«Me siento orgulloso de la Presidenta, se me caen las lagrimas, no sólo porque la amo sino porque la admiro. Tomó decisiones transcendentes que me enseñaron, incluso a mí. La atacaron del primer día, pero ahí estuvo Cristina coraje, levantándose para tomar ese rol de conductora» pic.twitter.com/9YrbIIQIfj
— Laura López (@nuestraera) February 24, 2025
(Por: Ricardo Aronskind)
A Néstor le toco poner en marcha la economía, y normalizar un poco el desastre social. En esas tareas, sólo las minorías más nefastas y reaccionarias estaban en contra.
Reactivar la economía, frenar el caos y volver a crecer: había muy pocos infames que estaban en contra. Con lo cual, no era difícil contar con la simpatía de sectores muy amplios del peronismo y de la sociedad en general.
Con Cristina empezaron enfrentamientos tremendos, que ella no buscó. El levantamiento de la mesa de enlace contra el gobierno constitucional, que develó la imbecilidad de los sectores medios que no tienen la menor idea de sus propios intereses, por más que el gobierno haya cometido errores comunicacionales, no fue buscado ni promovido.
Pero encontró a una Presidenta que no se asustó, y resistió, cuando otros políticos «moderados» y «sensatos» y «racionales» se hubieran ido al mazo aceleradamente.
A partir de la 125, empezó una ofensiva permanente y sistemática para destruir al gobierno de Cristina, cosa que Néstor no había vivido.
Le tocó a ella sobrellevar el impacto de la crisis internacional, y lo hizo tan bien, que la mayoría no sintió el desastre que estaba ocurriendo afuera.
A ella se le murió Néstor, y tuvo que seguir gobernando un país con un clase dominante de cuarta, unas clases medias alienadas, y un movimiento obrero tibio en su apoyo a un gobierno popular. Tampoco los más pobres se movilizaron con el mismo ímpetu que los ricos y sus lacayos.
Los cantos de sirena de la derecha, desde 2008 fueron: «vénganse con nosotros, estos se caen, vengan, algo les vamos a dar».
El éxito electoral de 2011 frenó transitoriamente la migración de muchos que no se bancaban, sencillamente, que Cristina confrontara, que Cristina contestara, que Cristina dijera cosas tremendas, aquí y afuera, contra el poder hegemónico. Y que con Cristina empezaran cambios estructurales más importantes, como la AFJP e YPF. El gran capital local empezó a hablar de que la propiedad estaba en peligro. Jamás lo dijeron en la época de Néstor.
Muchos sostienen que Néstor era más político, que sabía rosquear más, y que Cristina es más distante, y no tiene las mismas habilidades «sociales» que Néstor.
Pero el tramo histórico que le tocó a ella estuvo signado por:
a) El pase a la ofensiva de la derecha reaccionaria y neocolonial, agrupando en su entorno a todo lo que coincidía con ella, y a todo lo que se caía de kirchnerismo (yo creo que no se caía porque Cristina era antipática, sino porque no aguantaban la presión de la derecha, y querían ir al arreglo). El kirchnerismo se había ido más a la «izquierda» de lo que parte de las clases medias colonizadas y el propio peronismo «para los cargos» podían aguantar, aunque no fuera un proceso radicalizado como Bolivia o Venezuela.
b) El cambio dramático en la situación internacional, que golpeó notablemente a toda la periferia, a América Latina, y a Brasil, nuestro principal socio. Se cayeron los precios internacionales, los capitales locales armaron corridas descomunales contra las reservas del Banco Central, la patria sojera acapararó exportaciones potenciales en silobolsas… Sumado a los errores e imprevisiones del gobierno popular, se creó un escenario delicado, que finalmente no terminó en la catástrofe que quería la derecha.
Comparar así sueltos de cuerpo a los períodos de Néstor y Cristina, sin tener en cuenta la dinámica política, el escenario internacional y la complejidad de los actores locales, puede llevar a caer en simplificaciones, injusticias, y sobre todo a querer volver a un consenso que sólo fue posible después de la catástrofe de 2001.
@laguacamayaroja
Muy bien Aronskind
Justamente, lo que intenta Cristina hacer en el PJ es tratar de institucionalizar ese «espíritu» con el que gobernó en el lapso 2011-2015. Lo que significaba no comprometer las metas distributivas ni el salario real ni el nivel de empleo, bajo ninguna circunstancia, por más difíciles que fueran, en un contexto donde las «ventajas» del período 2003-2010 aprox, habían desaparecido por el agotamiento del «colchón» devaluatorio de Dhualde.
Lo dije varias veces desde el 2012: el segundo gobierno de cristina fue el más difícil de todos porque había que sostener el nivel alcanzado de crecimiento (distribución, salario y empleo) sin llevar agua de un molino a otro, es decir, sin resentir esas variables. Cristina lo logró, manteniendo más o menos estancado el crecimiento.
Las experiencias que vinieron después confirmaron plenamente que Cristina tuvo razón, porque ni siquiera mantuvieron estancado el crecimiento sino que cayó y, además, empeoró la distribución como reiteradas veces señala Artemio, empeoró la desocupación y el salario real.