HABLAMOS DE NUESTRA POSTURA RESPECTO DEL PLANTEO DE LA VICEPRESIDENTE : “Hay que encarcelar a todos los Montoneros”
Cómo y desde dónde nosotros analizamos ese discurso de la Vicepresidente.
Y fundamentalmente lo que significó la Organización MONTONEROS en la lucha de Clases y la lucha Antiimperialista en Argentina.
Y cómo se libro en términos violentos y militares la lucha de Clases dentro del Peronismo.
El “negro” Soares ingresó a la militancia cursando la secundaria en la ciudad de Mar del Plata, Su paso por la CGT de los Argentinos, central de trabajadores que en el momento de su fundación en el año 68 buscaba acompañar los sectores en resistencia y mas combativos, a la vez que se oponían a un pacto de los trabajadores con la dictadura de Onganía. Proviene de una familia militante que marcó un camino ha seguir: “Mi abuelo era un negro Caboverdeano….había fundado el sindicato de petroleros del Estado de Mar del Plata, asi que algo tenía de eso”.
Recordando anécdotas asegura que al ingresar a Montoneros en el año 72 el “sordo” Sergio, militante montonero con quien Eduardo tiene el primer encuentro, le dijo: “a este proyecto se entra de por vida. De la organización se puede entrar e ir en cualquier momento, de donde no se puede ir es del proyecto revolucionario”.
En la entrevista narra los hechos que hicieron que caiga preso en el año 75 con Silvia Gigante, referente de Montoneros, por utilizar un auto que había sido robado al Jefe de Regimiento de Olavarria. Durante diez días estuvieron incomunicados y desaparecidos para la justicia, hasta que blaquearon su situación.
Su padre colaboró con la organización en la toma de la comisaria donde se encontraba preso. La operación se frustra y lo trasladan a sierra chica, en el mismo momento donde un grupo comando ingresa en su casa, secuestra y ejecuta a su padre.
En su relato cuenta que terminó la carrera de Abogacía luego de salir preso, profesión que ejerce hasta hoy en la defensa de luchadores políticos.
Respecto al peronismo afirma: «Nosotros creíamos que el peronismo nace a la vida política como una alianza de clases que se rompe a poco de empezar, y que esa alianza de clases que se da en términos objetivos -obreros, empresarios- después del ’55 se da en términos subjetivos, y Montoneros es la expresión mas alta de esa lucha de clases interna que se libra en el peronismo, con el objeto que el peronismo sea el vehículo para el peor de los capitalismo -como ocurrió de Menem hasta hoy- o para la construcción del socialismo en Argentina».
Hoy ( año 2015) el «Negro» Soares se encuentra colaborando con la Gremial de Abogados, y el Frente de Resistencia Nacional.
@barricadatv
barricadatv@gmail.com
La cuestión de la conciliación o alianza de clases o lucha de clases es de la problemática marxista que, en los años ’60, era una ideología dominante como clima de época por el prestigio de la revolución cubana en el ’59, el maoismo y la izquierda Francesa en los ’60, etc.
El marxismo, en sus diferentes versiones, era una ideología muy seductora para sectores intelectuales y juveniles de la sociedad argentina.
Pero para el peronismo, entendido desde la perspectiva del líder de conducción, la problemática relevante era otra.
En el poder, la cuestión era el proyecto de integración económica latinoamericana como forma de consolidar las políticas internas de soberanía, independencia y justicia social. Esto era muy distinto a consolidarse por medio de una lucha de clases que imponga la dictadura de la clase obrera sobre la burguesía.
La izquierda peronista de fines de los ’60, concluyó explícita o implícitamente, que el derrocamiento del peronismo en el ’55 se debió a qué no hizo los cambios estructurales internos que le dieran permanencia. Y que el proyecto revolucionario venía a subsanar eso.
Esto, simplemente es una asunción ideológica.
La permanencia del régimen cubano, por ej., tuvo mucho que ver, a mi juicio, con la forma en que se incubó, desarrolló y epilogó la crisis de los misiles de 1962, lo que se vinculaba a la decisión de Fidel Castro de recostarse en la URSS.
Para la problemática del peronismo desde la perspectiva del líder de conducción la lucha decisiva no es entre clases internas dentro de un país, sino entre pueblos y oligarquías que sostienen a los imperialismos a lo largo de la historia.
El liderazgo de conducción trata de hacer del pueblo, a pesar de todas sus difereciaciones internas y heterogeneidades, un bloque conducible que pueda neutralizar al poder oligárquico que es “supranacional”.
Con la ideología marxista no se puede entender esto. Todas las categorías que usan en lo que al tema concierne son erradas y confusas. No hay “etapas”, ni roles de distintas clases para cada etapa.
El marxismo no identifica ninguna clase “extra nacional”. Solo habla de “internacionalización” del capital inglés, alemán, americano, etc., como si de secciones nacionales se expandiera.
Toda esta problemática, tal como la plantea el marxismo, es equivocada.
El planteamiento a lo Perón era menos sofisticado ideológicamente pero mucho más agudo y realista.
Hay mucha tela para cortar en esto.
La relevancia de debatir y discutir estas cosas, querido Artemio, no es por un prurito histórico, es porque las personas, sobre todo cuando son jóvenes, tienden a identificarse con “causas” ideológicas, modas, lo “socialmente aceptable” dentro de grandes grupos, etc. a involucrarse emocionalmente en eso, lo que genera pérdida de racionalidad y rigor teórico y conceptual, además de perfilamiento individual.
Se trata de tendencias casi espontáneas en los individuos que, si no se corrigen con el desarrollo de virtudes personales y valores intelectuales y morales, conducen, por lo general, a callejones sin salida.
Esto puede suceder en cualquier época y se torna una cuestión acuciante porque en nuestro país están empezando a germinar o incubar tendencias alarmantes cuyo desarrollo puede llevar a otra catástrofe desde el punto de vista de los derechos humanos, la economía y la sociedad. Ya no se necesita al Partido Militar para que pueda ocurrir eso. Puede ocurrir por otras vías.
Por eso es tan importante empezar a saldar este debate sobre la “violencia política” en el período 1955-1983. Si se lo encara desde el rigor conceptual y creatividad intelectual y un espíritu liberado de ataduras emocionales y prejuicios, se puede llegar a conclusiones muy importantes que pueden iluminar el camino que tendrá que recorrer la juventud argentina para lograr la reconstrucción del país y liberarlo en el futuro.
Yo insisto en que ese camino va a ser muy difícil si un sector significativo de la juventud no desarrolla virtudes personales que contrarresten los vicios que hay por doquier, sean vicios personales de la vida privada o vicios políticos como el “sectarismo”.
Por ej. el sectarismo no es pertenecer a una “secta”, es lo más común y espontáneo que existe. Es tener la tendencia sistemática a encerrase con un grupo de personas afines o amigas porque nos sentimos cómodos con ellas, es una zona de confort. Eso solo ya es sectarismo, “interés de círculo”, si se quiere. Las agrupaciones políticas están llenas de esto. En una UB donde van 15 personas, ya se forma un círculo de 3 o 4. Imagínense a niveles mayores. Se reproduce de abajo para arriba y viceversa.
Si bien estas cosas son inclinaciones naturales de los seres humanos, no deben perturbar el desarrollo del análisis racional. El sectarismo o el interés de círculo se basan en debilidades humanas, se protegen esas debilidades en lugar de superarlas por medio de la consistencia individual y colectiva.
Todas estas cosas hay que diagnosticarlas como problemas políticos porque influyen en la política y su desarrollo. Hay que superarlas para que se recupere el dinamismo y la representatividad de las organizaciones. Porque sino todo funciona en base a los deseos, impulsos o ambiciones de los distintos intereses de círculos o sectarismos. Eso atrae a algunos y genera la apatía y neutralidad o aversión de otros. Todo esto significa dispersión, pérdida de potencial, etc. etc. Desde dentro del pequeño interés de círculo estos déficits no se ven porque las pequeñas ambiciones solo ven a muy corta distancia.
No nos quejemos de una parte del pueblo que posibilitó con su voto el actual gobierno, si un militante político más o menos “formado” no sabe distinguir un aporte valioso del que no lo es o una persona valiosa de la que no lo es.
Nuestra generación lo que tiene que hacer desde el punto de vista formativo de los jóvenes, creo yo, no es enseñar historia o dar lecciones, o enseñar ideologías o doctrinas. Lo que tiene que hacer es plantearles problemas a los jóvenes que no presupongan información previa, y orientarlos a posicionarse de la mejor manera para resolverlos, cosa que se despierte en ellos la curiosidad y el deseo de resolverlos y que tengan que poner en juego elementos intelectuales, emocionales y morales.
No se trata de bajar una línea ideológica desde arriba o de la dirección centralizada, ni un programa ni una doctrina y que se la aprendan y se acostumbren a deducir y a aplicarla por deducción. Esto no sirvió ni a la izquierda peronista ni a la ortodoxia peronista, ya está probado que no sirvió.
Como no supimos, luego de la muerte de Perón y la última dictadura, pararnos ni ante nuestros propios hijos, ni ante los jóvenes que vinieron luego, los dejamos a su suerte, a que cada uno asimile el pasado como pueda. La profunda derrota de los ’70 que desembocó en la peor dictadura de todas, quedó desconectada de las generaciones posteriores, de igual modo que el intento de asesinato de Cristina va quedando desconectado actualmente. Todo lo que no se procesa concientemente, queda en algún lugar y, luego, sale de la peor forma.
Lo primero y principal son las personas, los individuos, el desarrollo de sus valores morales e intelectuales y sus virtudes. Sin esto no sirve de nada producir cuadros super desarrollados. Al contrario, es peor. Perón se había dado cuenta de esto ya a principios de los años ´50, por eso se propuso el plan de las escuelas de conducción.
La facultad de “conducir” está en germen o potencialmente en todas las personas, adultos y jóvenes, niños y viejos, mujeres y hombres. Solo que no se encuentra desarrollada, no se la cultiva a lo largo de la vida. Esto era lo que observaba Perón desde los 19 o 20 años, cuando, con el grado de subteniente, empezó a tener jóvenes a sus órdenes.
El desarrollo de esa facultad de conducir es el factor más importante de cualquier revolución o transformación social, mucho más importante que cualquier clase se teoremas, axiomas y postulados de cualquier ideología.
Ese “factor subjetivo” se objetiva por medio de ideologías, doctrinas y formas de ejecución para que se pueda formar lo colectivo. Sin ese factor subjetivo lo colectivo se forma al modo “masas” reactivas, no de “pueblo” a favor de una causa positiva.
Coincido con Oti en que el marxismo subestima la cuestión nacional a pesar de haber derramado ríos de tinta en torno a ella. Su argumento más típico es que la nacionalismo, lo nacional en general, responde a los intereses de la burguesía, mientras que el proletariado sería internacionalista por naturaleza. Esto es falso.
La que es internacionalista —porque no tiene patria, porque su patria es el dinero— es la burguesía, no el proletariado. La cuestión nacional es clara porque es simple: el derecho al territorio es un atributo de cualquier especie (el espacio vital alemán -el Lebensraum- no es diferente al espacio vital ruso en torno a Ucrania).
En mi época se solía preguntar: ¿qué diferencia a un obrero argentino de uno chileno? Nada, se respondía. Pero la diferencia es así de sencilla: uno está aquí y el otro allí (esto no supone —aclaro por las dudas— que me declare enemigo de la Patria Grande).
La prioridad de lo nacional sobre lo social es transparente. Lo social surge dentro de lo nacional (y todos sus antecedentes: el clan, la tribu, la comunidad). Y no al revés.
Supongamos: una tribu se divide por una cuestión social, dado que una parte de ella no admite los privilegios que la otra parte le otorga a cierto clan. Esta división constituye, pues, una nueva tribu: a partir de lo social terminamos en una nueva “nación”. Supongamos, ahora, lo contrario: la tribu se rebela contra ese clan y “hace la revolución” liquidando sus privilegios: también el proceso concluye constituyendo una nueva nación, es decir, una nación renovada. En cualquier caso, lo social pasa y lo local —tribal, comunal o nacional— es lo que queda.
La lucha de clases existe, sin duda. Pero no es la ley del desarrollo histórico.
Eso en cuanto a lo estructural. El marxismo está estructuralmente imposibilitado de comprender fehacientemente el problema nacional porque es tan cartesiano como su enemigo declarado, la burguesía, y comparte con ella la esencia de su visión del mundo. Por supuesto que, entre los diversos marxismos, hay, a veces, kilómetros de diferencia. Por citar un caso, no puede decirse de Néstor Kohan lo mismo que del PTS.
Sin embargo, desde lo contingente —y estoy seguro que concluirán que están frente a un bipolar irremediable—, no está para nada claro que el marxismo —o el comunismo o como quieras llamarle— no haya contribuido, en los hechos, de modo significativo a los procesos de liberación nacional, comparado con los sectores nacionalistas. Insisto: comparado con los sectores nacionalistas que se prenden fuego de solo escuchar la palabra comunismo.
Y ello, en primer lugar, por una razón muy simple. Al aniquilar el papel socioeconómico de la burguesía y la oligarquía se elimina de cuajo el agente del imperialismo, de cualquier imperialismo. Mientras es menos evidente que el comunismo se haya constituido, a su vez, en un imperialismo que haya amenazado al planeta entero, como el anglo-estadounidense.
El sopapo que le da el marxismo a los traidores a la patria no puede compararse con el del nacionalismo. El de este parece un tirón de orejas al lado de aquel.
Si tomamos algunos de aquellos procesos, desarrollados durante el siglo XX, se puede ver que en todos estuvo presente la izquierda marxista y, algunos, fueron directamente dirigidos por ella.
Por ejemplo, en:
– Angola, en 1975, que se independiza de Portugal.
– Argelia, en 1962, que se independiza de Francia.
– Camboya, en 1953, que se independiza de Francia.
– Laos, en 1953, que se independiza de Francia.
– Libia, en 1951, que se independiza de Francia y el Reino Unido.
– Indonesia, en 1949, que se independiza de los Países Bajos.
– India y Pakistan, en 1947, que se independizan del Reino Unido.
– Corea, en 1945, que se independiza de Japón.
– Vietnam, en 1945, que se independiza de Francia.
Ahí tienes 10 procesos de independencia nacional con presencia de la izquierda marxista.
Y eso sin mencionar los desarrollos —cientos en todo el mundo— de luchas antiimperialistas en semicolonias que no terminaron —o no han terminado aun— en verdaderas independencias.
Pero más allá de su participación directa, tampoco hay que despreciar el clima que crearon las revoluciones sociales del siglo XX. Muchos países avanzaron en su “nacionalización”, precisamente, por no “caer en las garras del comunismo”. Muchas burguesías nacionales se pusieron los pantalones largos nacionalistas para no ser devoradas por las masas. El comunismo, pues, fue un fermento para nada despreciable de esos procesos.
Perón tomó demasiado en serio el comunismo. El comunismo no fue comunista casi en ningún sitio y, cuando lo fue, lo fue por breves períodos. Fue un capitalismo de estado bajo control burocrático que expropió a los poderosos, claro, pero nunca logró un reparto igualitario de la riqueza ni un gobierno ni una democracia obrera. Sin embargo, fue —y tal vez a pesar suyo— un gran nacionalista.
De todos modos plantear la “cuestión nacional” sigue siendo la problemática ideológica del marxismo en alguna de sus diferentes versiones.
El problema de fondo es que el marxismo “teórico” solo ve burguesías en naciones o países. Y ve las luchas “internacionales” como luchas interburguesas.
El planteo teórico que yo hago es que solo hay naciones soberanas cuando un pueblo puede desposeer de los resortes y recursos fundamentales a las oligarquías que los controlan.
Esas oligarquías no son “burguesías nacionales” que se van internacionalizando, sino que son soportes de un imperio global donde los mal llamados “Estados Nacionales” (sin soberanía) son objetos de su dominación.
El problema del marxismo es que no puede concebir, con las categorías heredadas de los fundadores, a una clase social de una estructura global o imperial.
Al no poder concebir eso, entra en muchas ambigüedades y equívocos y yerros catastróficos.
La llamada cuestión “nacional” (a secas) es una problemática diferente a la cuestión soberana, en la que el pueblo, por medio de liderazgo de conducción, sí juega un papel muy importante.
La cuestión nacional soberana no es, en lo principal, no dejarse dominar por otro “Estado Nacional” sino no dejarse dominar por oligarquías globales.
Esta es la verdadera cuestión social: la de los pueblos vs. los imperialismos. Esto es así desde hace 2500 años.