Lo que hemos presenciado en los últimos días en las negociaciones entre Hamás y el Estado sionista bajo patrocinio estadounidense y árabe, tras el rechazo del movimiento islámico a la tregua de setenta días, acompañada de la liberación mutua de prisioneros y la entrada de ayuda humanitaria, propuesta por el enviado estadounidense Steve Witkoff y aceptada por Benyamin Netanyahu, es en realidad una repetición de lo que venimos presenciando desde principios del año pasado. Tras difundirse la noticia de un acuerdo inminente, Hamás anunció su rechazo al plan porque no estipulaba la retirada del Ejército israelí de la Franja de Gaza ni el fin permanente de la guerra. Estas son las mismas condiciones que Hamás anunció haber obtenido en la primavera del año pasado. La población de Gaza celebró la buena noticia hasta que quedó claro que era producto de su imaginación. Comenté lo que el movimiento anunció entonces, hace más de un año, bajo el título «Póquer de mentirosos entre Hamás y Netanyahu».

Debo pedir disculpas a las y los lectores por la extensión de los dos extractos siguientes, pero su propósito es bastante claro. Ilustran el hecho de que la situación sigue siendo la misma desde principios del año pasado, pero con una diferencia importante: el número de víctimas del asalto genocida contra el pueblo de Gaza sigue aumentando inexorablemente y la destrucción sionista de la Franja de Gaza y su despoblación (limpieza étnica) continúa a un ritmo extremadamente peligroso, con el objetivo de crear una situación irreversible. El siguiente y extenso extracto del citado artículo se lee hoy como si fuera un comentario sobre la situación actual, sustituyendo a Joe Biden por Donald Trump y a Anthony Blinken por Steve Witkoff:

La declaración de Khalil al-Hayya, dirigente adjunto de Hamás en Gaza, explicando lo que el movimiento había aceptado, no dejaba lugar a la esperanza de que se llegara a un acuerdo, salvo que se confundieran los deseos con la realidad. Si el Estado sionista hubiera aceptado la interpretación oficial del movimiento, habría sido simplemente admitir una aplastante derrota. La propuesta aceptada por Hamás preveía tres etapas que, según al-Hayya, incluían no sólo un alto el fuego temporal y un intercambio de prisioneros entre ambas partes, sino también un cese permanente de las hostilidades, una retirada completa del Ejército israelí de la Franja de Gaza e incluso el fin del bloqueo impuesto al enclave (…). Es obvio que el Estado sionista nunca podría aceptar tales condiciones, y Hamás no es ciertamente tan ingenuo o propenso al pensamiento mágico como para creer que su postura declarada conduciría a una tregua.

Esto sugiere que el anuncio tenía de hecho dos objetivos: un objetivo secundario, que era proteger a Hamás del reproche de la población de Gaza, que necesita desesperadamente una tregua acompañada de una aceleración del flujo de ayuda para poder recuperar el aliento, agruparse, enterrar a sus muertos y curar sus heridas. Así que, tras una larga espera, el movimiento les comunica que ha aceptado la tregua, pero que es Israel quien la rechaza. El otro objetivo principal del anuncio se refiere a la actual partida de póquer entre Hamás y Benyamin Netanyahu.

Netanyahu se sabe atrapado en el fuego cruzado de la política interior israelí: los que piden que se dé prioridad a la liberación de los israelíes detenidos en Gaza, naturalmente las familias de las y los detenidos en primer lugar, y los que rechazan cualquier tregua e insisten en continuar la guerra sin interrupción, encabezados por los ministros más extremistas de la extrema derecha sionista. Sin embargo, la mayor presión sobre Netanyahu procede de Washington, que se alinea con los deseos de las familias de los detenidos israelíes en la búsqueda de una tregua humanitaria de algunas semanas de duración, lo que permite a la administración Biden afirmar que está deseosa de paz y preocupada por la suerte de los civiles, después de haber sido y seguir siendo un socio plenamente responsable en la guerra genocida de Israel, una guerra que Israel no habría podido librar sin el apoyo militar de Estados Unidos.

Netanyahu decidió escapar al bochorno aceptando tácticamente un alto el fuego durante unas semanas y los términos de un intercambio de prisioneros que Washington, en palabras de su Secretario de Estado, consideró «extremadamente generoso». Eso fue hace unos días, y Antony Blinken añadió que la pelota estaba ahora en la cancha de Hamás y que sería el único responsable de continuar la guerra si rechazaba la propuesta. Esto fue embarazoso para el movimiento islámico, tanto a los ojos de la población de Gaza como de la opinión pública internacional, porque sabe muy bien que el gobierno sionista está decidido a completar su ocupación militar de la Franja de Gaza.

Así que Hamás respondió a Netanyahu con una contramaniobra: anunciando a bombo y platillo en los medios de comunicación que aceptaría un alto el fuego basado en una propuesta muy diferente de la que Netanyahu había aceptado, poniendo así la pelota de nuevo en su tejado, sabiendo que rechazaría su propuesta. Sin embargo, se trata de un juego peligroso, ya que en realidad no ha puesto en aprietos a Netanyahu, puesto que todos los sectores de la élite de poder sionista comparten su rechazo a dicha propuesta. Por el contrario, reforzó el consenso sionista para completar la ocupación de Gaza… (Fin de la cita de «Póquer de mentiras entre Hamás y Netanyahu», Al-Quds al-Arabi, 7/05/ 2024 — en árabe).

Pero la similitud entre la situación de hace un año y la actual no oculta que las cosas se han deteriorado gravemente, como señalé hace dos meses:

La victoria de Donald Trump para un segundo mandato presidencial ha permitido a Netanyahu lograr lo que esperaba, pero que no podría haber hecho sin la luz verde de Estados Unidos (…) Con el apoyo de Trump, Netanyahu ha cambiado ahora la dirección de la presión: en lugar de que Hamás utilice a sus rehenes como palanca para obtener concesiones de Israel a cambio de su liberación gradual, Netanyahu ha vuelto a ocupar la Franja de Gaza, tomando como rehenes a todos sus habitantes. Ahora amenaza a Hamás con seguir matando a miles de gazatíes y desplazando a la mayoría de ellos si el movimiento no se rinde, libera a todos sus cautivos y abandona la Franja de Gaza.

La población de Gaza se enfrenta ahora a dos posibilidades, sin una tercera en el horizonte: o bien el régimen sionista prosigue con su plan de completar la Nakba de 1948 perpetrando una nueva limpieza étnica acompañada de la anexión de la Franja de Gaza, como propugnan los aliados de Netanyahu en la extrema derecha sionista; o se concluye el acuerdo negociado por los Estados árabes, que estipula la salida de los dirigentes y combatientes de Hamás y sus aliados de Gaza, siguiendo el ejemplo de la salida de los dirigentes y combatientes de la OLP de Beirut en 1982, para ser sustituidos por la Autoridad Palestina en Ramala, apoyada por fuerzas árabes. Por supuesto, Hamás no tiene nada que decir en el primer escenario, el de la limpieza étnica, pero puede negociar el segundo y establecer sus propias condiciones.

Aparte de eso, ¿qué otra opción puede ofrecer Hamás? La única estrategia alternativa que hemos oído del movimiento es la articulada por uno de sus portavoces, Sami Abu Zouhri (…) Llamó a enfrentarse al proyecto de desplazamiento de población de la siguiente manera: «Frente a este plan diabólico que combina masacres y hambruna, todos los que puedan llevar armas en cualquier parte del mundo deben actuar. Utilicen cualquier artefacto explosivo, bala, cuchillo o piedra. Todos deben romper su silencio. Todos somos pecadores si los intereses de Estados Unidos y la ocupación sionista permanecen a salvo mientras Gaza es masacrada y muere de hambre». Esta visión de la batalla es una reiteración del llamamiento hecho por Mohammed Deif la mañana de la Operación Inundación de Al-Aqsa: «Hoy, hoy, todo el que tenga un arma debe sacarla, porque es su hora. Y el que no tenga pistola debe salir con su machete, su hacha o su cóctel molotov, con su camión, su bulldozer o su coche (…) Éste es el día de la gran revuelta que pondrá fin a la última ocupación y al último sistema de apartheid del mundo».

Pronto quedó claro que apostar por un llamamiento así era pura fantasía, ya que no ocurrió nada digno de mención, ni siquiera en la Cisjordania ocupada, por no hablar de los territorios de 1948 y del mundo árabe. Así pues, ¿qué posibilidades hay de que el mismo llamamiento tenga éxito hoy, después de todo el genocidio y la devastación que ha sufrido la población de Gaza? En cuanto a quienes apoyan este llamamiento desde fuera de la Franja de Gaza y no lo ponen en práctica con cualquier «artefacto explosivo, bala, cuchillo o piedra» que tengan a mano, según la recomendación de Abu Zuhri, no son más que hipócritas que incitan verbalmente desde lejos a luchar hasta el último gazatí. Lo cierto es que Hamás se enfrenta ahora a la disyuntiva de renunciar al control de Gaza —cuyos términos puede negociar para garantizar la seguridad y la supervivencia de la población de la Franja— o seguir con la estrategia de liberación por las armas y las ilusiones. Sin duda, el movimiento islámico tiene mucho más de lo segundo, es decir, ilusiones, que de lo primero. Sin embargo, parece que hay debate entre los líderes del movimiento sobre qué enfoque adoptar ante el dilema aquí descrito. (Fin de la cita de «Gaza y la sabiduría de Salomón», Al-Quds al-Arabi, 1/04/2025, en árabe).

 

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PD1: Para un análisis en profundidad del genocidio en curso y de la estrategia de Hamás, véase mi último libro: Gaza, génocide annoncé – Un tournant dans l’histoire mondiale.

Traducción: César Ayala de la versión en francés suministrada por el autor. El original en árabe apareció en la revista londidense en árabe Al-Quds al-Arabi. Este artículo apareció por primera vez en Internet el 3 de junio. Puede reproducirlo libremente, siempre que cite la fuente con el enlace correspondiente.