— Artemio López–
El escrutinio de primera vuelta ya delineó un escenario de extrema polarización, en el que los dos candidatos principales se quedaron con más del 90% de los sufragios, devorándose a los y las postulantes menores y probando, una vez más, que en esta etapa y por lo menos a nivel regional, las avenidas del medio no son anchas ni angostas, sino que no existen tal
Tal como lo señalara en El Destape Alfredo Serrano Mancilla:
En este sentido, quien no se equivoca es el presidente AMLO en México; logró un histórico de votación en 2018 sin acudir al Centro y polarizando contra un modelo injusto y caduco. Y aún mantiene su alta imagen positiva sin necesidad de ello. En Bolivia, tanto con Evo como ahora con Luis Arce, lo mismo: el eterno intento de Centro de Carlos Mesa siempre quedó lejos de la mayoría. En Perú, las opciones de Centro no pasaron a segunda vuelta (ni Guzmán ni Forsyth ni De Soto). En Chile tampoco (ni Parisi ni Provoste). En Ecuador, lo mismo (ni Hervás ni Yaku). Y en Colombia, el Centro (por la Esperanza) fue el espacio político menos votado en la consulta que tuvo lugar el pasado mes de marzo. Gustavo Petro, por el contrario, sin buscar el Centro logró una votación récord para la izquierda con una clara propuesta… (1)
En segunda ronda, en la elección más ajustada de los últimos tiempos como era lógico esperar, Lula venció ajustadamente a Bolsonaro y va por su tercer mandato. A diferencia de sus anteriores mandatos, forjó una coalición muy amplia capaz de sacar al presidente Bolsonaro del poder.
Originalmente los gobiernos del PT combinaron elementos del desarrollismo y el neoliberalismo en una construcción contradictoria, fueron una gran coalición política de trabajadores y capitalistas “win-win”, que permitió ampliar el salario real y reducir la pobreza y la desigualdad manteniendo las ganancias de los capitales productivos y financieros. La caída de la rentabilidad después de la crisis de 2008 rompió la coalición de clases construida durante la administración de Lula.
El gobierno de Dilma Rousseff adoptó una serie de estímulos fiscales para la acumulación de capital privado con magro crecimiento económico. Después de su reelección, el gobierno implementó un programa de “austeridad” típico con tasas de crecimiento negativas y más crisis económica. Sin apoyo político, Rousseff fue destituida del poder “desde dentro” de la coalición.
Antes del golpe parlamentario, el gobierno de Rousseff recurrió a políticas neoliberales para intentar superar la caída del crecimiento asociada con la caída de las tasas de ganancia en el capital brasileño.
Rousseff buscó un acercamiento a los sectores de la burguesía local más concentrada y la financiera, contrario a lo que prometió en campaña contra el neoliberal Aécio Neves.
Las primeras medidas fiscales, anunciadas en enero de 2015, restringieron el acceso de los trabajadores al seguro de desempleo y restringieron los beneficios de la seguridad social. Hubo una reducción del gasto fiscal; la inversión del gobierno federal cayó un 32% en el año 2015.
El gobierno de Dilma capituló ante la visión de las grandes empresas brasileñas, consagrada en su boletín de julio de 2016 (IIDR un think tank vinculado a la gran industria brasileña, “Sin ganancias, sin inversiones” (IEDI, 2016). Realizó un gobierno sin duda y absolutamente “pragmático”, según la nominación de la gramática del poder.
Respecto al gobierno de Dilma, señalaba Gilberto Maringoni, profesor de la Universidad de San Pablo: “El ajuste dejó de ser una opción para el gobierno. Es su propia razón de ser. Si el ajuste termina, el gobierno cae. La contracción, los recortes, el brutal superávit y toda la catilinaria del neoliberalismo heavy metal –que Dilma acusó a Aécio Neves de querer implantar– llegó para quedarse. No es Dilma quien nos gobierna. Es el ajuste”.
En este sentido, Rousseff también “volvió mejor”, digámoslo en clave local. No le alcanzó.
El neoliberalismo puro y duro adoptado por la política económica aumentó el desempleo y redujo el salario real, pero esta capitulación tampoco salvó a Dilma del juicio político en el Congreso y de la institución de un gobierno derecha.
Vamos ahora a intentar desplegar algunos apuntes para un análisis cualitativo de la elección.
Lamentablemente como sabemos, en los últimos años se produjo una fuerte desindustrialización del país, que afectó el desarrollo de los Parques Industriales también.
En este contexto de reprimarización económica y su secuela de desempleo, informalidad y carencias extremas crecientes, Lula perdió la centralidad electoral de los trabajadores industriales.
En definitiva, cambió la base electoral producto por transformaciones estructurales tras décadas de neoliberalismo y también de los límites de su segundo gobierno y los estragos del gobierno de Dilma Rousseff, en especial este último que tuvo más que ver con el modelo neoliberal clásico que con una propuesta popular democrática.
Es ese cambio en el electorado lo que el politólogo brasileño André Singer, portavoz y secretario de prensa de Lula hasta 2006, ha denominado “lulismo” y lo define claramente (2)
El lulismo es una nueva síntesis de elementos conservadores y no conservadores. Por eso es tan contradictorio y difícil de entender. El lulismo valoró el mantenimiento del orden, lo cual tuvo resonancia en los sectores más pobres de la población. En este punto me interesa señalar que, en la formación social brasileña, hay un vasto subproletariado que no tiene cómo participar de la lucha de clases, a no ser en situaciones muy especiales y definidas. Así, lo que hizo el lulismo fue juntar esa valoración del orden con la idea de que un cambio es necesario. ¿Qué tipo de cambio? La reducción de la pobreza por medio de la incorporación del subproletariado; lo que denomino “ciudadanía laboral”. De ese modo el lulismo propone transformaciones por medio de una acción del Estado, pero que encuentra resistencia del otro lado. Basta con prestar atención a los noticieros para ver cómo la lucha política está puesta todo el tiempo en las decisiones económicas. El lulismo propone cambios, pero sin radicalización, sin una confrontación extrema con el capital y, por lo tanto, preservando el orden. En ese sentido, es un fenómeno híbrido, que también incorpora a ese conservadurismo.
Este es el peligro que se avecina para esta nueva administración de Lula. No tendrá mayoría en el Congreso y enfrentará una feroz campaña mediática.
La bestia y su cría social muy extendida es hija de las transformaciones estructurales de la sociedad brasilera. La reprimarización como eje y complementariamente la persistencia a lo largo de los años de una cultura de ultraderecha en parte extendida de la sociedad brasileña, a la que se agrega apenas como impacto lateral el fenómeno de redes. En ese orden.
Esta nueva base electoral organizadora del lulismo no demanda (ni desea), como en las décadas de 1980 y 1990, una ruptura con el pasado o un cambio profundo.
Como plantea Giancarlo Summa : El apoyo a Lula ya no se basa, como en las décadas de 1980 y 1990, en el deseo de una ruptura con el pasado o de un cambio profundo, sino en la expectativa de contar con un Estado lo suficientemente fuerte como para mejorar el nivel de vida de la población –y de los más pobres en primer lugar–, pero sin una radicalización política o una movilización de masas permanente que amenace el statu quo. El lulismo devendrá así en una forma de reformismo débil y de conciliación permanente con las elites políticas y económicas tradicionales. Al optar por apostar todas sus fichas a la actividad gubernamental y a las constantes mediaciones, el PT se ha convertido en un partido dominado fundamentalmente por los parlamentarios y administradores, y por los burócratas que controlan los votos de los afiliados en las convenciones partidarias. Los movimientos sociales y los sindicatos, que eran el núcleo de la identidad del PT y el centro de los otrora animados debates internos, se han vuelto cada vez más secundarios. (2).
Retomando al tema eje de esta breve nota, la desindustrialización y la pérdida de predicamento del lulismo sobre los trabajadores industriales, según datos de 2015 señalemos que :
· San Pablo cuenta con 458 distritos industriales, 168 condominios empresariales, 41 “arranjos productivos” (clusters), 3 polos industriales y 20 parques tecnológicos.
· En Río de Janeiro hay 10 distritos industriales, 12 condominios empresariales, 22 arranjos productivos” (clusters) y 2 polos industriales.
· Minas Gerais cuenta con 48 distritos industriales, 11 condominios empresariales y 33 “arranjos productivos” (clusters)
· Bahía tiene 14 distritos industriales, 18 condominios empresariales, 9 “arranjos productivos” (clusters) y 1 polo industrial
· En Goias hay alrededor de 60, en Rio Grande Do Sul 20 y en
· Rio Grande Do Norte 6.
Como los datos no admiten opiniones o , mejor, las acotan mucho, veamos los resultados de Sao Paulo, por lejos la gran capital industrial de Brasil y otrora bastión del PT y el Lula de los orígenes.
Adicionalmente recordemos la oportuna «recuperación económica» del año pasado, que también reforzó el apoyo a la coalición de Jair Mesías Bolsonaro. El desempleo cayó a su nivel más bajo en casi siete años (todavía está por encima de los niveles anteriores a 2008-2009).
Al respecto, la derrota del lulismo en Sao Paul, capital industrial del país fue contundente .
Por este motivo es lógico que el lulismo gire a la “moderación”, a punto de incorporar a la coalición electoral a sectores ultra conservadores. Es esta torsión un espejo de su nuevo clivaje social dominante.
El mapa electoral es claro, la alegría mucho más:
Que lindo a festa no Nordeste na hora da virada do Lula 😭🚩#Eleicoes2022 #LulaPresidente2022 pic.twitter.com/gfNri5mrV5
— Rhaina 1️⃣3️⃣🚩 (@RhaiThalia) October 30, 2022
En suma un nordeste pobre, donde se empuja a millones a la marginalidad y que mayoritariamente demanda ya lo mínimo, salud y comida.
Insistimos, sin pretender desconocer otras variables, la desindustrialización estructural galopante de Brasil cambió de manera decisiva la dinámica electoral.
El llamado “lulismo” perdió la centralidad de los trabajadores industriales a punto que insistimos pierde San Pablo la capital industrial y a contrario sensu se hace más fuerte en el nordeste pobre sobre el segmento sub proletario.
Son entonces las transformaciones estructurales de la sociedad en especial la reprimarizacion y la precarización que supone la que explican el lulismo pero también explican la aparición y consolidación de la bestia, que no es hija del Facebook ni Tik Tok o Twitter – el triunfo de Bolsonaro en 2018 los analista de ocasión lo atribuyeron a los grupos de Whatsapp (¡) – e incluso otros elementos coyunturales como los efectos del “discurso de odio” , que en rigor es consecuencia de la historia ideológica de la derecha brasilera, fuertemente segregacionista y de racismo extremo combinada ahora con estas transformaciones estructurales que también impactan sobre los segmentos medios, antiguos trabajadores industriales que ven crecer su malestar con la política tradicional.
Los daños del neoliberalismo son muy profundos y en muchos casos ya de larga duración. Su reversión por el lulismo y su coalición de centro moderado no está para nada clara.
Como señala Alejandro Marcó del Pont (4) La decisión de Lula de designar al conservador Geraldo Alckmin como candidato a vicepresidente constituye, según Breno Altman, una estrategia que apunta a reemplazar el debate izquierda/derecha por la discusión democracia/neofascismo, mismo debate que se da en Europa y, que, seguramente se dará en Argentina, donde la duda se encuentra del lado de la democracia. Aunque electoralmente conveniente, la incertidumbre sobre la posibilidad de lograr revertir las políticas neoliberales quizás sea el mayor interrogante.
En fin, que una vez que asuma Lula, gobernar y reconstruir Brasil estragado por el neoliberalismo re primarizador y con una coalición como la que triunfara en estas elecciones , con la nueva y extendida base electoral sub proletaria como organizador central del apoyo al lulismo, será posible, pero muy complicado.
Y será un reto muy complejo, pues aún con las “demandas atenuadas” del la nueva nuevo columna vertebral sub proletaria del lulismo, en Brasil parece no haber lugar para nadie, ni los mas carecientes, cuando sabemos que “o 1% mais rico no Brasil possui 49,3% da riqueza total” (5). Así están las cosas.
A partir del 1 de enero de 2023, el viejo joven Lula va a pilotear en medio de la tormenta. Horas de vuelo no le faltan, coraje, le sobra.
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Notas
(1) “El centro no existe”
(2) “Os Sentidos do Lulismo: Reforma Gradual e Pacto Conservador”
(3) “El Regreso de Lula a un Brasil de rodillas”
(4) “La metamorfosis de Brasil”
(5) “Digital Money Informe”