Asumir la distrosión y devolverla multiplicada

"...y estoy con la cabeza metida en la cabeza del adicto cabeza y qué tiene el adicto cabeza en la cabeza tiene económicamente libres y socialmente justos tiene y tiene políticamente soberanos tiene el adicto cabeza en la cabeza..." Leónidas Lamborghini

“Las patas en la fuente”: una foto que insiste en ser revelada

A partir de esta imagen ícono del origen del peronismo, aquella que llamamos “las patas en la fuente”, la autora analiza el proceso histórico y político que se inició aquel día. ¿Por qué esta foto ocupó ese lugar? ¿Qué sentidos se disputaron alrededor de esta imagen? ¿Qué hay en ella que la vuelve especial?
Juan Molina y su hermano están sentados al borde de la fuente en Plaza de Mayo. Ambos con saco oscuro, gomina, pantalones arremangados, pies en el agua. En el medio de los dos, se ve el sombrero de uno de ellos. Juan trabajaba en una fábrica de gaseosas, pero ese día no fue, su hermano le dijo que “había que ir a rescatar a Perón”. Se tomaron el tren en Caseros hasta Palermo y desde ahí caminaron hasta Plaza de Mayo. Juan usaba calzado ortopédico, la caminata desde Palermo fue agotadora. Hacía demasiado calor ese 17 de octubre de 1945.Al lado de ellos está Armando Ponce, santiagueño de 17 años, se sacó la camisa y el saco y se refrescó los pies en la fuente. Armando era cadete en una sastrería, esa mañana el delegado lo convocó a ir a la plaza: “Perón está en Martín García y lo quieren fusilar porque nos defiende”, les dijo. Y allá fueron, se encontraron con miles haciendo lo mismo que ellos. Armando recién a las diez de la noche, antes de volver a su casa, comió su primera comida del día, una porción de pizza en Chacarita. Trabajadores desde todos los puntos cardinales del conurbano bonaerense llegaron como pudieron ese día a la Plaza de Mayo.
Para muchos era la primera vez que iban a la Capital. Miles de personas atravesaron el Riachuelo y la General Paz –fronteras físicas pero también simbólicas– porque sentían que quien los defendía estaba en peligro.Dentro de la fuente de agua en la Plaza de Mayo hay dos mujeres y un hombre de pie, una de ellas, de espaldas en la foto, lleva un traje de saco con mangas largas, pollera y sostiene unos zapatos de taco alto en la mano. La otra muchacha, muy jovencita, de vestido y saco, mira hacia atrás, lleva en el brazo otra prenda que podría ser una chaquetilla. Se pusieron ropa adecuada para ir al centro. Otros improvisaron vinchas de tela y pañuelos para atajar el sudor. Boinas, sombreros, tiradores, camisetas, sacos, camisas. Nunca como con esta foto se habló tanto de ropa para hablar de política. Hay mucha más gente en la fotografía.
Alguien lee un diario, un muchacho sostiene un mástil con la bandera argentina. No se ve ningún otro cartel, ninguna otra bandera. En el margen izquierdo de la foto los protagonistas son chicos. Juegan en el bebedero, uno tiene una alpargata rota en la mano, el resto está en patas, pantalones cortos o arremangados. A lo lejos varios lograron treparse al monumento a Belgrano. Seguro se ve mucho mejor la escena desde ahí arriba.El 17 de octubre de 1945 quedó cristalizado en la fotografía que llamamos “las patas en la fuente”. Muestra una escena en la fuente que ya no está y tiene la Casa Rosada como telón de fondo. Es de autoría anónima, quedó conservada en el Archivo General de la Nación y fue tomada alrededor de las cinco de la tarde.
El escenario, la Plaza de Mayo, rodeada de los edificios emblemáticos del poder político, religioso y económico en la Argentina. Una zona casi sagrada y de uso exclusivo para la élite de los años 40.La importancia histórica y fundacional que tendría esta fotografía no podía estar en la imaginación de quienes la protagonizaron. Los y las manifestantes que vemos en ella habían ido a apoyar a Perón, a pedir su libertad. Lo hacían de manera pacífica, no se ven escenas de lucha, ni simbología obrera ni resistencia a la autoridad. No es una manifestación en el sentido clásico del término, es gente esperando algo. La policía –sabemos– ese día dejó que la multitud se expresara con tranquilidad.Viajes largos, caminatas agotadoras, mucho calor y la sensación de que había que actuar porque algo importante estaba en juego crearon la imagen. Ese día se partiría en dos la historia del país.“Murgas carnavalescas”, “descamisados”, “trajes exóticos”

En la Argentina de 1945 los sectores populares habían crecido mucho más rápido que el propio desarrollo del aparato productivo, y muchos trabajadores migrantes no estaban representados políticamente. Perón, como secretario de Trabajo entre los años 1943 y 1945, construyó una relación afectiva y política con esos sectores históricamente despreciados o ignorados por otros actores políticos sobre la base de su carisma, del otorgamiento de ventajas económicas concretas y de demandas, por mucho tiempo insatisfechas. Siguiendo una lógica que venía desde fines de la década del 30, una parte de la clase obrera y sus sindicatos buscaban apoyo dentro del Estado para mejorar sus condiciones de trabajo y resolver reclamos salariales. Algunos sectores sindicales no elegían la combatividad, sino una política de alianzas con sectores estatales y partidos políticos para obtener esas demandas. Perón ocupó un lugar estratégico, leyó el momento histórico y actuó. Según Daniel James, para alejar el fantasma del comunismo y quitarle poder a los sindicatos socialistas y comunistas. Resultó una política efectiva, los sindicatos de izquierda perdieron poder y la clase obrera se hizo mayoritariamente peronista.

El 17 de octubre de 1945 estallaron las clasificaciones que hasta entonces ordenaban la vida política y social en Argentina. Lo popular, ignorado y denigrado, emergió a la visibilidad pública.

En los diarios y revistas que describieron y analizaron la jornada abundan términos como hordas, turbas, masas, lumpenproletariado, malevaje, malón, chusma, descamisados, negros, alpargatas, tribu. Diarios y radios se poblaron de descripciones ofensivas. “Murgas carnavalescas con muchachones descamisados y elementos del hampa”, describía el periódico socialista La Vanguardia. “… Aparte de otros pequeños desmanes, solo cometieron atentados contra el buen gusto y contra la estética ciudadana afeada por su presencia en nuestras calles” (Crítica, 17 de octubre de 1945). “Fueron salvajes estallidos de las hordas analfabetas estupefactas por el alcohol”, declaró Enrique Mosca, candidato de la Unión Democrática.

Años después continuaban esas mismas lecturas. “El 17 de octubre Perón volcó a las calles céntricas de Buenos Aires un sedimento social que nadie habría reconocido. Parecía una invasión de gentes de otro país, hablando otro idioma, vistiendo trajes exóticos, y sin embargo era parte del pueblo argentino […]. Sentimos escalofríos viéndolos desfilar en una verdadera horda silenciosa con carteles que amenazaban con tomarse una revancha terrible” (Martínez Estrada, 1956). Lo más singular del 17 de octubre fue la violenta y desnuda presentación de una nueva realidad humana […]. La ciudad los vio con la misma aprensión con que vería a los marcianos […]. Claro está que se dieron escenas desagradables desde el punto de vista estético: no era un espectáculo grato el que ofrecían esas mujeres desgreñadas, esos muchachotes de astrosa pinta, esa gente sucia, sudada y vociferante” (Luna, 1971).

La descripción de la vestimenta ocupó un lugar central para calificar a las personas que se manifestaron ese día. En esos años había que vestirse muy formalmente para ir al centro de la ciudad: saco y corbata, trajes de colores oscuros, sombrero, vestidos, trajecitos. La vestimenta y el uso del cuerpo en el espacio público eran un lugar de disciplinamiento y clasificación social. Las formas “adecuadas” de vestirse y comportarse funcionaban didácticamente como norma, modelo a imitar, borde de la distinción.

Pero observando bien la fotografía –esta y otras del mismo día–, vemos diversidad y heterogeneidad social y cultural. Ese día muchos trabajadores pidieron sacos prestados para ir a la Capital (Chávez, 1996; Michelini, 1994). Eso habla de la incorporación de las normas dominantes de la época. Al mismo tiempo, después de largas caminatas y calor, algunos se refrescaron en la fuente, lo que habla a su vez de un uso más libre del cuerpo, no había contradicción entre una cosa y otra. Juan y su hermano, por ejemplo, se refrescan los pies en el agua con el saco puesto.

El 17 de octubre fue leído por la élite política, económica, cultural y mediática de entonces en términos de civilización y barbarie. La calificación de “descamisados” surgió en esa prensa que se refería despectivamente a quienes marcharon ese día y fue a partir de entonces un término que significaba cosas contradictorias entre sí. “Pobre”, “ordinario”, “promiscuo” para unos, para otros contenía una ambigüedad que posibilitaba una reapropiación política[1]. Perón y luego Eva, con más énfasis aún, invirtieron el sentido del término. De modo similar a lo que había sucedido con los sans-culottes franceses, una prenda (o la ausencia de ella) se transformaba en una imagen política reinvindicatoria. Unas semanas más tarde, Perón, en un acto en plena campaña electoral, tomó la carga despectiva del término y la rearticuló: “Desfilaremos por nuestras calles tranquilos, entusiastas de nuestra causa, sin calificar a nadie de chusma ni de descamisados, para contrapesar a ellos que han lanzado el calificativo despectivo. ¡Tendremos el corazón bien puesto debajo de una camisa, que es mejor que tenerlo mal debajo de una chaqueta!” (Discurso de Perón, 14 de diciembre de 1945, citado en Grimson, 2016: 29).

Desde entonces, en cada acto, Perón en algún momento se sacaba el saco y se quedaba en camisa despertando la ovación de sus seguidores. Era un guiño de complicidad y la creación de una categoría de identificación que implicaba en sí misma la denuncia de la pobreza y la discriminación.

Plano detalle de la emblemática foto “Las patas en la fuente”. Foto: AGN

Plano detalle de la emblemática foto “Las patas en la fuente”. Foto: AGN

Plano detalle de la emblemática foto “Las patas en la fuente”. Foto: AGN

Plano detalle de la emblemática foto “Las patas en la fuente”. Foto: AGN

Ícono, símbolo, imagen de identidad

En la historia hay algunas imágenes muy particulares que adquieren el estatus de ícono. Son fotografías perdurables, fácilmente reconocibles, que se destacan por su excepcionalidad. Se utilizan o se recuerdan cada vez que se hace referencia al acontecimiento al que remiten. Son íconos que se afirman por su poder simbólico y de síntesis, su capacidad narrativa y que, a su vez, se imponen sobre otras imágenes. Hay pocas fotografías que contienen estas características. Como plantea M. Joly, son “fotos de un instante que se vuelve atemporalmente simbólico […] uniendo lo efímero a la duración” (2009: 178). La foto de “las patas en la fuente” cumple todas esas características. Funciona como arquetipo del nacimiento de un mito y como una nueva pintura histórica apela a la memoria compartida.

 

Es la foto de la plaza no del balcón, es la imagen-símbolo del origen del peronismo y sin embargo no está Perón. La fotografía se transformó en un símbolo popular, en un código que trasladó lo específico a lo general, lo real a lo simbólico. Es, por todo ello, una puerta de entrada para pensar el proceso histórico y político que se inició aquel día. ¿Por qué esta foto ocupó ese lugar? ¿Qué sentidos se disputaron alrededor de esta imagen? ¿Qué hay en ella que la vuelve especial?

  • Para el antiperonismo, es la imagen de un sujeto colectivo irracional, regresivo, carente, manipulable.
  • Para el peronismo, el símbolo de la irreverencia, la representación del desafío al poder.
  • Para el antiperonismo, la profanación de lo público, motivo de escándalo y reprobación.
  • Para el peronismo, la representación gráfica de su elemento herético.
  • Para el antiperonismo, la violación de las normas establecidas, una imagen de lo inaceptable, condenable y/o temible.
  • Para el peronismo, un acto espontáneo, humano, natural.
  • Para el antiperonismo, una manifestación “invasiva” de la ciudad cosmopolita y una ruptura de las reglas de la Buenos Aires que se pretendía blanca y europea.
  • Para el peronismo, la representación política del pueblo trabajador, la emergencia visible de lo plebeyo.
  • Para el antiperonismo, la imagen de una horda de salvajes.
  • Para el peronismo, el pueblo digno en la calle pidiendo por su líder.
  • Para el antiperonismo, la emergencia de un populismo amenazante que había que contener y combatir, la “prueba” de la degradación.
  • Para el peronismo, la imagen del nacimiento de su identidad.

“Las patas en la fuente”, 17 de octubre de 1945. Foto: AGN

El recorrido de las patas en la fuente

El 17 de octubre de 1945 generó rupturas, apropiaciones y resignificaciones respecto de la iconografía liberal hegemónica y modificó las condiciones de posibilidad de la representación de lo político. M. Plotkin afirma que, entre 1946 y 1955, el peronismo fue redefiniendo el significado de la fecha para adaptarlo a su imaginario político y lo convirtió en una festividad oficial en la que fue reformulando tanto el rol de Perón como el de los trabajadores. Convertir la jornada del 17 de octubre en una imagen-ícono llevó años. La fotografía que aquí analizamos recorrió un largo camino desde el anonimato hasta ser la imagen por excelencia que representa el acontecimiento. No apareció publicada en ningún medio de prensa en los días posteriores y el peronismo tampoco la reivindicó en un inicio. En las coberturas que se realizan al año, el 17 de octubre de 1946, no aparece. La primera vez que la encontramos publicada es en el diario Democracia el 19 de octubre de 1950[2].

En 1952 vuelve a aparecer en La Prensa –con el diario expropiado–. En 1955 la vemos en páginas interiores de Mundo Peronista y en 1964 aparece en Primera Plana. En 1965 el poeta Leónidas Lamborghini escribió un poema que hablaba de “Las patas en la fuente” embelleciendo lo que se había utilizado como insulto. En la edición de su libro en 1972 la frase ya es título. En el 1973 la retoman El Descamisado y el diario Noticias. Por su parte, la revista dirigida por López Rega, Las Bases, la publica reiteradamente. “Las patas en la fuente” camina por cuenta propia y cada sector se la apropia a su manera.

Dorso de fotografía “Las patas en la fuente”. Foto: AGN

Las cualidades periodísticas, los usos que se le dieron y los aspectos formales de la imagen explican en parte su persistencia en la memoria. Pero la fotografía tiene un poder simbólico intrínseco y una cualidad afectiva que atraviesa los tiempos y permanece activa hasta hoy. Es el registro visual de un acontecimiento y al mismo tiempo lo excede. Se utiliza en forma recurrente como la representación ideal del 17 de octubre de 1945 y al mismo tiempo produce una identificación colectiva. Se volvió memoria, documento y monumento. La escena se recrea en murales, canciones, murgas, cuentos, historietas, poemas, en otras fotos.

Es el símbolo del nacimiento de un movimiento, emblema que se impuso al paso del tiempo y foto que se enmaraña con la memoria del 17. Los “descamisados” y “las patas en el agua” se transformaron en los signos por excelencia de ese peronismo irreverente, de ese “subsuelo de la patria sublevada” que emergió aquel 17 de octubre y cambiaría la historia argentina para siempre.

Ejemplar del diario Democracia, 19 de octubre, 1950. Foto: AGN

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Cora Gamarnik

Doctora en Ciencias Sociales y Licenciada en Comunicación por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Profesora titular de la materia Didáctica de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y profesora asociada en la Universidad Nacional de Moreno. Coordinadora del Area de Estudios sobre Fotografía de la Facultad de Ciencias Sociales, UBA y del programa de Actualización en Fotografía y Ciencias Sociales FSOC-UBA. Autora de los libros “El fotoperiodismo en Argentina. De Siete Días Ilustrados (1965) a la Agencia Sigla (1975)” y “Enseñar Comunicación”.

 

[1] Una historia del recorrido que tuvo el término descamisados en los discursos de Perón y de Eva Perón puede verse en Waissbein (2018).

[2]  De todas maneras puede haber alguna instancia previa de publicación que desconocemos aún. Le agradezco a Darío Pulfer y a Patricia Ferrante diversos materiales y el espacio para pensar sobre esta fotografía. Y a Fernando Yulián Martínez, el ejemplar del diario Democracia.

Bibliografía

Chávez, Fermín (comp.) (1996), La jornada del 17 de octubre por cuarenta y cinco autores, Corregidor, Buenos Aires.

Grimson, Alejandro (2017), “Raza y clase en los orígenes del peronismo: Argentina, 1945”; Desacatos, págs. 110-127, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social.

James, Daniel (2010), Hay otras fotos del peronismo. Conferencia dictada el 6 de agosto de 2010 en la Cátedra de Historia Socioeconómica de América Latina y Argentina de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Nacional de La Plata.

Joly, Martine (2009), La fotografía fija, Buenos Aires, la marca editora. Biblioteca de la Mirada.

Luna, Félix (1971), El 45: crónica de un año decisivo, Sudamericana, Buenos Aires.

Martínez Estrada, Ezequiel (1956). ¿Qué es esto? Catilinaria, Lautaro, Buenos Aires.

Michelini, Pedro (1994), El 17 de octubre de 1945, Corregidor, Buenos Aires.

Plotkin, Mariano Ben (2007), El día que se inventó el peronismo, Sudamericana, Buenos Aires.

Waissbein, Daniel (2018), “Descamisado(s), descamisada(s). Palabra y concepto durante el peronismo”, Prohistoria, núm. 30, pp. 129-154. Disponible en: https://www.redalyc.org/journal/3801/380159488005/html/

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