Me matan si no trabajo y si trabajo me matan

Raymundo Gleyzer nació en 1941 y tenía 35 años cuando fue desaparecido en mayo de 1976 por la dictadura militar. Era cineasta y militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores. Estaba casado con Juana Sapire, quien colaboraba en sus películas, y tenía un hijo, Diego. Raymundo fue visto por última vez junto a el escritor Haroldo Conti, en el campo de concentración El Vesubio. Gleyzer integra destacadamente la escuela de documentalistas con alto compromiso social, característico de los tardíos años sesenta e inicios de los setenta, pero, a diferencia del gran polo de cineastas vinculados al peronismo revolucionario, cuyo emergente máximo fue el grupo Cine Liberación, la obra de Raymundo en el grupo Cine de la base es muy crítica respecto a la figura de Perón y en particular de la dirigencia sindical peronista. Gleyzer desarrolla en sus documentales una mirada vinculada a la tradición de izquierda marxista leninista clásica, pero con un detalle: Da la vida por ella.

Raymundo Gleyzer fue detenido desaparecido y asesinado por el comando sur un 27 de marzo de 1976.

Gleyzer militaba en el Partido Revolucionario de los Trabajadores y fué visto por última vez junto a el escritor Haroldo Conti, en el campo de concentración El Vesubio.

Gleyzer integra destacadamente la escuela de documentalistas con alto compromiso social, característico de los tardíos años sesenta e inicios de los setenta, pero, a diferencia del gran polo de cineastas vinculados al peronismo revolucionario, cuyo emergente máximo fué el grupo Cine Liberación, la obra de Raimundo en el grupo Cine de la base es muy crítica respecto a la figura de Perón y en particular de la dirigencia sindical peronista. Gleyzer desarrolla en sus documentales una mirada vinculada a la tradición de izquierda marxista leninista clásica.

El video que abre este post es el documental ” Me matan si no trabajo y si trabajo me matan” que dirigiera Gleyzer, donde se muestra la movilización y el reclamo que en el año 1974 realizaran frente al parlamento los obreros de la fábrica metalúrgica INSUD, peticionando el pago de la quincena y mejoras en las condiciones de trabajo frente al avance del saturnismo.

Los trabajadores de INSUD, que en sus consignas se muestran abandonados por la conducción de la UOM en manos de Lorenzo Miguel , fueron recibidos por el diputado Rodolfo Ortega Peña, (quién ya había roto con el bloque justicialista oficial de diputados) y que poco tiempo después fuera asesinado por la organización terrorista estatal Triple A. Como homenaje y recuerdo a Gleyzer y Ortega Peña creímos oportuno recordar a los obreros de INSUD, reflejados magistralmente en el documental , donde emerge potente su convicción , que nunca abandonó ni en las peores circunstancias, de que serían los propios trabajadores y ningún otro sector o grupo social, los que en perspectiva debieran dirigir el proceso revolucionario para la construcción de una sociedad mas justa y equitativa, bajo el modo de producción socialista. Respeto.

 

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“Nos hemos dedicado, ya desde antes de la terminación del film, a la construcción de salas de cine, y esto porque pensamos que Los Traidores se completa en el espectador, ya que por más clara o revolucionaria que sea una película nuestro trabajo no sirve sino la ve el conjunto de gente, jugándonos para llevarla a ellos del mismo modo como nos hemos jugado para producirla en forma clandestina. Esta es casi una perogrullada que todo el mundo conoce, pero que hay que hacer carne y debatir a fondo”.
Gleyzer había realizado una impiadosa radiografía de la burocracia sindical argentina. El título que eligió para su film, hoy mítico, lo dice todo: Los traidores.
El film se basaba en un cuento de Víctor Proncet, “La víctima”, y narraba un hecho verídico, el autosecuestro del dirigente sindical peronista Andrés Framini.
El compromiso vital de Raymundo también demuestra que cuando el estudio y el talento van acompañados de una ética inquebrantable y de una militancia insobornable, la cultura puede transformarse en una arma explosiva y demoledora contra el poder. Y que eso siempre tiene un costo. Raymundo Gleyzer estuvo dispuesto a pagarlo hasta con la vida.

 

 

3 comentarios

  1. Avísenle a ” Moisés ” que hay 5.000 toneladas de ” maná ” almacenados en los galpones del reino y que debe repartirlo entre los pobres antes de que se pudran.

  2. El problema Artemio en que cayó el fanatismo de izquierda, sea del propio espacio del peronismo o sean troskos, es que el ” traidor” o burócrata sindical pasó a formar parte del frente enemigo y dejar de ser parte del frente propio

    Con lo que tenemos que hasta la burguesía podía formar parte del frente nacional pero no el burócrata sindical traidor que provenía mal o bien de la propia clase obrera.

    La inconsistencia teórica y programática es mayúscula por darle demasiada cabida a factores emocionales recubiertos por una pseudo racionalidad bastante dudosa.

    Si no se debaten estas cosas por “respeto” a los que murieron, finalmente les faltamos el respeto a los que no están pero deberían estar. Porque nunca vamos a llegar a una sociedad más justa sin teorizar con consistencia lógica, semántica y unívoca.

  3. La burocracia sindical es un emergente funcional del movimiento obrero de una época de ascenso de la clase obrera.

    La administración de los recursos conseguidos por la clase obrera en la época del peronismo debía ser realizada por alguien. Ese alguien es la burocracia sindical que se convirtió en un actor más o menos permanente de la realidad no solo gremial sino también política.

    La existencia de la burocracia sindical es en sí misma la prueba de que la clase obrera conquistó derechos y ascenso social, pues, de no haber ocurrido ese progreso, la burocracia sindical no hubiera existido.

    Esta es la manera correcta de plantear la cuestión. De lo contrario solo seguimos dando vueltas de tuerca en falso de los antagonismos y dilemas que envolvían a la militancia a fines de los ’60 y principios de los ’70.

    Lo que se veía como antagonismo de vida o muerte contra algunos o varios burócratas sindicales no era más que una postura emocional justificada más o menos mal políticamente.

    No había ninguna razón lógica, teórica o política para antagonizar con la burocracia sindical.

    Si a alguien le fue mal en alguna comisión interna de alguna fábrica por prácticas de la burocracia sindical (matonismo, mafias, etc.), eso no justifica toda una racionalización política ideológica que lleva a identificar a la burocracia sindical como el enemigo.

    Esto es absurdo por más que se haya vivido o percibido de otra forma por parte de los contemporáneos.

    Por más que hubiera habido un reemplazo masivo de las personas que gestionaban los recursos del movimiento obrero organizado por personas afines a la izquierda peronista o trotskista, eso no hubiera cambiado en nada las perspectivas de una revolución socialista. El nuevo personal se hubiera convertido en burócrata (en tanto gestor de los recursos de la clase obrera), con independencia de la ideología que el burócrata hubiese profesado.

    Todas estas cosas hay que debatir antes de que los sobrevivientes que somos nosotros fallezcamos por razones generacionales obvias.

    Si no debatimos sobre el pasado se van a repetir los mismos errores por las nuevas generaciones. Pero el debate debe tener un objetivo, no debe ser por amor al arte de debatir. El objetivo debe ser sacar cosas concretas en limpio.

    La razón fundamental de por qué hay gente de la generación que nació a mediados o fines de los ’90 o principios del 2000, entusiasmada con Milei es el factor emocional que es el que abre la puerta a las racionalizaciones políticas. Luego éstas se pueden autonomizar del factor emocional subyacente que les dio calce.

    Esto conduce a la perdición ideológica y política de generaciones enteras.

    Por eso en el “espacio nuestro” hay que hacer un trabajo muy intenso de capacitación y formación política pero no al modo de dar información histórica o política sino al modo de enseñar a posicionarse ante un problema, cualquiera sea.

    Este es un arte muy difícil.

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