Del 22 al 24 de octubre, en Kazán (Rusia) y con el presidente Vladimir Putin como anfitrión -en plena guerra con Ucrania-, los cinco fundadores de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China e, incorporado después, Sudáfrica) sostendrán su 16° Cumbre, con la participacipación, en total, de más de 30 países invitados.
Esta será la primera cumbre del grupo desde su ampliación, este año, con la incorporación de Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos (Argentina aceptó ingresar, pero al asumir el presidente Javier Milei desistió).
Los 10 países del BRICS+ o ampliado representan el 35,6% del PIB mundial en términos de paridad de poder adquisitivo o PPP (más que el 30,3% del G-7) y el 45% de la población mundial (el G-7 representa menos del 10%), estima Foreign Affairs.
En 1982, el G7 (EEUU, Canadá, Reino Unido, Alemania, Francia, Italia y Japón) representaba 50% del PIB global por PPA -contra 10% del BRICS ampliado- y 70% del PIB nominal. Cuatro décadas después, los BRICS superaron al G7 en PBI- PPA. Sólo en 2000-11, la cuota del grupo en la producción mundialpasó del 8% al 19%.
China sigue siendo el miembro más poderoso de los BRICS, con un PIB de 16,3 billones de dólares (70% del total del bloque), seguida de Rusia con 1,4 billones, India con 2,9 billones, Brasil con 1,9 billones y Sudáfrica con 360 mil millones (estadísticas de 2023).
En su expansión, el grupo creado en 2009 en Ekaterimburgo (Rusia) considerará en Kazan el concepto de “países asociados”, en lugar de “países miembros”, que permitiría participar de actividades e iniciativas del BRICS, sin intervenir en la toma de decisiones. Ya 33 países pidieron adhesión.
Para algunos expertos, el nuevo BRICS “proporcionará a un conjunto diverso de potencias emergentes y medias un vehículo para promover sus intereses (a veces) coincidentes, y una plataforma para juguetear -o «bricoler»,como dirían los franceses- con las reglas e instituciones del sistema multilateral”.
En el punto 45 de la Declaración Final de la Cumbre de Johannesburgo, los BRICS abordaron la posibilidad de crear una moneda común que desacople sus economías del dominio global del dólar, especialmente impulsada por Brasil, una tarea que por ahora no le ha resultado sencilla.
El documento encomendó a ministros y bancos centrales “que examinen la cuestión de las monedas locales, los instrumentos de pago y las plataformas y nos informen al respecto antes de la próxima Cumbre”. El comercio en dólares intra BRICS representó todavía el 28,7 % en 2022.
En cuanto a una alternativa al dólar, “reconocemos los beneficios generalizados de unos sistemas de pago rápidos, baratos, transparentes, seguros e inclusivos. El BRICS fomentará el diálogo sobre instrumentos de pago para facilitar el comercio y los flujos de inversión entre los miembros. Subrayamos la importancia de fomentar el uso de las monedas locales en el comercio internacional y las transacciones financieras entre los países BRICS, así como entre otros países en desarrollo”.
Sobre un banco propio, la presidenta del Banco de los BRICS creado en 2014 o Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), la brasileña Dilma Roussef, aceptó que la entidad del grupo compite de hecho con el Banco Mundial y tenía previsto conceder sólo en 2023 préstamos por el equivalente a entre 8.000 y 10.000 millones de dólares (hasta 2022 llevaba desembolsados unos 32 mil millones en 96 proyectos de infraestructura y desarrollo, de sus 100 mil millones disponibles).
Como reflexionó después el presidente de Brasil, Lula da Silva: “Todas las noches me pregunto por qué́ todos los países tienen que basar su comercio en el dólar… ¿por qué ́ no podemos hacer comercio con nuestras propias monedas?”.
La prensa internacional mencionó entre las iniciativas en estudio por el BRICS la creación de una unidad de cuenta común (una moneda), una plataforma para pagos internacionales con una moneda digital propia y un sistema de pago propio. Para una moneda común Rusia propuso R5 (por real, rublo, rupia, renminbi y rand).
La Cumbre de Kazan seguirá discutiendo el “BRICS Bridge”, un sistema que operaría sobre la base de la plataforma de pago supranacional que compita con el SWIFT occidental, una red de mensajería bancaria y financiera segura que opera con códigos estandarizados y tiene más de 11 mil entidades en 200 países.
Con el BRICS Bridge, los pagos del comercio entre socios por transacciones públicas y privadas se harían en las monedas nacionales y el banco NBD actuaría como plataforma para la integración, conversión y compensación.
También trascendió la idea de que Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica adopten el “petroyuan” para el comercio de petróleo y otra es la creación de una unidad de cuenta vinculada en parte al oro y en parte a una canasta de monedas de los países miembros de los BRICS.
Pero “el ascenso del G20 no alteró fundamentalmente las desigualdades estructurales subyacentes de la gobernanza económica mundial, en particular el papel del dólar como principal moneda de reserva y el dominio occidental de las instituciones financieras internacionales”.
Según Stewart Patrick, director del Global Order and Institutions Program del Carnegie Institute, la expansión de los BRICS evidencia “el creciente descontento mundial con las ventajas estructurales de las que siguen disfrutando las democracias de mercado avanzadas en un orden mundial que, en muchos aspectos, ha sido creado por Occidente y para Occidente, y su determinación de ponerlas en tela de juicio”.
Como explican Alexander Gabuev y Oliver Stuenkel, ante la pérdida de capacidad de Estados Unidos y sus aliados “para configurar unilateralmente el orden mundial, muchos países tratan de impulsar su propia autonomía cortejando a centros de poder alternativos”, disconformes por el escenario global de desigualdad.
Obviamente parte de ese mismo juego, explican, China despliega su estrategia. Beijing quería posicionarse como parte de un grupo dinámico de países en desarrollo que pretendía reequilibrar gradualmente las instituciones mundiales para reflejar de forma más justa los cambios en el poder económico y tecnológico.
Bajo el asertivo liderazgo de Xi Jinping, los BRICS son ahora una herramienta más ante la resistencia de Estados Unidos al dominio chino de Asia y global.
Ello explica, concluyen, proyectos como la Iniciativa de Seguridad Global, la Iniciativa de Desarrollo Global y la Iniciativa de Civilización Global de Xi, todas ellas superpuestas, “que cuestionan el derecho de Occidente a definir unilateralmente normas universales y tratan de socavar la noción de valores universales en ámbitos como los derechos humanos. Estas iniciativas apuntan al deseo de China de construir un orden diferente en lugar de limitarse a reformar el actual”.
“En lugar de lamentarse por la aparición de los BRICS, Occidente debería cortejar a los Estados miembros que tienen interés en asegurarse de que la agrupación no se convierta en un conjunto abiertamente antioccidental que intente socavar el orden mundial”, afirman Gabuev y Stuenkel.
Lo mismo opina Patrick: “Para EEUU y otros gobiernos occidentales, el BRICS+ es un recordatorio de los peligros que entraña ignorar las legítimas demandas de países y pueblos de todo el mundo para tener mayor protagonismo, influencia y poder en las estructuras de gobernanza mundial que determinan su destino”.
“Despreciar o resistirse a estas presiones, en lugar de comprometerse con ellas y, en su caso, darles cabida, no hará sino endurecer las divisiones mundiales, envalentonar a los autoritarios y dar entrada a actores malintencionados”, concluye.
Este fenómeno impulsado por Rusia y China es el equivalente en el siglo XXI al movimiento de no alineados de la segunda mitad del siglo XX.
JDP lo llamaría intento de «reordenamiento geopolítico» para aumentar la producción y mejorar la distribución a nivel mundial.
En rigor, este movimiento internacional representa el intento de construir una alternativa a la situación sin salida que ofrece el imperialismo a predominio anglosajón con su administración de crisis financiera y geopolítica.
Las propuestas de las oligarquías occidentales de un «orden basado en normas» (interpretadas por ellos que son los únicos jueces) y la «economía verde», lejos de posibilitar alternativas de desarrollo para los pueblos subdesarrollados del mundo, más bien los condenan a perpetuar ese subdesarrollo.
Y, si no se aceptan esas reglas, entonces se tienen que bancar las guerras geopolíticas (Ucrania, antes Siria, Palestina, Irán, Taiwán, etc.) para que acepten la subordinación.
Este es el contexto del por qué surgieron los Brics y por qué lo organiza y lidera China y Rusia.
Lo mismo pasó en los ’60 y ’70 pero, en aquel tiempo, el imperialismo logró neutralizar a los no alineados, imponiendo un sistema global que se consolidó con la caída del muro de Berlín y la desintegración de la URSS. Este sistema, antes victorioso, es el que entró en un proceso de crisis sistémica inevitable.
Todo esto China lo lee, Rusia lo lee, y, sobre todo, luego de la crisis de Lehmann, sacan sus propias conclusiones de cómo seguir, de cómo incluir en el desarrollo y la mejora de las condiciones de vida al 75 % del mundo, cosa que Occidente no solo no ofrece sino que se niega, dice que es malo el desarrollo, o sea, que es malo que los pueblos de todo el mundo mejoren su calidad de vida.
Este es el contexto real en el que surge el movimiento de «no alineados» (con el oligarquismo Noroccidental) del siglo XXI.
Esta es la primera vez que este movimiento internacional encuentra una clase de liderazgo única, en las figuras de Xi y Putin, quienes comprenden perfectamente que la defensa de los intereses nacionales, bien entendidos, requiere necesariamente la integración y la cooperación entre soberanías en torno a valores humanistas universales.
En los años ’60 y ’70, los dirigentes soviéticos o chinos no tenían esta calidad de comprensión.
Es el viejo principio que JDP lo entendía perfectamente: «nadie se realiza en una comunidad que no se realiza». Aplicado al mundo es: «ningún país o pueblo se realiza en un mundo que no se realiza».
Es así de simple, aunque sea difícil de implementar. Lo contrario de lo simple es lo complejo, no lo difícil. Hay cosas complejas que son fáciles y cosas simples que son difíciles.
Rusia y China están intentando algo muy difícil a partir de algo muy simple.