Ramez Souri, cristiano de Gaza, dice que tiene poco que celebrar esta Navidad. Catorce meses después del inicio de la guerra, sigue durmiendo en los terrenos de San Porfirio, la antigua iglesia ortodoxa griega de la ciudad de Gaza donde el año pasado un ataque aéreo israelí mató a sus tres hijos.
“Este año celebraremos nuestros ritos religiosos y eso es todo”, dijo Souri, de 47 años. “Seguimos de luto y estamos demasiado tristes para celebrarlo ni para hacer nada, salvo rezar por la paz”.
Desde el comienzo de la guerra, cientos de cristianos palestinos se han reunido en dos iglesias de la ciudad de Gaza: San Porfirio y la Iglesia de la Sagrada Familia, una parroquia católica. Han permanecido en los santuarios a pesar de la campaña militar israelí que ha arrasado gran parte de la ciudad.
Pero algunos dicen ahora que la comunidad puede estar en peligro de perder su arraigo de 1600 años en el territorio. Como muchos gazatíes, algunos cristianos simplemente esperan escapar del enclave tras presenciar meses de privaciones, pérdidas y bombardeos. Para quienes ya se han marchado, no está nada claro si algún día se sentirán lo bastante seguros como para volver a casa, incluso después de que la guerra haya terminado.
“Se está poniendo a prueba el futuro de la presencia cristiana en Gaza”, dijo Kamel Ayyad, funcionario de la iglesia de San Porfirio, quien huyó a Egipto en noviembre de 2023, después de que Hamás dirigiera su brutal ataque contra Israel que desencadenó la guerra. “Amo mi patria, todos la amamos, pero no volveré inmediatamente antes de evaluar la situación política y económica”.
Las estimaciones sobre la población cristiana de Gaza oscilan entre unos 800 y más de 1000 personas, aunque se cree que cientos se han marchado a Egipto, Canadá y Australia desde que comenzó la guerra. Entre ellos hay tanto católicos, que celebran la Navidad el 25 de diciembre, como ortodoxos, que celebrarán la festividad el 7 de enero.
El reverendo Munther Isaac, pastor palestino de Belén, en la Cisjordania ocupada por Israel, dijo que muchos cristianos que en su día se habían comprometido a permanecer en Gaza habían visto sus hogares destruidos y ahora simplemente querían mantener a salvo a sus hijos.
“Espero equivocarme, pero me sorprendería que hubiera una fuerte presencia cristiana después de la guerra en Gaza”, dijo Isaac. “Nos dicen: ‘Solo queremos marcharnos, solo queremos escapar de este infierno’”.
El domingo, un importante cuerpo militar israelí dijo que estaba dispuesto a trabajar en la coordinación de la salida de cristianos a terceros países. El asunto coloca a los líderes cristianos en una posición difícil, dijo Isaac. “La Iglesia no quiere ser responsable de vaciar Gaza de la comunidad cristiana”, dijo.
Antes de la guerra, muchos de los cristianos de Gaza eran profesionales de éxito que vivían en Rimal, un barrio antaño próspero de la ciudad de Gaza. A menudo enviaban a sus hijos a la escuela diurna de la Sagrada Familia, además de rendir culto en San Porfirio, que es una de las iglesias más antiguas del mundo.
El papa Francisco, que ha pedido un alto el fuego, hadicho que habla regularmente con un sacerdote de la Sagrada Familia, la única iglesia católica de Gaza.
“Ayer fueron bombardeados niños”, dijo el Papa Francisco el sábado, en una aparente referencia a los ataques militares israelíes en Gaza. “Esto es crueldad. Esto no es la guerra. Quiero decirlo porque conmueve el corazón”.
Al igual que otros gazatíes, muchos cristianos del enclave afirman que sus vidas llevan mucho tiempo ensombrecidas por un ciclo de guerras con Israel y un bloqueo egipcio-israelí que regula estrictamente los viajes y el comercio. El gobierno islamista del territorio, dirigido por Hamás, también les ha causado especial ansiedad.
Hamás ha mostrado apertura con los cristianos, como que altos cargos celebren públicamente las fiestas cristianas. Sin embargo, el gobierno del grupo ha tenido un efecto amedrentador en la comunidad, dijo Khalil Sayegh, analista político gazatí y cristiano.
Antes de que Hamás se hiciera con el control total de Gaza en 2007, los cristianos solían colocar un gran árbol de Navidad cerca de una plaza importante de la ciudad de Gaza. Acólitos engalanados con coloridos uniformes desfilaban por las calles, compartiendo música festiva con instrumentos de viento para dar la bienvenida a las fiestas.
Esa frágil dinámica se vio alterada por el atentado de Hamás del 7 de octubre de 2023, en el que murieron unas 1200 personas y 250 fueron tomadas como rehenes. Israel respondió con una devastadora campaña de ataques aéreos y una invasión terrestre que han matado a más de 45.000 personas, destruido gran parte del enclave y desplazado a casi dos millones.
Casi una semana después del comienzo de la guerra, el ejército israelí ordenó una evacuación masiva del norte de Gaza, incluida la ciudad de Gaza. Aunque los cristianos estaban bien integrados en sus acomodados barrios de la ciudad de Gaza, varios dijeron que tenían demasiado miedo para viajar al sur, más conservador, donde se les ordenó buscar refugio. En lugar de ello, cientos de personas se agolparon en las dos iglesias, con la esperanza de estar a salvo.
La comunidad creó comités para ocuparse de la comida, el alojamiento, la salud y otras necesidades críticas, dijo George Anton, un gazatí que se refugia en la Iglesia de la Sagrada Familia. “Enseguida comprendimos que esto no era como las guerras anteriores, en las que la comunidad internacional intervenía al cabo de una semana o dos”, dijo.
Pero el 19 de octubre, un ataque aéreo israelí tuvo como objetivo una estructura cercana a San Porfirio, que según el ejército israelí estaba siendo utilizada por Hamás. El bombardeo también destruyó un edificio dentro del recinto de la iglesia donde se habían refugiado personas desplazadas, matando al menos a 18, entre ellas mujeres y niños.
A pocos metros, Souri dijo que vio derrumbarse el edificio. Los equipos de rescate encontraron más tarde los cadáveres de sus tres hijos: Suheil, de 14 años; Julie, de 12; y Majd, de 11. Los enterró en una parcela que ve casi todos los días cuando pasea por el recinto de la iglesia, esperando que termine la guerra.
Un niño camina delante de San Porfirio, una iglesia ortodoxa griega de Gaza que resultó dañada durante un bombardeo israelí.Credit…Agence France-Presse — Getty Images
El ejército israelí ha dicho que considera las dos iglesias cristianas de Gaza “lugares sensibles” y que toma precauciones para no dañarlas. Pero el ataque aéreo contra San Porfirio no fue el último episodio. En diciembre de 2023, mientras las fuerzas terrestres israelíes se abrían paso a través de la ciudad de Gaza, dos mujeres fueron asesinadas en la Iglesia de la Sagrada Familia, lo que provocó la condena del Vaticano.
El Patriarcado Latino de Jerusalén dijo que las mujeres murieron por disparos de francotiradores israelíes. El ejército israelí ha dicho que una investigación inicial determinó que un combatiente de Hamás había disparado contra soldados israelíes cerca de la iglesia, lo que les llevó a apuntar a “vigías enemigos” cercanos, pero no dijo directamente cómo murieron las dos mujeres.
Pero los cristianos de Gaza han seguido apoyándose en su fe mientras la guerra sigue martillando. La solidaridad comunitaria persiste, incluso bajo el peso del hambre y el desplazamiento. También reciben apoyo de iglesias de todo el mundo.
Dentro de la relativa seguridad de los muros de la iglesia, la escuela diurna de la Sagrada Familia volvió a abrir sus puertas a principios de este año, dijo Ayyad, el funcionario de la iglesia. Casi todas las demás escuelas de Gaza están cerradas, destruidas o se han convertido en refugios para los desplazados.
La semana pasada, algunos cristianos consiguieron preparar un postre festivo llamado burbara, un pudin de bayas de trigo. Este colorido postre suele asociarse a las preciadas tradiciones navideñas, cuando los cristianos gazatíes invitan a sus vecinos a sus casas.
Este año, los gazatíes de San Porfirio vertieron el trigo, los frutos secos y el azúcar que pudieron encontrar en grandes tinas comunales. Cocinaron la mezcla antes de verter pequeñas cantidades en platos para cientos de personas hambrientas.
“Aunque no supiera como debería, queríamos hacer algo para demostrar que seguimos aquí, a pesar de todo”, dijo Souri.