Gunslinger: La ira despolitizada

Lejos de ser un ideólogo, Luigi Mangione se asemeja más a un votante indeciso medio: con una mezcolanza de opiniones políticas pero decididamente enfurecido por las barbaridades de un sistema de salud privado, con indomable ánimo de lucro.

“inventar nuevas formas de involucramiento político,
revivir instituciones que se han vuelto decadentes,
convertir la desafección privatizada en ira politizada”.

Mark Fisher

La ira de Luigi Mangione no era estrictamente ideológica

El perfil y los antecedentes de Luigi Mangione, el hombre acusado de asesinar la semana pasada al consejero delegado de UnitedHealthcare, Brian Thompson, están cada vez más claros. Por un lado, tras días de especulaciones, ahora podemos afirmar con más seguridad que el móvil estaba relacionado con la atención sanitaria, más allá de las palabras «negar», «defender» y «deponer» escritas en los casquillos de bala encontrados en el lugar del crimen. Cuando fue detenido, Mangione llevaba encima una declaración de dos páginas en la que se quejaba de que «Estados Unidos tiene el sistema sanitario más caro del mundo y, sin embargo, ocupamos aproximadamente el puesto 42 en esperanza de vida» y de que empresas como UnitedHealthcare «simplemente se volvieron demasiado poderosas y siguen abusando de nuestro país para obtener inmensos beneficios».

Varias voces irresponsables saltaron sobre detalles como este para declarar que el sospechoso era un «izquierdista» o incluso que se trataba de alguien «claramente fan» de Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez. Mangione tenía quejas respecto del sistema de salud de EE.UU. y las aseguradoras privadas, la izquierda también cuestiona ambas cosas; ergo, él debe ser de izquierda (este parece ser el nivel de sofisticación de este análisis).

Pero un examen de los rastros digitales de Mangione muestra que la realidad es muy diferente, y mucho más interesante. Lejos del estereotipo de izquierdista zoomer radicalizado hasta la violencia por BreadTube y por Sanders que obsesiona al imaginario conservador, Mangione parece haber sido, como muchos estadounidenses, alguien con una mezcolanza de opiniones y creencias políticas que no encajan claramente en ninguna categoría del espectro político.

En las últimas décadas, demasiados estadounidenses atomizados tomaron las armas y llevaron a cabo espeluznantes actos de violencia, generalmente movidos nada más que por el deseo de dañar y matar por el mero hecho de hacerlo. Pero Mangione podría ser un signo de algo nuevo: alguien moderado políticamente sin pertenencia a ningún movimiento, sin historial de activismo y sin una ideología sólida, aparentemente radicalizado por un sistema fallido, que lo llevó a creer que el asesinato era la forma de arreglarlo.

El votante indeciso como tirador

Mirando a través de esta ciudad,me pregunto cómotodas las cosas que nos hicieron grandesquedaron tan atrás.
Este solía ser un lugar pacífico.Gente decente, trabajadora.Ahora se esconden detrás de puertas cerradas.Tienen miedo de decir lo que piensan.
Creo que necesitamos un pistolero.Alguien duro para domar esta ciudad.Creo que necesitamos un pistolero.Habrá justicia por todos lados.

Se podría seleccionar el rastro digital que Mangione dejó tras de sí para hacer que su tendencia política se pareciera a cualquier cosa que uno pretenda. ¿Quieres que sea de izquierda? Podrías señalar la parte de su cuenta de Goodreads, ahora inaccesible, en la que le dio «like» una cita de Kurt Vonnegut sobre cómo «se insta a los estadounidenses pobres a odiarse a sí mismos» y a otra en la que profesaba interés por leer The New Jim Crow y The Autobiography of Malcolm X, de Michelle Alexander. Incluso podrías subrayar su aversión por Jordan Peterson, de quien dijo que «complica en exceso todo lo que dice en voz alta, malgastando el ancho de banda mental de todo aquel que intente descifrarlo».

¿Quieres que sea un ecologista radical? Entonces destaca su valoración de cinco estrellas de la fábula ecologista del Dr. Seuss El Lorax, su interés por leer libros sobre la crisis climática como Merchants of Doubt y How to Avoid Climate Disaster, o sus retuits señalando la contribución del carbón al cambio climático y celebrando la absolución de activistas por los derechos de los animales que robaron lechones en una granja.

¿Lo prefieres como tech bro libertario? Bueno, hay muchos tuits y retuits suyos sobre inteligencia artificial (IA) que reflejan tanto asombro como preocupación por esta tecnología emergente. En su lista de libros favoritos aparece una biografía aduladora de Elon Musk, retuiteó una charla de Peter Thiel y expresó interés por libros sobre Steve Jobs y las start-ups, así como también por La rebelión de Atlas. También puedes fijarte en su retuit apoyando la filantropía multimillonaria, su pasión por la agricultura celular (una «oportunidad irreal para los inversores minoristas») o su retuit de un hilo en el que se acusaba a la Antigua Roma de caer porque «se convirtió en un estado de bienestar insostenible» que transformó a gran parte de la población en parásitos adictos al entretenimiento.

Si se quiere culpar de sus acciones al movimiento por los derechos humanos, se pueden señalar selectivamente algunos datos. Mangione quería leer Of Boys and Men: Why the Modern Male Is Struggling, Why It Matters, and What to Do About It, y retuiteó cosas que podrían interpretarse como coincidentes con ese movimiento: denunciando que «la masculinidad tóxica es un mito dañino» y lamentando «lo triste que es que la pregunta “¿son importantes los hombres?” no pueda responderse con un simple “sí”». Además afirmaba que «los hombres están hechos para situaciones imposibles y hazañas audaces» y «nacen con un corazón de héroes», una característica que «la sociedad se esfuerza mucho en sofocar».

Sus posiciones políticas también podrían atribuirse a los podcasts de derecha populares entre los jóvenes. A Mangione le gustaban el ejercicio y el bienestar, parecía un apasionado de la psilocibina y otras sustancias que alteran la mente, era fan del polémico científico y podcaster Andrew Huberman —a menudo acusado por los liberales de, entre otras cosas, difundir pseudociencia y sentimientos antivacunas— y parecía estar en general en contra de las políticas de confinamiento por el COVID. Por ejemplo, retuiteó una historia sobre ciudadanos chinos que se rebelaban contra el «estado de terror “Covid cero”» de su país y «reafirmaban su dignidad humana frente a la máquina de control más deshumanizadora del mundo actual».

Quienes quieran pintarlo como un reaccionario de derecha más tradicional, también encontrarán material. Mangione tuiteaba y retuiteaba con frecuencia críticas a la «wokeness» y era admirador del profesor de la Universidad de Nueva York Jonathan Haidt, autor de The Coddling of the American Mind, una crítica de la cultura de la cancelación que figuraba en la lista de «libros a leer» de Mangione. Mein Kampf también aparece en esa lista, por si fuera necesario.

Por otra parte, se le podría considerar fácilmente como algo mucho más intermedio. «Creo que este libro pasará a la historia como el texto filosófico más importante de principios del siglo XXI», tuiteó Mangione sobre What’s Our Problem, de Tim Urban, una especie de manifiesto centrista que sostiene que el tribalismo causado por la toma del poder de los partidos políticos por sus extremos es el problema fundamental de nuestra era, ensalzando al ex presidente de la Coalición de Nuevos Demócratas, el diputado Derek Kilmer, y diciendo cosas como que «sin la carga de un rígido apego a una ideología, [la gente] puede combinar ideas de todo el espectro para formar un supercerebro político ágil que pueda responder con matices a los tiempos cambiantes». También retuiteó cosas sobre los peligros de la polarización política y se interesó por el libro de Ezra Klein Why We’re Polarized.

Un estadounidense normal

Resulta que Mangione tiene un montón de opiniones políticas diferentes (al menos por lo que se puede ver hasta el momento) que hacen difícil ubicarlo en el típico cuadrante político. Parece haber sentido pasión por la salud, la forma física y los alucinógenos y una preocupación ante los efectos de adicción a la dopamina propios de la tecnología moderna y las redes sociales. Expresó un interés no exento de preocupación por la tecnología emergente de la inteligencia artificial. También manifestó su aversión a la «wokeness» y su preocupación por el cambio climático y la calidad de los alimentos; y, en última instancia, su odio a la rapaz industria de los seguros sanitarios. En otras palabras, sus posiciones políticas son las de un estadounidense bastante normal.

Es más, es un estadounidense normal que parece haber tenido su propia experiencia personal con esa industria tan odiada. Varias personas que conocían a Mangione confirmaron a los medios de comunicación y a los periodistas que sufría graves dolores de espalda, y su imagen de portada de Twitter/X es una radiografía de lo que, presumiblemente, es su columna vertebral. Varios de los libros que decía querer leer —Healing Back PainBack in ControlDo You Really Need Spine Surgery?, entre otros— tratan sobre ese tema. Al parecer, buscó consejo al respecto en Reddit, tal y como informa Forbes, y otros mensajes desenterrados por la CNN lo muestran hablando de los efectos debilitantes que los problemas de columna y otras cuestiones médicas tenían en su vida.

¿Podría ser eso lo que le llevó a la opinión, expuesta en su declaración de dos páginas, de que las aseguradoras sanitarias eran «parásitos» y de que el asesinato que cometió era algo que «había que hacer» para enfrentarse a su «corrupción y codicia» con «honestidad brutal»? Evidentemente, la opinión de que un acto de violencia escandaloso era su única opción era algo que había estado dando vueltas por su cabeza durante el último año.

Los internautas estuvieron difundiendo su reseña de febrero de 2024 sobre el manifiesto del Unabomber Ted Kaczynski, en la que lo define como un «individuo violento» que fue «encarcelado con razón», pero también sostiene que, sin embargo, seguía siendo «un revolucionario político extremo». Luego comparte una cita que dijo haber encontrado «interesante», acerca de cómo las protestas pacíficas habían sido ineficaces y de que solo «cobardes y depredadores» decían que la violencia no resolvía nada. Además retuiteó una versión paródica de un intercambio entre Batman y el Joker, donde se sugiere que el superhéroe se equivoca con su famosa negativa a matar a su némesis porque eso significa condenar a muerte a «un montón de familias inocentes».

No es difícil establecer la conexión entre un razonamiento como éste y las acciones de Mangione. Por supuesto, a diferencia de lo que ocurre con el Joker en el universo de Batman, el asesinato de Thompson por parte de Mangione no salvó ninguna vida ni lo hará; así como no hará que UnitedHealthcare sea menos rapaz ni conducirá al establecimiento de un seguro de salud universal en los Estados Unidos. Su único efecto fue la muerte de Thompson.

¿Algo nuevo?

Tendemos a pensar que la violencia política la cometen los fanáticos: radicales en un extremo u otro del espectro político, cuya ideología los lleva a cometer actos que la mayoría de la gente nunca consideraría, como disparar o poner bombas para avanzar en los objetivos de un movimiento o grupo. Pero en los Estados Unidos del siglo XXI estamos empezando a ver actos de violencia perpetrados no por extremistas ideológicos sino por individuos con el perfil del típico votante indeciso.

El joven de veinte años que estuvo a punto de matar a Donald Trump estaba igualmente solo y se movía por todo el mapa político, donando a un comité pro-demócrata el día de la toma de posesión de Joe Biden, ocho meses antes de registrarse como republicano, cuyos compañeros de clase lo recordaban o bien como alguien sin fuertes opiniones políticas o bien como un conservador acérrimo. El grupo de trabajo del Congreso que investiga su intento de asesinato sigue sin saber por qué hizo lo que hizo.

Queda por ver si esto termina siendo una tendencia más general, con estadounidenses no ideológicos que se radicalizan y toman las armas para promover algún tipo de objetivo político, desvinculados de cualquier movimiento más amplio. Si es así, no se puede evitar sospechar que esto constituye una medida de la frustración y la desesperanza que cada resultado electoral reciente en Estados Unidos parece poner de relieve y de un sistema injusto y corrupto que los estadounidenses saben y sienten que les está fallando, pero que parece obstinadamente inmune al cambio, independientemente de cómo voten o se organicen.

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