La inducción de Ucrania en la OTAN después de obligar a Rusia a volver a sus fronteras anteriores a 2014 ha sido el único objetivo estratégico que los líderes de la UE se han permitido contemplar desde la invasión de Rusia hace tres años. Por desgracia, mucho antes de la reelección del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, este objetivo se deslizó hacia la inviabilidad. Y era evidente hace tiempo.
Después del Acuerdo de Múnich en 1938, Winston Churchill proclamó que a Neville Chamberlain se le había «dado la opción entre la guerra y el deshonor. Eligió la deshonra, y tuvo guerra». En su angustia de no cometer el mismo error, los líderes de la UE están a punto de repetirlo, al revés: su enfoque de guerra hasta la victoria dará paso a la paz humillante que Trump les impondrá alegremente, y al gobierno de Zelensky, cuando finalmente se avengan a mendigar.
Si bien es indudablemente cierto que Europa debe estar a la altura de la ocasión o desintegrarse, la pregunta es: ¿Cómo se levanta? ¿Qué falla en Europa? ¿Qué es lo que más le falta a la UE? No es creible que los europeos no puedan reconocer la respuesta mirándonos a la cara: a Europa le falta una Hacienda adecuado, el equivalente al Departamento de Estado, y un Parlamento con el poder de cesar a lo que pasa como su gobierno (el Consejo Europeo). Peor aún, todavía no hay discusión sobre cómo tapar estos enormes agujeros en la arquitectura institucional de Europa.
La UE siempre ha temido el comienzo de cualquier proceso de paz en Ucrania precisamente porque expondría la desnudez del bloque. ¿Quién representaría a Europa en la mesa de negociaciones, incluso si Trump nos invitara a unirnos? Incluso si la Comisión Europea y el Consejo pudieran agitar una varita mágica para conjurar a la existencia un ejército de la UE grande y bien armado, ¿quién tendría la autoridad democrática para enviarlo a la batalla para matar y ser muerto?
Además, ¿quién puede recaudar suficientes impuestos para garantizar la preparación permanente del ejército de la UE para el combate? La toma de decisiones intergubernamentales de la UE significa que nadie tiene la legitimidad democrática para tomar tales decisiones.
Cuando Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, anunció recientemente su nueva iniciativa ReArm Europe, los tristes recuerdos del incompetente Plan Juncker, el Pacto Verde y el Plan de Recuperación volvieron a llenarlo todo. Las grandes cifras de los titulares son arrojadas de nuevo, solo para ser expuestas en un escrutinio más cercano como humo y espejos. ¿Alguien espera seriamente que Francia aumente su ya insostenible déficit de finanzas públicas para financiar armamento?
En ausencia de las instituciones para promulgar el keynesianismo militar, la única forma en que Europa puede rearmarse es desplazando fondos de su desmoronada infraestructura social y física, debilitando aún más a una Europa que ya está cosechando la amarga cosecha del descontento popular, que está alimentando el surgimiento de fuerzas de extrema derecha en todo el continente. ¿Y para qué? ¿Alguien cree que Putin será disuadido por una Europa que puede tener algunos proyectiles y obuses más, pero que se está alejando más de la perspectiva de la gobernanza federal necesaria para decidir los asuntos de guerra y paz?
Rearm Europe no hará nada para ganar la guerra en Ucrania. Sin embargo, es casi seguro que hundirá a la UE más profundamente en su recesión económica preexistente, la causa subyacente de la debilidad de Europa. Para mantener a los europeos seguros frente a los desafíos gemelos planteados por Trump y Putin, la UE debe embarcarse en su propio proceso de múltiples facetas de Peace Now.
En primer lugar, la UE debe rechazar por completo el esfuerzo depredador de Trump para acaparar los recursos naturales de Ucrania. Luego, después de reflotar la perspectiva de relajar las sanciones y devolver 300 mil millones de dólares en activos congelados (que no se pueden utilizar simultáneamente como moneda de cambio y para la reconstrucción de Ucrania), la UE debería iniciar las negociaciones con el Kremlin, ofreciendo la perspectiva de un acuerdo estratégico integral dentro del cual Ucrania se convierta en lo que Austria fue durante la Guerra Fría: un estado soberano, armado, neutral y tan integrado con Europa Occidental como sus ciudadanos deseen.
En tercer lugar, en lugar de un cese el fuego permanente entre dos grandes ejércitos a lo largo de la frontera acordada, la UE debería proponer una zona desmilitarizada de al menos 500 kilómetros (310 millas) de profundidad a cada lado, el derecho de retorno de todas las personas desplazadas, un acuerdo al estilo del Viernes Santo para la gobernanza de las áreas en disputa y un New Deal Verde para las áreas devastadas por la guerra, financiado conjuntamente por la UE y Rusia. Todas las cuestiones pendientes deben abordarse en las negociaciones celebradas bajo los auspicios de las Naciones Unidas.
Por último, la UE debería utilizar la perspectiva de relajar los aranceles sobre los productos chinos (tecnología verde, en particular) y las sanciones a las exportaciones de tecnología para abrir negociaciones con China con vistas a un nuevo acuerdo de seguridad que reduzca las tensiones y una a los chinos al objetivo de salvaguardar la soberanía de Ucrania.
Si realmente queremos fortalecer Europa, el primer paso no es rearmarse. Es forjar la unión democrática sin la cual el estancamiento continuará erosionando las capacidades de Europa, haciéndote incapaz de reconstruir lo que queda de Ucrania una vez que Putin haya terminado con ella.
Fuente:
Habla de la UE como si fuera un sujeto geográfico y administrativo independiente.
La burocracia de Bruselas y las instituciones de ese organismo y los gobiernos europeos están sometidos a un poder de carácter oligárquico supra nacional y supra regional.
Por eso nada significa decir «la UE tal cosa o tal otra», porque no decide ella más que en apariencia. Los funcionarios principales están en el bolsillo de la facción del partido de la guerra. En esa facción no predominan «intereses europeos» (porque, para que pase eso, debería existir una «Europa de las patrias», como decía De Gaulle), predominan combinaciones oligárquicas angloamericanas, que marcan la dirección.
El problema de los europeos es que carecen de soberanía para decidir beneficiar a sus propios pueblos.
El caso alemán es paradigmático en lo que respecta a la renuncia a la soberanía. Su gobierno está en contra de rehabilitar el gasoducto Nord Stream (destruido una parte en una operación clandestina angloamericana) que abarataría el precio de la energía y favorecería su industria.
No es de extrañar esto, teniendo en cuenta que su canciller fue y es un empleado de Black Rock y este fondo de inversión no tiene la menor intención ni interés en que Alemania se siga desarrollando.