De la aleatoriedad al liderazgo

En 2001, Néstor fue pura aleatoriedad y brillante construcción de coyuntura, pero su liderazgo aún no existía. El único activo potencialmente decisivo que se dispone hoy para enfrentar una coyuntura de crisis social –y la que viene será mayor-, es poseer un liderazgo histórico.

La política como acontecimiento

Artemio López*

El motivo principal del pensamiento cartesiano era buscar un nuevo comienzo para la filosofía que asegurase ciertas certezas, es decir, su objetivo era conseguir un grado de seguridad similar al que empezaban a conseguir las ciencias físicas aquellos años con sus descubrimientos científicos.

Esta pretensión, fallida, que niega la aleatoriedad de los acontecimientos políticos, sigue dominando parte del pensamiento de analistas y dirigentes, siempre dispuestos para asignar racionalidad cartesiana al porvenir.

No parece este ser un método sostenido en la evidencia. Revisemos brevemente lo ocurrido desde el año 1983.

Cuando en el año 1983, tras la crisis del plan económico social dictatorial iniciado por el neoliberal José Alfredo Martínez de Hoz, se recuperó la democracia, el candidato “puesto” era el peronista Ítalo Argentino Luder.

Los resultados fueron ampliamente favorables para el candidato radical Raúl Alfonsín, que entonces obtuvo la mayoría con el 51,75% de los votos, muchos de los cuales eran tradicionalmente peronistas, contra el 40,16% del candidato Luder, el “número puesto”.

Cuando, tras la crisis del Plan Austral y su sucesor, el Plan Primavera, en agosto de 1988, la hiperinflación desarticuló totalmente el orden social, el candidato “evidente” a reconducir la crisis era el peronista Antonio Cafiero, que previamente a asumir la presidencia debía tramitar una interna con un triunfo ya “cantado”.

Los resultados de la interna peronista y la elección presidencial fueron en favor de un cuasi ignoto peronista, el inefable Carlos Saúl Menem.

Tras la megacrisis del año 2001, los candidatos evidentes eran muchos, todos peronistas, claro, desde Eduardo Duhalde, que dejó su deseo presidencial en la masacre del puente Avellaneda, hasta Carlos Reutemann, que vio una luz.

Se apuntaba también al lote de “cantados” José Manuel De la Sota, que no despegó nunca del 5% de intención de voto, e incluso el Adolfo Rodríguez Saá, que histriónico nos prometía plantar un millón de árboles y resolver el tema del desempleo galopante.

El que finalmente recondujo magistralmente la crisis de salida del ciclo neoliberal de casi 25 años fue, sabemos, Néstor Carlos Kirchner, hasta ese momento un desconocido gobernador patagónico, cuyo apellido resultaba poco amistoso para amplias franjas populares, que a falta de un mejor “recurso narrativo”, lo llamaban Kissinger.

Tras el cierre del primer ciclo kirchnerista, en el año 2015, el hoy libertario pero entonces peronista Daniel “Pichichi” Scioli era el candidato “evidente”, y desde hacía dos años encabezaba las encuestas e incluso había lanzado su candidatura.

El resultado fue inesperado y, aun perdiendo las PASO con amplitud, Mauricio Macri logró imponerse en segunda ronda.

Transcurrido el desastroso macriato, en medio de una megacrisis de deuda e ingresos familiares y habiendo duplicado el desempleo y la pobreza, el candidato surgido del tuit de Cristina Kirchner solo estaba en los planes del simpático sabueso Dylan y no era “evidente” para nadie, propios o extraños.

Un punto importante. Señalamos en esta nota que en su resolución domina la aleatoriedad, eso muestra la evidencia desde 1983.

En 2001, Néstor fue pura aleatoriedad y brillante construcción de coyuntura, pero su liderazgo aún no existía. El único activo potencialmente decisivo que se dispone hoy para enfrentar una coyuntura de crisis social –y la que viene será mayor-, es poseer un liderazgo histórico.

Conducción capaz de asignar racionalidad a la reconducción. No sabemos hoy en qué condiciones objetivas operará ese liderazgo sobre la base de representación social, en 2019 lo hizo de manera exitosa para plantar una alternativa que, hay que decirlo, finalmente tomó autonomía absoluta de CFK y fracasó rotundamente.

Es el único dato que tenemos desde el año 1983 y donde vemos operando un liderazgo en la salida de una gran crisis (en 2001 Néstor es pura aleatoriedad y una brillante construcción de coyuntura, pero su liderazgo aún no existía como tal).

El activo potencialmente decisivo que se dispone hoy para enfrentar una coyuntura de crisis social – y la que viene será mayor -, es poseer un liderazgo capaz de asignar racionalidad a su reconducción. No se comprende porqué los candidatos más expectantes no logran observar esta evidencia cuestionando o al menos sometiendo a prueba el liderazgo de CFK. Una mala idea.

Lo que sí observamos es que si no puede reconducir la crisis CFK en una perspectiva popular democrática, no podrá hacerlo esta vez ningún dirigente que se ofrezca como alternativa. La poscrisis sin conducción es la materialización del clinamen (1), domina la aleatoriedad.

Por este motivo, tras tantas noches de gira, debimos saber que desafiar a CFK fue una mala idea.

Retomando, luego del lamentable gobierno del FdT o “Fue De Terror”, el candidato “posta” era el alcalde portuario Horacio Rodríguez Larreta, que billetera en mano ejercía la presidencia, sostenido por la Patria Consultora desde al menos 24 meses antes de octubre de 2023.

No solo Horacio Larreta perdió la interna con una impensada Patricia Bullrich, sino que los candidatos “evidentes” de Juntos por el Cambio y la rebautizada Unión por la Patria resultaron derrotados por, según la revista médica británica BMJ, “el panelista televisivo, asesor sexual y ex economista” Javier Gerardo Milei, que hoy engalana el sillón de Rivadavia.

Evidencia, análisis, deducción y comprobación, los populares pasos del método de René Descartes a los que se aferran muchos dirigentes políticos (y no solo políticos).

Pues bien, continuando la saga de pretender asignarle racionalidad cartesiana al porvenir, en su discurso de lanzamiento de cara al año 2027 (!), o sea a tres años vista, señaló ayer Axel Kicillof:

“Tratamos de hacer un poquitito más alegres cada día a los bonaerenses. ¿Por qué no podríamos hacer lo mismo, cuando estemos listos y organizados, para casi 50 millones de argentinos? Sabemos cómo hacerlo”.

Optimista, es, pero el método en que se fundamenta ese optimismo cartesiano, no tiene evidencia que lo valide y parece saberlo.

Otro caso de anticipación cartesiana es Mauricio Macri (!) que ya se ofrece para reconducir el modelo neoliberal extractivista, pero con la racionalidad que hoy no abunda en el ejecutivo.

Dijo recientemente sobre Milei: “La GENTE lo votó sabiendo que tenía una PSICOLOGÍA ESPECIAL”, pero “la autenticidad lo vale”, traducido, los intereses que encarna son los míos.

Si nos recostamos sobre la mirada filosófica de esta razón cartesiana, Althusser propuso la expresión “materialismo aleatorio” o “materialismo del encuentro” para designar a la filosofía del marxismo, con el fin de poner de manifiesto la primacía del azar sobre la necesidad como tesis fundamental de todo materialismo filosófico.

Althusser afirmaba que se observa en la historia de la filosofía una tradición de filósofos que llama del “materialismo del encuentro”, tradición “reprimida” por la ideología dominante.

Su primera formulación fue el atomismo de Epicuro, y Demócrito, continúa con Maquiavelo, Spinoza, Rousseau, Hobbes, Marx, Engels, Freud y Derrida entre otros. Todos ellos – como el mismo Althusser en su momento, obviamente -, se caracterizaron por negar la existencia de un Origen o Causa Última y de una Finalidad preestablecida de la realidad.

Puede decirse que el mundo es el hecho consumado en el cual, una vez consumado el hecho, se instaura el reino de la Razón, del Sentido, de la Necesidad y del Fin. Pero la propia consumación del hecho no es más que puro efecto de la contingencia, ya que depende del encuentro aleatorio de los átomos debido a la desviación del clinamen. Antes de la consumación del hecho, antes del mundo, no hay más que la no-consumación del hecho, el no-mundo que no es más que la existencia irreal de los átomos. ¿En qué se convierte en estas circunstancias la filosofía? Ya no es el enunciado de la Razón y del Origen de las cosas, sino teoría de su contingencia y reconocimiento del hecho, del hecho de la contingencia, del hecho de la sumisión de la necesidad a la contingencia y del hecho de las formas que «da forma» a los efectos del encuentro. La filosofía no hace más que levantar acta: ha habido encuentro y «toma de consistencia» al haber prendido unos elementos con otros (como podría decirse que el agua «toma consistencia» al congelarse).

Toda cuestión del Origen queda rechazada, así como todas las grandes cuestiones de la filosofía: «¿Por qué hay algo en vez de nada? ¿Cuál es el origen del mundo? ¿Cuál es la razón de ser del mundo? ¿Qué lugar ocupa el hombre en los fines del mundo?, etc.» (2)

En esta misma dirección de análisis, de la imposibilidad de pensar el acontecimiento político como una deriva lógica de la coyuntura anterior a la irrupción, Raúl Cerdeiras, tributario del pensamiento de Louis Althusser y Alain Badiou, plantea fundamentalmente, dos cosas:

1) Se puede hablar de la política como acontecimiento, con lo cual se conceptualiza la política como una práctica disruptiva que se produce al margen del condicionamiento social y puede provocar una ruptura e introducir una novedad radical que no es posible ser pensada como una consecuencia lógica de las reglas dadas al interior de una situación; y

2) Esta concepción de la política como acontecimiento conlleva una perspectiva ontológica que enfatiza en la contingencia como condición ontológica en la que se instituye lo social. (3)

El objetivo es establecer en términos teóricos una intrínseca relación entre el acontecimiento político y el estatus ontológico de la contingencia en lo social, la contingencia como una irrupción aleatoria.

Sin embargo, y para lo que queremos coloquialmente señalar acá, fue Dante Panzeri el que mejor definió el reino de la incertidumbre que domina también las perspectivas políticas y electorales, caracterizando entonces al fútbol como “dinámica de lo impensado”. (4)

 “El fútbol, para ser serio, tiene que ser juego”. De esta manera explicaba Panzeri, en 1967, el ocaso de lo lúdico y el establecimiento de la industria futbolística.

Se trataba de una crítica a la modernidad desde dentro del campo.

Por más orden que busquemos, por más “ciencia” que pretendamos invocar, el partido se decidirá por el arte de lo imprevisto, la dinámica de los impensado.

Pues bien, la asociación de fútbol y política no es nueva, pero en esta dimensión que transitamos acá, estimamos que sí lo es.

En general, pero particularmente tras las crisis recurrentes que vivimos en nuestro país –y hoy nos encaminamos a otra superior–, habrá “candidatos puestos”, encuestas que los sostengan, asesores que dibujen una, dos, mil muecas de ocasión, pautas publicitarias y el tradicional coro de ortivas que exalten las virtudes del elegido.

Nunca, sin embargo, habrá certeza alguna, la política en general, y en la crisis y su reconducción en particular, también se rige por la dinámica de lo impensado de la que hablaba Panzeri en 1967.

Notas

 1- Bulo Vargas, ValentinaLa libertad de las cosas: repensar el clinamen hoy – 2018

2- Althusser, LouisLa Corriente Subterránea Del Materialismo Del Encuentro. – 1982

3-Hirben Jovany Pérez AnalcoLa política como acontecimiento. Un replanteamiento ontológico de lo social – 2022

4-Panzeri. Dante:  Fútbol Dinámica De Lo Impensado – 1967

 *director Consultora Equis.

 

3 comentarios

  1. «Una sola persona no puede. Tiene que haber una organización, cuadros que tomen la posta y lleven adelante el programa de gobierno que necesitamos». CFK 25-5-23
    Tenemos un liderazgo disfuncional. En vez de resolvernos los problemas nos crea otros y nos pide continuas muestras de gratitud y lealtad.

  2. Es lo que va a intentar hacer. Ir formando los auxiliares, el dispositivo. Pero necesita soldados y suboficiales, no gente que quiere ser General.

    Sí, cualquier paso dado o movimiento en un sentido crea problemas que no existían antes de darlo. Pero el asunto es si es en la dirección correcta o no.

  3. Creo que lo que enseña la experiencia de Alberto es que las transformaciones en el sentido de la soberanía, independencia y justicia no ocurren cuando el gobierno administrativo está disociado del liderazgo político. Porque los cambios no se dan por mera gestión o administración. Se dan cuando el liderazgo marca un sentido de rumbo o direccción y, luego, se administra, en todos los planos, con ese sentido.

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