Todo debe suceder

La batalla entre evistas y arcistas en el Movimiento al Socialismo (MAS) ha debilitado al extremo las posibilidades electorales de este partido hegemónico en la izquierda boliviana desde 2005. Inhabilitado electoralmente, Evo Morales se encuentra confinado en su bastión del Chapare para no ser detenido, mientras el presidente Luis Arce Catacora, que se ha quedado legalmente con la sigla del mas, se ha hundido en las encuestas.

La autodestrucción del Movimiento al Socialismo (mas) boliviano por la lucha entre sus dos líderes, Evo Morales y Luis Arce Catacora, un proceso que se desenvuelve penosamente en los últimos tres años, tendrá efectos sísmicos sobre las elecciones presidenciales de agosto de 2025. Estas elecciones serán las primeras, desde 2005, en las que este movimiento político ya no será el favorito. Las primeras en las que alguna facción de la oposición tradicional tendrá posibilidades de llegar al poder. Para algunos, serán las primeras elecciones de un «nuevo ciclo histórico», como las definió Samuel Doria Medina, el empresario y precandidato del Bloque de Unidad, que incluye también al ex-presidente Jorge «Tuto» Quiroga y a Luis Fernando Camacho.

Salta a la vista que esta trayectoria coincide con el «giro a la (extrema) derecha» que comienza a experimentar el continente, con Donald Trump humillando latinos en el norte y Javier Milei vociferando consignas homófobas en el sur. Ambos personajes, sobre todo el segundo, sirven de modelo para algunos candidatos bolivianos. Pero las causas internas y más definitivas de la novedad que estas elecciones representarán respecto del clima político de las dos décadas previas son otras. Primero, la escisión del mas en dos partes y –por una de esas casualidades que en realidad no lo son– el paralelo fracaso de la estrategia estatista de este partido para manejar los recursos naturales del país.

Comencemos por esto último. Este fracaso se patentizó en febrero de 2023, cuando los bolivianos descubrieron que las reservas de divisas del Banco Central se habían volatilizado. Se reveló entonces que la principal promesa con la que el mas había justificado la nacionalización del gas en 2006 y el «Modelo Económico Social Comunitario Productivo» que construyó desde esa fecha, esto es, que las rentas del subsuelo se quedarían en el país, no se había cumplido. El increíble excedente de la época de bonanza (2006-2014), que llegó a 630.000 millones de bolivianos (90.000 millones de dólares, diez veces el pib de Bolivia en la etapa previa), se disipó por las vías del crecimiento de las importaciones, la fuga de capitales, el aumento del gasto público y la falta de medidas progresistas avanzadas o «de segunda generación» que permitieran tapar los huecos de la economía por los que la renta se salía. Quedó un volumen importante de infraestructura, aunque no del todo funcional, pero el tren de vida que el país llevaba se volvió abruptamente insostenible.

Había que «ajustar» la economía, algo que el presidente Arce se ha resistido a hacer y que ya está claro que no hará antes de terminar su gestión en octubre de este año. Aunque esta decisión no le ha servido de mucho, de todas formas, porque 88% de la población califica la situación de la economía como «mala», «muy mala» o «regular» (el peor resultado regional)1, en un contexto en el que la preocupación absorbente para los bolivianos es la crisis. Al mismo tiempo, 87% quiere «ir en una dirección muy distinta a la que nos ha llevado el gobierno de Arce».

Esto se ha reflejado en las intenciones de voto. En la serie de encuestas más seria que se ha publicado hasta ahora, Arce aparece con apenas 2% de apoyo, diez veces menos que Evo Morales, que usufructúa su «voto duro» rural, pero que, con alrededor de 20%, también está muy lejos de sus números del pasado, tras haber perdido a la clase media urbana emergente que antes lo apoyaba. En suma, un desastre para ambos. Hay que añadir a este panorama que para el mas ya es virtualmente imposible ganar una segunda vuelta electoral, que está contemplada en la Constitución desde 2009 pero nunca se ha llevado a cabo hasta ahora. Por tanto, incluso en el caso de que la fragmentación de lo que está fuera y en oposición al mas llevara a que una de las alas de este último se colocara entre los dos más votados en la primera ronda, las apuestas se inclinarían por el candidato rival, aun si fuese el peor ubicado de ellos. Ante la debilidad del mas, un opositor como «Tuto» Quiroga, Doria Medina o el alcalde de Cochabamba, Manfred Reyes Villa, se entusiasman con encarnar el «antimasismo», mientras el millonario Marcelo Claure busca jugar, a escala local, un papel similar al de Elon Musk en la elección estadounidense.

Es el desenlace que pronosticó en agosto de 2023 el ex-vicepresidente y principal teórico del llamado «proceso de cambio», Álvaro García Linera, el único dirigente importante que se ha mantenido al margen de la lucha fratricida que se desarrolla en el campo indígena y popular: «Dividido, el mas puede perder en la primera vuelta», declaró entonces2. A lo que Andrónico Rodríguez, el joven presidente del Senado y, para algunos, el heredero natural de Morales, acotó posteriormente: en un año «estaremos frustrados, decepcionados, exiliados y de repente presos»3Andrónico, como todos lo llaman, buscó, hasta ahora sin éxito, ser el candidato presidencial de todo el mas, y no solo de la fracción evista.

Si se toma en cuenta que el mas fue el partido más poderoso de la historia de Bolivia y el único que logró la unidad casi completa de la izquierda boliviana, juntando desde trotskistas hasta posmarxistas detrás de un proyecto nacional-popular que postulaba a los indígenas como el sujeto de la revolución democrática, la pregunta que surge es: ¿qué lo ha llevado a esta situación?

El sistema «caudillista»

Para comprenderlo, tomemos en cuenta que el sistema político boliviano es fuertemente personalista o «caudillista». Se trata de una herencia muy antigua, precolombina primero y luego colonial, y se ha consolidado a lo largo del tiempo por la debilidad de las instituciones democráticas y la «empleomanía» o dependencia de los cargos públicos para lograr ascenso socioeconómico en un país con pocas empresas privadas modernas y en el que 80% de la economía es informal.

Esto no significa que los factores sociológicos e ideológicos no operen en la política boliviana, solo que se expresan a través de las grandes personalidades. Los grupos políticos efectivos son las redes de adherentes a un líder. Los partidos están compuestos por estos grupos y, cuando son de gran tamaño, por coaliciones de ellos que a la larga tienden a dividirse porque la lealtad de los miembros no es directamente para con la institución, sino que está mediada por la lealtad a sus respectivos caudillos. Dicho de manera axiomática: cada líder genera una red de seguidores personales en torno de sí; pero lo inverso también es cierto: cada red solo puede tener un líder (de lo contrario sería una red institucional, no personalista). Así, si el caudillo cae, la red entera pierde el poder. Se trata de una forma de organización populista, en el sentido de Ernesto Laclau: el nombre del caudillo es el significante que representa y articula las distintas demandas de los actores políticos, que son demandas por poder, y, en segundo término, también las demandas de sectores del electorado4.

De esto se desprenden varios comportamientos: (a) la dificultad de que el caudillo renuncie a serlo, ya que esta decisión tendría efectos sobre todo su grupo político; (b) la tendencia a eliminar al rival mediante juegos de «todo o nada» o la inexistencia de acuerdos institucionalistas ganar-ganar; (c) la inclinación de unos, así como la resistencia de otros, a la reelección presidencial y (d) el carácter dificultoso de toda sucesión (por ejemplo, la historia boliviana no cuenta con ningún caso de delfinato exitoso)5.

Entre 2006 y 2019, Evo Morales encarnó el movimiento indígena y popular, el modelo económico extractivo y redistribucionista, el «Estado grande»; encarnó la izquierda, el nacionalismo e incluso la nación. Es decir, fue él quien le dio carácter personal a la hegemonía del proyecto revolucionario6. Incluso se observaron síntomas de culto a la personalidad, como la práctica de bautizar edificios e instituciones con el nombre del presidente o aun de los padres de este, la construcción de un museo para honrarlo en su pueblo natal, Orinoca, o la concesión (a veces la autoconcesión) a Morales de una gran cantidad y variedad de títulos honoríficos. El más reciente fue el de «comandante» del mas, un «título» que, paradójicamente, no tuvo cuando era un presidente poderoso.

Después de su derrocamiento el 10 de noviembre de 2019, todo este poder personal que era enorme y parecía incontrastable se disipó como neblina matutina y luego nada volvió a ser igual. El mas logró trascender parcialmente a Morales, pues volvió al poder en octubre de 2020, tras una victoria electoral contundente, con 55% de los votos, sin el ex-presidente a la cabeza. Pero quien en verdad volvió en ese momento al poder no fue la organización o el aparato mas, sino un nuevo caudillo llamado Luis Arce y su entorno, que, no por casualidad, había emergido del antagonismo con el entorno evista.

Se esperaba que desde ese momento Arce se convirtiese en el titular de la hegemonía y pusiese su propia marca personal sobre la nueva coyuntura, menos favorable pero todavía auspiciosa para la izquierda. El mas carecía de cualquier mecanismo, reglamento o hábito institucionales que permitieran que las cosas fuesen de otra manera. En esa medida, en él ya no había espacio para Morales. La única forma de evitar la escisión, que comenzó a gestarse en la misma campaña electoral, habría sido que este se retirara de la política activa. Pero en tal caso su entorno, la red caudillista que dependía de él, habría desaparecido, lo que para sus compañeros habría representado el final de sus carreras. Era por tanto una salida muy improbable, siempre lo fue. Pese a las apariencias, el caudillismo es un fenómeno colectivo. Además, hay que tomar en cuenta los factores psicológicos. Leer las mejores biografías sobre Morales permite descubrir que su personalidad es de esas que triunfan en los sistemas caudillistas, con inclinaciones al narcisismo y la megalomanía7. Morales nunca ha querido renunciar, aunque hablara un par de veces de tal posibilidad8; su vida solo ha tenido un sentido: su reelección, es decir, la renovación del poder; es el más perfecto caudillo que haya tenido Bolivia desde Víctor Paz Estenssoro (jefe principal de la Revolución Nacional de 1952) o quizá desde siempre.

Una vez que aparecieron sobre el escenario público dos caudillos que levantaban las mismas banderas ideológicas –Evo y Lucho–, reclamaban el mismo espacio político-electoral y gravitaban de manera pareja sobre las siguientes elecciones, la única posibilidad que quedaba era la que finalmente se dio: la colisión. Uno de los dos debía vivir; el otro, morir. En sentido figurado, sí, pero también, ¿por qué no?, literal.

Evo Morales contra las cuerdas

 

La autodestrucción del MAS boliviano

 

El 27 de octubre de 2024, un comando de la Policía intentó detener al ex-presidente Morales mientras se trasladaba, muy temprano en la mañana, de su casa en el pueblo de Villa Tunari hasta la localidad de Lauca Ñ, donde está la radio Kausachum Coca, que trasmite el programa dominical del ex-mandatario. Ambas poblaciones son vecinas y están dentro del Chapare, zona subtropical de cocales y baluarte histórico de Morales.

En ese momento, los cocaleros estaban bloqueando rutas para exigir la habilitación electoral de Morales, tras la prohibición de participar decidida en diciembre de 2023 por una sala del Tribunal Constitucional que ha sido asociada al oficialismo. Poco tiempo antes de sus bloqueos, los evistas habían marchado desde el sur del altiplano boliviano hasta La Paz, con el propósito, confesado a medias, de crear las condiciones para derrocar al presidente Arce o, al menos, ponerlo contra las cuerdas para que aceptara la habilitación electoral de su líder.

Si se intentó arrestarlo fue porque, en el contexto de la referida marcha, Morales había sido acusado por la fiscalía de «estupro agravado con incitación a la prostitución». Según la demanda, había tenido una hija con una adolescente de 15 años en la ciudad fronteriza de Tupiza, en 2016, cuando era presidente y tenía 57 años. La celada policial de esa mañana no fue muy efectiva y los automóviles de Morales lograron zafar de los vehículos que les quisieron cerrar el camino. Mientras huían, fueron baleados. Una asistente del ex-presidente lo grabó durante el escape, cuando se agazapaba en el asiento del copiloto, junto a un chofer que continuaba conduciendo pese a estar herido. Posteriormente, las autoridades gubernamentales señalaron que Morales y su comitiva habían sobrepasado un retén policial y habían disparado contra la policía. Los evistas primero afirmaron que se había tratado de un arresto fallido, pero luego cambiaron su versión y comenzaron a denunciar un supuesto «intento de magnicidio».

La verdad probablemente está en el medio. La Policía intentó capturar a Morales con un golpe de mano como lo había hecho dos años antes, con más pericia, con otro político defendido por su gente, el gobernador de Santa Cruz Luis Fernando Camacho, acusado de dirigir las protestas que terminaron en la caída de Morales en 2019. Camacho sigue preso. En el caso de Morales, la táctica no salió bien. Una de las balas bien pudo acabar con su vida, en cuyo caso la lucha fratricida habría terminado en un desenlace de resonancias macbethianas y el espectro del líder indígena asesinado seguiría probablemente pidiendo venganza hasta hoy.

Morales no desapareció físicamente, pero el gobierno busca que desaparezca en el plano simbólico. Días después de lo que acabamos de narrar, se vio obligado a suspender más de un mes de bloqueos de caminos sin haber conseguido nada. Y la acusación de estupro le ha hecho un gran daño político. Esta fue en primer lugar la razón por la que fue lanzada, no porque a alguien le interesara la supuesta víctima, que, por el contrario, hoy se halla peor que antes: en la clandestinidad y perseguida por la Fiscalía y el gobierno, que quieren arrancarle una confesión que comprometa al ex-presidente.

Entretanto, Morales se encuentra virtualmente confinado en su bastión del Chapare –donde es protegido de una hipotética operación comando policial por una guardia personal de cocaleros y militantes de izquierda–, porque en cualquier otro sitio sería detenido. Ha tratado de tomárselo con humor. Declaró que le hicieron un favor al confinarlo, porque ahora ya no tiene que visitar a la gente, sino que la gente va a visitarlo a él, con lo que ha ganado en productividad.

Por otra parte, Morales se ha quedado sin partido. La facción del presidente Arce ha obtenido el control del mas en noviembre del año pasado, gracias a un fallo de la misma sala del Tribunal Constitucional que también inhabilitó la candidatura del líder cocalero, y sin tomar en cuenta el criterio de las autoridades electorales. Tras perder el partido que fundó en su versión actual en julio de 1997 y que le sirvió para llegar al poder y quedarse en él más que cualquier otro político boliviano, Morales ha tenido que llegar a un acuerdo con otra organización, el Frente para la Victoria (fpv), que ha accedido a presentarlo como su candidato presidencial «invitado», mientras los evistas se desafiliaban masivamente del mas. }Su candidatura es un acto de voluntad antes que un hecho, ya que, como hemos visto, el Tribunal Constitucional ha fijado dos gestiones como límite infranqueable para todas las autoridades electas del país (aunque la Constitución permita la reelección presidencial discontinua sin límites de mandatos). Esto hace imposible que Morales sea inscrito y participe en las elecciones, como ya ha anticipado el presidente del Tribunal Electoral9.

«¡Estaremos en la papeleta!», insistió Morales en x. Con esta premisa, la de estar sí o sí en la boleta electoral, llegó a un acuerdo con el fpv, cuyas características precisas se desconocen. Este partido pertenece a una familia de políticos y en el pasado ha sido entregado a candidatos de las más disímiles ideologías, aprovechando que cuenta con la personería electoral, difícil de obtener en Bolivia. Se lo ha criticado como un «negocio familiar», lo que su presidente, Eliseo Rodríguez, ha negado. El partido, que ahora envolverá con sus colores a Evo Morales, tiene algunos asuntos legales pendientes con el Tribunal Electoral. Existe la posibilidad de que el oficialismo busque su veto electoral, con lo que el ex-presidente tendría que buscar otra organización dispuesta a aceptarlo.

El rechazo de Morales a verse sustituido por alguien más contribuye a la estrategia de los oficialistas para mejorar la intención de voto a Arce asegurándose de que el presidente sea la «única opción de izquierda» en las elecciones.

Un juego perder-perder

Evo Morales está peleando arduamente para no sucumbir, pero la voluntad ya no le alcanza, pues ahora no enfrenta, como en los años 90, a los dirigentes del neoliberalismo que siempre terminaban cayendo en sus trampas o victimizándolo. Hoy se las tiene que ver con sus ex-compañeros, que también tienen raigambre e instinto populares, que lo conocen muy bien y por eso saben dónde atacarlo. Y, sobre todo, debe enfrentar prácticamente solo toda la maquinaria del poder con sus tres cabezas: la política-estatal, la judicial, la mediática. Soporta el ataque combinado del gobierno de Arce y de la elite tradicional boliviana, que lo odia tanto como el primero. Parece difícil que logre sobrevivir políticamente a tal embate.

Arce se ha quedado aparentemente con las mejores fichas, pero no necesariamente va a poder jugarlas. En las condiciones actuales, después del bochornoso y peligroso traspié que ya tuvo, es muy difícil que pueda encarcelar a Morales. Este ha rechazado completamente la posibilidad de exiliarse otra vez, como lo hizo en 2019 en México y Argentina. Así que la inminente victoria de Arce sobre el tablero de ajedrez se ha terminado convirtiendo, conforme pasa el tiempo, en un jaque ahogado, que, como se sabe, equivale a tablas.

¿Cómo se candidateará a la reelección si su apoyo electoral es tan bajo y los problemas económicos se agravan con el paso del tiempo?

La crisis económica sigue indisponiendo a la gente en su contra. Las colas para comprar gasolina y diésel han vuelto después de los carnavales, lo que agrava el malestar ciudadano. La inflación de los dos primeros meses de este año ha sido de 3,4%, la misma que antes, durante el auge del modelo, solía darse en un año entero. Nadie sabe si podrá mantener abastecida la economía de los insumos que requiere ni si podrá pagar los vencimientos de deuda de este año. Se dice por estos días que «la misma fe ciega que lleva Evo a creer que podrá inscribirse en las elecciones, hace creer a Arce que puede ganarlas». Lo último que se pierde es la esperanza.

Cada uno de los dos líderes ha vaticinado que la figura del otro acabará mal. Quién sabe. Algo es cierto, sin embargo, y es que ambos, más allá de sus logros en el pasado, serán responsables ante el presente y futuro inmediato, si las cosas siguen igual, de una fuerte derrota de la izquierda boliviana, hegemónica en el país desde hace dos décadas.

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  • 1.Latinobarómetro: Informe Latinobarómetro 2024, disponible en www.latinobarómetro.org. Un estudio cualitativo de la Fundación Friedrich Ebert muestra que 89,6% cree que el país va por «mal camino». «Informe Delphi señala que el 89,6% de los encuestados piensa que el país va por mal camino» en La Razón, 18/2/2025.
  • 2.En No mentirás, RTP, 21/8/2023.
  • 3.Boris Góngora: «Andrónico: Estamos en ‘grave y alto riesgo’ de perder las elecciones si no nos unimos» en La Razón, 29/1/2025.
  • 4.E. Laclau: La razón populista, FCE, Ciudad de México, 2010.
  • 5.F. Molina: La cultura política boliviana, Editorial del Estado, La Paz, 2023.
  • 6.Fernando Mayorga: Mandato y contingencia. Estilo de gobierno de Evo Morales, Fundación Friedrich Ebert, La Paz, 2019, disponible en https://library.fes.de
  • 7.Martín Sivak: Jefazo. Retrato íntimo de Evo Morales, Debate, Buenos Aires, 2009 y Vértigos de lo inesperado. Evo Morales: el poder, la caída y el reino, Plural, La Paz, 2024.
  • 8.Arce señaló que Morales estaba obsesionado con la reelección desde el primer momento en que volvió al país del exilio. Susana Bejarano: «Entrevista exclusiva al presidente de Bolivia Luis Arce: ‘No vamos a acudir al FMI; no entiende cómo funciona cada país’» en Diario Red, 31/8/2024.
  • 9.«Hassenteufel: El TSE debe acatar el fallo que inhabilita a Evo» en Correo del Sur, 13/11/2024.

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