APU: Este pacto de Macri, como representante de la mafia, y Milei del fascismo ¿Es preexistente o surge de la nada?
R.C.: No creo que surja de la nada. No surge del domingo postelecciones, podemos historizarlo. Si tuviera que poner una fecha sería 2021, en el colofón de la pandemia. Probablemente es anterior, pero la ubico ahí porque en ese año Milei hace un viaje a Chile y lo entrevistan en un canal de televisión. Cuando empiezan a hablar de la estatalidad, se le ocurre decir “entre el Estado y la mafia, elijo a la mafia, porque tiene códigos, no miente y, sobre todo, compite”. O sea, la mafia es un acelerador del capitalismo. En la teoría del Estado del gobierno de Cambiemos podemos encontrar lógicas mafiosas que empalman permanentemente lo legal con lo ilegal. Ese es un antecedente donde Milei construye puentes hacia el macrismo.
En agosto de este año, en una entrevista a Radio Mitre, dice que en un eventual gobierno suyo, Macri tendría un lugar prominente, sería una suerte de embajador para abrir nuevos mercados. Como un Marco Polo mafioso. El propio Macri también le hizo muchos guiños a La Libertad Avanza. En una entrevista, Macri sale a decir “si no podemos gobernar nosotros y si no pueden gobernar ellos (se refiere al peronismo), vamos a gobernar nosotros a través de Javier. Lo que vimos unificado después de las elecciones era un pacto que se venía fraguando, por lo menos, desde hace un tiempo y no de dos o tres días, una semana, un tiempo largo.
Tengo una hipótesis que la vamos a poder probar en la medida en que se despliegue la propia historia política. Milei, para mí, es un aparato de Macri. Es Macri y Macri es Milei. Digo esto sobre la base de que asientan sus formas cognitivas, psicológicas y políticas sobre la estructura dualista. Lo son tanto que configuran el campo antagonista que quiere exterminar al kirchnerismo.
APU: ¿Y cuál sería el papel de Bullrich, ahí?
R.C.: Macri hizo implosionar a Juntos por el Cambio, sistemáticamente y de manera sucesiva. Primero a Vidal, luego a Rodríguez Larreta y ahora se apropia de la figura de Bullrich. Macri, si no me engaño, debe pensar que ese casi 24% que ha sacado Bullrich “me pertenece, es mío”. Así piensan los sujetos y los hombres que han sido pedagogizados en la forma del poder mafioso. Esto me pertenece y lo empalmo con otro aparato que considero mío que es el 29,9% de Milei. A través de ese empalme vamos a disputar la segunda vuelta. Tras las elecciones, el sistema de poder mafioso ha ordenado el campo antagonista para dar una disputa de acá al 19 de noviembre.
APU: Me hace acordar a cuando Macri espiaba los propios.
R.C.: Eso es una racionalidad propia del poder mafioso. Controlar a los propios y a los ajenos permanentemente, porque sobre esa base de reunión de información se puede desplegar poder para que te respondan. Macri no es un cadáver político, se prepara para ejercer el poder de manera mediada. Está jugando en distintos planos de la vida política internacional, tiene un cargo en la FIFA que le concedió su amigo Infantino con una oficina en Zurich. En Capital Federal ha dejado el apellido a través del primo Jorge, vuelve a disputar Boca y, de alguna manera, le pone unas fichas a Milei. Están en condiciones de disputar, todavía, y tienen chance de ganar.
El pensamiento dualista es el elemento ideológico central de todos los sistemas de opresión de la sociedad occidental: del imperialismo, del patriarcado, del colonialismo, la mafia. Una parte de Argentina está ubicada en la sociedad occidental, pero otra parte está al margen. Esa parte está encarnada en el campo nacional y popular. La posibilidad de frenar este poder fascista (ahora empalmado con un poder mafioso) está encarnada en el campo nacional y popular argentino.
APU: ¿Cuál es el rol de Victoria Villarruel, que parece trabajar desde la sombra?
R.C.: El lugar de Victoria Villarroel me parece que es el que ella misma ha digitado y presentado públicamente. Es el cuadro que integra La Libertad Avanza y que religa ese espacio político fascista con la experiencia del terror de la última dictadura. Hay un viejo profesor de la UBA, de la Facultad de Filosofía y Letras, Américo Cristófalo, que interpreta lo que quiere decir Milei cuando afirma que “atravesamos el desierto de los últimos 40 años”. A la democracia la presenta como una suerte de desierto porque tiene toda una metafórica mesiánica. El fascismo debe tener, siempre, una figura mesiánica que lo conduce históricamente. Lo podemos comparar con Bolsonaro, cuyo segundo nombre es Mesías.
Milei es el mesías que atravesó el desierto de estos 40 años de democracia. Eso quiere decir que está religando, de alguna manera, el 23 con el 76/83, nuestro presente con la experiencia del terror de la última dictadura. La figura que permite ese puente es Villarruel. Una persona vinculada orgánicamente con los genocidas, con Videla, que habla de una memoria completa, de que el terrorismo de Estado es comparable con las formas de las violencias de las experiencias revolucionarias juveniles argentinas. La violencia estatal, de las élites, de la clase hegemónicas es permanente, podemos entenderla como una línea que a lo largo de la historia no se interrumpe jamás. En cambio, la violencia popular podemos imaginarla como una línea que se corta, que se interrumpe permanentemente. Porque la violencia popular se activa cuando las humillaciones que ha recibido el pueblo son tantas y tan grandes que se desbordan, es defensiva, cuida y defiende la vida. En cambio, la violencia hegemónica tiende a desaparecer al otro.
APU: Los une este discurso y esta idea de exterminio, de odio, de eliminar al otro.
R.C.: Y eso no es una interpretación nuestra, es una repetición de su meras palabras, estamos reponiendo aquí discursividades públicas de ellos, lo que nos dicen, nos prometen y están dispuestos a hacer con nosotros y nosotras, la clase trabajadora, el campo nacional y popular, la Argentina democrática. He leído un librito de lo más interesante, de un periodista que trabaja en Noticias, un joven que se llama Juan Luis González que escribió sobre la figura de Milei, se llama El Loco. La gran tesis sobre la cual se articula ese libro es que Milei es una persona psicológicamente, afectada, inestable. Y efectivamente, ese es un peligro, no sólo por lo que concierne a la mayoría nacional y popular si se hiciera del gobierno, sino que afecta a la sociedad toda, a los 46 millones de argentinos y argentinas.
Argentina, como decíamos el comienzo, es un país que tiene cierto grado de inestabilidad que lo hace tan interesante, atractivo para el pensamiento crítico o político reflexivo. Si a un país inestable lo gobierna un sujeto inestable, puede afectar a la vida común, corriente, diaria de millones de personas. Sería una catástrofe. Debemos ser capaces de luchar para que eso no acontezca y tratar de poner alguna palabra para entender qué fenómenos están librados en la vida política y qué afecciones puede determinar un gobierno de La Libertad Avanza.
El peluca Milei y su fronda intelectual de autómatas mediáticos han logrado configurar un halconismo cipayo que se disputa los afectos de una juventud idealista cansada de tanta mediocridad. Su eterna prédica contra el «Estado de Coacción», entendido como la totalidad del tejido social argentino que va desde las madres combativas hasta los catedráticos críticos, contrasta con la promoción encubierta de un Estado de Vigilancia al servicio de oligarquías inescrupulosas.
Detrás de su alegato libertario se esconde la vieja utopía reaccionaria del «orden por el orden», indistinta ante el sufrimiento humano. Mientras tanto, atizan el odio parvulario contra cualquier manifestación de solidaridad como si fuesen bulldogs rabiosos en un ring de combate. Siempre destilando veneno contra lo real para endiosar una quimera a medida de sus patrañeros, en los que siempre encontrará Macri a sus rémoras favoritas.
Pero aquí la tortilla tiene chances de darse vuelta. Las antiguas factorías del peronismo comienzan a recomponer su identidad nacional ante el incendio propagandístico de estos neofascistas primarios. Alientan la refundación de una macro política que mantenga bien separada la paja libertaria de la grana popular. Quizás podamos así sortear el riesgo de un gobierno de Milei, esperpento que dejaría al país en manos inescrupulosas bajo el blindaje de las milicias mediáticas.
Como diría aquel clásico, «no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista». Será la realidad la que se encargue de poner en su lugar a estos oportunistas de la reacción. Por ahora podemos limitarnos a diagnosticar este fanatismo con la serena distancia de la razón crítica, ajena a los mandatos del irracionalismo conceptual que encandilan a tantos sectores sin rumbo en este país inclasificable. Seguiremos vigilantes ante el paciente avance de estos nuevos nostálgicos de la bota y el accommodate.
Traducen sus angustias políticas en eslóganes vacíos y propuestas inconsistentes. Carecen de ideal más allá del éxito individualista y desconocen la grandeza de un pueblo unido. Seguramente terminarán devorados por el monstruo reaccionario que ayudaron a parir con sus permanentes diatribas incendiarias. La democracia es más sabia y se encargará de limar estas aberraciones conceptuales hijas del resentimiento y la provocación estéril.