Las elecciones regionales han dado la victoria a los candidatos del ex-presidente Rafael Correa en las ciudades de Quito y Guayaquil, las más importantes del país, y han sellado la derrota del presidente Guillermo Lasso en un referéndum que dejó en evidencia el descontento con la gestión del mandatario de centroderecha.
Ecuador concurrió a las urnas el domingo 5 de febrero para renovar gobiernos locales, parroquiales, municipales y provinciales. También se escogían siete integrantes del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, el llamado «quinto poder», encargado de la designación, mediante concursos de méritos, de los titulares de los organismos de control del Estado: la Contraloría, la Fiscalía y la Procuraduría, entre otros. Finalmente, el gobierno de Guillermo Lasso, en funciones desde 2021, propuso ocho preguntas de un referéndum para enmendar la Constitución y un conjunto de leyes conexas en temas como inseguridad, reforma política y protección ambiental.
Las preguntas de la consulta popular habían sido parte de una larga telenovela, cuyos primeros capítulos se escribieron en medio de los conflictos entre Lasso y la mayoría opositora de la Asamblea Nacional. En medio de constantes vacilaciones y pasos atrás, dos años después de entrar en funciones, el gobierno sacó de la manga ocho preguntas diseñadas para ganar apoyo popular y debilitar a la oposición: desde permitir la extradición de narcotraficantes hasta reducir el número de parlamentarios y quitarle todas las atribuciones significativas al Consejo de Participación Ciudadana y Control Social.
Durante la campaña, las encuestas dieron consistentemente una clara ventaja al «sí», e incluso la encuesta a boca de urna contratada por un medio de comunicación el día de la votación dio por sentada la victoria para el gobierno. Pero, en un vuelco inesperado que tomó al oficialismo por sorpresa, la victoria del «no» se confirmaría dos días más tarde en todas las preguntas. Si el gobierno buscaba un poco de oxígeno en su batalla con la oposición, le salió el tiro por la culata: la dimensión del rechazo popular a la gestión y de la desconfianza en las intenciones de Lasso es abrumadora. Acosado por la ineptitud y empantanado en la ortodoxia fiscal para gestionar la inesperada bonanza económica provocada por el alza de los precios del petróleo, Lasso está contra las cuerdas por las cifras de inseguridad y desempleo, que han alcanzado niveles sin precedentes. La caída en picada de su popularidad resultó imposible de detener luego de la exitosa campaña de vacunación al inicio de su gestión.
Las elecciones locales ratificarían el veredicto del referéndum. El partido de Lasso, el Movimiento Creando Oportunidades (CREO), perdió la única prefectura provincial que tenía y no ganó ninguna otra; de los tres alcaldes municipales de capitales provinciales que tenía, se quedará solo con el de la ciudad amazónica de Zamora, en el sur-oriente del país. Hasta el momento, CREO habría ganado unas 10 alcaldías en todo el país, cuando en 2019 obtuvo 32.
Junto al monumental descalabro del gobierno, también resultaron ampliamente perdedores el Partido Social Cristiano (PSC), representante de la derecha empresarial, que debió renunciar a sus bastiones de Guayaquil y Guayas, donde había ganado por 30 años ininterrumpidos, y la Izquierda Democrática (ID), un partido social-liberal que emergió como gran sorpresa en las elecciones presidenciales de 2021 y que solo consiguió media docena de alcaldías, entre la cuales figura la de la sureña ciudad andina de Cuenca, antaño su bastión electoral.
Hay tres grandes ganadores de las elecciones locales. En primer lugar, el partido Revolución Ciudadana (RC), del ex-presidente Rafael Correa, que ganó ocho prefecturas provinciales sobre 23, entre ellas las más grandes del país: Pichincha, Azuay, Manabí y Guayas. RC ganó también las alcaldías de Quito y Guayaquil, y otras tres capitales provinciales. Este resurgimiento luego de la debacle de 2019 se debió a un esfuerzo de atraer antiguos partidarios, en especial autoridades locales en funciones, y a otras alianzas locales, casi todas digitadas desde Bélgica, donde reside el ex-mandatario. La flexibilidad estratégica para seleccionar los perfiles de las candidaturas depende crucialmente de esa centralización orgánica: RC atrajo a dirigentes deportivos (el alcalde electo de Guayaquil), a ex-militantes del correísmo que se habían salido de sus filas (la prefecta en funciones de la provincia costera de Santo Domingo, que consiguió la reelección) o dirigentes locales que habían terciado en las elecciones pasadas junto al PSC (como el prefecto en funciones de Santa Elena, también en la Costa, que perdió la reelección). El deterioro económico actual contribuye también a realzar el pasado de una administración que convivió con la prosperidad del boom de los commodities.
El segundo ganador es el Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik, el movimiento electoral ligado a la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), que ganó siete prefecturas (había ganado cinco en 2019). Se trata, en este caso, de prefecturas más pequeñas, de provincias marginalizadas, con importante presencia indígena, salvo la de Tungurahua, en la Sierra central, una provincia más grande y dinámica, donde también ganó por primera vez la alcaldía de Ambato, su capital, una mujer indígena. La flexibilidad en las alianzas electorales de Pachakutik se explica por un factor diferente al del correísmo: la extrema descentralización de su estructura organizativa. Hubo desde alianzas con CREO en la amazónica provincia de Orellana hasta el acuerdo electoral en la provincia de Pichincha con el ex-alcalde de Quito Jorge Yunda, acusado de corrupción durante la pandemia y destituido. La alianza con Yunda facilitó una votación histórica de 25% para el candidato indígena a la prefectura de la provincia, Guillermo Churuchumbi, exitoso ex-alcalde de la ciudad de Cayambe, al norte de Quito.
El tercer ganador es una variopinta constelación de partidos locales, de alcance provincial o municipal, que, en la muestra de resultados de 114 alcaldías, se queda con 31. Cada configuración local es diferente y no se pueden hacer grandes generalizaciones sobre estos movimientos locales, salvo que su número viene aumentando desde hace una década (fueron 26 alcaldías en manos de agrupaciones locales en 2014, 41 en 2019 y podrían superar los 50 en 2023), lo que denota la prolongada crisis terminal de los partidos o movimientos políticos nacionales.
¿Dibujan estos resultados un panorama de lo que cabría esperar para las elecciones nacionales de 2025? En la derecha política la recuperación se ve como los dioses griegos: bella y lejana. Ni CREO ni el PSC parecen poder encarnar una esperanza real. En el centro, las expectativas de ID de representar una opción «moderada» al gobierno de Lasso se han debilitado considerablemente.
De los dos ganadores, el ex-presidente Correa aparece como el gran elector futuro. Pero hay una diferencia esencial entre las elecciones nacionales y las locales: en estas últimas no hay segunda vuelta. El partido de Correa ha demostrado ser el mejor posicionado para las primeras vueltas, cuando es decisivo contar con un «voto duro» de 25% del electorado que puede elevarse unos puntos según la calidad del candidato o de la campaña. Eso basta por el momento para ganar gobiernos locales (en Quito, Pabel Muñoz ganó la alcaldía con 25%). Pero ha demostrado también ser insuficiente. El desempeño del correísmo es más débil en las segundas vueltas, porque en el balotaje no cuentan solo las adhesiones sino, sobre todo, los rechazos, que fueron los que impidieron el triunfo de Andrés Arauz en 2021. Pachakutik parece tener mejores posibilidades en una segunda vuelta, si es que las heterogéneas bases sociales indígenas y sus aliados logran organizarse para tener una opción viable, ideológicamente coherente y unitaria en la primera, lo que es su desafío más difícil.
Otro dato relevante es que está prácticamente descartada cualquier alianza entre ambos movimientos ganadores. Para prueba, un botón: a pesar de la flexibilidad enarbolada por RC y Pachakutik a la hora de buscar aliados, en ninguna de las 221 circunscripciones municipales hubo en 2023 alianzas entre ellos. La distancia sigue siendo tan irreconciliable como en los últimos años.
Pero existe otra opción. En la elección de los siete consejeros del Consejo de Participación hubo 45 candidatos y candidatas que competían por demostrar que no tenían lazos con ningún partido, con ningún político, que no ostentaban trayectoria política alguna, que no respondían a ningún interés. Pero eso mismo impedía todo criterio de discernimiento entre los electores: 45 desconocidos sin pasado ni futuro en la vida pública. Esa elección de consejeros, donde cinco millones de votos nulos o en blanco casi triplicaron el voto del mejor ubicado de los candidatos electos, podría ser el anticipo de un sistema político sin partidos, donde en cada comicio aparecen nuevos aparatos electorales desconocidos para respaldar a candidatos sin historia ni trayectoria ni ideología discernible. Dichos aparatos se desvanecen en la elección siguiente dando paso a otros nuevos en la subsiguiente.
El desconcierto y la desconfianza pululan en ese sistema sin referentes políticos o ideológicos visibles. En el Ecuador forjado en ese panorama podría aparecer algún demiurgo llegado en paracaídas desde ningún lugar. Y en esa lotería, tienen más oportunidades los más poderosos y ricos, no los más organizados.