La izquierda estadounidense debe luchar contra Trump no solo por su propia supervivencia, sino por la de todos. Jean-Luc Mélenchon explica cómo su partido, La France Insoumise, construyó su poder electoral y derrocó a un gobierno de derecha. El surgimiento de una izquierda autónoma del Partido Demócrata es la única forma de derrotar a Donald Trump
La política francesa rara vez es predecible, y hoy no es una excepción. De cara a las próximas elecciones presidenciales, no solo se ha prohibido presentarse al actual presidente Emmanuel Macron, sino que la líder en las encuestas desde hace tiempo, Marine Le Pen, también fue declarada inelegible tras ser condenada por malversación el pasado 31 de marzo.
Para Jean-Luc Mélenchon, líder del partido de izquierda France Insoumise, la esperanza es que esta agitación pueda cambiar el rumbo político de Francia y que el país salga de la contienda binaria entre el centro neoliberal y la extrema derecha en auge. La magnitud de las protestas contra las recientes reformas de las pensiones de Macron y el avance del Nuevo Frente Popular en las elecciones parlamentarias del verano pasado sugieren que la izquierda, al menos, sigue en la lucha. Sin embargo, su futuro continúa siendo incierto.
El mensaje de conflicto social de Mélenchon es polarizador y suscita respuestas hostiles no solo de sus adversarios de derecha, sino incluso de gran parte de la izquierda liberal. Sin embargo, su movimiento ha demostrado a menudo ser la fuerza de izquierda con mayor capacidad de movilizar al electorado de masas. En las últimas elecciones presidenciales de 2022, Mélenchon obtuvo un 22% de los votos, cifra sin precedentes para un candidato abiertamente anticapitalista en la Europa actual.
A finales de abril, Mélenchon estuvo en Nueva York, donde recibió una calurosa acogida en una serie de charlas y mesas redondas. Su visita coincidió con la publicación de Now, The People, una guía (que tuve el gusto de traducir al inglés) sobre lo que él denomina la «revolución ciudadana» del siglo XXI. El libro analiza las nuevas bases de solidaridad creadas por la civilización urbana moderna y examina la necesidad de tomar el control colectivo de los recursos en medio de un desastre medioambiental cada vez mayor. Conversé con él sobre el significado de la administración Trump a nivel internacional y cómo la izquierda puede expandirse más allá de su electorado actual.
En un mitin del DSA en Nueva York el 22 de abril, usted dijo que los socialistas estadounidenses luchan por el bien no solo de los propios estadounidenses, sino también de los pueblos de otros lugares. ¿Cómo encaja el giro hacia la derecha en Estados Unidos con el giro reaccionario en Europa y, en particular, en Francia?
Nada más volver al poder, Donald Trump presentó al mundo un manifiesto político en toda regla. En primer lugar, esto se tradujo en el negacionismo climático. Su primera decisión en el Despacho Oval fue retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París. El cambio climático es el problema más acuciante al que se enfrenta la humanidad. Todo el tiempo que pasamos hablando de otras cosas o mirando hacia otro lado es una pérdida de tiempo. Y el presidente de Estados Unidos lo niega.
No es un tema baladí. Sobre todo porque también supone negar una nueva comprensión de nuestra condición humana: todos los seres humanos dependemos del mismo ecosistema para sobrevivir, por lo que existe un interés humano general y todos somos iguales. Esto justifica nuestra igualdad ante la ley. Pero Trump también ha negado que la condición humana sea universal. Para él, hay estadounidenses por descendencia familiar y luego todos los demás. Por eso suspendió la ciudadanía por nacimiento.
Trump afirma estos dos tipos de negación de la forma más cruda y contundente, pero también es algo que comparte la extrema derecha a ambos lados del Atlántico. La diferencia es que Estados Unidos tiene el mayor arsenal militar de la historia de la humanidad. Por eso, su imperialismo y su escalada contra China supone un peligro para todos nosotros.
La administración Trump impuso, y luego suspendió parcialmente, importantes aranceles, incluso a los países de la Unión Europea. ¿En qué sentido se trata de un cambio de paradigma en el orden neoliberal occidental y qué haría un gobierno de izquierda en Francia para responder a ello?
Trump es un presidente que ha admitido algo realmente importante: ¡el libre mercado no funciona! Durante décadas, los neoliberales nos han dicho que, cuando se trata de organizar el bienestar colectivo, no hay nada por encima de la competencia libre y sin distorsiones. Pero ahora su último enfant terrible dice que es el propio Estado el que debe fijar los precios mediante aranceles. Es extraordinario. Todo el edificio ideológico neoliberal se está derrumbando. En realidad, por supuesto, el neoliberalismo siempre ha funcionado como una intervención estatal para organizar el mercado y la competencia, pero nunca esta intervención había sido tan espectacular.
Dicho esto, la respuesta de la Unión Europea me parece absolutamente estúpida. El concepto de «represalias» que conduce a una escalada de aranceles es absurdo porque importará inflación, como en Estados Unidos. La otra propuesta presentada por el presidente de la Comisión Europea, la de una «zona de libre comercio total» entre la Unión Europea y Estados Unidos, es igual de perjudicial. Esto equivaldría a renunciar a nuestra capacidad, como europeos, de establecer nuestras propias normas ecológicas, sociales y culturales.
La France Insoumise ha sugerido, en cambio, que si queremos encontrar formas de responder a la guerra comercial de Trump, debemos golpear donde más le duele, por ejemplo, imponiendo impuestos reales a las grandes empresas tecnológicas estadounidenses. Por otra parte, debemos aplicar una política de sustitución de las importaciones y exportaciones con Estados Unidos. ¡Negociemos con China, dará más frutos! Y si tenemos que introducir el proteccionismo, siempre hemos dicho que debe ser «solidario». Hoy añadiríamos que también debe ser «negociado», para distanciarnos claramente del caos del trumpismo.
En Estados Unidos se ha producido una preocupante represión contra las protestas por Gaza, con la detención y el secuestro de activistas propalestinos. ¿En qué sentido tiene esto eco también en Francia? ¿Qué importancia tiene la «libertad de expresión» para la izquierda?
Durante mi estancia en Nueva York me impactaron mucho los relatos sobre la represión. El líder de la movilización en Columbia fue secuestrado en la calle, a plena luz del día: son métodos que hemos visto en las dictaduras sudamericanas. Se trata, pues, de una situación grave y seria. Refleja el deseo de silenciar a la oposición interna más decidida al imperialismo y una forma de poner a prueba métodos represivos.
En Francia aún no hemos llegado a ese punto. Pero los activistas que conocimos en Nueva York también hicieron hincapié en la responsabilidad de los demócratas. En el período inmediatamente anterior, los demócratas habían aceptado e incluso participado en las distintas etapas de demonización del movimiento propalestino y en la escalada de la represión. Esto también ocurre en Francia, con las prohibiciones de hablar en las universidades, de las que he sido objeto en Lille, Rennes y Burdeos, y los procedimientos judiciales contra Rima Hassan, diputada al Parlamento Europeo [por La France Insoumise], así como contra nuestra presidenta del grupo parlamentario, Mathilde Panot, por una supuesta «apología del terrorismo».
Parece que se está formando una amplia alianza en la política europea, desde la centroizquierda liberal hasta parte de la extrema derecha, a favor del rearme e incluso del endeudamiento colectivo europeo con este fin. ¿Es el «keynesianismo militar» el futuro del crecimiento económico en Europa?
Sobre todo, es una expresión del tributo imperial impuesto por los Estados Unidos de Trump. Este ha exigido a los países europeos que aumenten su gasto militar hasta el 5% del PIB. Eso es lo que hay detrás del actual alboroto sobre el «rearme» en Europa y del endeudamiento conjunto decidido por los 27 Estados miembros de la UE. Pero, ¿qué van a hacer la mayoría de los países europeos con ese dinero? ¡Comprar armas estadounidenses!
Francia es el único país del continente con una industria de defensa más o menos independiente. De hecho, muchos países ya han anunciado nuevos pedidos de equipamiento estadounidense. Pero comprar este equipamiento significa aceptar una posición de vasallaje respecto a Estados Unidos. Un caza F-35, por ejemplo, no puede despegar sin permiso de Estados Unidos. Así que no se trata realmente de «keynesianismo militar», sino de un tributo que el imperio estadounidense impone a Europa para financiar su carrera hacia la guerra.
En las elecciones parlamentarias del verano pasado, el Nuevo Frente Popular (NFP) fue el bloque más votado, pero no se le permitió gobernar. ¿Cuál cree que es la estrategia del bando de Macron para mantenerse en el poder y qué pueden hacer usted y otras fuerzas de izquierda para derrotarlo?
El Nuevo Frente Popular ganó las elecciones parlamentarias de julio de 2024 a pesar de que, durante la campaña electoral, 27 de 27 encuestas pronosticaban la victoria de la extrema derecha. Esto demuestra que su éxito no era inevitable. Pero entonces Emmanuel Macron decidió ignorar los resultados de las elecciones que él mismo había convocado. Esto es simplemente inaudito. Nuestra línea ahí fue clara: no vamos a dejar pasar esto. No podemos aceptar tal violación de los principios republicanos más básicos. Por eso propusimos una moción de censura y logramos derrocar al gobierno de Michel Barnier el pasado mes de noviembre. Esto se hizo por iniciativa de France Insoumise. La izquierda francesa derrocó a un gobierno de derecha sin tener que levantar barricadas.
A continuación, la propuesta a nuestros aliados del Nuevo Frente Popular fue continuar con la misma táctica con el próximo gobierno de François Bayrou. Piénsenlo: ¡Bayrou proviene del partido más pequeño de la coalición de Emmanuel Macron, que perdió las elecciones! Pero el problema fue que el Partido Socialista decidió romper con el Nuevo Frente Popular. En cuatro ocasiones se negó a votar a favor de una moción de censura contra el gobierno de Bayrou. En cambio, negoció en secreto y de la noche a la mañana un acuerdo político con él. Fue el Partido Socialista el que salvó a Macron.
El pueblo francés pagó inmediatamente este error con un presupuesto de austeridad acompañado de recortes previstos de 40 000 millones de euros en gastos para hospitales, escuelas, prestaciones por desempleo, etc. Nosotros, como France Insoumise, nos hemos distanciado de estos acuerdos podridos. Lo más importante es evitar aparecer, una vez más, como una izquierda engañosa, siempre dispuesta a traicionar sus promesas. En cambio, queremos ser la encarnación de la honestidad, en esta arena política tan llena de mentiras.
Algunas figuras de su movimiento hablan de un «cuarto bloque» de no-votantes, distinto de los otros tres más reconocidos: el bloque de izquierda —o lo que ustedes llaman el bloque «popular»—, el campo nacionalista o de extrema derecha y las fuerzas macronistas y de centroderecha. ¿Qué es lo que, concretamente, impide a estos no-votantes votar por ustedes y qué más hay que hacer para ganárselos?
Ya hemos hecho un buen trabajo. Entre los jóvenes y en los barrios populares de las ciudades [les quartiers populaires], ya hemos conseguido aumentar la participación. La mitad de los jóvenes votan por nosotros, y el70 % de los barrios populares también. Pero aún queda mucho camino por recorrer. Permítame decirle, en primer lugar, que esta estrategia es esencial para nosotros. Estamos construyendo una base popular para un programa de cambio, en lugar de intentar socavar el bloque centrista o de extrema derecha. Gracias a este método, logramos hacer retroceder a la extrema derecha el pasado mes de junio. Tanto es así que podemos afirmar sin exagerar que, en Francia, los barrios populares y los jóvenes salvaron la República.
Para lograr este resultado hemos adoptado un discurso radical y nos hemos ganado nuestra posición al no ceder ante lo que el sistema nos dice que hagamos. Tomemos, por ejemplo, Palestina o la lucha contra la islamofobia. Hemos sido insultados, perseguidos y difamados, pero entre los jóvenes y en los barrios obreros hemos demostrado nuestro coraje y nuestra sinceridad. Estas son las cosas que importan. En momentos como estos, se produce una especie de ósmosis entre un movimiento político y ciertos sectores de la sociedad.
También hemos desarrollado un considerable activismo de base. Hemos llevado a cabo una campaña de inscripción de votantes a gran escala. En los barrios populares realizamos acciones con beneficios inmediatos, como recogidas de alimentos o ayuda a las personas con material escolar. Todos estos métodos y muchos otros son el núcleo de nuestra estrategia para convencer a ese «cuarto bloque».
Usted ha hablado con Bernie Sanders y otras figuras de la izquierda estadounidense. ¿Qué pueden aprender unas de otras estas diferentes izquierdas a nivel internacional? ¿Por qué su mensaje no se limita a Francia?
Rompí con cierta tradición sombría de la izquierda europea que solía venir a América para dar lecciones a los demás y decirles lo que tenían que hacer. En cambio, a mí me gusta salir al terreno para aprender y ofrecer un apoyo concreto. Antes de ir a Estados Unidos, fui a México y a Quebec para ofrecer apoyo moral y práctico a estos dos vecinos de Estados Unidos, amenazados por Trump. Luego, sentí que también era importante apoyar a la izquierda estadounidense, cuya tarea es resistir desde dentro.
Desde mi punto de vista, el surgimiento de una izquierda autónoma del Partido Demócrata es la única forma de derrotar a Donald Trump. Compartí mi análisis con todos aquellos con quienes conversé: Trump ganó porque no había ningún candidato de izquierda que se presentara contra él. Todos estuvieron de acuerdo. Por eso creo que lo que está haciendo Bernie Sanders en este momento es muy importante.
«El cambio climático es el problema más acuciante al que se enfrenta la humanidad.» (Sic)
¿Esto es en serio o es un chiste?
En el reino de los axiomas y postulados arbitrarios se puede decir cualquier cosa. La realidad no interesa en lo más mínimo.