Milei ha dicho, creo que más de una vez, que la diferencia entre un genio y un loco es el éxito. Hecha esta afirmación, le propone a su interlocutor: “después de las elecciones hablamos”.
I. La triste tradición de dictaduras en nuestro país, terminada hace 40 años gracias a la lucha de los organismos de DD.HH., quizá nos dejó desprevenidos ante un fenómeno que, en rigor, no resulta inédito: un grupo antidemocrático puede llegar al gobierno no solo a través de un golpe de Estado sino, también, por medio de elecciones.
Digo un “grupo” porque no percibo que La libertad avanza sea un partido político y, además, porque así evito utilizar un término más agresivo. Si listamos algunos de los nombres que constituyen tan estrafalario clan, tenemos a Javier Milei, Karina Milei, Victoria Villarruel, Lilia Lemoine, Ramiro Marra, El Dipy, Ricardo Bussi, Carolina Píparo, Alberto Benegas Lynch, Francisco Oneto, entre otros. Ciertamente, la costura que los junta no es otra cosa que la irracionalidad y la violencia.
Una vez que tomé nota de esta lista, recordé algo que Freud le escribió a A. Zweig en 1934:
«Ahora está todo tranquilo, la calma de la tensión, dicen, es como estar esperando en la cama de un hotel que arrojen el segundo zapato contra la pared. Así no se puede seguir, algo debe suceder. Ya sea que nos invadan los nazis o que termine de dorarse nuestro fascismo horneado en casa”.
II. No comparto la premisa según la cual quien no tenga hijos, per se, no es apto para gobernar un país. No solo porque las razones para no tener hijos pueden ser de diversa índole, sino porque la capacidad de amar o la solidaridad surgen de muy diferentes fuentes posibles.
Sin embargo, si aun así consideramos este punto, no deja de llamar la atención que los candidatos a presidente y vicepresidenta no solo no tienen hijos, sino que el primero llama “hijos de cuatro patas” a sus perros, y la segunda reivindica el terrorismo de Estado que, entre otros crímenes, incluyó la apropiación de los hijos de desaparecidos.
Podemos dar todavía un paso más, y no me refiero al curioso hecho de que hasta hace poco tiempo, Ramiro Marra vivió de ser hijo. Me refiero a las metáforas utilizadas, por ejemplo, por Milei (cuando habló del Estado como un pedófilo en un jardín de infantes con niños atados y envaselinados) o por Benegas Lynch, quien al hablar de la ESI propuso que los padres que la defienden pasen las partes por la cara de sus hijos. Agreguemos, incluso, la propuesta de ley de Lemoine para que los varones puedan desistir de su paternidad cuando la mujer queda embarazada.
Aunque nada de esto justifica, de todos modos, la premisa señalada al inicio, se trata de afirmaciones y hechos que ponen de manifiesto la profunda desestimación de la diferencia entre generaciones, entre humanos y animales, de género, o con el que piensa distinto. Dicha diferencia, el registro y respeto de la misma, es una condición esencial para la democracia.
III. Ramiro Marra se la pasó diciendo que metería presos a los líderes de organizaciones sociales. Sin reparos, los llama “delincuentes”. Su afirmación, no solo desconoce la diferencia entre poderes (el Poder Ejecutivo no mete personas en la cárcel) sino que esa fue la única política pública que describió durante el tiempo que fue candidato a Jefe de Gobierno de CABA. Es decir, como tal solo se habría dedicado a la práctica punitiva, a encarcelar.
No muy lejos se encuentra su referente nacional, Javier Milei, quien, bajo la forma de un sintagma congelado, balbucea “estatista-colectivista-peronista-socialista-comunista-delincuente”, a lo cual suele agregar una buena porción de insultos. Dicho sea de paso: recordemos cuánto insisten en que ellos, y solo ellos, son “personas de bien”.
Es decir, quien “no abraza las ideas de la libertad” (lo cual, en realidad, significa quien “lo cuestiona a él”) es criminalizado de inmediato. Nuevamente, imposibilidad extrema de comprender las diferencias.
Cuando los libertarios, entonces, ostentan la prédica de un Estado mínimo debemos entender que solo aspiran a la supresión de una legalidad protectora, solo buscan eliminar las políticas públicas que funcionan de sostén y de regulador social; no obstante, sí reforzarán la ley para perseguir, reprimir, encarcelar y, por qué no, matar. No en vano, la candidata a vicepresidenta, Victoria Villarruel, es “especialista” en seguridad. En suma, encarcelar opositores, lo sabemos de sobra, no coincide en nada con la democracia.
IV. Javier Milei canta “Yo soy el león…”, un tema de La Renga. Dejemos de lado los conflictos que el candidato tuvo con la banda musical y, también, omitamos el significado que dicha letra tiene para quienes la compusieron. Una letra que, además, dice “por favor, no huyan de mí”, para luego anunciar “soy el rey y te destrozaré”.
Porqué Milei -al hacer uso de la canción- pide que no huyan de él y qué efectos desea generar al anunciar que te destrozará, escapa a los límites de nuestro análisis. Desde luego, reiteramos, no se trata de examinar la mente de quien escribió la letra, sino la de quien, por algún motivo, la hace propia, representativa de sí misma.
Lo primero que nos surge es un interrogante acerca de la relación causa-consecuencia entre el ruego (“no huyan de mí”) y la amenaza (“te destrozaré”). ¿Acaso el otro huye por la amenaza o ésta es la resultante de la huida del otro? Atinamos a esta última alternativa: la razón de la ira de Milei es la vivencia de haber sido abandonado por el otro.
Pero hay algo más y es el inicio de la canción, “Yo soy el león”. Si bien en otra ocasión ya examinamos su relación con la animalidad (consistente con el vínculo que siente con sus perros), ahora deseamos subrayar el verbo “ser”. Esto es, Milei se presenta a partir de lo que es, de su ser, y no tanto a partir de lo que haría. De hecho, son públicas las entrevistas a votantes de él que desconocen sus propuestas, o bien dicen que lo votarán porque no hará lo que promete. Es decir, no lo votan por sus futuras (presuntas) acciones, sino por mantener con él un vínculo de ser que no es más que el vínculo narcisista para alimentar el ego de un abandonado.
La ilusión de omnipotencia, también lo sabemos, está más que lejos de la democracia.
V. Las frases citadas en el punto II., así como tantos otros insultos y ofensas que suele proferir Milei, no deberían ser dichas, al menos públicamente. Y no es que Milei las dice porque carece de hipocresía, sino porque carece de pudor. Milei es un sinvergüenza, en el más literal de los sentidos, no posee vergüenza. Por eso mismo, recordamos las ocasiones en que públicamente desafió a tener un debate a diversos opositores, afirmando “le voy a pegar un baile morboso”.
¿Qué sensaciones tiene el candidato cuando imagina que exhibiría un baile morboso? ¿Qué fantasías de humillación están contenidas en su subjetividad?
Podríamos incluir aquí, y para finalizar, su descripción del peso como un “excremento”. En algún sentido, no es una novedad, ya que Freud, hace más de un siglo, estableció la relación de equivalencia entre las heces y el dinero, más específicamente cómo el dinero puede recibir la temprana atención con que los niños aprecian sus deposiciones.
Aquella equivalencia, también sostuvo Freud, luego puede desplazarse hacia el vínculo con los hijos, y lo que podemos concluir, entonces, es el camino regresivo que nos ofrece la subjetividad de Milei, ya que los niños podrán, cual mercancía, transformarse en dinero y, luego, nuestras vidas no serán más que desechos.
Dicho de otro modo, cuando los seres humanos son arrojados como desechos, la democracia ya no existe.
Palabras finales
Luego de este repaso, volvamos al inicio. Milei, luego de decir que la diferencia entre un genio y un loco es el éxito, concluyó: “después de las elecciones hablamos”. Milei, entonces, busca que millones de argentinos le ratifiquen que no está loco. Y eso, tampoco tiene ninguna relación con la democracia.
*Doctor en Psicología. Psicoanalista.