En un acto de solidaridad con su ministro, Trump, por su lado, criticó la ley para expropiar tierras de blancos y amenazó con suspender el financiamiento de Estados Unidos a Sudáfrica. Todavía estamos lejos de saber quien es el amo de quien en esa relación: si Trump de Musk, o Musk de Trump.
La Unión Europea es cómplice de la venta de esclavos en Libia
La infamia de la invasión al país fue seguida de la acción para reprimir la migración africana, a través de Libia. La Unión Europea financia a la Guardia Costera libia para que devuelva en caliente las barcazas que intenta cruzar a Italia. El cóctel de un Estado fallido fue ocupado por bandas criminales que se aprovechan de la enorme cantidad de migrantes que después quedan detenidos en centros pagados con fondos europeos. En un primer momentos, las bandas capturaban a los migrantes y después pedían rescates a sus familiares para liberarlos. Esto, luego, se complejizó cuando algunas empezaron a venderlos en mercados de esclavos.
La última novedad en esta trágica historia es la revelación de que los guardias de las cárceles tunecinas, financiada por los europeos, participan de este lucrativo negocio de tratas de personas.
El informe, titulado Tráfico de Estado: Expulsión y venta de migrantes de Túnez a Libia, ofrece una visión sombría del costo humano de una ofensiva que el año pasado logró reducir en un 59 por ciento el número de migrantes y refugiados que cruzaban del norte de África a Italia.
Los inmigrantes en Túnez están siendo vendidos como esclavos a bandas libias por tan sólo 10 libras por persona con la complicidad de la UE, según denuncia un informe condenatorio.
El informe “arroja luz sobre las violaciones sistemáticas de los derechos humanos en Túnez y Libia, con la complicidad de la UE”, afirman las ONG, entre las que se encuentran los grupos de campaña Border Forensics y On Borders. “Los hallazgos revelan una horrenda cadena logística de abusos y explotación, facilitada por los acuerdos entre la UE y Túnez”, añaden.
La policía y el ejército de Túnez están involucrados en “la captura, detención y venta de migrantes”, afirma el informe.
Desde 2017, Italia ha gastado casi 75 millones de euros (62,8 millones de libras esterlinas) en capacitar y equipar a los guardias fronterizos de Túnez, dijo el equipo de investigación.
El informe se basó en el testimonio de 30 migrantes de Camerún, Chad , Sudán, Guinea y Costa de Marfil que dijeron haber sido expulsados de Túnez a Libia entre junio de 2023 y noviembre de 2024.
En el informe se afirma que la policía y los soldados tunecinos capturan y arrestan a los inmigrantes que viven y trabajan en las ciudades costeras de Túnez. Algunos de ellos están allí ilegalmente, mientras que otros tienen permisos de trabajo legítimos.
Los suben a autobuses, algunos de ellos esposados con bridas de plástico, y los transportan al sur, a la frontera con Libia.
“En los autobuses, la Guardia Nacional [la policía tunecina] toca a las mujeres. Nos tocan las partes íntimas, violan a las mujeres delante de los hombres en los autobuses”, dijo un migrante.
Los migrantes son retenidos durante unos días en campos de detención cerca de las ciudades fronterizas de Ras Jedir y Ben Gardane, que supuestamente están gestionados por el ejército tunecino o la Garde Nationale.
El campamento más conocido entre los migrantes es “la jaula”. Se trata de un espacio estrecho y vallado debajo de una especie de torre alta, en medio del desierto.
Los migrantes son luego llevados a la frontera y vendidos a oficiales militares o milicianos libios. El pago se realiza en dinero, combustible o hachís.
Los llevan a precarios centros de detención en el desierto, desde donde los libios se ponen en contacto con las familias de los migrantes en sus países de origen y tratan de extorsionarles dinero a cambio de la libertad de los migrantes. Se dice que algunos son vendidos como trabajadores forzados.
Una de las cárceles del desierto está cerca de la ciudad de Al Assah y está controlada por la Guardia Fronteriza de Libia, una unidad beneficiaria del programa de asistencia y formación en gestión de fronteras de la Unión Europea, según el informe.
Muchos inmigrantes no pueden pagar su liberación de estas cárceles y permanecen retenidos durante largos períodos de tiempo, afirmaron los investigadores, y añadieron: “Al igual que otras cárceles de Libia, Al Assah también funciona como un mercado de trabajo forzado. Los presos son vendidos a la población local y a empresas para que realicen pequeños trabajos durante el día”.
Otros son sometidos a brutales palizas y torturas. Muchos mueren y son enterrados en fosas comunes, según el informe.
Elon Musk critica la propuesta sudafricana para que los empresarios blancos financien las compañías de afros con un impuesto
Uno de los mejores capítulos de la serie de Atlanta está dedicado a un Estados Unidos ficticio donde los blancos deben pagar un resarcimiento a los afroestadounidenses descendientes de los esclavizados por sus antepasados. Esto sería, por ejemplo, como si tú tuvieras que pagar por los pecados de tus tatarabuelo esclavista para que se lograra algo de justicia racial. El capitulo tiene varios momentos desopilantes; como la mujer que arma una protesta fuera de la casa de un oficinista para que le pague un resarcimiento, o los empleados que se preguntan, unos a otros, si han revisado sus árboles genealógicos.
Claro que es una serie cómica que se ríe con ironía del racismo estructural de la sociedad estadounidense. La gracia, como sucede en este capítulo, está en cambiar el lugar de las cosas, de las jerarquías sociales, para pegarle varias bofetadas al espectador. Pero en Sudáfrica, la realidad parece querer armarle algún capitulo a este serie. Resulta que Elon Musk, de familia esclavista, se opone a un impuesto para que los empresarios blancos financien las compañías de afro con el fin de generar condiciones que salden las desigualdades, surgidas durante los años del régimen de apartheid.
En definitiva ser negro conlleva, en general, gastar mucho más tiempo para conseguir lo que un blanco promedio tiene a su disposición.
Las esperanzas de Elon Musk de lanzar Starlink en Sudáfrica se están retrasando debido a feroces luchas internas dentro de la coalición gobernante del país por las leyes de empoderamiento económico de los negros que el empresario estadounidense ha caracterizado como «racistas».
Los inversores extranjeros en el sector de telecomunicaciones de Sudáfrica deben proporcionar el 30 por ciento del capital de un proyecto a empresas propiedad de negros para calificar para una licencia, una política defendida por el Congreso Nacional Africano para corregir las desigualdades raciales creadas durante el apartheid.
Pero Musk , que nació en Sudáfrica, calificó el lunes las políticas del país como «abiertamente racistas». El presidente estadounidense Donald Trump también intervino este fin de semana, diciendo que el gobierno de Sudáfrica estaba «tratando muy mal a ciertas clases de personas», en referencia a un proyecto de ley de expropiación de tierras que también tenía como objetivo abordar la propiedad desigual.
Las autoridades sudafricanas afirman que Musk ha expresado un gran interés en lanzar el servicio de banda ancha por satélite de Starlink en el país. En septiembre, el multimillonario dijo que «todavía estaba esperando la aprobación regulatoria» de Pretoria después del lanzamiento en países vecinos como Botsuana, Mozambique y Zimbabue.
Starlink podría convertirse en un caso de prueba para ver hasta qué punto está dispuesto el CNA a diluir las leyes de igualdad para atraer inversiones y si la Alianza Democrática pro empresarial (un miembro clave del frágil gobierno de unidad nacional de Sudáfrica) está preparada para arriesgar la estabilidad de la coalición impulsando su oposición al empoderamiento de los negros.
En enero, Parks Tau, ministro de Comercio, Industria y Competencia y miembro del Congreso Nacional Africano, pareció redoblar sus esfuerzos en materia de normas de empoderamiento de los negros al proponer un nuevo “fondo de transformación” de 100.000 millones de rands (5.300 millones de dólares) para invertir exclusivamente en empresas propiedad de negros. Los inversores extranjeros tendrían que pagar hasta el 25 por ciento del valor de sus operaciones al fondo.
El presidente Cyril Ramaphosa, quien se reunió con Musk para discutir posibles inversiones de SpaceX y Tesla al margen de las reuniones de la Asamblea General de la ONU en Nueva York en septiembre pasado, dijo que le había dicho al empresario estadounidense: «Quiero que regreses a casa e inviertas aquí».