Para leer El Capital y «relegar la actualidad al rango de ruido de fondo»

La obra de Karl Marx posee las cualidades de los grandes clásicos: estimula nuevos pensamientos y es capaz de ilustrar aspectos fundamentales tanto del pasado como de la contemporaneidad.

Las múltiples caras de «El Capital»

Marcello Musto

Pasan los lustros y, aunque ha sido calificado muchas veces de texto anticuado, volvemos a hablar de El Capital de Karl Marx (que acaba de reeditar Einaudi). A pesar de tener 157 años (se publicó el 14 de septiembre de 1867), la «Crítica de la economía política» confirma que posee todas las virtudes de los grandes clásicos: estimula nuevas reflexiones con cada relectura y es capaz de ilustrar aspectos fundamentales tanto del pasado como de la contemporaneidad. Simultáneamente, tiene el mérito de circunscribir la crónica del presente -así como el peso de sus, a menudo inadecuados, protagonistas- en la posición relativa que merece. No es casualidad que el célebre escritor italiano Italo Calvino afirmara que un clásico también lo es porque nos ayuda a «relegar la actualidad al rango de ruido de fondo». Los clásicos señalan las cuestiones esenciales y los puntos ineludibles para poder comprenderlos en profundidad y orientarlos. Por eso ganan perennemente el interés de las nuevas generaciones de lectores. Un clásico sigue siendo indispensable a pesar del paso del tiempo y, de hecho, en el caso de El Capital , puede decirse que este escrito resulta tanto más eficaz cuanto más se extiende el capitalismo a todos los rincones del planeta y se expande a todas las esferas de nuestras existencias.

 

De vuelta a Marx

Tras el estallido de la crisis económica de 2007-2008, el redescubrimiento de la obra magna de Marx era una verdadera necesidad, casi la respuesta a una emergencia: volver a poner en circulación el texto -olvidado por todos, tras la caída del Muro de Berlín- que proporcionaba claves interpretativas aún válidas para comprender las verdaderas causas de la locura destructiva del capitalismo.

Así fue como, mientras los índices bursátiles mundiales quemaban cientos de miles de millones de dólares y numerosas instituciones financieras se declaraban en quiebra, en pocos meses El Capital vendió más ejemplares que todos los impresos durante los veinte años anteriores. Lástima que su resurgimiento no se encontrara con lo que quedaba de las fuerzas de izquierda. Se engañaron pensando que podían mejorar un sistema que mostraba cada vez más su irreformabilidad y, cuando fueron fuerzas gubernamentales, adoptaron paliativos anodinos que no hacían nada para socavar las desigualdades económico-sociales cada vez más dramáticas y la crisis ecológica en curso. Los resultados de estas opciones están a la vista.

La actual reposición de El Capital, por otra parte, responde a otra necesidad: la de definir, gracias también a la considerable cantidad de estudios aparecidos recientemente, cuál es la versión más fidedigna del escrito al que Marx dedicó la mayor parte de su labor intelectual. La intención original del revolucionario alemán -que acompañó la redacción del primer manuscrito preparatorio de la obra (los Grundrisse de 1857-58)- era dividir su obra en seis libros. Los tres primeros debían dedicarse al capital, la propiedad de la tierra y el trabajo asalariado; los siguientes, al Estado, el comercio exterior y el mercado mundial. La constatación, adquirida a lo largo de los años, de la imposibilidad de emprender un plan tan vasto obligó a Marx a elaborar un proyecto más factible. Pensó en prescindir de los tres últimos volúmenes e integrar en el libro sobre el capital algunas partes dedicadas a la propiedad de la tierra y al trabajo asalariado. Este último fue concebido en tres partes: el Libro I debía dedicarse al Proceso de producción del capital, el Libro II al Proceso de circulación del capital y el Libro III al Proceso general de la producción capitalista. A éstos debía añadirse un Libro IV -dedicado a la historia de la teoría- que, sin embargo, nunca llegó a iniciarse y que a menudo se confunde erróneamente con las Teorías de la plusvalía.

 

Los cinco borradores del Libro I

Como es bien sabido, con respecto a estas propuestas, Marx sólo pudo completar el Libro I. Los Libros II y III no vieron la luz. Los Libros II y III no vieron la luz hasta después de su muerte, en 1885 y 1894 respectivamente, gracias a un enorme esfuerzo editorial de Friedrich Engels. Si bien los estudiosos más rigurosos han cuestionado reiteradamente la fiabilidad de estos dos volúmenes, redactados a partir de manuscritos inacabados y fragmentarios, escritos con años de diferencia y que contenían numerosos problemas teóricos sin resolver, pocos han abordado otra cuestión no menos espinosa: la de si existió una versión definitiva del Libro I. La polémica ha vuelto a centrar la atención de traductores y editores y, en los últimos años, han aparecido numerosas e importantes nuevas ediciones de El Capital. En 2024 salieron algunas en Brasil, en Italia y también en Estados Unidos, donde la prestigiosa Princeton University Press publica esta misma semana la primera nueva traducción al inglés en cincuenta años (editada por P. North y P. Reitter) -la cuarta en este idioma- en una tirada de nada menos que 13.000 ejemplares.

Publicado en 1867, tras más de dos décadas de investigación preparatoria, Marx no estaba plenamente satisfecho con la estructura del volumen. Había acabado dividiéndolo en sólo seis capítulos muy largos y, sobre todo, estaba descontento con la forma en que había expuesto la teoría del valor, que se había visto obligado a dividir en dos partes: una en el primer capítulo, la otra en un apéndice escrito, apresuradamente, después de la entrega del manuscrito. Así pues, el escrito siguió absorbiendo parte de las energías de Marx incluso después de ser impreso. En la preparación de la segunda edición, vendida en fascículos entre 1872 y 1873, Marx reescribió la parte crucial sobre la teoría del valor, insertó varias adiciones relativas a la diferencia entre capital constante y variable, la plusvalía y el uso de máquinas y tecnología. Además, remodeló toda la estructura del libro, dividiéndolo en siete secciones, que comprendían 25 capítulos, que a su vez estaban cuidadosamente divididos en párrafos.

Marx acompañó todo lo posible el progreso de la traducción rusa (1872) y dedicó aún más energía a la preparación de la versión francesa, que apareció -también en fascículos- entre 1872 y 1875. De hecho, tuvo que dedicar mucho más tiempo del previsto a la corrección de las pruebas. Insatisfecho con el trabajo realizado por el traductor, que había interpretado el texto de forma demasiado literal, reescribió páginas enteras para que las partes dialécticamente expositivas resultaran menos indigestas para el público francés y para introducir los cambios que consideraba indispensables. Se concentraron sobre todo en la sección final, dedicada a «El proceso de acumulación del capital». También cambió la división de los capítulos, que aumentó tras una nueva revisión de la redistribución de la materia. En el epílogo a la edición francesa, Marx no dudó en atribuir a la versión francesa «un valor científico independiente del original» y señaló que debería «ser consultada también por los lectores que saben alemán». No es casualidad que, cuando en 1877 se planteó la posibilidad de una edición inglesa, Marx señalara que el traductor «tendría necesariamente que comparar la segunda edición alemana con la francesa», en la que había «añadido algo nuevo y donde había descrito mejor muchas cosas». No se trataba, pues, de meros retoques estilísticos. Las modificaciones que introdujo en las distintas ediciones encapsulaban también los resultados de sus incesantes estudios y los desarrollos de un pensamiento crítico en constante evolución. Marx volvió a la versión francesa, destacando tanto los aspectos positivos como los negativos, al año siguiente. Escribió a Nikolai Danielson, el traductor de El Capital al ruso, que contenía «muchas variantes y adiciones importantes», aunque admitió que «también se había visto obligado, especialmente en el primer capítulo, a “aplanar” la exposición». Por esta razón, sintió la necesidad de aclarar que los capítulos «Mercancía y dinero» y «La transformación del dinero en capital» debían haber sido «traducidos siguiendo exclusivamente el texto alemán». En cualquier caso, puede decirse que la versión francesa constituía mucho más que una traducción.

Marx y Engels tenían ideas diferentes al respecto. El primero, satisfecho con la nueva versión, la consideraba, en muchas partes, una mejora de las anteriores. El segundo, en cambio, aunque elogiaba las mejoras teóricas introducidas en algunos lugares, se mostraba muy escéptico sobre el estilo literario impuesto por los franceses y escribía enérgicamente: «Consideraría un gran error tomar esta versión como base para la traducción inglesa». En consecuencia, cuando poco después de la muerte de su amigo se le pidió que imprimiera la tercera edición alemana (1883) del Libro I, Engels se limitó a modificar «sólo lo más necesario». En el prefacio informó al lector de que la intención de Marx era «rehacer el texto en gran medida», pero que la mala salud se lo había impedido. Engels se sirvió de una copia alemana, corregida en varios puntos por Marx, y de una copia de la traducción francesa, en la que había indicado los pasajes que le eran indispensables. Limitó su trabajo al mínimo y pudo declarar: «en esta tercera edición no se ha cambiado ni una sola palabra que no sepa, con certeza, que el propio autor habría cambiado». Sin embargo, no incluyó todas las variaciones señaladas por Marx.

La traducción inglesa (1887), enteramente supervisada por Engels, se realizó sobre la tercera edición alemana. Afirmó que esta última, al igual que la segunda edición alemana, era superior a la traducción francesa, sobre todo por la estructura del índice. En el prefacio al texto inglés dejó claro que la edición francesa había servido sobre todo para comprobar «cuánto estaba dispuesto a sacrificar el propio autor, siempre que al traducir hubiera que sacrificar algo del pleno sentido del original». Dos años antes, en el artículo Cómo no traducir a Marx, Engels había criticado sagazmente la mala traducción de John Broadhouse de algunas páginas de El Capital, afirmando que «para que un alemán sea poderoso se necesita un inglés poderoso; los nuevos términos alemanes acuñados requieren que se acuñen nuevos términos correspondientes en inglés».

La cuarta edición alemana salió en 1890; fue la última preparada por Engels. Al disponer de más tiempo, pudo incorporar, sin dejar de excluir varias, otras correcciones hechas por Marx a la versión francesa. En el prefacio declaró: «He comparado de nuevo la edición francesa con las notas del manuscrito de Marx e incorporado, en el texto alemán, algunas otras adiciones de éste». Estaba muy satisfecho con su resultado final y sólo la edición popular preparada por Karl Kautsky en 1914 introdujo nuevas mejoras.

 

En busca de la versión definitiva

La edición engelsiana de 1890 se convirtió en la versión canónica de El Capital a partir de la cual se realizaron la mayoría de las traducciones en todo el mundo. Hasta la fecha, el Libro I se ha publicado en 66 idiomas y los Libros II y III también se han traducido a 59 de ellos. Con la excepción del Manifiesto del Partido Comunista, coescrito con Engels e impreso probablemente en más de 500 millones de ejemplares, así como el Pequeño Libro Rojo de Mao Zedong -que gozó de una difusión aún mayor-, ningún otro clásico de la política, la filosofía o la economía ha tenido una difusión comparable a la del Libro I de El Capital.

Sin embargo, el debate sobre la mejor versión nunca se ha apagado. ¿Cuál de estas cinco ediciones presenta la mejor estructura de la obra? ¿Qué versión incluye las adquisiciones teóricas del Marx posterior? Aunque el Libro I no presenta las dificultades editoriales de los Libros II y III, que incluyen cientos de cambios realizados por Engels, sigue siendo todo un quebradero de cabeza. Algunos traductores han decidido basarse en la versión de 1872-73, la última edición alemana revisada por Marx. Una reciente nueva versión alemana de 2017 (editada por T. Kuczynski) ha propuesto una variante que, pretendiendo mayor fidelidad a la voluntad de Marx, incluye más cambios realizados para la traducción francesa y no tenidos en cuenta por Engels. La primera opción tiene el defecto de descuidar partes de la versión francesa que son ciertamente superiores a la alemana, mientras que la segunda ha producido un texto confuso y difícil de leer. Son mejores, por tanto, las ediciones que incluyen un apéndice con las variantes hechas por Marx y Engels para cada versión y también algunos importantes manuscritos preparatorios de Marx, hasta ahora sólo publicados en alemán y algunos otros idiomas.

Sin embargo, no existe una versión definitiva del Libro I, y la comparación sistemática de las revisiones hechas por Marx y Engels se deja a la investigación venidera de sus más cuidadosos conocedores. A pesar de que Marx ha sido considerado anticuado y dado por derrotado por los detractores de su pensamiento político, una vez más, una nueva generación de lectores, activistas y estudiosos se acerca a su crítica del capitalismo. En tiempos tan oscuros como los actuales, éste es un pequeño buen augurio para el futuro.

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es catedrático de Sociología en la York University (Toronto). En español, ha publicado las monografías Karl Marx, 1881-1883. El último viaje del Moro (Siglo XXI, 2020) y Karl Marx. Biografía intelectual y política, 1857-1883 (Fondo de Cultura Económica, 2022). Ha coordinado también algunos volúmenes colectivos, por ejemplo De Regreso a Marx. Claves para el pensamiento crítico (Bellaterra, 2020). En catalán ha publicado Karl Marx. Biografía intel·lectual y política, 1857-1883, L’últim Marx i el colectivo The Marx Revival. Conceptes claus i noves interpretacions, todos ellos en Tigre de Paper.

Fuente:

https://www.sinistrainrete.info/marxismo/28889-marcello-musto-i-tanti-volti-del-capitale.html

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