Creado el microclima adverso por los medios opositores, resulta sorpresivo, por citar un caso ya histórico pero contundente, explicar los casi 12 millones de votos obtenidos por el oficialismo en octubre de 2011, en el mismo momento en el que estaba siendo sometido a duras críticas a través de los medios opositores que incluso planteaban ballottage como escenario posible.
Desarrollamos en esos años el concepto de “audiencias redundantes” para describir, a modo de discusión preliminar, el fenómeno configurado por el impacto de la notable actividad política opositora desplegada por los medios de difusión.
El fenómeno en cuestión no supone negar la influencia de los aparatos de medios opositores, sino señalar su actual limitación para ampliar audiencias, al quedar su efecto de aversión encapsulado sobre los segmentos que ya resultaban opositores al oficialismo.
Elecciones: pros y contras del oficialismo
La redundancia explica el impacto de los temas que se han generado desde los aparatos mediáticos opositores en los últimos años, desde el caso Natalio Nisman, la fake news con la que Macri inicia su asalto a la presidencia, hasta el alegato encendido del muy chamuscado fiscal Diego Luciani, sobre la supuesta y nunca probada corrupción en la obra pública durante el gobierno de Cristina Kirchner.
Una especie de fenómeno de audiencias del viejo 6, 7, 8 en sentido contrario. No logran incorporar nada nuevo y solo impactan en parte de las audiencias ya establecidas, reproduciendo tanto las adhesiones como las aversiones de estos grupos.
Ciertamente estas “catilinarias mediáticas” pueden haber generado algún ruido marginal entre los adherentes y electores oficialistas, pero por la acción de los medios opositores no se produjeron cambios estadísticamente significativos en la arquitectura de preferencias nacionales, no parecen alterar demasiado la arquitectura de audiencias y lo que logran es redundar sobre aquellos que ya estaban convencidos. Algo así como cazar en el zoológico.
En general, entonces, la de los medios opositores resulta – como señalamos hace tiempo desde estas mismas columnas– una práctica de audiencias redundantes, con impacto diferencial en la zona metropolitana, bastante poco productiva al momento de inducir cambios en el estado de opinión pública.
El oficialismo sigue como mayoría nacional relativa y la gestión del gobierno bonaerense, que concentra el 38% del padrón nacional de electores, resulta el eje vertebrador de la muy probable mayoría electoral, de cara a octubre de este año.
Cabe señalar que otra fortaleza relativa del oficialismo es el resultado de la estructura de la oposición, que no logra resolver su formato de segunda minoría patentizado en las elecciones de octubre de 2019 por lo que ningún liderazgo opositor compite con chances contra el oficialismo sin aliarse a la ultraderecha a nivel nacional y bonaerense en particular.
Respecto de la debilidad oficialista, lo señalamos desde PERFIL reiteradamente, es nuestra convicción que no reside en la prédica de los medios opositores, sino en la política socioeconómica que muestra niveles de concentración del ingreso inéditos en al menos la última década, potenciada por la inflación de precios sin control que roza el 100% anual, como se ve en este gráfico correspondiente al último dato disponible, del tercer bimestre del año 2022.
Obsérvese en el gráfico inicial, la caída en la participación de los trabajadores sobre el PBI en los últimos tres años, que supera en tres puntos la caída inédita que imprimió el desgobierno de Mauricio Macri, por lo cual no pudo reelegir, y acumula una baja de más de 10 puntos respecto del momento en que Cristina Kirchner deja su segundo gobierno.
El esfuerzo oficialista, entonces, debe ponerse básicamente en comenzar a modificar esta estructura distributiva tan regresiva mejorando con sumas fijas salarios, jubilaciones y pensiones, y no tanto en contestar el mensaje redundante de medios opositores, que ya no mueven el amperímetro electoral.
*Director de Consultora Equis.