Oti
La relevancia de debatir y discutir estas cosas, querido Artemio, no es por un prurito histórico, es porque las personas, sobre todo cuando son jóvenes, tienden a identificarse con “causas” ideológicas, modas, lo “socialmente aceptable” dentro de grandes grupos, etc. a involucrarse emocionalmente en eso, lo que genera pérdida de racionalidad y rigor teórico y conceptual, además de perfilamiento individual.
Se trata de tendencias casi espontáneas en los individuos que, si no se corrigen con el desarrollo de virtudes personales y valores intelectuales y morales, conducen, por lo general, a callejones sin salida.
Esto puede suceder en cualquier época y se torna una cuestión acuciante porque en nuestro país están empezando a germinar o incubar tendencias alarmantes cuyo desarrollo puede llevar a otra catástrofe desde el punto de vista de los derechos humanos, la economía y la sociedad. Ya no se necesita al Partido Militar para que pueda ocurrir eso. Puede ocurrir por otras vías.
Por eso es tan importante empezar a saldar este debate sobre la “violencia política” en el período 1955-1983. Si se lo encara desde el rigor conceptual y creatividad intelectual y un espíritu liberado de ataduras emocionales y prejuicios, se puede llegar a conclusiones muy importantes que pueden iluminar el camino que tendrá que recorrer la juventud argentina para lograr la reconstrucción del país y liberarlo en el futuro.
Yo insisto en que ese camino va a ser muy difícil si un sector significativo de la juventud no desarrolla virtudes personales que contrarresten los vicios que hay por doquier, sean vicios personales de la vida privada o vicios políticos como el “sectarismo”.
Por ej. el sectarismo no es pertenecer a una “secta”, es lo más común y espontáneo que existe. Es tener la tendencia sistemática a encerrase con un grupo de personas afines o amigas porque nos sentimos cómodos con ellas, es una zona de confort. Eso solo ya es sectarismo, “interés de círculo”, si se quiere. Las agrupaciones políticas están llenas de esto. En una UB donde van 15 personas, ya se forma un círculo de 3 o 4. Imagínense a niveles mayores. Se reproduce de abajo para arriba y viceversa.
Si bien estas cosas son inclinaciones naturales de los seres humanos, no deben perturbar el desarrollo del análisis racional. El sectarismo o el interés de círculo se basan en debilidades humanas, se protegen esas debilidades en lugar de superarlas por medio de la consistencia individual y colectiva.
Todas estas cosas hay que diagnosticarlas como problemas políticos porque influyen en la política y su desarrollo. Hay que superarlas para que se recupere el dinamismo y la representatividad de las organizaciones. Porque sino todo funciona en base a los deseos, impulsos o ambiciones de los distintos intereses de círculos o sectarismos. Eso atrae a algunos y genera la apatía y neutralidad o aversión de otros. Todo esto significa dispersión, pérdida de potencial, etc. etc. Desde dentro del pequeño interés de círculo estos déficits no se ven porque las pequeñas ambiciones solo ven a muy corta distancia.
No nos quejemos de una parte del pueblo que posibilitó con su voto el actual gobierno, si un militante político más o menos “formado” no sabe distinguir un aporte valioso del que no lo es o una persona valiosa de la que no lo es.
Nuestra generación lo que tiene que hacer desde el punto de vista formativo de los jóvenes, creo yo, no es enseñar historia o dar lecciones, o enseñar ideologías o doctrinas. Lo que tiene que hacer es plantearles problemas a los jóvenes que no presupongan información previa, y orientarlos a posicionarse de la mejor manera para resolverlos, cosa que se despierte en ellos la curiosidad y el deseo de resolverlos y que tengan que poner en juego elementos intelectuales, emocionales y morales.
No se trata de bajar una línea ideológica desde arriba o de la dirección centralizada, ni un programa ni una doctrina y que se la aprendan y se acostumbren a deducir y a aplicarla por deducción. Esto no sirvió ni a la izquierda peronista ni a la ortodoxia peronista, ya está probado que no sirvió.
Como no supimos, luego de la muerte de Perón y la última dictadura, pararnos ni ante nuestros propios hijos, ni ante los jóvenes que vinieron luego, los dejamos a su suerte, a que cada uno asimile el pasado como pueda. La profunda derrota de los ’70 que desembocó en la peor dictadura de todas, quedó desconectada de las generaciones posteriores, de igual modo que el intento de asesinato de Cristina va quedando desconectado actualmente. Todo lo que no se procesa concientemente, queda en algún lugar y, luego, sale de la peor forma.
Lo primero y principal son las personas, los individuos, el desarrollo de sus valores morales e intelectuales y sus virtudes. Sin esto no sirve de nada producir cuadros super desarrollados. Al contrario, es peor. Perón se había dado cuenta de esto ya a principios de los años ´50, por eso se propuso el plan de las escuelas de conducción.
La facultad de “conducir” está en germen o potencialmente en todas las personas, adultos y jóvenes, niños y viejos, mujeres y hombres. Solo que no se encuentra desarrollada, no se la cultiva a lo largo de la vida. Esto era lo que observaba Perón desde los 19 o 20 años, cuando, con el grado de subteniente, empezó a tener jóvenes a sus órdenes.
El desarrollo de esa facultad de conducir es el factor más importante de cualquier revolución o transformación social, mucho más importante que cualquier clase se teoremas, axiomas y postulados de cualquier ideología.
Ese “factor subjetivo” se objetiva por medio de ideologías, doctrinas y formas de ejecución para que se pueda formar lo colectivo. Sin ese factor subjetivo lo colectivo se forma al modo “masas” reactivas, no de “pueblo” a favor de una causa positiva.
Alucinado de que todavía ande Oti por el éter.
Desde los tiempos de blogger que no leía algo suyo. (Claro, deje blogger)