todas las iniciativas que surgen en el camino terminan conduciendo hacia un callejón sin salida. No sabría decir cómo sobreponernos a este nuevo golpe. Dice un dicho popular que “cuando un tonto tira una piedra al mar, ni siquiera una docena de sabios logrará sacarla”. Nosotros estamos lejos de ser “sabios”, pero incluso en estos momentos de encrucijada, no tengo duda alguna de que debemos seguir nadando contra la corriente.
Fuente: www.sinpermiso.info, 7 de febrero 2025
El daño que ya ha causado el Plan Trump para Gaza
Meron Rapoport
En septiembre de 2020, hacia el final de su primer mandato como presidente, Donald Trump supervisó la firma de los Acuerdos de Abraham entre Israel, los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin en el césped de la Casa Blanca. Los acuerdos, de los que Sudán y Marruecos también serían partes en los meses siguientes, fueron proclamados como «acuerdos de paz», pero habría sido más preciso etiquetarlos como «acuerdos para marginar al pueblo palestino». Su objetivo no era alcanzar la paz, no había guerra entre estos estados en primer lugar, sino establecer una nueva realidad regional en la que la lucha por la liberación de Palestina fuera marginada y, en última instancia, olvidada.
Los cuatro años y medio que siguieron han sido los más sangrientos en la historia del conflicto israelo-palestino. Medio año después de que se firmaran los acuerdos, las fuerzas israelíes atacaron a los fieles en Ramadán en la mezquita de Al-Aqsa y se movilizaron para desalojar a las familias palestinas del barrio Sheikh Jarrah de Jerusalén, desencadenando un aluvión de cohetes de Hamas desde Gaza y una erupción de violencia intermunicipal entre judíos (respospaldados por soldados y policías israelíes) y palestinos que anegó toda la tierra entre el Mar Mediterráneo y el río Jordán por primera vez desde 1948. 2022 y 2023 fueron testigos un número récord de palestinos asesinados por soldados y colonos israelíes, así como un aumento en los ataques contra israelíes. Luego llegó el 7 de octubre, la prueba definitiva de que tratar de marginar la lucha palestina es como ignorar la linea divisora en una autopista: termina en una colisión fatal.
Entienda esto o no Trump, el mensaje de su nuevo enfoque esencialmente es: si no podemos pasar por alto a los palestinos, vamos a expulsarlos. «Escuché que Gaza les ha traido muy mala suerte», dijo en una conferencia de prensa conjunta con el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu a principios de esta semana, y agregó que, por lo tanto, sería mejor que toda la población de la Franja se mudara a un «pedazo de tierra bueno, fresco y hermoso».
Uno de los primeros criterios con el que se ha examinado la idea es su viabilidad. Por este criterio, obviamente falla. Las posibilidades de que más de 2 millones de palestinos, la mayoría de ellos refugiados o descendientes de refugiados de la Nakba de 1948, que durante 75 años han permanecido en campos de refugiados en Gaza en lugar de abandonar su tierra natal, ahora acepten abandonarla son casi cero.
La probabilidad de que países como Jordania o Egipto acepten incluso una fracción de esa población es igualmente escasa, ya que tal medida podría desestabilizar sus regímenes. Y la idea de que Estados Unidos, después de poner fin a las ocupaciones largas, costosas y mortales en Irak y Afganistán, ahora estaría dispuesto a «poseer» Gaza, gobernarla y desarrollarla parece igual de inverosimil.
Pero este plan es peor que la suma de sus partes. Incluso si no avanza ni una pulgada, ya ha tenido un profundo impacto en el discurso político judío-israelí. De hecho, tal vez sería más exacto decir que la propuesta de Trump ha aprovechado una profunda corriente subyacente en la sociedad judío-israelí.
El presidente Donald Trump se reúne con el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu en la Casa Blanca en Washington D.C., 4 de febrero de 2025. (Liri Agami/Flash90)
De pie junto a Trump en la conferencia de prensa, Netanyahu fue el primero en dar la bienvenida a la iniciativa del presidente. «Este es el tipo de pensamiento que puede remodelar el Medio Oriente y traer la paz», proclamó. Para sorpresa de nadie, los líderes de la derecha mesiánica de Israel también se apresuraron a expresar su propio alborozo por la propuesta, tratando la conferencia de prensa de Trump como si fuera una revelación divina. Pero estaban lejos de ser los únicos.
Benny Gantz, que renunció al gobierno por la orientación de la guerra en Gaza, describió el plan de transferencia de Trump como «creativo, original e interesante». Yair Lapid, jefe del partido centrista Yesh Atid, calificó la conferencia de prensa de «buena para Israel». Yair Golan, líder del partido Demócratas, de izquierda sionista, simplemente comentó sobre la impracticabilidad de la idea. Era como si los políticos de todo el espectro sionista simplemente hubieran estado esperando el momento en que la limpieza étnica recibiera un sello de aprobación «Hecho en Estados Unidos» antes de abrazarlo.
Este veneno no será purgado del torrente sanguíneo de Israel en el corto plazo. Y las consecuencias de la limpieza étnica podrían ser catastróficas para toda la región.
No hay incentivos para las negociaciones
Incluso sin botas estadounidenses en el suelo, la sensación de que Israel ha tropezado con una oportunidad histórica de vaciar la Franja de Gaza de sus habitantes palestinos dará un enorme impulso a las demandas de Bezalel Smotrich e Itamar Ben Gvir, quienes están presionando a Netanyahu para explotar el alto el fuego antes de que llegue a su segunda fase, conquistar Gaza y reconstruir los asentamientos judíos en la Franja. Netanyahu, que parecía algo avergonzado por la brutal franqueza de Trump, también favorece la idea de «adelgazar» la población de Gaza y bien puede ceder a estas exigencias, especialmente en medio de los temores de que pueda quedarse sin coalición.
En cuanto al ejército israelí, un alto funcionario fue citado por el sitio de noticias israelí Ynet calificando la iniciativa de Trump de «una excelente idea». Mientras tanto, el Coordinador de Actividades Gubernamentales en los Territorios (COGAT), el organismo militar responsable de supervisar los asuntos humanitarios en Gaza y Cisjordania, ya ha comenzado a diseñar los planes. Si, por ejemplo, Egipto se niega a permitir que el cruce de Rafah se utilice para facilitar la limpieza étnica de Gaza, el ejército puede abrir otras rutas «desde el mar o la tierra y desde allí a un aeropuerto para trasladar a los palestinos a los países de destino».
Incluso si el alto el fuego avanza a las fases dos y tres, -todos los rehenes son liberados, el ejército se retira de Gaza y se logra un alto el fuego permanente-, el plan de Trump no desaparecerá de la política judío-israelí. ¿Qué incentivo tendría cualquier gobierno o partido para presionar por un acuerdo político con los palestinos si el público judío ve su expulsión como una alternativa viable? Cada acuerdo, cada alto el fuego, podría llegar a ser visto como nada más que un paso temporal hacia el objetivo final de la transferencia masiva. Las posibilidades de una cooperación política judía-palestina efectiva se reducirán significativamente.
¿Y por qué parar con Gaza? No hay ninguna razón en particular por la que la propuesta de Trump no pueda ampliarse a los palestinos en Cisjordania, un área que probablemente también considera «muy desafortunada» para ellos, o Jerusalén Este, o incluso Nazaret.
Las banderas israelíes se ven en el Corredor Filadelfia entre el sur de la Franja de Gaza y Egipto, el 15 de julio de 2024. (Oren Cohen/Flash90)
En la calle palestina, el plan de Trump solo socavará aún más cualquier noción de reconciliación con Israel. A veces con entusiasmo, a veces a regañadientes, pero desde los Acuerdos de Oslo en 1993 (e incluso antes de eso), el liderazgo político palestino ha afirmado la posibilidad de vivir junto a un estado que nació a través del desplazamiento masivo y encima de las ruinas de su propio pueblo en 1948. Ciertamente, esto nunca fue claro; hubo muchos obstáculos, mucho doble discurso y mucha oposición violenta, sobre todo de Hamas, pero este enfoque siguió siendo dominante durante décadas.
Una vez que el presidente estadounidense propone la transferencia como solución al «problema palestino», y una vez que todo Israel, desde la derecha religioso-fascista hasta el centro liberal e incluso la izquierda sionista, la abraza, el mensaje a los palestinos es claro: no hay posibilidad de compromiso con Israel y su patrón estadounidense, al menos en su forma actual, porque están decididos a eliminar al pueblo palestino.
Esto no significa necesariamente que las masas de palestinos se asomen inmediatamente a la lucha armada, aunque ese es un resultado potencial. Pero ciertamente hará imposible que cualquier líder palestino que intente llegar a un acuerdo con Israel mantenga el apoyo popular. La legitimidad de la Autoridad Palestina ya está por el suelo; al volver a entrar en un proceso político con Israel a la sombra del plan de Trump, solo se deteriorará aún más.
Una receta para una guerra regional general
Y el peligro no termina ahí. Trump, en su completa ignorancia de Oriente Medio (a lo largo de la conferencia de prensa, declaró repetidamente que «tanto los árabes como los musulmanes» se beneficiarían de la prosperidad que su plan traería), ha «regionalizado» la cuestión palestina, viendo su resolución no como una cuestión de judíos y palestinos que viven entre el río y el mar, sino que descarga esta responsabilidad en los estados circundantes. No solo está exigiendo que Egipto, Jordania, Arabia Saudí y otros países acepten decidan aceptar a cientos de miles de palestinos en sus territorios, sino que también les está pidiendo efectivamente que firmen el entierro de la causa palestina.
Tal demanda es una amenaza directa para los regímenes del mundo árabe. El gobierno jordano teme que una afluencia significativa de palestinos a su reino pueda provocar su caída al cambiar el delicado equilibrio demográfico del país, que ya se inclina fuertemente a los palestinos. Pero incluso en otros países con una conexión menos directa con Palestina, la situación es igual de frágil. Solo había que ver los canales de noticias saudíes el día del anuncio de Trump para comprender el nivel de conmoción, amenaza y miedo que rodeaba esta medida.
Quince años antes de que la OLP llegara a un compromiso histórico con el Estado de Israel, Egipto había llegado a la conclusión de que no solo podía aceptar la existencia de Israel en la región, sino que también podría beneficiarse de ella, y firmó el tratado de paz de 1979. Jordania siguió su ejemplo, y hace cuatro años y medio, los Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Sudán y Marruecos adoptaron la misma línea de pensamiento. Incluso sin haber normalizado oficialmente sus relaciones con Israel, Arabia Saudí, el peso pesado regional, parece haber llegado a una conclusión similar.
Pero el movimiento de demolición de Trump, y la aceptación instintiva de Israel, podrían indicar a los regímenes de Oriente Medio, incluidos aquellos etiquetados como «moderados» (que, en realidad, a menudo son más autocráticos que el resto), que el compromiso es inútil. Sugiere que Israel, gracias a su poder militar y al respaldo de los Estados Unidos, cree que puede imponer cualquier solución que desee en la región, incluido el desplazamiento forzado de millones de personas de su patria y la negación de su derecho casi universalmente reconocido a la autodeterminación.
Durante el último año y medio, Israel no estuvo satisfecho con los asesinatos en masa en Gaza y la destrucción de la infraestructura necesaria para la vida humana. También ocupó partes del Líbano, y se niega a retirarse en violación del acuerdo de alto el fuego; y ha ocupado partes de Siria sin intención de irse pronto. Esta realidad solo refuerza la impresión de que Israel ha decidido que puede establecer un nuevo orden en el Medio Oriente a través de la fuerza, sin ningún acuerdo y sin ninguna negociación.
La guerra de 1973 fue la última vez que Israel luchó contra los ejércitos de estados soberanos en lugar de organizaciones militantes no estatales, que siempre han sido mucho más débiles. Incluso si los libros de texto de historia israelí ahora afirman que Israel no tuvo ninguna responsabilidad en esa guerra, no hay duda de que Egipto y Siria la iniciaron porque se dieron cuenta de que no había posibilidad de recuperar pacíficamente los territorios que Israel había ocupado en 1967.
El camino que Israel está siguiendo ahora, bajo la influencia de Trump, podría llevarlo al mismo lugar,y que sus vecinos concluyan que Israel solo entiende la fuerza. De hecho, Middle East Eye citó fuentes en Ammán afirmando que Jordania está preparada para declarar la guerra a Israel si Netanyahu intenta transferir a la fuerza a los refugiados palestinos a su territorio.
Esto no es inevitable, por supuesto. Depende mucho del capricho de Trump y de lo decidido que esté a seguir adelante con sus declaraciones frente a la oposición global. La resistencia debe venir no solo de los palestinos, sino también de los judíos en Israel que entienden que no tienen futuro aquí sin vivir en igualdad con los habitantes nativos de esta tierra. También podría surgir en forma de nuevas coaliciones en Oriente Medio y más allá que se nieguen a aceptar los dictados estadounidenses.
Lo que está claro es que los planes belicosos de Trump, y el patético intento de Israel de surfear la ola, conllevan el riesgo muy real de ser resistidos por la fuerza. Y eso sería desastroso para todos.
Fuente: https://www.972mag.com/trump-gaza-damage-israeli-society/
Traducción: Enrique García
La opinión palestina sobre el plan de limpieza étnica de Trump
Mahmoud Mushtaha
Khaled Al-Dawoodi se sienta en el suelo de una habitación llena de gente en la casa de su vecino en el sur de Gaza, viendo una pantalla de televisión granulada. Un generador zumba en el fondo, y el olor a queroseno cuelga en el aire. Las noticias están reproduciendo un clip del presidente Donald Trump de pie junto al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu y diciendo: «Vamos a tomar el control de la Franja de Gaza. La poseeremos».
Al-Dawoodi sacude la cabeza. Su casa fue bombardeada hace meses por el ejército israelí, y desde entonces se ha visto obligado a mudarse de un refugio a otro con su esposa y sus tres hijos. Suelta una risa seca. «¿Tomar Gaza? ¿No lo han hecho ya?»
Las palabras de Trump, pronunciadas con carácter despreocupado, han provocado conmoción e indignación en todo el mundo. Algunos descartan su propuesta como u mero fragmento de sonido. Otros advierten de las ramificaciones más profundas para la estabilidad regional. Los grupos de derechos humanos lo llaman una clara violación del derecho internacional.
Sin embargo, en Gaza, la mayoría de la gente apenas parpadeó. Quince meses de implacables bombardeos israelíes y asedio han dejado la Franja en ruinas. El hambre está en todas partes. El sistema de salud se ha derrumbado. Incluso con el alto el fuego, todavía hay una grave escasez de agua limpia y combustible, y no hay salida.
Además, los palestinos han escuchado este tipo de charlas durante generaciones: declaraciones de líderes israelíes y occidentales que tratan nuestra tierra y nuestras vidas como algo que se negocia, se nos ha quitado o se borra del mapa por completo. La idea de «poseer» Gaza no es solo una declaración política absurda, sino que representa la última iteración de una campaña centenaria para borrar la existencia palestina.
Legalmente hablando, las palabras de Trump encajan en un patrón más amplio de violaciones del derecho internacional por parte de Estados Unidos e Israel. El traslado forzoso de una población civil es un crimen de guerra, mientras que los expertos legales dicen que las acciones de Israel en los últimos 15 meses (bombardear casas, empujar a la gente hacia la frontera sur, restringir la ayuda para imponer hambruna) ya cumplen con los criterios de limpieza étnica y genocidio.
Los palestinos regresan a Jabalia en medio del alto el fuego entre Israel y Hamas, en el norte de Gaza, 19 de enero de 2025. (Omar El Qataa)
Estados Unidos ha desempeñado durante mucho tiempo un papel decisivo en el conflicto israelo-palestino como el mayor respaldo de Israel. Durante su primera presidencia, Trump llevó ese apoyo a nuevos extremos: trasladar la embajada de los Estados Unidos a Jerusalén, recortar la ayuda a los refugiados palestinos y reconocer la soberanía israelí sobre los Altos del Golán.
Desde que regresó al cargo hace menos de tres semanas, ha levantado las sanciones estadounidenses contra los colonos israelíes violentos, ha buscado mil millones de dólares adicionales para ventas de armas estadounidenses a Israel y ha presionado para cerrar permanentemente los fondos estadounidenses a la UNRWA, la principal agencia de ayuda que apoya a los refugiados palestinos. Ahora, está prediciendo un nuevo Nakba.
«Todavía estamos aquí. Todavía somos palestinos»
En las calles de Gaza, los palestinos respondieron a las palabras de Trump con una mezcla de ira, agotamiento y humor negro. Muchos de los que hablaron con +972 lo ven como una prueba más de que las potencias globales tratan sus vidas como desechables. A otros les preocupa que tal retórica pueda allanar el camino a aún más desplazamientos.
Mahmoud Al-Shurafa, un pescador de 43 años de la ciudad de Gaza, se apoya en su barco maltratado, mirando al mar. «¿Tomar Gaza? Ni siquiera podemos llevar nuestros barcos a más de unas pocas millas sin que la marina israelí nos dispare», dice. La pesca fue una vez el sustento de su familia, pero las restricciones de Israel, incluso antes del 7 de octubre, han hecho casi imposible mantenerla. «Ya lo controlan todo: nuestra agua, nuestra tierra, nuestro aire. ¿Qué más quieren?».
Lina Al-Safadi, una estudiante universitaria de 21 años cuyos sueños de estudiar en el extranjero fueron destrozados por la guerra, ve las palabras de Trump como una refuerzo de la idea de que los palestinos no tienen autoridad sobre su propio destino. «No somos un edificio abandonado sobre el que alguien pueda reclamar la propiedad. Somos personas. Pertenecemos a esta tierra».
En Rafah, Umm Ayman ve a sus hijos jugar en el polvo fuera de su tienda improvisada. Ella ya ha sido desplazada tres veces desde que comenzó la guerra. «Nací refugiada, y ahora mis hijos también serán refugiados», dice. La idea de ser obligada a salir de Gaza la aterroriza. «¿A dónde iríamos? Egipto no nos quiere. Israel no nos quiere. ¿Trump cree que puede decidir nuestro destino? No nos iremos».
Los palestinos desplazados inspeccionan sus tiendas de campaña, que fueron golpeadas por un ataque aéreo israelí en el área de Al-Mawasi, el 15 de octubre de 2024. (Abed Rahim Khatib/Flash90)
Para el dueño de la tienda, Abu Saleh, la supervivencia económica se ha convertido en una batalla diaria. «Gaza siempre tuvo que luchar, pero ahora está más allá de la crisis», explica. «No hay electricidad, ni suministros, ni empleos. ¿Y creen que pueden «ser dueños» de Gaza como si fuera un bien inmobiliario? No estamos a la venta».
Ali Al-Hendi, un periodista local, ve la propuesta de Trump como la culminación del genocidio de Israel en el territorio. «Esto no es solo hablar», dice. «Es parte de una estrategia: bombardear Gaza, matar de hambre a su población, hacerla inhabitable y luego actuar como si nos estuviera haciendo un favor al tomar el control de la misma. No se trata de seguridad. Se trata de borrarnos».
En un campo de refugiados en Khan Younis, un anciano llamado Abu Samir se sienta fuera de su tienda, recordando el Nakba original de 1948 en el que alrededor de 750.000 palestinos fueron expulsados de sus hogares por las milicias sionistas. «Era un niño cuando nos obligaron a abandonar nuestra aldea», dice. «Pensamos que era temporal. Ahora, soy un anciano, y seguimos siendo refugiados. Hablan de tomar Gaza como si no fuéramos nada. Pero todavía estamos aquí. Todavía somos palestinos».
«Ya lo he perdido todo, pero no me iré»
Los comentarios de Trump fueron exagerados e impactantes, pero no del todo sin precedentes históricos. Como señala Mamdouh Jarada, historiador e investigador de Gaza, «La idea de despoblar Gaza ha estado en la agenda de Israel durante años. Lo hemos visto en documentos y discusiones políticas. La diferencia ahora es que un presidente estadounidense lo está diciendo en voz alta.
«Para cualquiera que conozca la historia palestina, esto no es nada nuevo: es otra versión del Nakba», explica. «Lo que Trump está sugiriendo, eliminar a toda la población y reconstruir Gaza sin su gente, encaja perfectamente en el proyecto en curso de eliminación que fracasó durante el genocidio».
Para muchos habitantes de Gaza, la propuesta de Trump refleja una falta de comprensión de la negativa de los palestinos de renunciar a su patria a cualquier precio. Mohammed Abu Alabed, de 44 años, perdió su casa y a dos de sus hijos, Ahmed y Basma, de 6 y 13 años, en ataques aéreos israelíes, pero todavía rechaza la idea de Trump de que los palestinos abandonarán Gaza voluntariamente como un delirio. «Ya lo he perdido todo, pero no me iré», afirma.
Los palestinos regresan a Jabalia en medio del alto el fuego entre Israel y Hamas, en el norte de Gaza, 19 de enero de 2025. (Omar El Qataa)
«Gaza es mi hogar», continúa Alabed. «Es donde mis hijos y yo dimos nuestros primeros pasos, fuimos a la escuela y construimos nuestras vidas. ¿Cómo puedo abandonar esto? Ahora las tumbas de mis hijos también están aquí, en esta tierra. Israel ha utilizado todos los métodos de opresión contra nosotros, bombardeando nuestros hogares, cortando alimentos y agua, y matando a nuestros seres queridos, pero nada nos obligará a salir de Gaza. Quieren que desaparezcamos, pero no lo haremos».
Otros, como Saeed Farahat, residente de la ciudad de Gaza, simplemente son indiferentes a los últimos comentarios trastornados de Trump. «No tenemos tiempo para seguir las noticias y comentarios de Trump», dice. «La situación en Gaza es terrible, la destrucción es abrumadora y solo estamos tratando de salvar cualquier cosa que todavía sea habitable. Cualquier declaración contra Gaza ya no significa nada para nosotros. Todo ha sido destruido ya».
Sin embargo, Farahat es firme en su rechazo de cualquier plan de desplazamiento. «Nunca aceptaremos la expulsión forzada de la gente de Gaza. Israel no ha logrado imponer ninguna de sus ambiciones a Gaza, así que ¿cómo podrían lograr eliminar a toda su población? Nadie aceptará esto».
Ahmed Awaad, un estudiante de medicina de 23 años en Khan Younis, ha pasado los últimos meses como voluntario en hospitales improvisados en medio del genocidio de Israel, y fue testigo de primera mano de la destrucción infligida a su pueblo. Se ríe amargamente de la idea de que Gaza se convierta en un destino turístico de lujo. «Ellos bombardearon mi universidad. Bombardearon hospitales, casas, todo. ¿Y ahora quieren construir hoteles para turistas? Es delirante».
«Están tratando de borrarnos, de fingir que Gaza puede existir sin palestinos», continúa. «Pero todavía estamos aquí, y no nos vamos. Reconstruiremos, no para inversores o turistas, sino para nosotros mismos, para nuestro futuro.
«Desde que nací, mi abuela siempre me decía: ‘En 1948, fuimos desplazados de Al-Majdal [un pueblo palestino despoblado, ubicado en lo que ahora es la ciudad sureña israelí de Ashkelon]. Un día, debemos regresar'», agrega Awaad. «¿Ya han robado nuestras casas originales, y ahora también quieren borrarnos de Gaza? Esta tierra está en nuestra sangre. A menos que sea para volver a Al-Majdal, nunca me iré de Gaza».
Una bandera palestina se eleva por encima de la multitud de decenas de miles de palestinos desplazados, regresando al norte de Gaza a lo largo de la carretera costera al-Rashid, 27 de enero de 2025. (Yousef Zaanoun/ActiveStills)
Una bandera palestina se eleva por encima de la multitud de decenas de miles de palestinos desplazados, regresando al norte de Gaza a lo largo de la carretera costera al-Rashid, 27 de enero de 2025. (Yousef Zaanoun/ActiveStills)
«Un ejemplo de libro de limpieza étnica»
Raji Sourani, abogado de derechos humanos y director del Centro Palestino de Derechos Humanos en Gaza, no se anda con rodeos cuando reacciona a los comentarios de Trump. «Lo que Trump está sugiriendo es una violación flagrante del derecho internacional».
«La idea de ‘tomar el control’ de Gaza y desplazar a su gente es un ejemplo de libro de texto de limpieza étnica, que está prohibida por los Convenios de Ginebra», explica Sourani. «También va en contra del principio de autodeterminación, una piedra angular del derecho internacional que garantiza a las personas el derecho a gobernarse a sí mismas y permanecer en su tierra».
Sourani enfatiza que las palabras del presidente no son solo incendiarias; son peligrosas. «Cuando un líder mundial, especialmente de un país como los Estados Unidos, hace este tipo de declaraciones, envía una señal de que el desplazamiento forzado es aceptable. Envalentona a aquellos que buscan borrar la presencia y los derechos palestinos», argumenta. «También le dice al mundo que las naciones poderosas pueden volver a dibujar fronteras y desplazar a la gente a su voluntad. Eso no es solo una amenaza para los palestinos; es una amenaza para la estabilidad global».
Señala que históricamente, «este tipo de lenguaje se ha utilizado para justificar las tomas de posesión coloniales y las ocupaciones militares. El hecho de que se esté utilizando ahora muestra lo lejos que estamos de cualquier pretensión de que [los Estados Unidos] apoye una paz justa y duradera».
Desde un punto de vista geopolítico, los comentarios de Trump podrían desestabilizar aún más una región ya volátil. «Esta declaración esencialmente es la luz verde para las acciones de Israel en Gaza», explica Omar Shaban, un analista político con sede en Gaza. «Refuerza la narrativa de que Gaza es un ‘problema’ que se resolverá a través de la fuerza en lugar del diálogo. También socava cualquier credibilidad restante que Estados Unidos tenga como mediador neutral en el conflicto israelo-palestino. Si se considera que Estados Unidos respalda la desposesión de la tierra palestina, alienará a los aliados árabes y alimentará el sentimiento antiamericano en toda la región».
Reham Owda, un analista político de Gaza que actualmente está estudiando en Malasia, describe la propuesta de Trump como «más una propuesta comercial de alguien con ambiciones inmobiliarias en Gaza que una declaración política de un jefe de estado que busca una solución justa al conflicto israelí-palestino». Agrega que si Trump realmente quisiera reubicar a los habitantes de Gaza para reconstruir el enclave, «entonces la solución lógica sería trasladarlos temporalmente a las vastas tierras de Cisjordania, en lugar de permitir que Israel continúe expandiendo sus asentamientos allí».
Para Sourani, la comunidad internacional ahora tiene una opción simple: permitir el borrado de los derechos palestinos o defender la justicia. «El silencio es complicidad», enfatiza. «El mundo debe decidir si permitirá que este tipo de retórica se convierta en realidad o si luchará por un futuro en el que todos, incluidos los palestinos, puedan vivir en libertad y paz».
Por ahora, la gente de Gaza continúa resistiendo a través de su propia presencia en su tierra. «Todavía estamos aquí», dice Ahmed, el estudiante de medicina, con su voz firme. «Y no nos vamos a ninguna parte».
Ibtisam Mahdi también contribuyó a este artículo.
Fuente: https://www.972mag.com/gaza-trump-ethnic-cleansing-refusal/
Traducción: Enrique García
___________________________
Pero más absurdo es destruir una ciudad entera y dedplszar
Desplazar a casi 2 millones de personas y matar 65000.
La propuesta es muy mala, pero es la primera que habla de construir algo. Esto podría ser el punto de partida de otras propuestas y soluciones.
El principal probln
Problema de esa región y en gran medida la causa de los conflictos es la escasez de agua. Se podría hacer infraestructura para desalinizar agua del mar para irrigación y ampliar tierras cultivables.